Un viaje inesperado

La profesora Raquel Öster cogió un taxi y pidió al conductor que la llevara a la facultad de Historia. Era un día importante para ella. Pese a su juventud, pues no había llegado a cumplir los 32 años, le había sido otorgado el puesto de directora en unas importantes excavaciones en Janmagar.

Aún era temprano, apenas había amanecido y casi no había tráfico, por lo que llegaría con tiempo de sobra para preparar las transparencias y diapositivas que tendría que proyectar durante la charla que debía dar en la facultad. La asistencia era libre pero cabía esperar que la sala estuviese abarrotada dada la expectación que había creado el descubrimiento de un importante emplazamiento urbano de aproximadamente unos 2500 años de antigüedad.

Entre toda aquella gente que seguramente acudiría se encontraban tres hombres de los que dependía que su investigación siguiese adelante. Era un año difícil, ya que había que recortar presupuestos en varios proyectos y destinar más fondos para la salvación de varios monumentos que se encontraban cerca del Nilo. Estos serían tragados por las aguas si no se desmantelaban piedra a piedra y eran trasladados a un lugar más alto antes de que la presa de Asuán entrase en funcionamiento.

Llevaba meses trabajando en este proyecto y había preparado la charla concienzudamente. Debía ser una charla seria, intrigante y emocionante, pero no por ello carente de un rigor científico escrupuloso. El material fotográfico y las piezas arqueológicas que llevaba reflejaban la importancia del hallazgo, pero eso no siempre representaba la llave del éxito ante el estricto criterio de los miembros del jurado a quienes la facultad había designado para valorar el interés de los avances que se habían realizado en su proyecto. Especialmente crítico sería el criterio de René Dubois, un individuo pequeño y escuálido que llevaba más de 10 años sin pisar una excavación, y que juzgaba el trabajo de los arqueólogos únicamente en base al número de periodistas que podría atraer la imagen de sí mismo dando un apretón de manos al director de uno u otro proyecto.

Calvin Moss, quien la acompañaba en las excavaciones de Jamna II, había tenido el dudoso honor de trabajar junto al profesor Dubois en una excavación que contenía numerosas momias. Contaba que en aquel caluroso ambiente la disentería causaba estragos entre el personal, y que cada poco rato se veía a alguien desaparecer disimuladamente con un periódico bajo el brazo. Un atardecer vio a Dubois caminando con las piernas apretadas hacia un grupo de arbustos. A los pocos segundos se oyó un estruendo seguido de un terrible alarido. Los hombres corrieron en aquella dirección y la imagen con la que se encontraron fue la siguiente: El suelo había cedido bajo los pies de Dubois, y se había abierto un agujero de unos 2 metros y medio de diámetro. Se trataba de una cámara mortuoria donde años mas tarde se descubrieron decenas de momias. Sobre uno de los sarcófagos, que carecían de tapa que los cubriese, yacía Dubois con los pantalones y los calzoncillos bajados hasta los tobillos, tumbado sobre una momia. Temblaba de tal manera que los hombres decían que eran los dientes de la momia los que castañeaban. De ahí le vino el apodo con el que aún hoy se conoce a René Dubois, pero que a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría mencionar en su presencia: Renecrófilo Dubois.

Pero la profesora Öster contaba con la ventaja de que los otros dos miembros del jurado habían seguido muy de cerca su trayectoria y los estudios en Janma II, por lo que conocían la importancia de estos yacimientos puesto que eran anteriores a la conquista de este territorio por los Khúnar. Suponían un gran paso adelante en el conocimiento de la rica cultura que existió antes de aquellos tiempos de guerra y de la que sólo unos pocos cronistas de la época esbozaron breves fragmentos en sus obras.

Iba tan absorta en sus pensamientos, que no se dio cuenta de que el coche se encontraba aparcado justo delante de la puerta de la facultad hasta que el conductor del taxi asomó la cabeza entre los asientos de delante.

-         Señorita, hemos llegado.

-         ¡Oh! Perdone, esto….cuánto es, por favor?

El hombre giró torpemente y le indicó que el porte estaba pagado. Lo había pagado el profesor Álbert, decano de la facultad, cuyas únicas razónes para permanecer en una oficina eran su avanzada edad y la artrosis que padecía. Era el hombre que la había recomendado para el puesto que ahora tenía pues al verla trabajar veía el reflejo de un Johann Álbert 40 años más joven, tanto en plenitud como en ilusiones. Estaba llena de energía y vitalidad, poseía ese difícil equilibrio entre inquietud y serenidad, con la ventaja de que de vez en cuando la balanza se desequilibraba a favor de la inquietud y no se detenía hasta conseguir calmarla.

Tenaz y cabezota, se ganaba a la gente con su generosidad y con su buen hacer en el trabajo. Era capaz de arrastrar a donde fuese al resto de las personas que componían su equipo y eso era precisamente lo que los había llevado a Janma II.

Atravesó la puerta de entrada. El enorme hall estaba vacío, no había nadie a excepción del guarda y el bedel, que conversaban tranquilamente en las escaleras que llevaban al aula magna.

Subió las escaleras y entró en la estancia. Se sentó en una de las sillas de los estudiantes. Quién le hubiese dicho cuando se sentaba ahí a diario, que ahora sería a ella a quien escucharían desde ese lugar.

Se acercó al estrado, dirigió la vista hacia el atril desde el que tendría que hablar ante un generoso número de personas, entre las que se incluían los 3 miembros del jurado, respiró profundamente y ascendió por las escaleras. Ordenó las transparencias y sacó los carros de diapositivas, los colocó en orden al lado del proyector y abrió su cuaderno de notas sobre el atril. Poco a poco, la sala se iba llenando. La mayoría era gente joven, posiblemente alumnos de la facultad, aunque también había un buen número de profesores.

Faltaban 5 minutos para el comienzo de la charla cuando los miembros del jurado entraron por la puerta. El profesor Johann Álbert los precedía. Entró con una agradable sonrisa a la sala, miró a la profesora Öster y asintió con la cabeza. Raquel le devolvió la sonrisa y asintió a su vez.  En ese mismo momento sintió una fría mirada que provenía del hombre que seguía al profesor Álbert. Era René Dubois, que con su habitual falta de expresión era capaz de sembrar la duda en el más temerario de los hombres. Bill Jenkins y Theodore Jacskson, catedráticos expertos en civilizaciones antiguas, componían el jurado junto a Dubois. Dieron los buenos días a Raquel y al resto del aula y se sentaron en los lugares que les habían reservado en la primera fila.

La profesora Öster saludó a los miembros del jurado uno por uno, agradeció la gran afluencia de oyentes y comenzó a hablar sin más dilación.  Fue rápidamente al grano, comenzó a hablar acerca de la gran guerra que había tenido lugar en Daíria hacía aproximadamente 2500 años y de las culturas que desaparecieron cuando el ejército Khúnar, conducido por el Rey Marduk, avanzó desde el montañoso norte hacia el sur hasta llegar al mar, conquistando reinos enteros junto al más fabuloso ejército que jamás se había conocido en aquella parte del mundo. Marduk establecía un férreo control en los territorios conquistados mediante una dura represión, diezmaba aldeas y ciudades enteras únicamente de manera preventiva, con lo cual disuadía a la población local de emprender cualquier tipo de rebelión. En cada reino conquistado instauraba a un gobernador de su confianza o bien daba aquel puesto a líderes locales que pertenecían a aquella tierra y que le habían rendido pleitesía además de engrosar las listas de su ejército con nuevos contingentes de soldados.

La  última civilización a la que se enfrentó antes de ser traicionado por varios de sus generales fue la Alisia, el último escollo entre los Khúnar y el mar.

El equipo de la profesora Öster había localizado un importante emplazamiento Alisio en las montañas y confirmó lo esperando por muchos arqueólogos e historiadores que habían trabajado en excavaciones anteriores. La cultura de los Alisios había sido rica y próspera, se desarrolló durante cientos de años y desapareció repentinamente bajo el yugo de los Khúnar.

Comenzó a exponer diapositivas de las ruinas, y al lado de las mismas proyectaba transparencias en las que uno podía ver dibujado el aspecto aproximado que en aquel remoto tiempo pudieron haber tenido las edificaciones. El asentamiento de Jamna II había estado fuertemente fortificado, y poseía varios templos, un mercado e incluso una explanada con graderío en la que posiblemente se podrían haber visto espectáculos de lucha o carreras. Numerosos enseres habían sido desenterrados, desde trozos de cantinas de arcilla hasta utensilios de bronce, pasando por una gran cantidad de útiles como collares, pendientes, alfileres, clavos, arreos, … Estaba entusiasmada con aquel hallazgo, y aún faltaba muchísimo por excavar, aquello era sólo una pequeña muestra de lo que estaba segura que tenía que aparecer. Mientras hablaba miró hacia la puerta, de donde provenía el susurro de dos personas discutiendo. Charlie Bates, el becario que había de acompañar a la profesora Öster de vuelta a Jamna II tenía una sonrisa de oreja a oreja e intentaba conseguir que el guarda le dejase subir al estrado. La profesora Öster los miró y fue bajando el tono de voz suavemente. Los dos jóvenes de la entrada se callaron y volvieron la vista hacia la sala. Todo el mundo les miraba extrañado. Todos menos Dubois, cuya mirada hubiese petrificado a la propia Medusa.

-         Señorita Öster, tiene una llamada muy urgente en secretaría, es Calvin, y dice que corra.

Raquel miró a los miembros del jurado no sabiendo qué decir, pidió disculpas y se acercó a Charlie para susurrarle al oído que él siguiese adelante con la conferencia mientras ella iba a hablar con Calvin. Charlie tragó saliva, miró por encima del hombro de Raquel y vio a René Dubois. Su sola presencia imponía, pero se sintió capaz de sacar adelante aquella embarazosa situación. De todas maneras, hubiese sido peor que lo pillaran a uno flirteando con una momia en medio del desierto. Tuvo que contener la sonrisa mientras subía al estrado para proseguir con la charla.

Raquel salió de la sala con paso acelerado. Sabía que Calvin no la llamaba por cualquier cosa. Había trabajado durante mucho tiempo con él y sabía que no era el tipo de persona que se asombraba ante una minucia. Dos cosas eran posibles, o algo muy malo había sucedido o Calvin había encontrado algo que de verdad merecía la pena.

Subió las escaleras y entro en la secretaria. Una señora colgada de un teléfono le señalaba otra terminal con una lima de uñas que llevaba en la mano. Raquel dio tres grandes zancadas y cogió el teléfono sobresaltada.

-         ¿Calvín? Qué….

-         Raquel, ¿eres tú? Escucha, es el montículo de tierra, el grande, hemos excavado en la parte Este y…

Raquel se sentó en la silla expectante, no daba crédito a lo que escuchaba.

-         ¿Almenas? ¿Habéis encontrado unas almenas? ¿Un muro? ¿En un lado del montículo? Pero… ¿Qué? ¿En hora y media? ¿Me estás diciendo que debo estar en el aeropuerto en hora y media? ¿Reservados…los billetes? No, no puedes hacerme esto, no ahora, estoy en mitad de una charla, mierda Calvin, terminaré en dos minutos, agarraré de las orejas a Charlie y correré hacia el aeropuerto, no lo puedo creer…

Colgó el teléfono y corrió escaleras abajo. Paró antes de volver a entrar en el aula y respiró hondo para recobrar el aliento. Entró y tomó el lugar de Charlie en el estrado. Por la cara de las personas que podía ver en las primeras filas parecía que Charlie no lo había hecho del todo mal, incluso en la cara de Dubois se podía atisbar un mínimo grado de interés.

Pidió disculpas y explicó el porqué de su repentina huída. Lo hizo de tal manera que consiguió transmitir su excitación a gran parte del público. El profesor Álbert sonreía, sabía que Raquel trataba de encandilar al jurado dando aquel grado de interés al reciente hallazgo, pero la verdad es que sería igual de excitante incluso si el profesor más desinteresado lo expusiera con el más monótono de los discursos.

Volvió a pedir disculpas por tener que partir tan súbitamente y se acercó a los miembros del jurado. Los profesores Jenkins y Jackson le dieron un fuerte apretón de manos y la felicitaron fervientemente. René Dubois apretó su mano de manera mucho menos calurosa, la miró a los ojos durante unos segundos, le gustaba hacer esperar a la gente, y por fin dijo:

-         Señorita Öster, quiero que en seis meses vuelva usted a presentarse aquí y termine esta charla. Ha sido gratificante ver que existe gente capaz de sacar rendimiento al tremendo esfuerzo que esta facultad realiza para poder mantener a un equipo en una zona tan conflictiva como Daíria. Espero que no nos decepcione.

No estaba mal para venir de quien venía. Exceptuando la lapidaria puntilla final que siempre le gustaba añadir a sus comentarios, aquellas frases la habían halagado. Dio un fuerte abrazo al profesor Álbert y caminó con prisa hacia la puerta, donde Charlie daba saltos de alegría agarrando al guarda de las manos, quien le miraba con la misma cara con la que un hombre miraría a un chiflado. Raquel agarró a Charlie del brazo y lo arrastró con ella hacia las escaleras, las bajaron a trompicones y salieron a la calle tras atravesar el hall a toda velocidad. No había tiempo que perder. Tomaron un taxi que les llevó al hotel donde se habían alojado durante los días previos al congreso, hicieron rápidamente las maletas y volvieron a bajar. El taxi les esperaba para llevarlos al aeropuerto. Para cuando se dio cuenta de que se marchaban sin haber pagado el alojamiento, el pobre Charlie se encontraba a media distancia entre ella y el recepcionista del hotel, la llamaba al mismo tiempo que pedía disculpas al recepcionista. Dio la vuelta, trotó hasta la mesa de la recepción y firmó un cheque sobre ella.

El recepcionista les ayudó a llevar las maletas hasta el taxi, entraron en el coche y fueron al aeropuerto. Una vez allí, recogieron los billetes que Calvin había reservado a su nombre y facturaron el equipaje. Cuando se disponían a embarcar, Charlie la miró y le dijo:

-         ¿Te das cuenta de que no hemos terciado palabra desde que salimos del hotel?

-         ¿Y tú te das cuenta de que no te has quitado esa sonrisa desde que salimos de la facultad? Seriedad, Charlie, ilusión pero seriedad, este viaje no va a ser tan sencillo como crees, la situación en Daír es bastante delicada y no conviene que la importancia de nuestro descubrimiento sea conocida de manera inmediata por las autoridades de esa región. Tienen la mala costumbre de introducir a un equipo de chapuceros en cada excavación donde se encuentran ruinas y objetos de interés y relegarnos a excavaciones donde poco o nada queda por registrar. Sus métodos son arcaicos y no dudan en usar el cincel y el martillo en cualquier lugar o en derrumbar bóvedas y tabiques para ver qué se encuentra detrás. No quiero que entren en Jamna II todavía, aunque será inevitable que vayan apareciendo a curiosear y adueñarse de las partes más interesantes del asentamiento.

-         ¿Y cómo quieres que esté tranquilo? Estás hecha un manojo de nervios, Calvin ha encontrado algo gordo, ¿no es así?

-         Podría ser…ya lo veremos. Vamos, es hora de embarcar, cuida tu equipaje de mano y ten cuidado de no golpearlo, mi cámara de fotografía va en ese maletín.

Subieron al avión y se sentaron en sus asientos. Durante el viaje Charlie la cosió a preguntas, algo que a ella, lejos de molestarle, la agradó. Al fin y al cabo tendría que trabajar junto a aquel chico durante unos meses y era mejor que aquel tuviese el máximo de información posible antes de llegar a Jamna II.

Jamna II  se encontraba en Jamnagar, un país conflictivo en el que las luchas entre los clanes se sucedían a lo largo de los siglos y en el que era difícil establecer una situación neutral. En la región de Daíria, donde se encontraba Jamna II, los Khúnar establecían un severo régimen feudal cuyo frágil equilibrio era mantenido únicamente por el respeto que los ciudadanos tenían a las autoridades.

“Respeto”, una palabra que a Raquel siempre le había parecido ambigua, ya que había varias maneras de obtenerlo. En aquel país el modo de ganarse el respeto que tenían las autoridades tenía forma cilíndrica y terminaba en punta, podía ser de varios calibres pero generalmente pertenecía al 7,65.

Desde que Raquel tomó las riendas en el yacimiento de Jamna II no había habido ningún problema con la comisión para la arqueología que la plana mayor de los Khúnar, formada por los miembros más ancianos de los diferentes clanes, había establecido. De vez en cuando algunos miembros de la comisión acudían a las excavaciones y registraban meticulosamente cada nuevo lugar excavado y las piezas que se habían encontrado, interrogaban al director del proyecto y se iban. Pero desde que Jamna II demostró ser un importante núcleo urbano las visitas al yacimiento se multiplicaron. Era difícil excavar nuevas parcelas y extraer nuevas piezas sin el control de la comisión. Aún así estaba ilusionada. Si Calvin estaba en lo cierto, Jamna II era el más importante yacimiento Alisio que jamás se había excavado.

Se conocía muy poco acerca de esta civilización precristiana, que sucumbió ante las conquistas de los Khúnar hace casi 2500 años. Raquel siempre había soñado, al igual que cualquier arqueólogo, con localizar un desconocido e importante yacimiento, con ser la primera persona en encender una luz en el interior de una cámara después de miles de años desde que esta hubiera sido sellada, con abrir un camino hacia un nuevo conocimiento. Cuántas veces se había imaginado a sí misma el valle de los Reyes junto a Howard Cárter, a punto de entrar en la tumba de Tutankhamon. Un hormigueo le recorría el cuerpo desde los talones hasta la nuca de solo evocar esa imagen de dos personas que se encuentran por primera vez ante uno de los más magníficos hallazgos arqueológicos de toda la historia. Quizá Jamna II no resultaría ser más que un amasijo de piedras, quizá su relevancia fuese infinitamente menor de lo que su esperanza lo deseaba, pero necesitaba creer en la posibilidad de encontrar algún día algo que hiciese realidad aquel sueño. Esta era su oportunidad.

Al mismo tiempo temía que si aquello era realmente un descubrimiento importante una comisión de Daíria se hiciese cargo de la dirección de la excavación y los relegase a ellos a  pequeños trabajos en la periferia. No sería la primera vez en la que se había tenido que trasladar a un nuevo yacimiento junto a su equipo, por eso había pedido a Calvín que si en su ausencia eran localizadas partes importantes del antiguo núcleo urbano la avisase sin perder tiempo, y que tratase de ocultarlo durante el máximo tiempo posible a la comisión Khúnar.

Raquel miraba al cielo a través de la ventanilla mientras Charlie dormía profundamente cuando bajo el avión se empezaba a divisar Daír, capital de la región de Jamnagar llamada Daíria. El viaje, aunque era de varias horas de duración, se le había hecho realmente corto.

Ahora – pensó – unas cuantas horas en coche y por fin Jamna  II.

Cuando salieron del aeropuerto, Calvin les estaba esperando. Se trataba de un corpulento escocés de aproximadamente 1,85 metros de altura y unos 82 kilos de peso, pocos de los cuales estaban constituidos por tejido adiposo a pesar de sus 37 ó 38 años de edad. Tenía la piel del rostro curtida por las incasables horas de trabajo a la intemperie, y se acercó a ellos con una mirada y un caminar asombrosamente seguros.

Dio un caluroso abrazo a Raquel y un no menos caluroso apretón de manos a Charlie. Eso era lo que precisamente llamó más la atención a Charlie sobre Calvin, el enorme tamaño de sus manos, se quedó mirándolas un rato mientras Calvin abría las puertas del coche, hasta que éste se giró y con una sonrisa en la boca le dijo:

-         Si algún día te permiten robar de un tesoro lo que quepa en tus manos , ¡no dudes en llevarme como acompañante!

-         Ummm, – contestó Charlie – lo haré, excepto en el caso de que tal tesoro estuviera compuesto por anillos y hubiese que llevárselos puestos. ¡No concibo algo de tamaño menor a una canasta que entre en esos dedos!

Se echaron a reír mientras entraban en el coche.

-         No te vas a creer lo que hemos encontrado en la cara este del montículo, Raquel. – dijo Calvin sonriendo – Ordené al equipo que mantuviese despistados a los buitres de la comisión y que armasen una gran algarabía al otro lado de la excavación mientras Richard y sus becarios me ayudaban con los picos. Te conté lo de las almenas… seguimos retirando tierra lo más rápido que pudimos y encontramos una argolla de metal, pertenecía a una trampilla de piedra…

-         Espera Calvin – lo interrumpió Raquel nerviosa –¿A qué altura está exactamente ese supuesto muro de piedra con almenas?

Charlie abrió la boca para ofrecer unas galletas a Raquel y Calvin, pero al ver que no le harían caso decidió callar y comerse una.

-         A unos 70 metros de altura aproximadamente desde el nivel del suelo original, y los dos ángulos de 90º que describe nos hacen creer que quizá pueda tratarse de una torre, llevamos todo el día quitando tierra Raquel, sea lo que sea lo que hay ahí, sospecho que fue enterrado deliberadamente, y si es así, el montículo encierra una edificación de unos 40 metros de altura que posiblemente se encuentra en un buen estado de conservación, a juzgar por el aspecto de lo poco que hemos sacado a la luz. Para cuando lleguemos será de noche y es posible que hayan liberado la trampilla de la tierra que la cubre.

-         ¿Bueno, alguien quiere una galleta?

Calvin condujo el vehículo durante casi cinco horas antes de llegar a Jamna II. Durante La primera hora discurrieron a través de carreteras totalmente asfaltadas, pero después el camino se convirtió en una tortuosa pista de grava que atravesaba bosques, llanuras y valles enteros. En algunos lugares el piso se encontraba en tal mal estado, que Calvin tenía que reducir las marchas hasta la primera y cruzar casi al ralentí por encima de profundos socavones y acequias. Aún así, Charlie disfrutó de la belleza de un paisaje adornado por el extenso conjunto de colores que ofrecían los bosques otoñales.

Llegaron a Jamna II de noche. Bajaron del coche y Charlie y Calvin llevaron las maletas a la tienda central del campamento. Desde allí se divisaba la excavación.

Raquel se cubrió la parte inferior de la cara para evitar el polvo que en aquel lugar levantaba el incesante viento. Siempre, fuese el día que fuese y la hora que fuese, el viento azotaba la llanura en la que se encontraba Jamna II.

Había luna llena y la noche era tan clara que no hacían falta linternas para caminar con tranquilidad y sin miedo a tropezarse o meter el pie en un agujero.

A Raquel siempre le había deslumbrado aquel lugar, la luna comenzaba a dejarse ver justo entre los dos Picos Gemelos y su luz acariciaba suavemente los restos de las edificaciones del asentamiento tras siglos de oscuridad bajo una gruesa capa de tierra. Le encantaba pasear por aquel lugar hacia el atardecer, ascender hasta el cerro y contemplar el momento en el que el sol teñía de color púrpura las aguas del lago Odei antes de esconderse y dar permiso a la luna para que vistiese sus mejores galas.

La panorámica que se contemplaba desde allí arriba daba idea, observando la distancia que había entre las distintas partes excavadas, de lo inmensamente extenso que debió ser el posible asentamiento Alisio.

-“Mañana subiré con Charlie, intentaré fotografiar el lago de noche”. -pensó

 

Estaba deseando cambiarse de ropa e ir a la parte del montículo donde habían trabajado Calvin y Richard. Entró a la tienda, donde Charlie le esperaba ansioso con las mochilas preparadas. Y como era habitual en ellos, Calvin y Richard discutían acerca de la música que debía sonar en un rudimentario radiocasete que este último había comprado en un viaje que hizo a Sudáfrica.

-         ¡Ya me has cambiado la música a la mañana! – protestaba Richard –¿Dónde has escondido mi cinta de los Creedance?

-         ¡La hemos oído miles de veces! – respondió Calvin enojado – ¡La he escondido, y no te diré dónde hasta que pase al menos un mes!

-         ¿Ah sí? ¡Pues ni Jimmi Héndrix ni Chuck Berry volverán a sonar en MI radio hasta que no aparezca mi cinta!

-         ¿Con que TU radio, eh?¿Y si le quito MIS pilas ?

-         ¡Atrévete y veras! – respondió Richard cogiendo la radio y escondiéndola bajo su camisa.

-         Son como niños…- masculló Raquel desde el otro lado de la tienda, haciendo que los dos hombres callasen. La miraron avergonzados y fue Richard quien rompió el hielo.

-         Haremos un trato. – dijo – Dame la cinta de los Creedance y no la pondré en una semana, te lo prometo. Y tampoco te volveré a torturar con Canned Heat, aunque piense que tienes la cultura musical en el culo…

Calvin lo miró desafiante pero no pudo evitar que se le escapase una carcajada.

-         Está bien Richard, tú ganas.– dijo al fin – Te la devolveré mañana. Ahora comamos algo, nos espera una larga noche. – y acercó unas tortas de maíz con algo de carne y verduras en un plato – Los buitres duermen algo de noche y con suerte nos dejarán en paz por lo menos hasta la mañana.

-         No hemos abierto la trampilla, no lo queríamos hacer sin tí. – intervino Richard algo más calmado– ¡Pero te juro que como tú o este chico os entretengáis con el postre iré yo sólo y la abriré aunque  tenga que hacerlo a cabezazos!

Cenaron a toda prisa, Charlie casi tragaba sin masticar, tal era su estado de emoción, cogieron las mochilas y salieron sigilosamente hacia la excavación. Atravesaron la avenida principal, que conducía hacia el montículo. Charlie estaba asombrado, aquello era enorme, restos de edificios se veían por doquier, pequeñas casuchas y también edificios de enormes plantas. Pasaron al lado de algo que debió ser un gran templo, a juzgar por los múltiples restos de columnas diseminados tanto alrededor como dentro del contorno del edificio. El suelo había estado totalmente empedrado y el trazado de muchas calles se conservaba perfectamente. Atravesaron el recinto y llegaron a un paso entre dos partes de muralla derruida.

Richard cogió a Charlie del brazo y lo obligó a detenerse ante la muralla.

-         ¿Te has fijado en la anchura de estos muros, muchacho? Figúrate la solidez de esta muralla, puedes ver que está construida de piedra en toda su anchura. Al principio creímos que estuvo concebida para rodear y proteger el emplazamiento, pero el muro de alrededor de la ciudad es algo más humilde. Creo que lo que este grueso muro debía proteger se encuentra ahí delante, bajo el montículo de tierra.

 Vio que Raquel y Calvin comenzaban a ascender por la pendiente del montículo y corrió tras ellos, y Charlie lo siguió tropezándose cada pocos metros. Era obvio que le faltaba práctica a la hora de caminar por aquellos lugares. Ascendió jadeando junto a Richard y llegaron casi hasta la cima, rodearon el montículo y allí, escondido de la vista de cualquiera que mirase desde la excavación, estaba el muro del que había hablado Calvin. Estaba construido de sólida piedra y efectivamente, tenía todo el aspecto de tratarse de la parte superior de una torre. Raquel y Calvin estaban comprobando sendas cuerdas que habían atado a las dos argollas que el equipo de Richard había anclado a la trampilla.

-         Richard, agarra esta cuerda con Charlie, Calvin y yo tiraremos de la otra.

-         A la de tres. – dijo Calvin – Tiene que ceder, Richard y sus chicos han limpiado todo el borde y la rendija.

La emoción hacía que las manos les temblasen, pero en aquellos momentos ni siquiera una pareja de fuertes bueyes hubiese tirado con tanta fuerza. Tras dos intentos fallidos, tiraron con tal fuerza que la trampilla cedió y los cuatro cayeron al suelo con violencia. Para cuando los demás se levantaron, Raquel estaba de rodillas al lado del agujero que había estado cubierto por la pesada losa buscando ansiosamente una linterna en sus bolsillos. Calvin le acercó una y Raquel alumbró la oquedad. Unos metros más abajo había un suelo de piedra, estaba liso y parecía seguro.

-         Dame la escala, Richard – dijo Calvin tratando de contener la emoción.

Richard estaba tan nervioso que casi no pudo soltar las correas que la sujetaban a la mochila. Charlie le ayudó y la desplegaron hacia la entrada tras atar un extremo a una de las almenas, que estaba construida mediante una gran piedra rectangular. Richard se aseguró de que estuviese bien fija y dio el visto bueno.

-         Usted primero, señorita.

-         Será un placer. Alúmbrame Charlie, no quiero pisar en falso y caer por algún agujero después de haber esperado tanto este momento.

Bajó hasta el suelo y comprobó su solidez. Alumbró a su alrededor con la linterna y comprobó que se encontraba en una habitación cuadrada de unos 30 m2. En un extremo de la misma se podía ver una rampa descendente. Se acercó a ella mientras Richard, Charlie y Calvin descendían uno a uno por la escala. La siguieron hacia la rampa. Esta conducía hacia lo que parecía un largo pasillo. Bajaron con cuidado, el suelo estaba cubierto por una gruesa capa de tierra y polvo pero era sólido. Las paredes y el techo no habían cedido ante el paso del tiempo y se mantenían en pie, por lo que pudieron seguir avanzando a lo largo del pasillo hasta que llegaron a una bifurcación. El camino ascendente estaba totalmente cerrado en pocos metros por una gran cantidad de tierra y piedras.

-         Por lo que se ve ahí, – dijo Calvin – y considerando que estamos relativamente cerca de la cima del montículo, estas escaleras debían de dar a alguna otra torre o atalaya, el camino se debió cerrar cuando cubrieron esta construcción…¿pero porqué lo harían?

-         Sigamos por las escaleras que van hacia abajo, estoy impaciente. – le interrumpió Richard – Vamos Raquel, alumbremos bien el suelo y pisad con cuidado.

-         Bien, vamos allá, pero creo que sería buena idea asegurarnos mediante una cuerda, si el suelo cediera bajo uno de nosotros los demás evitaríamos que cayese, no sabemos cuál es el estado de estas escaleras ni lo que hay debajo.

Calvin sacó una larga cuerda y unos arneses de la mochila. Una vez preparados, siguieron bajando las escaleras en fila hasta que llegaron a otro largo pasillo. En la mitad se abría una gran puerta que tenía una rara inscripción grabada en la parte superior de su arco.

-         Mirad esto, es increíble, es escritura Nimea, empleada por los Alisios hace más de 2000 años, alumbra aquí Charlie, – dijo Richard señalando el inicio de la inscripción – trataré de traducir lo que pueda.

Se puso las gafas, y tocó la piedra tallada con expresión de admiración.

-         “Cuidad en la luz a aquellos que os han de cuidar en la oscuridad”.

Raquel apartó la tierra que había en el suelo.

-         ¿Y esto? – dijo – Un grabado en el suelo, ayudadme a apartar un poco más de tierra.

Lo hicieron y una extraña figura se dibujó en el suelo.

-         ¿Unas enormes alas de murciélago? – preguntó Charlie.

Nadie le contestó. Raquel traspasó la puerta, estaba muy nerviosa y alumbró hacia delante. Era una enorme habitación con dos hileras de columnas en ambos lados, que por lo menos tenía diez metros de altura. Pidió a Calvin que sacase las lámparas de carburo.

-         Hemos traído al menos cuatro, alumbrarán lo suficiente, enciende una aquí y yo encenderé otra unos diez metros más adelante – le dijo Calvin a Raquel, pero esta estaba demasiado ocupada alumbrando una de las columnas.

-         Vamos Calvin, hacedlo ya, no aguanto más, ¡Mirad estas columnas, están totalmente labradas, dibujos, inscripciones!

Soltaron las cuerdas de los arneses para ocupar más campo. Entre Richard y Charlie encendieron una de las lámparas y Calvin hizo lo propio más adelante. Más de la mitad de la habitación se iluminó y lo que vieron les dejó boquiabiertos. Había al menos diez columnas a cada lado de la estancia, y aún no la habían alumbrado por completo. Todas ellas estaban labradas con una delicadeza exquisita.

Raquel se acercó más a una de las columnas. Los dibujos e inscripciones se sucedían en diferentes planos a lo largo de toda ella, y en cada columna se repetía la misma estructura.

-         Cuentan historias, es increíble….”renacieron al ponerse el sol y realizaron ofrendas a...” no entiendo esta parte, deben ser nombres de reyes o dioses, no lo sé.

-         Eh, os perdéis lo mejor, mirad las paredes. – dijo Charlie no pudiendo contener la emoción – ¡Están llenas de pinturas! ¡Mirad esta, es un tipo luchando con una bestia alada! ¡Y esta otra, una fiesta o un baile!

-         Son grabados policromados, – apuntó Richard – las paredes están llenas de ellos, qué belleza, es una especie de ceremonia de emparejamiento, una especie de boda, y este debe ser una deidad, es mucho más alto y fuerte que las imágenes de las personas y tiene alas, parecidas a las del grabado de la entrada.

Charlie se acercó a la pared y la alumbró con su linterna.

-         Mira, hay más tipos de estos entre la gente que está echando...flores, parecen flores.

Raquel y Calvin observaban atentamente otro de los grabados, en el que se representaba a dos ejércitos enfrentándose. En uno de los bandos el rey iba en un carro de combate y a su espalda se podía ver a uno de los dioses alados. El cielo estaba cubierto por una gran multitud de estos seres y el enemigo huía despavorido. Raquel se acercó a la parte aún no iluminada de la habitación y pidió a Calvin que la ayudase a encender las otras dos lámparas.

Lo hicieron, y una larga hilera de columnas continuó mostrando los mismos grabados, al igual que las paredes, que estaban a unos dos metros de ellas.

Al fondo de la estancia se podían ver unas anchas escaleras que llevaban a una plataforma que se elevaba unos dos metros sobre el suelo. Caminaban hacia ellas cuando Charlie gritó y cayo de espaldas al suelo protegiéndose con las manos de algo que creía que le iba a saltar encima. Se quedó mirando a aquella estatua de piedra con los ojos muy abiertos, el miedo le impedía articular palabra.

-         Es una estatua, Charlie. – dijo Calvin riéndose mientras le ayudaba a levantarse – Es la representación de uno de esos dioses, o lo que sean, qué realismo… .

Aquella figura tendría unos dos metros de alto, estaba en una clara posición de ataque, con los restos de lo que debió ser un escudo de metal en el brazo izquierdo y el brazo derecho preparado para asestar un golpe con algún arma que debió llevar originalmente. Era tan real que parecía que el cualquier momento iba a acometer contra quien se pusiese delante. Los brazos y las piernas estaban muy musculados y tenía un diámetro torácico enorme. No tenía pelo en la cabeza y tenía las orejas puntiagudas. La expresión era de una fiereza sin igual, la boca estaba entreabierta y se podían ver cuatro largos colmillos, dos en la arcada superior y dos en la inferior. El ropaje que había esculpido el autor de aquella escultura consistía en un jubón sin mangas y un corto pantalón de piel. Llevaba unas botas que le llegaban hasta media caña. Pero lo más impresionante eran las alas. Tendrían al menos 3 metros de envergadura y le nacían en la mitad de la espalda.

Calvín rodeó a la figura y tocó una de las alas.

-         Fijaos en la delicadeza con la que están esculpidas estas alas. Esta figura ha tenido que ser tallada a partir de una sola pieza. ¿Reconocéis el material? ¡Es durísimo!

-         ¡Aquí hay otro! – Gritó Richard desde el otro lado de la estancia - ¡Fijaos, parece que va a coger vuelo, semi-agachado y con las alas totalmente extendidas, qué maravilla!

-         Y otros dos, – intervino Raquel – espalda con espalda, debieron llevar escudo y espada, a juzgar por la postura. Mirad con qué detalle está realizada esta pieza, la expresión de la cara, las arrugas, los dientes …cada músculo del cuerpo está tenso, preparado para actuar, ¡esto es mucho mejor de lo que esperaba! Eh Charlie, ¿te referías a esto cuando me preguntaste si Calvin había encontrado algo gordo?

-         ¿Gordo? Este tipo sí que es gordo. – contestó Charlie, que se encontraba frente a otra de las estatuas – Por lo menos pesaría unos 250 kilos si fuese de carne y hueso, antes volaría un jabalí con alas que este tipo, aunque no me gustaría nada que se enfadase conmigo. ¡Mira Calvin, tiene las manos más grandes que las tuyas!

-         Muy gracioso. Anda, ven y no te alejes de nosotros, por aquí hay más. Mira esta, volando a ras del suelo. ¿Y este otro tipo? Parece mayor que los demás, y va ataviado con mayor elegancia, pantalones largos, jubóncon mangas, muñequeras y hasta un collar que asoma por debajo de su toga.

Raquel había subido por las escaleras con una de las lámparas y estaba inmóvil, mirando algo que había delante de ella.

-         No puede ser. ¡Calvin! ¡Richard! ¡Subid, rápido!

Los tres hombres subieron lo más rápidamente que pudieron las escaleras y vieron al hombre que estaba sentado en el trono, o mejor dicho al cadáver momificado del mismo. Aún conservaba su vestimenta, pero era totalmente diferente a la de las estatuas de abajo.

Vestía una túnica roja con una capa de piel oscura y un ancho cinturón de cuero. Las botas estaban cubiertas de remaches de oro, así como el cinturón y el collarín que llevaba puesto. Sobre la cabeza lucía un casco de oro con incrustaciones de gemas que representaban la parte superior de la cabeza de un jabalí. Llevaba un cetro de bronce en la mano, en cuyo extremo se veía representada la misma figura que lucía en el peto que cubría su pecho, la cabeza de un oso con las fauces abiertas, mostrando de manera amenazante su poderosa dentadura. Delante de él había caídos un escudo y una espada, y en un lado yacía una armadura realizada completamente a base de colmillos de jabalí unidos los unos a los otros.

Sobre la tarima, varios metros por detrás de la momia, un enorme cilindro de bronce totalmente labrado se erguía más de tres metros hacia el techo de la estancia.

Charlie decidió romper el silencio. Estaba un poco asustado. Aquella calma, la momia y sobre todo las estatuas, hacia las cuales desviaba la mirada cada poco tiempo para comprobar que siguiesen allí y en la misma postura, hacían que se le erizasen los pelos.

-         Y este tipo con el cutis tan seco, ¿Quién es?

-         ¿Marduk? – se aventuró a contestar con dudas Richard - El oso en el cetro y en el pecho sugiere que…esto es muy extraño.

Calvin tomó la palabra e intentó hacer un breve recordatorio histórico para tratar de encajar en él a aquella pieza:

-         Tras su victoria sobre los Alisios, el rey Marduk fue traicionado por varios de sus lugartenientes, posiblemente hartos de tantos años de guerras y conquistas. Sabían que Marduk no se iba a detener en aquel lugar y temían perder todas las tierras y riquezas que habían conseguido derramando tanta sangre y sudor de sus propios cuerpos. Marduk fue alertado por uno de los generales que se mantenían fieles a él y trató de escapar protegido por su guardia personal, formada por más de 500 de los mejores y más valerosos guerreros de entre sus hombres. Los persiguieron durante días hasta que al fin les dieron caza en algún lugar del bosque cerca de los Picos Gemelos. Allí se entabló una lucha feroz. Murieron todos los hombres que trataban de proteger a Marduk, incluso Vedira, de quien se dice que con su astucia llevó al rey de los Khúnar a la victoria. Pero no encontraron ni rastro de Marduk, consiguió escapar o bien fue muerto y el hecho fue ocultado por alguna razón. Pero si este cadáver es de quien creo, ¿Qué demonios hace aquí? ¿Lo ocultaron aquí sus asesinos o llegó por su propio pie escapando de ellos?

Calvin miró a Richard, esperando que este pudiese responder a sus preguntas. Éste frunció el ceño y trató de contestarle:

-         ¿Recordáis a aquel joven que nos guió a través de las montañas en busca de lo que podían ser dos torres de defensa Alisias cerca de la entrada de aquel largo desfiladero? Una noche calentábamos agua para tomar un té, sentados al lado del fuego. Hablé con él largamente acerca del modo de vida de su clan, de sus creencias y sus costumbres. Me dijo  algo a lo que no le di la mayor importancia: Me contaba leyendas que forman parte de la rica tradición oral que todavía estos pueblos conservan y que sirven para amenizar las reuniones familiares así como para alimentar la fantasía de los niños. Una de estas historias decía que el rey Marduk escapó volando de los hombres que lo perseguían y se escondió junto con sus tesoros en un lugar secreto que ningún hombre conoce, y donde aún hoy sigue morando protegido por fieros “Túgmot”, algo similar a lo que significaría un demonio en nuestra cultura. - Y mirando hacia las estatuas de abajo añadió – Y he ahí los demonios a los que, según los Khúnar, Marduk venció y quizá doblegó.

-         No nos apresuremos. – Raquel trató de calmar los ánimos de Calvin y Richard – Lo único que tenemos es una edificación Alisia en la que la momia de un posible rey Khúnar está sentada en un trono y…vaya, es difícil creer que no se trate de Marduk, pero seamos cautos, hemos de fechar este cadáver y el edifico antes de llegar a una conclusión más clara.

Calvin miró al cetro y la figura que exhibía en el extremo superior, se llevó la mano a la barbilla y dijo:

-         Si mal no recuerdo, el oso fue únicamente utilizado como símbolo por la dinastía Kudimkar, la cual duró únicamente unos 250 años y terminó con el derrocamiento de Marduk. Considerando que fue el único de su dinastía que viajó tan al sur, puesto que sus antecesores estuvieron ocupados en resolver las guerras tribales de la región para tratar de estabilizarla y lograr la hegemonía, creo que la hipótesis más plausible es la que Richard establece y yo apoyo. ¿Qué opinas tú, Raquel?

Pero Raquel estaba atenta a otra cosa. Mientras escuchaba a Calvin observó que en el regazo de la momia, cubierto por la mano, había un cilindro metálico de tamaño parecido a una jarra de un litro. Lo cogió de un extremo y lo deslizó suavemente bajo la mano de la momia hasta sacarlo. Era un cilindro de bronce, y por lo poco que pesaba parecía estar hueco. Lo agitó y algo se movió dentro. Estaba sellado mediante tres finas abrazaderas de bronce, Raquel trató de forzarlas con los dedos pero el metal no estaba tan corroído como para poder conseguirlo sin la ayuda de alguna herramienta.

-         ¿Alguna pinza fuerte, alicates, algo parecido en la mochila?

-         ¿No sería mejor abrirlo más tarde en la tienda? Podríamos dañar la pieza. – intervino Charlie, que tras haber vencido a su temor, tenía unas ganas tremendas de seguir adelante y buscar nuevas cosas en aquel lugar.

-         Los buitres. – contestó Calvin mientras hurgaba dentro de la mochila buscando algo que sirviese a Raquel para forzar las abrazaderas – Si alguien de la comisión nos lo encuentra es posible que nuca sepas qué contiene.

Localizó unas pequeñas tenazas y se las cedió a Raquel. Ésta forzó las abrazaderas con cuidado y abrió el cilindro por la ranura que tenía en medio

-         SSSSHAMABAN  UNUMMM………

Un susurro recorrió la habitación de lado a lado cuando Raquel separó los bordes de cada parte del objeto. Un escalofrío le recorrió el cuerpo desde los pies a la cabeza y comenzó a mirar hacia los lados. Vio que Calvin y Richard hacían lo mismo. Charlie estaba pálido y miraba fijamente hacia las estatuas.

-         ¿Qué ha sido eso? – dijo Richard – Parecía una voz…

-         Creo que todos lo hemos oído, a juzgar por vuestras caras. – contestó Raquel.

Alumbraron hacia el resto del recinto pero no vieron nada distinto a lo que habían visto hasta entonces.

-         Acompáñame, Richard.

Calvin descendió las escaleras y se fue a un lado. Richard lo siguió y se fue al otro. Recorrieron la estancia mirando detrás de cada columna y estatua, pero no vieron a nadie.

Richard pasó por delante de cada estatua sin quitarle ojo de encima y se quedó ante la puerta al lado de Calvin.

Salieron al pasillo pero ahí tampoco había nadie.

-         Nada, pero yo lo he oído. – dijo Calvin.

-         Yo lo he oído también. – respondió Richard.

Volvieron hacia las escaleras alumbrando los lados y el techo y subieron a donde Raquel había extraído el objeto del interior del cilindro. Un papiro en el que había escritas unas frases en una lengua que ninguno de ellos podía leer envolvía una pequeña figura de piedra que representaba al mismo ser que representaban las estatuas, pero labrada de un modo mucho menos delicado.

-         Creo que deberíamos ir afuera a verlo mejor. – dijo Charlie. Las ganas de seguir escudriñando cada pasaje de aquel sitio se habían tornado en ganas de salir de él. – Llevamos horas aquí y estoy cagado de miedo.

-         Por una vez tienes toda la razón. – dijo Richard mirándole con un gesto de complicidad.

-         Volveremos en cuanto amanezca. Pero no me voy sin sacar unas fotografías. Saca la cámara Charlie, está en tu mochila. – dijo Raquel.

Charlie la sacó tan rápido como pudo. Sólo deseaba que Raquel tomase las fotos cuanto antes y poder largarse de aquel lugar. Raquel fotografió a la momia y a algunas de las estatuas les sacó una foto de cuerpo entero y un primer plano de la cara. Siguió fotografiando columnas y grabados hasta que atravesaron la estancia y el pasillo, que seguía su oscuro camino más allá de donde se encontraba la puerta. Cubrieron a paso ligero la distancia hasta la habitación donde estaba la trampilla que los guiaría al exterior. Calvin subió primero por la escalera, seguido por Raquel. En tercer lugar subió Charlie, que no quería ser el último en subir y tener que estar a solas allí abajo ni aunque fuese solo durante un segundo.

Fuera, el viento se había vuelto fuerte y gélido. Subía desde el emplazamiento hacia los Picos Gemelos, atravesando el montículo en el que se encontraban.

Se veían unas luces, las de las linternas de varias personas que subían hacia ellos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top