Prometo cantarte la canción más hermosa del mundo.

Sus ojos coincidieron por error aquél fatídico día, en la estacion de trenes de Seúl.

Había una cantidad bastante considerable de gente allí, de diferentes razas, nacionalidades, tallas y pesos, pero sin embargo, sus ojos sólo pudieron capturarlo a él. Y ese, es un sentimiento que jamás olvidaría.

Su delgada figura, siento cubierta por un abrigo de piel, negro y pulcro; al igual que sus ojos y cabello, que eran simplemente hipnotizantes.

Jonghyun no supo exactamente cómo reaccionar cuando se dio cuenta de que sus ojos enfocaban al pelinegro únicamente, y que su mirada lo penetraba a tal punto de parecer alguna clase de acosador.

La voz robótica que provenía de la cabina del tren, le informó que había llegado a su destino, mucho antes de lo deseado.

Quiso quedarse allí por más tiempo, pero no pudo, porque si se quedaba allí, debería pagar la entrada por segunda vez, y ya no tenía un mísero centavo en el bolsillo.

Entonces bajó, sin dejar de mirar al precioso chico que el tren se llevaba.

Este tampoco lo dejó de mirar, a pesar de todo, su mirada expresaba una especie de nostalgia, una tristeza inexplicable...

Sin poder hacer otra cosa más, caminó de regreso a su departamento, donde, muy contenta, lo esperaba quien sería una de las criaturas más importantes para él.

Roo Byul.

Esa bonita perrita que saltaba de un lado a otro, y que acababa de recordar que no había alimentado en todo el día desde que salió a trabajar.

Jonghyun vivía en los Estados Unidos desde hace por lo menos unos siete años, cuando cumplió dieciséis años y su madre falleció.

Su vida no ha sido buena. Tuvo que trabajar arduamente para pagar sus estudios, pasó noches enteras sin dormir, y días completos sin comer a veces, todo para graduarse y poder hacer lo que siempre quiso.

Ser escritor.

Ahora, lo ha logrado, pero su trabajo es peor de lo que pensaba, pues al ser principiante, ni siquiera le pagan lo suficiente como para que tenga un buen lugar donde vivir. Además, las fechas de entrega son demasiado apegadas una de otra, lo que no le deja tiempo ni para respirar.

Y la única razón por la que no terminaba con todo, era la memoria de su madre, quien siempre quiso una buena vida para su hijo, aunque lamentablemente no haya podido ver en vida, el gran hombre en el que se ha convertido, porque a pesar de no tener dinero, un trabajo en el que lo explotan, y muy escaso tiempo para él, ha adoptado una perrita que encontró en las afueras del tren de Seúl, a medianoche bajo la lluvia.

Después de hacerle mimos a su princesa por un par de minutos, sacó la libreta de su mochila, junto con un lápiz, escribiendo como un chiquillo, su experiencia recientemente vivida en el tren, con aquél azabache, que esperaba volver a ver.

*

— ¡¿Se puede saber porqué demonios tardaste tanto?! — Gritó el más alto, intimidando a Kibum, quien, sumiso, solo atinó a tartamudear.

— E-en el supermercado no tení— Fue cortado por el contrario, que solo arrebató la bolsa de entre la pequeñas y frías manos del francés.

— ¡Siempre es lo mismo contigo, eres demasiado lento! — Lo empujó, y Kibum sólo agachó la cabeza.

— L-lo siento, padre.

— La próxima vez lo haré yo mismo, eres muy torpe. — Y sin decir nada más, abandonó la sala.

Si Jonghyun tenía una vida dura, la de  Kibum era aún peor.

Cuando era más joven, sus padres lo obligaron a interrumpir sus estudios y casarse con Nam Woohyun, un coreano dei buena familia.

Él no quería, se negaba a dejar sus estudios para comprometerse, debido a la meta de vida que quería, pero al final lo hizo, y se dio cuenta de que el chico tampoco era terrible, por eso lo intentó, y pudo llegar a quererle un poco. Después de todo, Nam fue su primer beso, y su primera vez.

Claro, hasta que el chico murió.

Esto sucedió durante un incendio del cual él pudo salvarse.

Kibum sufrió mucho, en especial porque se sentía impotente, y hasta ahora piensa que pudo haber hecho algo.

Luego, sin siquiera esperar a que su herida cierre, sus padres buscaron otro compromiso para él, y lo encontraron en un tal Choi Siwon, que Kibum ni se esforzó en conocer, estaba bastante dolido y a Siwon realmente no le interesaba tener algún tipo dr vínculo con el de todas formas.

Tambien murió.

Ahogado en una piscina cuando había salido con sus amigos a una fiesta.

Y la lista sigue, por eso Kibum había sido bastante indiferente con todos los hombres con los que contraía matrimonio, puesto que todos habían tenido un destino horrible.

Sentía que era alguna clase de maldición, que lo dejaría solo por siempre.

— ¿Por qué sigues ahí parado? ¡ve a traer lo que olvidaste!

Kibum casi huyó del lugar una vez dichas estas palabras.

Desde que se terminó su último compromiso, sus padres se vieron en la obligación de recibirlo en su casa, pero su madre ya estaba buscándole otro marido, para que lo mantenga e indirectamente, a ellos también.

Prácticamente, había vendido a su hijo.

Los días allí eran una tortura, Kibum limpiaba, cocinaba, compraba las cosas y atendía a aquellos que por desgracia llamaba padres.

Pero no todo en su vida era tragedia, por ejemplo, cuando estaba sólo, le gustaba diseñar atuendos fantásticos, cantar o bailar. Probablemente, estas actividades fortalecían su personalidad servicial, ágil y rápida, además de eficiente, y muy leal.

Seguramente el tiempo que pasó con Nam, lo volvió así, o bueno, fortaleció lo servicial que Kibum ya era.

Y además que siempre había soñado con ser un gran bailarín y diseñador, por eso, quería terminar la escuela, y estudiar música.

Pero la vida no siempre es como uno desea.

Y ahora, la vida lo ha puesto en este escenario de incertidumbre con las constantes agresiones y maltratos de sus padres.

No cabe duda alguna que Kim Kibum nació para el espectáculo, para ser tratado con pétalos de rosas y disfrutar de una compañía dulce y eterna, no para ser abusado, golpeado, y limitado a un matrimonio en el que solo tenga que sonreír para la foto.

Ahora, por ejemplo, acababa de diseñar en su pequeño cuaderno, un hermoso traje, negro con algunas lineas dispersadas por el lateral derecho del pantalón, unas flores hermosas y llamativas en el bolsillo delantero y superior del traje, que, sin embargo, no eran vulgares, sino discretas; todo eso acompañado de una camisa blanca, y un pañuelo floreado, imaginándose risueño a aquel chico del tren.

*

Los padres de Kibum acababan de anunciar que saldrían de la ciudad, y lo más seguro es que regresen en unos siete u ocho meses.

Kibum sintió que por fin podía respirar aire fresco, que podría salir a pasear, o tal vez podía comprar aquellas telas que tanto quería para concretar su proyecto en papel.

Entonces, una vez hubo terminado de limpiar el lugar, anotó en una lista lo que faltaba en la cocina, y salió en busca de ello.

Eran al rededor de la cuatro y las seis, cuando pudo por fin abandonar el lugar, y sin prisa, tomó el camino largo hacia el supermercado, pasando por un hermoso parque de cuya existencia siempre estuvo consciente, pero nunca pudo disfrutarlo, debido a que siempre que salía, lo hacía con prisa y apuro.

Ahora era capaz de apreciar a los niños jugando por el verde pasto, a las parejas compartiendo helados, y a las mascotas corriendo libremente

Kibum comenzó a desear ser un alma libre de nuevo, volver a vivir sin miedo, sin marcas en su piel, sin hematomas en sus rodillas...

De repente, sintió que su nostálgico caminar, fue interrumpido por una pequeña criatura que corría desesperadamente, con una correa atada a su collar.

Por instinto, tomó la correa de la pequeña perrita que corría, temiendo que se le haya escapado a alguien.

La perrita no opuso resistencia, y Kibum comenzaba a preocuparse.

— ¿Ha visto al dueño de esta perrita? — Le preguntó a una anciana que estaba sentada en una banca. Con mucha tristeza en sus arrugadas mejillas, la anciana respondió que no, y Kibum continuó su búsqueda.

Hasta que de repente, vio a un hombre con la cabeza en el piso, un ánimo terrible, se le veía muy mal al pobre.

Pero, se acercó solo porque este hombre no le daba un mal presentimiento, sino todo lo contrario, y haría todo lo posible por ayudar.

Kibum no se había acercado a preguntale a ningún hombre porque tenía miedo de interrumpir algo, y que pueda golpearlo.

Vaya trauma le ha causado su propio padre...

— Excuse me sir, did you see the owner of this dog (Disculpe, joven, ¿Ha visto al dueño de esta perrita?) — Pregunta al sujeto, que solo levantó la cabeza, y al ver a Roo, se quedó apreciando a Kibum como si fuera un ángel.

— ¡Roo! — Exclamó, secando sus lágrimas, y rebosante de felicidad. Luego de una larga sesión de abrazos y besos a su perrita, le tomó la debida importancia al precioso y delicado francesito frente suyo, que sólo sonreía de felicidad por haber hecho una buena acción.

Inmediatamente sus ojos chocaron, las sonrisas se acabaron, sin embargo, la felicidad aumentó.

Obviamente se reconocieron, pero Jonghyun dejó que las cosas fueran como dios quiera.

—I'm very grateful that you let me meet with Roo again, you have given my soul back to my body. Is there anything I can do for you? (¡Muchas gracias por devolverme a Roo, me has regresado en alma al cuerpo!, ¿Hay algo que pueda hacer por ti?)

— Don't mind, if she's okay now so am I. (No te preocupes, si ella está bien, yo también lo estoy) — Dijo, tomando suavemente una orejita de la cachorra en brazos del mayor.

— Come on, don't be shy, let me thank you properly, please.  (Vamos, no seas tímido, permíteme agradecerte apropiadamente.) — Puso a Roo en el suelo y sujetó con fuerza la correa, pero sin ser brusco.

Kibum dudaba, dudaba y dudaba, justo ahora estaba teniendo un debate mental en si aceptar o no.

No quería confiar en un extraño, ni tampoco estar mucho tiempo afuera, pero ¿era ese chico realmente un extraño?

Probablemente podía aceptar, irían a un lugar concurrido, ¿cierto?

— Do-do not worry, i have to do something to do and... (no te preocupes, tengo algo que hacer y...) — El mayor se dio cuenta de la lista entre las manos del chico, y preguntó. — You'll go shopping, right? Let's go together! (Irás de compras, ¿verdad? ¡Vayamos juntos!)

¡Este chico es demasiado necio!
Y además, bastante convincente.

Kibum debe admitir que no se imaginaba volver a encontrar a ese chico de nuevo, ni mucho menos que fuera tan divertido estar a su lado.

Porque demasiado fácil estar cerca de él, debido a que no crea ambientes incómodos, es muy conversador, comunicativo. Absurdamente alegre.

Pero no le molestaba.

No se dio cuenta tampoco, de en que momento cayó la noche, ni de cuánto frío hacia, porque Jonghyun lo estaba llevando a casa, y le había dado su abrigo, para protegerlo del frío.

Una vez hubieron llegado a la casa de Kibum, este sacó las llaves y abrió la puerta.

No quería despedirse de él aún, simplemente no quería, pero no es como si pudiera hacer algo más de todas maneras.

— Ya que sé donde es tu casa, ¡prometo venir mañana! — Dijo Jonghyun, con Roo entre sus brazos, y una hermosa sonrisa adornando su rostro.

— Espero que así sea... — Respondió el menor, tímidamente tomando un mechón de su cabello, que traviesamente se escapaba por su rostro.

Un abrazo terminó oficialmente, la hermosa tarde que acababa de pasar junto aquel chico que no creyó nunca volver a encontrar.

Un suspiro escapó de sus hermosos labios en forma de corazón, mientras se dirigía a su dormitorio. Esa noche logró conciliar el sueño rápidamente, y descansó todo lo que lo había descansado estos últimos días, que solían estar llenos de estrés y soledad.

Jonghyun cumplió con su promesa de regresar al día siguiente, y salieron a tomar aire fresco de nuevo. A pasear a Roo, y a charlar durante horas mientras bebían café en las sillas de un hermoso y tranquilo parque.

Los días pasaron muy rápido de esta manera, y Kibum se dio cuenta bastante rápido, de que este chico tenía tanta energía positiva, que era capaz de liberarlo, era capaz de despreocuparlo, y de quitarle todas las cargas con las que el menor se había acostumbrado a vivir.

Jonghyun se había convertido en la mejor de sus amistades, en su confidente, en su escudero, y en su leal amigo.

Pero Kibum había vivido demasiada opresión a lo largo de su vida, por eso, simplemente no podía ignorar ninguna petición que el mayor le hiciera. Ya sean discretas, o explícitas, en cada una de las cosas que sin querer decía, él las cumplía.

Como esta vez por ejemplo.

Jonghyun había dicho que le gustaría probar omelette de huevos como los que comen los niños, con orejitas de animales y salchichas en forma de pulpo. Y ahora, Kibum estaba terminando su labor, exactamente igual como Jonghyun lo había pedido, con zanahorias de decoración para el pico, y granos de pimienta para los ojos. Lo estaba poniendo sutilmente en las cajitas de almuerzo, cuando alguien tocó insistentemente la puerta,y tuvo que esconderlo todo por intuición.

Sus padres habían regresado.

Kibum recibió los regaños sin sentido del mayor, mientras agachaba la cabeza en un acto de sumisión.

Planeaba seguir de esta manera, estando alerta de algún golpe o empujón, pero lo que vino después, le dolió más que cualquier golpe que alguna vez haya encontrado lugar en su frágil cuerpo.

— Te hemos comprometido. Conocerás a tu futuro esposo esta noche. — Dijo su madre, detonando la bomba.

En ese momento, el corazón de Kibum se partió en incontables pedazos.

¿Que pasaría con Jonghyun? Estaba seguro que lo quería, y no precisamente como amigo.

Y, probablemente, si nunca lo hubiera conocido, no haría lo que estaba a punto de hacer.

— ...no... — Murmuró en un tono apenas audible para oídos ajenos a los suyos.

— ¿Que dijiste? — Espetó la mujer.

— ¡Que no me voy a casar! — Sus manos temblaban, estaba nervioso, ansioso y a la vez, temeroso.

— ¡No te hemos preguntado! — El mayor de todos fue el que habló esta vez, acercándose amenazante hacia Kibum.

Pero Kibum no retrocedió.

Generalmente, en este escenario, Kibum se habría refugiado en el suelo, intentando hacer un armazón con sus brazos, y habría tapado su cara con sus manos para ocultar su llanto.

Pero ahora no.

Jonghyun le había enseñado a quererse a sí mismo, a amarse, y a no dejarse pisotear por nadie.

— ¡Maldito mocoso! — Su padre alzó su mano derecha, que había retorcido en un puño, mientras que sujetaba la camisa de Kibum por el cuello, levantando el liviano cuerpo del suelo, y se dispuso a golpear su rostro.

No va a negarlo, Kibum tuvo miedo, mucho miedo, pero pensó en el castaño de ojos curiosos, y similares a los de un cachorro, esperándolo en la misma banca, con dos vasos desechables de café en las manos, sí, aquel café caliente con dos de azúcar que siempre consigue en la máquina expendedora,y que es increíblemente delicioso.

Y al tener esta imagen proyectada en su mente, sintió que su corazón se hizo más fuerte, y que cualquier golpe que le sea dado, no dolerá.

Un puñetazo en su mejilla izquierda, y posteriormente una patada, lo hicieron caer al suelo, mas sin embargo, no pudo con él. No lo derribó, por eso se levantó y contraatacó de la manera más inteligente posible.

Estando en el piso, arremetió con fuerza hacia las piernas del mayor, haciéndolo caer, bajo la atenta y horrorizada mirada de su madre, que a pesar de no estar de acuerdo, fue tan cobarde que no se atrevió a meterse, ni a decir nada.

Pero Kibum no cayó en la misma trampa, sí, es cierto, lo tumbó al piso, pero no lo golpeó, porque iría contra sus principios.

Luego de haberlo inmovilizado, huyó.

Corrió como si su vida dependiera de ello, porque tal vez era cierto. Corrió tan rápido como ningún hombre pudo haberlo jamás, y sin darse cuenta, ahora estaba en la puerta de Jonghyun.

Debido al esfuerzo físico su cuerpo estaba cansado, agotado, y demasiado débil. Estaba tan concentrado en huir, que no se había dado cuenta ni siquiera, de cuándo comenzó a llover, ni mucho menos, cuando cayó dormido, o tal vez desmayado, en la acera fría.

.

Sus ojos lentamente se abrieron, de poco en poco debido a la pesadez de sus párpados, revelando el ya conocido rostro de Jonghyun, con los ojos rojos, y su cara deformada en un gesto de preocupación, que le dolió como una estaca en el corazón.

Jonghyun, el chico más alegre que conocía, ¿Podía realmente hacer ese gesto?

— ¡Kibum! ¡Gracias al cielo que despertaste! — Exclamó abrazándolo fuertemente.

A pesar de todo, esta vez, Kibum no podía corresponder correctamente al abrazo, porque su cabeza prestaba pensando en otra cosa.

— N-no p-pude traer tu omelette... Pero juro que lo preparé, lo preparé para ti... yo...

Jonghyun volteó a mirarlo extrañado, ¿omelette? ¿eso era lo más importante ahora?

— Eso no importa, Bummie... — Esta vez no dejo lugar a objeciones, y abrazó al menor tan fuerte, que podía quitarle el aire ahora mismo.

Kibum sintió que sus brazos eran el mismísimo cielo, porque lo tranquilizaron, y lo liberaron de repente.

Entonces lloró.

Lloró a mares por su desdicha, a lagrima viva, mientras clavaba sus uñas en la espalda contraria.

¿Porque a él le tocaba vivir tanta desgracia?, ¿Qué estaba pagando?

Jonghyun no dijo una sola palabra, sino que se dedicó a escucharlo, a comprenderlo, y a reconfortarlo, mientras maldecía interiormente a los seres inhumanos que por desgracia, Kibum llamaba padres.

Hasta que sucedió.

Kibum tomó las manos del mayor ente las suyas, mientras se acercaba lentamente a su rostro, y tímidamente le susurró su secreto.

— Es muy pronto, pero... — Hundió su cabeza en el hombro contrario, mientras enredaba sus delgados brazos al rededor de su anatomía. — Pero siento que... que te amo...

Se aferró a él. Kibum no sabía de dónde había sacado tanto valor para poder declararse, para poder decir lo que realmente sentía.

Pero tenía miedo, tenía mucho miedo de que Jonghyun no lo acepte y se aleje de él, y de esta manera, pierda lo que más amaba en el mundo.

Su compañía.

— Kibum... — El mayor se separó de él, quería ver su rostro, pero sin embargo, esto hizo que el menor de pronto se asuste. — También te amo. — Sus inseguridades fueron dispersadas con aquellas tres palabras, y por el romántico beso que siguió luego de la confesión.

Lentamente, y sin explicación alguna, su cuerpo comenzó a sentirse caliente, y las constantes caricias que Jonghyun le daba, lentamente se convirtieron en deseo.

Pero no era un deseo obsceno, ni inmoral, por el contrario, era un deseo natural y lleno de amor.

La ropa fue desapareciendo conforme el constante vaivén de sus cuerpos se incrementaba.

Kibum solo se dedicaba a no perder el contacto visual que mantenía con el mayor, enredando sus largos brazos al rededor del cuello contrario.

Jonghyun dejó un beso profundo en los labios acorazonados, mientas quitaba los rebeldes mechones obsidiana que se colaban por la blanca piel del rostro bajo suyo.

Se hizo un espacio entre sus piernas, mientras quitaba la última prenda que cubría la intimidad de Kibum.

Kibum sintió vergüenza, estaba completamente desnudo frente a la persona que más amaba, pero extrañamente, no sentía ganas de ocultarse, o de cubrirse. Para nada.

Tampoco quería detenerse, en este momento sólo quería tener más de Jonghyun. Quería ser más que solo amigos, y quería más incluso de lo que sus manos podían tomar.

《Tan ambicioso...》Pensó para sí mismo, debido a que no podía ni articular palabra a causa al placer que sentía.

Con mucha delicadeza, Jonghyun lo preparó, con dos dígitos en su interior, comenzó a masajear lentamente.

Hasta que, después de un buen rato, se clavó en él, uniendo sus cuerpos de una manera que no puede ser descrita como sucia, porque sería una descripción terriblemente desacertada. Era más bien elegante, dulce, tierno...

Entró y salió, una vez, dos veces, tres veces, hasta que Kibum perdió la cuenta y se dejó llevar por el placer.

Y despues de haberse ahogado entre embestidas y gemidos, placer y romance, el poco conocido sentimiento que delataba la cúspide del placer, se hizo presente, y avisó al mayor, que estaba por terminar.

Y acabaron juntos.

Cansado, y jadeante debido a la actividad, el castaño se recostó en la cama al lado de Kibum, quién, aún con el rostro sonrojado, se acurrucó en su pecho.

No pudieron dormir, por lo que estuvieron hablando al rededor de dos horas, mientras Jonghyun le contaba su vida, y Kibum le prestaba la máxima atención posible.

Le contó también acerca de su trabajo. Y acerca de que el último pedido en la editorial, era la impresión de un libro basado en la canción más hermosa del mundo.

— Leí unas cuantas páginas de aquel libro... No, de hecho, lo leí todo. Pero al final, no dice cual es la canción, solo lo deja a imaginación del lector.

— ¿Y cómo piensas que es?

— No lo sé... a pesar de que me gusta la música, simplemente no me puedo imaginar la melodía, y eso me frustra... — Kibum notó en los ojos del mayor, que lo que decía era cierto, exactamente porque le brillaban más de lo usual.

— ¿Quieres escucharla?

— Eso me haría muy feliz...

— Prometo cantarla para ti. — Al decir estas palabras, Kibum fue lo más sincero que pudo. — Lo prometo...

En su cabeza estaba que no había podido cumplir la petición encomedada anteriormente por el mayor, por eso, esta vez definitivamente no fallaría en su misión, y lograría cantarle la canción más hermosa del mundo, sin importar cuánto sea que dure, o si la tiene que inventar, pero se la cantará, aún sea lo último que tenga oportunidad de hacer.

Con esta mentalidad, se fue a dormir, y posteriormente, el mayor hizo lo mismo.

.

No había salido el sol ni siquiera, cuando sus ojos se abrieron, sintiendo que ya no podía dormir más.

Lo primero que vio al despertar, fue a su amado, durmiendo plácidamente, con un semblante tan pacífico, que sería un crimen despertarlo.

Lentamente, se separó del abrazo que los ataba, y tomó una ducha, en el mayor silencio posible.

Se dio cuenta de que el clima estaba cambiando, por lo que se puso por lo menos tres capas de ropa, entre interiores, abrigos y bufandas, para estar preparado para lo que se venía. Prendió las velas que adornaba el altar de la difunta madre de Jonghyun, Dejó comida en el plato de Roo, y se despidió de ella.

Tomó una pluma, y con el corazón en la mano, le escribió una carta a su amado, en la que le agradecía por todo, y le pedía que, por más tiempo que pase, el regresaría, y que lo esperara aunque esté siendo egoísta.

Y sin nada más que un pequeño bolso, partió en su búsqueda.

Con pesadez, Jonghyun despertó unas horas más tarde, extendiendo sus brazos fuertes y estirando sus músculos, mientras esperaba encontrar a su amado al lado suyo, cosa que por desgracia, no sucedió.

En la sala, en el baño, en la cocina... buscó y buscó, pero aunque lo intentó duramente, no lo logró. Sin embargo, se dio cuenta del plato de Roo, lleno, y de las velas del pequeño altar de su madre encendidas, lo que se le hizo extraño.

Pensó que a lo mejor tenía cosas que hacer, y por eso había salido temprano, y planeaba llamarlo, de hecho, ya había sacado su celular, hasta que de repente, sus ojos enfocaron la mesita en la sala, viendo la carta, y la tomó entre sus manos, leyéndola, y mientras lo hacía, no pudo evitar llorar.

No puedo decirte a donde voy, porque no es un lugar exacto, sino que son muchos... de todas maneras, muchas gracias por estar allí siempre, creo que eso es algo que con palabras no puedo expresar, y que nunca podré pagarte... durante todo este tiempo, ha sido realmente bueno... prometo regresar, amor mío, y por más que suene egoísta, espérame, porque volveré... me tardaré el tiempo que necesite para darte lo mejor, y lo que realmente quieres. Por eso, por favor, no me olvides...》

Sin darse cuenta, acababa de humedecer el papel con sus lágrimas.

— Te esperaré, Kibum, yo... realmente te esperaré...

.

La gruesa pasta del libro que estaba escribiendo, acababa de ser cerrada por sus manos heladas, que luego se vio en la obligación de cubrir con guantes para no pescar un resfriado.

Se recostó en la cómoda y acogedora silla amoblada de cuero fino, y dirigió su mirada hacia su escritorio de madera de caoba, en el que reposaban algunos de sus libros, plumas, y papeles por montones.

Sin embargo, también está algo que, a pesar del tiempo, el polvo no puede deteriorar.

La pequeña foto enmarcada de él y Kibum, en uno de aquellos días buenos, en un restaurante de comida china, cuando la primavera aún extendía sus costas sobre sus almas jóvenes, y los bañaba con el rocío de sus pétalos.

Tocó con delicadeza, el marco de la foto, y lo atrajo hacia él, recordando con nostalgia las sonrisas de aquellas, que sólo Kibum tenía el poder de sacarle.

Habían pasado cinco largos años desde su partida.

Cinco años en los que Jonghyun lo extrañó como nadie se lo imagina.

Cinco insoportables años en los que tuvo que cargar con el peso de la incertidumbre de no saber dónde estaba la persona que amaba, y la constante interrogante de qué podía estar haciendo, cómo estaba, dónde estaba...

Cinco años en los que Jonghyun escribió cuatro libros, que se hicieron sorprendentemente famosos, y que le han valido el título de uno de los escritores más importantes a nivel coreano.

Mas sin embargo, y aunque era bastante posible para él, no había sido capaz de mudarse.

Probablemente cambió un par de cosas, como la cocina, el escritorio, la tele...

Pero no tuvo la valentía de irse. Porque temía que algún día, Kibum regrese y no lo encuentre.

Porque a lo largo de todos estos años, no ha podido olvidarlo, cada una de sus sonrisas, cada una de sus palabras, y también de sus lágrimas, y sus sollozos, que había sido capaz de calmar.

Ahora, en esta inquieta noche de tormenta en invierno, que puede apreciar mediante las húmedas ventanas que son constantemente golpeadas por las gotas de lluvia, sus dedos se deslizan con nostalgia sobre el cristal de la foto que atesora como lo más preciado para él en este mundo, preguntándose por qué, sin poder entenderlo aún.

Un deseo egoísta de tener al azabache entre sus brazos de nuevo, se hizo presente. No va a negarlo, lo extraña tanto, que las palabras le quedan demasiado cortas.

Hasta que el sonido tan particular de la puerta siendo golpeada suavemente, dispersó sus pensamientos rápidamente.

Se levantó de su lugar, y se dirigió lentamente hacia la puerta, sin ningún apuro. Posó su mano en la perilla, y la giró.

Lo que vio, lo dejó sin palabras, e hizo que por un momento, su corazón se detuviera.

— ¡Kibum! — Exclamó, sorprendido, emocionado y preocupado al mismo tiempo.

El azabache temblaba de frío, todo lo que traía puesto estaba mojado, no se protegía con absolutamente nada que sea de utilidad, su cabello estaba tan húmedo, que goteaba como si fuera su cabeza, el origen de la tormenta.

A Jonghyun, esto no le interesó en lo más mínimo, por lo que, aún estando como estaba, lo abrazó tan fuertemente, que el menor de pronto dejó de sentir frio.

Correspondió el abrazo, y se sintió inmensamente feliz, es decir, ya estaba de nuevo con Jonghyun, y este lo estaba abrazando tan cálidamente como lo recordaba, y su aroma tan dulce...

Hasta que cayó en cuenta de que estaba empapando a Jonghyun, en pleno invierno, y lo más seguro es que se resfríe.

— J-jonghyun... te estoy mojando... — Dijo el pelinegro, intentando separarse un poco, cosa que no logró debido a la fuerza con la que Jonghyun lo envolvía.

— No importa... — Hundió sus uñas en el cabello del contrario, mientras que las lágrimas rebeldes intentaban recorrer sus mejillas, y él realmente no se esforzó en detenerlas. Quería llorar, porque había extrañado demasiado a Kibum, tanto tanto, que las palabras no son suficientes ahora. — Te extrañé demasiado... — Susurró en su cuello, mientras sus lágrimas caían y caían, lentamente, expandiendo su humedad por todo su rostro.

— Yo también te extrañé. — Susurró, apenas audible para ambos, mientras sonreía debido a la paz que Jonghyun le daba sin ser siquiera consciente. — Mucho, mucho...

Estuvieron abrazados, por lo menos unos quince minutos más, hasta que Kibum cayó en cuenta de lo que traía en mano.

— Por cierto, cariño, ¡La conseguí!, ¡La conseguí! — Exclamó, saltando de alegría.

— ¿Qué conseguiste, Bummie? — Se separó, secando sus lágrimas, que ahora eran de felicidad.

— ¡Lo que me pediste! ¡La canción más hermosa del mundo!

En ese momento, Jonghyun se quedó paralizado, ¿qué acababa de decir? ¿la canción más hermosa del mundo?
Simplemente no pudo evitar preguntar:

— ¿A qué...? — Antes de que pueda siquiera terminar de formular su pregunta, ya se encontraba regresando mentalmente en el pasado, hasta llegar a aquel día.

— No lo sé... a pesar de que me gusta la música, simplemente no me puedo imaginar la melodía, y eso me frustra...

¡¿A eso se refirió todo el tiempo?!

Jonghyun comenzó a reír. Simplemente no podía creerlo, ¿Kibum era realmente tanto...?

¡Dios! Este niño se merecía el mundo entero y mucho más...

— Me gustaría escucharla. — Con una sonrisa ladeada, vio a Kibum sacar de su bolsillo, una hoja de papel doblada en seis, envuelta en una bolsa transparente, que supone que es para evitar que se moje.

Era una hoja de partitura.

— Esta es... — Puso el papel sobre sus manos. — La canción más hermosa del mundo.

Jonghyun recibió gustoso y la analizó, dándose cuenta de que la hoja estaba llena de varios borrones, y estaba un poco deteriorada por el tiempo, pero aún así, su contenido era entendible.

Realmente le sorprendió, porque él sabia tocar piano, y justamente el mes pasado, había comprado uno.

Además, las notas descritas, eran realmente fascinantes.

— ¿P-porque no lo intentas? — Dijo, mirando al piano que ocupaba parte de la sala. — No recuerdo algún piano antes de que me vaya...

Jonghyun sonrió.

Era el mismo Kibum de siempre.

Se sentó en el banquillo, y Kibum hizo lo mismo, en algún momento había dejado de importarle que su ropa esté totalmente empapada, porque al lado de Jonghyun era imposible sentir frío.

Con una maestría impresionante, Jonghyun tocó cada una de las teclas establecidas en el patrón, mientras que Kibum se conmovía hasta las lágrimas.

Porque sí, a pesar de haberla hecho él, con ayuda de los mejores músicos alrededor del mundo, tocando de puerta en puerta, mendigando ayuda, y pasando frío, no había tenido tiempo ni de escucharla, puesto que apenas terminó su labor, corrió lo más que pudo, hasta la terminal marítima más cercana, y viajó a Corea con ayuda de amigos que había hecho en el camino.

Sin duda alguna, la pieza musical era demasiado hermosa como para no sentir que ha valido la pena todo lo que ha tenido que pasar para conseguirla.

Cuando regresó a la realidad, Jonghyun también se encontraba llorando, porque no podía entender qué demonios tenía esta canción, que lo hacía sonreír mientras lloraba, lo conmovía sin decir una palabra, y eso era realmente sorprendente.

— Hiciste un excelente trabajo, Bummie. — Lo felicitó, besando fugazmente sus carnosos labios en forma de corazón. — Te amo.

...

Mediante el cristal fino de ventana, la lluvia se despedía melancólicamente de ambos amantes, dejandolos reír y juguetear a la luz de la noche, mientras que se pertenecían el uno al otro.

Y nadie puede evitarlo. Han estado tanto tiempo separados, se han extrañado tanto, que ahora lo normal es que se quieran, que se abracen, que se besen, que se deseen...

Porque el destino, los ha hecho pasar dificultades, los ha separado, pero sin embargo, también los ha unido, y los ha puesto juntos ahora.

Porque a veces, el amor va más allá de la voluntad de uno, y el sentido de desprendimiento puede ser tan fuerte a veces, que no importa dejar atrás lo que amas, ni tu refugio, todo con tal de hacer a esa persona feliz, y poder apreciar su sonrisa de nuevo...

⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐

¡Hola! Dios mío, díganme que no fui la única que lloró ;;

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