Hora de creer. Parte 1

Raquel despertó sudorosa y se incorporó rápidamente. Miró a su alrededor y comprobó que no había nadie más en la estancia. Había estado soñando con sus amigos. En el sueño todos regresaban a salvo a sus casas y Calvin y ella misma visitaban al profesor Álbert en la universidad, quien los felicitaba por su trabajo. Poco antes de despertar veía cómo algunos hombres armados entraban por la ventana y comenzaban a dispararles. Ella corría por los pasillos sin poder encontrar una salida, perseguida por aquellos hombres. Al final del sueño conseguía entrar en una habitación y cerrar la puerta, pero tras ella había un hombre tuerto armado con un cuchillo, el mismo que les había disparado desde un todo terreno unos días antes…

Se cambió de ropa y bebió un vaso de agua mientras trataba de calmar sus nervios. En los pocos días que llevaba recluida en aquel lugar edificado bajo tierra había gozado de total libertad para ir a cualquier lado, o casi, ya que no había podido acceder a alguna de las habitaciones cuya puerta se hallaba permanentemente cerrada con llave. Salió de la habitación tras recoger unos cuantos escritos y se dirigió al salón donde se reunía habitualmente con Sócrates.

Encontró al anciano de espaldas a la puerta, escuchando la radio. Las noticias hablaban sobre un triste incidente en el que se habían visto involucrados unos arqueólogos extranjeros. Según la versión oficial, estos habían sido asaltados por vulgares ladrones de caminos que, al no encontrar objetos de valor entre las pertenencias de sus víctimas, decidieron acabar con todos ellos. A continuación era entrevistado un tal Dajín Názar, que por lo visto había sido el responsable de la investigación. Aseguraba haber capturado a varios Thiodáin responsables de los actos y se comprometió personalmente a hacer todo lo posible por impartir justicia y asegurarse de que nada parecido volviera a suceder.

Los sollozos de Raquel sobresaltaron a Sócrates, quien se acercó a ella y la abrazó tratando de consolarla.

-         No eran Thiodáin, - dijo Raquel entre llantos – llevaban coches caros y…ellos jamás nos hubiesen hecho daño, trabajaban con nosotros y nos apreciaban… ¿cómo demonios es posible que suceda todo esto?

-         Esto es Jamnagar, Raquel, aquí suceden este tipo de cosas. Ven, siéntate conmigo en la mesa.

Raquel dejó de llorar y tras frotarse los ojos siguió a Sócrates hasta una de las mesas. El anciano continuó hablando:

-         No sigas torturándote, debes asimilar lo ocurrido. Sé que es duro, pero conoces el tipo de país en el que nos encontramos. Aquí el gobierno está constituido por las etnias mayoritarias y cada clan controla su territorio, generalmente con mano de hierro. Los problemas se arreglan de ese modo y las investigaciones solamente confirmarán la versión radiada por los segundos de Vándor.

-         ¡Pero nuestros países deben aclarar lo sucedido! – respondió Raquel con ira.

-          Es posible que lo intenten, sí, ¿pero qué pueden hacer aquellos que vengan a investigar los hechos si no hay ningún tipo de prueba más que las que Vándor haya preparado? A nadie le interesa un conflicto internacional, y menos en una zona supuestamente pacificada como Daíria.

Aquí los gobernantes hacen lo que quieren, manejan la región a sus anchas bajo el auspicio de la plana mayor constituida por los Ancianos, y las potencias extranjeras poco o nada hacen para mejorar la situación. Es una situación que se repite en muchos países en vías de desarrollo en todo lo largo y ancho del planeta. Países industrializados y poderosos cuya única intención respecto a los países subdesarrollados es esquilmar sus codiciadas materias primas. Resulta rentable instaurar o apoyar cierto tipo de gobiernos que a cambio de la riqueza y la opulencia de sus miembros permiten el expolio de sus tierras. El problema es que millones de personas que viven en la más absoluta de las miserias son condenadas a divisar su futuro como un negro túnel del que no conocen salida. Generalmente, la excusa utilizada por los mandatarios suele ser la pacificación de la zona, como ocurre en ciertas regiones de Jamnagar. No hace falta ser demasiado inteligente para darse cuenta de que las zonas pacificadas  coinciden con zonas de paso o extracción de combustibles fósiles o metales preciados…

A veces pienso que es muy fácil criticar estas injustas situaciones desde mi posición. Pero me pregunto, ¿qué haríamos nosotros si estuviésemos en la misma posición que los mandatarios a los que valoramos tan negativamente? Somos humanos, y como tales podemos afirmar que la codicia por lo material es inherente a nuestra especie. ¿Antepondríamos nuestro bienestar y el de nuestros allegados al de un pueblo entero que agoniza cuando podría vivir en unas condiciones dignas gracias a la explotación de los recursos de sus tierras?

Creo poder afirmar que jamás toleraría que algo así sucediese bajo mi mandato, con lo cual sería imposible pretender seguir en tal puesto porque rápidamente sería relegado de él.

Jamnagar no es una excepción en este grupo de países despojados de su dignidad, y para colmo a todo ello se une el fundamentalismo imperante entre las clases más poderosas. Cualquier rito o celebración que escape a lo que sus creencias consideran correcto está prohibido y castigado con duras penas. Ciertos idiomas están igualmente prohibidos, y hay miles de ciudadanos a los que ni siquiera se les permite cantar en su lengua materna…- Sócrates calló y miró a Raquel, quien lo escuchaba atentamente – Creo que me estoy desviando del tema con mis elucubraciones, pero al menos he conseguido que te tranquilices. Veamos qué avances has realizado en la lectura de los textos.

-         Está bien. – contestó Raquel consciente de que era lo mejor aceptar los hechos- He leído varios de los rollos de papiro más pequeños, pero no he comenzado con los grandes. Algunos hablan de cosas que acaecieron hace más de 3000 años pero los hechos fueron transcritos con mucha posterioridad, lo cual añade algunas dudas sobre la veracidad de algunos de los acontecimientos…

-         Sin duda. – respondió Sócrates sin sentirse ofendido – La mayoría de esos rollos son copias de los originales perdidos hace siglos. El descubrimiento del emplazamiento de Alisa despejará muchas de las dudas que ambos tenemos.

-         Lo que me sigue pareciendo curioso es que describen a algunos de sus dioses como si estos hubieran estado entre ellos y hubiesen convivido en la misma ciudad. No los describen como seres todopoderosos que vivan en una especie de cielo, Olimpo o Valhalla. ¿Se trataba de dioses menores o algo así?

-         No se trata de dioses, sino de Gárgol, seres de carne y hueso que efectivamente convivían con ellos.

Raquel no pudo ocultar una leve sonrisa y se tuvo que cubrir la boca con la mano.

-         No te ofendas por lo que voy a decir, Sócrates. Te considero un hombre culto e inteligente, ¿de verdad crees que esos Gárgol eran en la antigüedad de carne y hueso?

-         Sí. – contestó Sócrates con seguridad – Y también tú lo creerás. Acompáñame, ha llegado el momento en que también tú debes conocer la verdad. Al fin y al cabo eres quien ha encendido la luz de la esperanza para los Alisios, lo cual también fue la razón de la pérdida de tus amigos.

Salieron de la estancia hacia el pasillo, y Sócrates sacó de su bolsillo una llave que abría una de las puertas que permanecía constantemente cerrada. La abrió y unas escaleras descendientes señalaron el camino. Bajaron a través de ellas mientras el anciano Alisio seguía relatando su historia.

-         Hace más de 3.500 años, las hostilidades entre los hombres y los Gárgol llegaron a su fin cuando decidieron apartar a un lado sus diferencias. El acuerdo fue firmado bajo el auspicio del poderoso Rávenor, rey de los Gárgol, y Bálir, uno de los reyes más justos que los hombres tuvieron. Las condiciones de dicho acuerdo eran sencillas: Los humanos protegerían durante el día a los Gárgol, ya que estos se convertían en estatuas de dura roca al salir el sol y quedaban desprotegidos ante el eventual ataque de un enemigo, mientras que los Gárgol se comprometían a proteger a sus nuevos aliados frente a sus enemigos utilizando todo su poder durante las horas nocturnas.

En conmemoración de dicho acuerdo, un gran cilindro de bronce fue forjado y labrado por los maestros herreros Gárgol.

-         ¿Un cilindro de bronce? – interrumpió Raquel más que sorprendida – ¡Había un enorme cilindro de bronce totalmente labrado en el interior del palacio enterrado!

-         ¿De veras? – respondió  Sócrates esbozando una sonrisa y arqueando las cejas – ¡El Cilindro de Rávenor aún permanece intacto! Es un buen augurio…En él se establecieron las bases del acuerdo y tanto Rávenor como Bálir  vertieron unas gotas de su sangre sobre la superficie. A partir de aquel momento, si los hombres se veían en situación de peligro harían sonar el Cilindro de Rávenor y los Gárgol acudirían en su ayuda.

La relación entre humanos y Gárgol fue más allá y el rey Bálir ordenó construir una ciudad alrededor del último bastión de los Gárgol a fin de protegerlo. Así fue fundada la ciudad de Alisa, cuya belleza hacía palidecer a la misma morada de los dioses, y en ella los Alisios convivían con los Gárgol unidos por fuertes lazos de amistad.

Durante la época de convivencia, el recién fundado reino de Alisa prosperó económica y socialmente. Se aumentó la producción de grano y se construyeron graneros en varios lugares a fin de asegurar las existencias de comida para el pueblo en épocas de escasez. Se establecieron rutas comerciales seguras, se firmaron duraderos tratados de paz con algunos de los reinos colindantes como Thanis, Arcas e Iriana, y los ejércitos de Alisa se dedicaron únicamente a defender sus territorios de agresiones externas. ¡Se llegó incluso a abolir los impuestos en las zonas donde había habido guerras o catástrofes a fin de que el pueblo recuperase más rápidamente su bienestar!

-         Pero como toda bella historia, esta también tuvo su fin. – interrumpió Raquel en clara alusión a la invasión de los Khúnar- Se sabe que aproximadamente entre los años 500 y 300 a.c. el rey Marduk invadió toda esta zona, haciendo desaparecer a las civilizaciones dominantes hasta el momento.

-         Efectivamente, hacia esa época Marduk conquistó todo el territorio desde su lugar de origen hasta el mar.

Llegaron al fondo de la escalera, donde varios túneles se abrían en distintas direcciones. Caminaron a través de uno de ellos con la ayuda de la luz de una linterna, y llegaron hasta un portón en cuya madera se podía ver labrada la imagen de un gran dragón recostado al lado de una mujer en la orilla de un bello estanque.

-         La batalla final fue muy cruenta. – continuó hablando Sócrates – Los Alisios y los Gárgol ofrecieron una colosal resistencia, pero desconocían que Marduk portaba un terrible arma que se creía perdida en los albores de la historia.

Utilizando una llave de gran tamaño, el anciano abrió la puerta y pidió ayuda a Raquel para poder empujarla. Dentro, una cómoda estancia en la que no faltaba de nada albergaba una sorpresa para la joven arqueóloga. Dos estatuas de idénticas características a las que había fotografiado en Jamna II decoraban un lado de la habitación, apoyadas sobre una base rectangular de hormigón armado. Una de ellas permanecía de cuclillas ante la otra, que describía a uno de los Gárgol tumbado en el suelo.

Raquel se acercó y las observó con admiración ante la atenta mirada de Sócrates.

-         El realismo con el que están esculpidas es realmente asombroso, más aún si consideramos la época en la que fueron talladas…

Sócrates se sentó en un cómodo sofá a varios metros de las estatuas, pidió a Raquel que se sentara junto a él y siguió contando el final de la historia.

-         Los Gárgol y los Alisios lucharon con valor pero Vedira, sacerdotisa suprema, máxima autoridad de los estamentos religiosos, había conseguido localizar el papiro que contenía el sortilegio por el cual los Gárgol serían despojados de su condición de seres animados incluso durante la noche. Creemos que tú lo has vuelto a encontrar después de más de 2.000 años, escondido en el mismo corazón del hogar de nuestros ancestrales compañeros. Algo sucedió cuando entrasteis en ese lugar, quizá no seas capaz de recordar nada fuera de lo común pero algo de una importancia capital sucedió cuando manipulaste el cilindro que contenía el Papiro de Lothamar.

Antes dijiste que todas las bellas historias tienen su fin. Eso fue lo que la mayoría de Alisios creyeron cuando vieron caer su ciudad. Huyeron y tuvieron que adaptarse al nuevo hogar que construyeron lejos de su lugar de origen. Muchos adoptaron nuevas costumbres y creencias, pero unos pocos decidieron creer que el final de aquella historia estaba aún por decidir.

-         ¿Y vosotros creéis que si conseguís ese papiro, estas estatuas volverán a la vida?

Sócrates no contestó. Se limitó a mirar al reloj y volvió a centrar su mirada sobre las dos estatuas.

-         Pronto anochecerá en el exterior, ten un poco de paciencia. – dijo, y siguió hablando mientras hurgaba en su bolsillo para extraer un dardo cubierto de plumas rojas en la parte posterior – Los Khúnar casi se nos adelantan, Atlas llegó en el momento oportuno.

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