Cambio de planes

Raquel se quitó las botas para sacar la tierra que se había metido dentro durante la excursión nocturna. Estaba en la tienda, junto a sus tres compañeros.  De alguna manera los vigilantes se habían percatado de su ausencia y los habían localizado en el montículo.  Los encerraron en la tienda y establecieron turnos de vigilancia a su alrededor.

Estaba muy nerviosa, las manos le temblaban y no era capaz de volver a atarse las cintas de las botas. Calvin se agachó ante ella y le ayudó a atarlas.

-         Tranquila, no nos van a apartar de la investigación, lo solucionaremos de algún modo, no te preocupes.

Raquel le miró con los ojos llorosos.

-         Es posible, pero no nos permitirán entrar de nuevo en esa construcción enterrada, tendremos que conformarnos con trabajar fuera, y solo ellos entrarán ahí. ¡Cerdos carroñeros! Se han llevado las mochilas, Calvin… las mochilas, la cámara…. Encontrarán el cilindro con el papiro escrito y la figura… no los volveremos a ver. - dijo entre sollozos- Cómo vamos a explicar esto a Álbert, al gusano de Dubois, a…

 Charlie, a quien ni siquiera está situación le quitaba el hambre, comía galletas sentado en la mesa al lado de Richard, quien trataba de dibujar en un papel algunos de los símbolos que había visto escritos en el misterioso papiro.  Charlie cogió media docena de galletas y se acercó a Raquel con una amplia sonrisa.  Se agachó al lado de Calvin y le guiñó el ojo.  Miró a Raquel, cogió tres galletas en cada mano, hizo dos abanicos y alargó los brazos hacia ella. 

-         ¿Qué ves?

-         No hagas tonterías, Charlie, no estoy para bromas- dijo Raquel cabizbaja sin siquiera mirarle.

-         Vamos, mira, ¿qué ves?- repitió Charlie.

-         Galletas, malditas galletas, no tengo hambre Charlie.

Charlie hacía parecer que a veces había dos galletas en cada mano, a veces tres y a veces solo una.  Raquel le miró y sonrió secándose las lágrimas con el dorso de las manos.

-         Vaya, no se te ha olvidado sonreír. - prosiguió Charlie- Y ahora viene lo mejor… redoble de tambores…prrr… vamos, Calvin, ¡que suenen los tambores!

-         Tú no eres normal -  le contestó Calvin,  pero comenzó a imitar un redoble de tambores pegándose con las manos en las rodillas.

-         Ahora, señoras y señores, ¿qué ven en mi mano derecha?

-         Tres galletas. - dijo Richard desde la mesa- No dejas que me concentre con tanto alboroto.

-         ¡Vaya, vaya, el espontáneo agrio del público! Está bien, tiene razón, ¿pero y en la izquierda?

En su mano izquierda había solo una galleta, y un pequeño objeto negro comenzó a deslizarse hacia la parte superior.

-         ¿Un carrete? ¿Mi carrete?- Raquel arrebató de la mano el carrete a Charlie, se puso de pie y tuvo que contener un grito de alegría.

-         Qué demonios… parece que hemos fichado a un ladronzuelo- dijo Calvin dando un manotazo en el hombro a Charlie.

-         Eres una caja de sorpresas, muchacho- Richard se había acercado a ellos, cogió la galleta que había cubierto el carrete de la mano de Charlie y se la llevó a la boca.

-         Lo extraje cuando vi que los buitres subían hacia nosotros.  Estaba oscuro, no se dieron cuenta, lo rebobiné y lo guardé.

-         Pero nos cachearon, hurgaron en todos los bolsillos, en la entrepierna, ¿dónde lo tuviste guardado?  - preguntó Raquel, que no era capaz de estar quieta y andaba de lado a lado de la tienda dando pequeños saltos, sonriendo mientras miraba el carrete.

-         No importa, ya os lo contaré, ummm … ¡pero límpiate las manos antes de comer!

Richard comenzó a escupir los trozos de galleta que tenía aún en la boca mientras Raquel, Calvin y Charlie trataban de ahogar las carcajadas tapándose la boca con la mano.

-         ¡Bueno, ya basta! – dijo Richard mientras se secaba los labios con la manga de la camisa – ¡Y tú de qué te ríes, Calvín, no conozco a nadie capaz de comerse las porquerías que te has llegado a comer! – agarró a Charlie del hombro y siguió hablando – Este tipo es el peor compañero de aventuras que puedas tener si tienes un paladar medianamente refinado, si escasean los víveres se come lo que sea, desde serpientes y lagartos hasta insectos y arañas más grandes que la palma de mi mano, una pasadita por el fuego y ala, para adentro. Según él lo que no mata, ¡engorda!

-         ¿Arañas? – preguntó Charlie con cara de asco - ¡Qué guarro!

-         Arañas, y bien gordas. – le contestó Richard – Le he visto zamparse una araña Goliath casi cruda, y no creas que puso mala cara, disfrutó igual que si estuviésemos cenando en el Maxim’s, y al acabar se chupeteó los dedos…

Calvin consiguió a duras penas contener la risa, agarró a Charlie por el otro hombro y siguió contándole aquella anécdota.

-         Durante un viaje que realizamos al Amazonas, hace por lo menos 10 años, Richard y yo nos perdimos. Tendría unos 25 o 26 años, me había licenciado en Biología hacía poco tiempo y decidí embarcarme en aquel viaje junto con Richard y su equipo. Querían estudiar el modo de vida de algunas tribus que vivían aún de manera parecida a las poblaciones europeas del Neolítico y pensé que aquella podía ser una interesante aventura. Una mañana, Richard y yo nos adentramos en el bosque para intentar filmar parte de la flora y fauna de aquel lugar, y no nos dimos cuenta de lo que nos alejábamos hasta que se hizo demasiado tarde para volver al poblado. Pasamos la noche a la intemperie al lado de una pequeña hoguera y al día siguiente tratamos infructuosamente de encontrar el camino de vuelta. Caminamos durante horas hasta que estuvimos exhaustos, nos habíamos terminado la poca comida que llevábamos y yo no estaba dispuesto a pasar hambre, al fin y al cabo allí había comida, era sólo cuestión de encontrarla.

En los tres días que estuvimos perdidos Richard sólo se atrevió a comer algo de carne de serpiente, pero yo tuve una dieta algo más variada…incluida la exquisita Goliath. ¡Mister Sibarita adelgazó unos cuantos kilos y no tenía fuerzas ni para llevar la cámara!

-         ¡Ya! – siguió Richard – Pero por tu estomago pasaron más bichos de los que visitan anualmente la exposición de arácnidos y reptiles del zoológico de Londres. Seguro que alguno de ellos sigue aún dando vueltas por entre tus tripas.

-         ¡Basta, basta! – dijo Charlie mirando a uno y a otro – Si seguís terminaré vomitando.

Afuera se oyeron unas voces, alguien discutía con el guarda de la entrada hasta que éste cedió y le dejó entrar. Era Norman, uno de lo jóvenes becarios que estaban a las órdenes de Richard.

-         ¿Qué sucede? ¿Qué es todo este alboroto?

-         Tranquilo Norman. – contestó Richard – Estamos bien, no pasa nada, sólo que hemos entrado a través de la trampilla y nos pillaron in fraganti…Mira, – dijo mirando a Charlie – este es Charlie, nos echará una mano durante los próximos meses. Charlie, te presento a Norman. Compartiréis una tienda de campaña durante un tiempo, él te ayudará a habituarte al ajetreo constante que existe en este lugar.

Norman se acercó sonriente a Charlie y le tendió su mano. Charlie aceptó gustosamente la idea de compartir la tienda con un compañero pues lo sucedido aquella noche no haría precisamente que durmiese tranquilo en la suya propia. Además, Norman tenía aspecto de ser un buen tipo, grandote y rechoncho, sonriente y con las mejillas coloradas. Era como si Santa Claus hubiese rejuvenecido y se hubiese afeitado la barba y el bigote.

-         Encantado, Charlie. – dijo Norman sin dejar de sonreír, y se giró hacia Richard agitando la mano.

-         Vaya, debí suponerlo, habéis liado una gorda, mañana tendréis que responder ante la comisión… vendrá el bastardo de Vándor y… pero bueno, contadme, contadme, ¿hay algo interesante ahí dentro?

-         ¿Interesante? – contestó Richard no pudiendo contener la emoción – Vamos Raquel, cuéntaselo mientras trato de dibujar lo que recuerdo del trozo de papiro.

Raquel no perdió tiempo y se sentó ante la mesa, donde había abierto un grueso libro, invitó a los demás a que se sentaran a su lado y comenzó a hablar:

-         Lo que hay ahí dentro es increíble, Norman, es posible que hayamos dado respuesta a algunas de las cuestiones desconocidas de la caída de los Alisios y de la desaparición de Marduk, sus restos están ahí dentro.

-         ¿Enterrados ahí?

-         No, no, no… - sonrió Raquel – No exactamente, ahí debajo hay una edificación gigantesca, con un enorme salón lleno de columnas labradas, grabados en las paredes, esculturas realizadas con una delicadeza sutil y alguien que tiene todos los visos de ser Marduk, rey de los Khúnar durante parte del siglo IV a.c.

Miró al libro, buscó entre las páginas y lo abrió en una de ellas.

-         Mira, los escritos relatan la vida de Marduk hasta el momento en el que desapareció traicionado por sus propios hombres. Nada se supo de él, si vivió o murió, si huyó o cayó muerto en la batalla. Hay algo muy interesante ahí dentro: Historia escrita acerca de los Alisios, grabados policromados…y quién sabe lo que hay aún por descubrir.

-         Es muy poco lo que sabemos hasta ahora de los Alisios. – intervino Richard – Su religión y sus costumbres nos son totalmente desconocidas, hay que revelar ese carrete cuanto antes Raquel, y tenemos que volver a entrar ahí como sea a fotografiar al resto, ya que dudo que nos permitan seguir excavando en esa zona tras el altercado de hoy…

En ese mismo instante uno de los guardas, armado con un viejo fusil, entró en la tienda y con gestos airados ordenó a todos que lo siguieran al exterior. Una vez fuera, señaló las tiendas que usaban para dormir y los dirigió hacia ellas.

En dos de las tiendas las caras de varios jóvenes asomaban por entre las telas que componían la puerta. Por supuesto Charlie supuso que se trataba de los demás becarios, cosa que confirmó al oír a Richard dirigirse hacia ellos:

-         Vamos muchachos, podéis estar tranquilos, no pasa nada, seguid descansando, mañana será un duro día de trabajo.

Uno de los guardas se detuvo ante la tienda donde Raquel entró tras despedirse de los demás. Richard y Calvin fueron dirigidos a la siguiente tienda por otro de los vigilantes.

Norman cogió a Charlie del brazo y señaló una tercera tienda, ligeramente apartada de las demás.

-         Esa es la nuestra, no es un palacio pero estarás a gusto. – Cuando se alejaron algo más de las otras tiendas bajó el tono de voz y siguió hablando – Tengo algo de licor, lo preparan los trabajadores que vienen de los poblados cercanos, se lo cambiamos por chocolatinas o pinturas para sus niños. Ellos son buena gente, ya lo verás.

Entraron en la tienda y Charlie se llevó una grata sorpresa. Un par de velas iluminaban el interior con una agradable luz. Había dos grandes camas, una a cada lado, y una mesa de madera en la mitad. Norman había decorado la tienda con telas de vivos colores y figuras de madera tallada.

-         ¿Y todo esto? - Preguntó Charlie maravillado.

-         Lo hacen las gentes de esta zona, los que bajan de las montañas para trabajar aquí durante unos meses. Trabajan como porteadores, traen víveres y enseres, ¡además de este exquisito licor que tengo bajo la cama y que usaremos para darte una modesta bienvenida!

Norman sacó una pequeña funda de cuero en la que guardaba el licor. Cogió dos vasos de un armario que tenía al lado de la cama y se sentó en la mesa. Llenó los vasos y cedió uno de ellos a Charlie. Éste tomó un sorbo y notó cómo el licor quemaba su garganta. Norman no pudo evitar reírse de la cara que puso Charlie y trató de tranquilizarlo.

-         Tranquilo, es sólo el primer trago, luego pasa como si fuese agua.

-         Joder tío, ¡cómo quema esto! Si bebo otro trago me saldrá directamente por el culo! ¡Anda, dame otro poco!

Se echaron a reír y se sirvieron otro vaso.

-         Oye, – siguió Charlie - ¿esto siempre es así? Me refiero a lo de los guardas, ¿Vigilan toda la noche?

-         Todo el día y toda la noche. Acabas de llegar y quizá todo esto se te haga un poco raro. – Norman se levantó y busco entre los libros que había en una de las estanterías del armario. Sacó unas hojas de entre ellos y desplegó un mapa de la región sobre la mesa – Mira esto, es Jamnagar. Como ves, el país está divido en tres grandes regiones, cada una de ellas controlada por una de las tres principales etnias del país. Nosotros nos encontramos aquí, al sur del mapa, en la región de los Khúnar. Como el resto de etnias, los Khúnar están divididos en varios clanes, cada uno de ellos tiene su propia milicia armada, controlada generalmente por las familias económicamente más poderosas del clan. Lo que mantiene unidos a todos los clanes es la Asamblea de Ancianos, pero cada clan gobierna su territorio a su manera.

Después tenemos a varias etnias minoritarias, como por ejemplo los Thiodáin de las montañas. Son gentes de costumbres ancestrales, apartados a las montañas ya que no se adaptan fácilmente a la vida en las ciudades. Su relación con los Khúnar es paradójica, se odian entre ellos pero no tienen más remedio que soportarse mutuamente. Los Thiodáin no tendrían gran cosa que hacer en una lucha abierta frente a los Khúnar, pero para los Khúnar sería un tremendo desgaste mantener un enfrentamiento constante contra los Thiodáin. Estos viven en lugares prácticamente inaccesibles, la conquista de esos territorios sería una labor ardua y difícil, puede que imposible de llevar a cabo por los Khúnar, y podría debilitarlos frente a un eventual enfrentamiento con alguna de las otras etnias…Así pues, conviven en un frágil equilibrio, roto a veces por pequeñas escaramuzas con el objeto de disputarse zonas fronterizas como la que por ejemplo ocupamos ahora. Pero no te asustes, respetan bastante a los extranjeros;  los Khúnar nos respetan porque al fin y al cabo su economía depende en un alto grado de la inversión de empresas extranjeras, y los Thiodáin nos tienen simpatía simplemente por que no tenemos una relación fluída con los Khúnar.

Hay más etnias minoritarias. En general viven en situaciones de extrema pobreza, - señaló una zona del suroeste de Daír – como los Ushitas, que tuvieron la mala suerte de poseer grandes yacimientos de gas natural en sus tierras.

-         ¿Mala suerte? – Contestó Charlie perplejo.

-         Nefasta. Esto funciona de la siguiente manera: Los Khúnar ocupan el territorio, y mantienen a raya a los Ushitas mientras empresas extranjeras expolian los recursos naturales de la zona. Por supuesto, los Khúnar no “trabajan” gratuitamente, también se llevan su trozo del pastel. En este país las cosas funcionan así, llevan funcionando así los últimos dos milenios y no tienen visos de cambiar, por lo menos a corto plazo.

-         Vaya, la cosa está complicada, ¿y las excavaciones? ¿Tanto temen que nos llevemos piezas importantes? ¿Entonces por que permiten que trabajemos en los yacimientos? – Charlie cogió el frasco de licor y volvió a llenar los vasos.

-         Bebe tranquilo, mañana conseguiremos más. ¿Qué me decías? Ah, si, excavar… de nuevo un tema complicado. Bien, como sabes nuestra universidad mantiene un convenio con la universidad de Daír, por eso estamos aquí, y nuestro deber es colaborar activamente en el estudio de la historia de esta región. Todo lo que descubrimos es compartido con  nuestros colegas de Daíria, todo sin excepción, aunque la verdad es que no se nos permite indagar en ciertos aspectos de la historia, por lo que ese todo compartido queda un poco cojo…

-         ¿Quieres decir que miembros de los equipos de la universidad de Daíria os sustituyen en ciertos momentos?

-         Oh, no…no exactamente, la información que nos es permitida extraer se refiere únicamente a los Khúnar, nada más, cada vez que tratamos de ahondar en el conocimiento sobre las culturas que existieron aquí antes de ellos el camino se llena de escollos, nos relegan a otros puntos de los yacimientos, desaparecen piezas o algunos hallazgos son literalmente destruidos, y eso no es del agrado de algunos estudiosos de Daíria, puesto que tampoco se les permite excavar a sus equipos en tales lugares. Sólo unos pocos líderes religiosos tienen el privilegio de entrar en esos lugares o de estudiar las piezas extraídas en ellos.

-         No lo entiendo, qué tiene de malo conocer el pasado…

-         Son pueblos muy celosos de sus costumbres y sus hábitos de vida, tremendamente religiosos y supersticiosos. Los Khúnar creen que esta fue una tierra maldita hasta que ellos llegaron. Según sus creencias Marduk  conquistó y purificó esta región, librándola de los Túgmot, el mal que habitaba en ellas. La verdad es que los trabajadores Khúnar locales huyen si algo referente a los Alisios es descubierto, no así los Thiodáin de las montañas, quienes desprecian la cobardía de los Khúnar y se ríen de ellos.

Bueno, irás conociendo todo esto con el tiempo. Ahora me toca escuchar, eres un privilegiado por haber podido entrar en el recinto, ¡venga, cuenta!

-         Eh, no sé por donde empezar, lo que hay es la bomba, es como un palacio enterrado, no hemos recorrido gran distancia pero hemos entrado en un recinto enorme, lleno de grabados policromados, columnas labradas de arriba abajo, y lo más alucinante: las estatuas de los bichos esos…

-         Túgmot. – señaló Norman – Una especie de representación del mal. Sigue, sigue.

-         Bien, eso, Túgmot…había por lo menos cincuenta o sesenta esparcidos entre las columnas, y también aparecían en los grabados de las paredes. Estaban esculpidos con tal realismo que parecía que iban a saltar sobre uno de un momento a otro. Luego subimos a una especie de estrado donde sentado en un trono estaba la supuesta momia de Marduk. No nos ha dado tiempo a ver mucho más, nos pillaron, oímos una voz aunque no vimos a nadie, alguien que nos debió seguir y dio la voz de alarma. Pero no te preocupes, sacamos un montón de fotos y me las ingenié para ocultar el carrete.

-         ¿De veras? Uf, qué bien, porque será difícil poder entrar ahí, por lo menos hasta que Vándor de el visto bueno, aunque la verdad es que dudo que lo de.

-         ¿Vándor?.

-         Si, señor de los Taimil, un clan con cierto peso entre los Khúnar, controlan toda la región más la capital. Sólomon Vándor es un tipo realmente desagradable, solo se digna a hablar con Raquel o con Richard, al resto nos fulmina con la mirada, te lo juro, hace que parezcas treinta centímetros más bajo cuando te mira fijamente a los ojos. Es como Medusa pero en tío, ¡y sólo te petrifica los huevos!

Charlie no pudo aguantar las ganas de reír y esparció por la mesa y por todo Norman el licor que tenía en la boca. Los dos comenzaron a reír. Se sirvieron varias copas más y conversaron durante un buen rato antes de dormir.

A la mañana siguiente, Charlie despertó con un tremendo dolor de cabeza. Abrió levemente los ojos y vio a Norman vistiéndose.

-         ¡Hombre! – dijo Norman sonriente – Buenos días, ¿Qué tal has dormido?

-         Bien, – contestó Charlie – pero poco, tengo la cabeza como un bombo, no sé cómo puedes estar así, tan activo y sonriente.

-         Hace un día estupendo, ¡vístete que como no corramos nos quedamos sin café y sin galletas!

-         No me entra nada, sólo quiero agua o zumo si es que lo hay.

-         Por cierto, – Norman se giró y por una vez habló con semblante serio – lo de las fotos no debe salir de aquí, por el bien de todos nosotros. Anda, vamos.

Se vistió lo antes que pudo y salió de la tienda junto a Norman. La luz del sol le hizo cerrar los ojos, lo cual evitó que se le llenasen de la arena que el viento levantaba. Los abrió ligeramente y siguió a Norman hacia las tiendas restantes. En la entrada de la más grande se encontraban Calvín y Richard, éste último trataba de dar fuego al tabaco de una pipa dando la espalda al viento. Mientras, Calvin miraba atentamente hacia el montículo. Los guardas se habían apostado en la subida hacia la torre y parecía obvio que no iban a dejar a nadie acercarse a ella.

Cuando Norman y Charlie llegaron a la tienda, Calvin miró a Richard y le dijo:

-         Mira Richard, ya te dije que no sería buena idea poner al pobre Charlie en la tienda de Norman.

Dio dos palmadas en el hombro de Charlie y siguió hablando:

-         Acabas de conocer a Norman el parlanchín, seguro que te ha puesto al día sobre un montón de cuestiones, no calla, quizá por eso te debe doler tanto la cabeza.

-         No te preocupes, - siguió Richard, que ya había conseguido encender el tabaco y dar un par de caladas – nos pasa a todos cuando lo conocemos, tiene un “algo” especial que hace que no puedas parar de reír, como si... ¡como si hubieses acabado con las existencias de cerveza de toda la región!

-         Sí, ya. – replicó Charlie – Lo malo de ese “algo” especial es que deja una acidez de estómago y un dolor de cabeza que supongo no se irá en unas horas, y ahí le ves a él, sentado en la mesa dándole a las galletas como si no hubiera probado trago. ¡Tiene un estómago a prueba de bombas!

-         ¿Sabes cómo le llama el resto? – dijo Richard – “El rumiante”. Hay apuestas hechas acerca de sus vísceras, algunos aseguran que solo tiene estómago e hígado.

-         Anda, Richard, deja que el pobre muchacho entre a tomar algo antes de que desfallezca. – Calvin apartó la tela que cubría la puerta – Tienes pastillas para el dolor de cabeza en el armario de la derecha, es el botiquín, ¡tómate doble ración!

Charlie entró en la tienda, donde tres jóvenes ayudaban a Norman a preparar la mesa para el desayuno. Eran dos chicas y un chico.  Charlie se presentó, las chicas le sonrieron tímidamente pero el chico le dio la mano y la zarandeó efusivamente. Se llamaba Marwán y era oriundo de Daír, estudiaba Historia y Arte en la Universidad de Daír y no dejó de hacerle preguntas sobre el interior del montículo durante todo el desayuno. Al fin y al cabo Charlie podía considerarse un privilegiado por haber tenido la inmensa suerte de llegar aquella noche con Raquel y haber podido entrar al interior del palacio enterrado.

Fuera de la tienda, Richard y Calvin miraban con preocupación hacia el montículo. Varios guardas más habían llegado y acordonaban la zona con alambre de espino. Parecía claro que no iban a poder entrar de nuevo.

-         Espero que las fotos de Raquel salgan bien, es el único material de estudio que tendremos. – dijo Richard, y dio otra calada a su pipa.

-         Pronto veremos esas fotos, Raquel debe estar revelándolas, no es normal que llegue tarde a desayunar. Y tú, ¿qué tal llevas lo del papiro?

-         Bueno, he conseguido dibujar algunos de los símbolos en el mismo orden en el que aparecían, aunque creo que la mayoría están desordenados. Es difícil, no conseguía entender aquella escritura, y tuve solo el tiempo suficiente de memorizar apenas un tercio de lo escrito.

-         No te preocupes, lo compararemos con los símbolos de las columnas, quizá consigamos ordenarlos, o incluso descifrar alguno de ellos, si es que encontramos algún parentesco.

Mientras, en el pequeño cuarto oscuro que Calvin había fabricado en una de las tiendas donde se guardaba el material, Raquel estaba terminando de revelar las fotografías.

-         “No son tan malas, para haberlas sacado en aquellas condiciones” – pensó.

Los símbolos de las columnas se distinguían perfectamente en algunas de ellas, incluso los grabados de las paredes podían verse con nitidez. Pero las fotos más impactantes eran las de los primeros planos de las caras de las estatuas, la expresión de rabia y ferocidad estaba tan lograda que hizo que un escalofrío recorriera su espalda y la obligase a girar y mirar al resto de la pequeña estancia. Reveló varias copias de algunas de las fotografías para poderlas hacer llegar al profesor Álbert, y decidió guardar un par de ellas para enviarlas a un pequeño diario local privado acompañadas de un texto escrito por ella misma.

Cuando terminó de secarlas las metió en una funda de papel y se las guardó en la mochila. Salió de la tienda y se encaminó hacia donde Richard y Calvin esperaban expectantes.

Desde aquel punto alto donde se encontraba se podía divisar la excavación al completo. Una gran explanada precedía al asentamiento, que debió estar totalmente amurallado. Restos de grandes edificaciones se entremezclaban con pequeñas casas, formando un ordenado tejido de calles y avenidas totalmente pavimentadas. Detrás, la gruesa muralla parecía querer rodear al montículo bajo el cual habían estado aquella misma noche. Alzó la mirada siguiendo el contorno de los dos Picos Gemelos, perfectamente simétricos, como si hubiesen sido esculpidos por las manos de alguna antigua deidad. No pudo evitar volver a mirar hacia el montículo, donde los guardas casi habían terminado de rodearlo con la valla de alambre de espino.

“No desesperes” – se dijo a sí misma – “ Esto entraba dentro de lo previsto, y tienes más de lo que hubieses creído antes de revelar las fotos”.

Siguió caminando hasta que vio a sus compañeros en la entrada de la tienda. Se acercó a ellos sin poder reprimir la sonrisa. Un gesto de alivio se dibujó en sus caras, y Richard dio una honda calada a su pipa.

-         ¡Parece que tenemos una doble razón por la que alegrarnos esta mañana! – dijo.

-         ¿Doble? – respondió Raquel extrañada.

-         Hemos levantado la estatua de la Dama de Jamna, Raquel. – explicó Calvin

satisfecho, y después añadió con sorna - Richard la ha bautizado así, con la originalidad que lo caracteriza.

-         ¿La que localizamos en la explanada que hay dentro del asentamiento? – preguntó

Raquel.

-         La misma, - siguió Richard – y te aseguro que de pie es muchísimo más bella. Si llego a dejar que Calvin le pusiese nombre ahora se llamaría Boaconstrictor, o quizá Mecomolaraña.

Desayunaron sin ninguna prisa, ya que aquella mañana no se les permitiría trabajar en la excavación. No había más remedio que esperar a los acontecimientos.

-         Llegaron temprano a la mañana. – dijo Richard – Calvin los vio llegar cuando salió a correr al amanecer.

-         He salido con la primera luz del alba, he escalado hasta una cornisa natural que describe la pared sur del Gemelo izquierdo y me he apostado ahí para ver lo que sucedía. Primero llegó un camión con varios guardias, traían estacas y alambre. Después un todo terreno trajo a varios hombres más. Creo que esta vez hemos encontrado algo gordo, y lo malo es que también ellos lo creen.

-         Algún día te caerás de una de esas paredes y te darás una buena. – intervino Raquel – ¿No tienes suficiente con ir a correr un rato?

-         Tengo que mantenerme en forma, Richard puede meterse en un lío en cualquier momento y necesitará a su ángel de la guarda al lado.- contestó Calvin mirando a Richard con una pícara sonrisa.

-         Vaya, parece que nos hemos levantado con buen humor, ¿no Calvin? -  Richard cogió la taza de café y bebió un sorbo – Pues verás cómo se te quitan las ganas de reír. Ya que parece que hoy no vamos a trabajar gran cosa, aprovecharemos para cambiar el aceite al coche y ordenar la tienda del material. ¿Adivinas a quién le toca meterse debajo del coche esta vez?

-         Mmmm... no sé... ¿sabes algo de mecánica, Norman?

-         ¿Yo? – respondió sobresaltado Norman  – Pues como no hagáis un buen agujero debajo... ¡La última vez Marwán tuvo que llamar a un par de Thiodáin para que le ayudasen a levantar un poco el coche y así yo pudiese salir de debajo! – Rió despreocupadamente mientras seguía comiendo galletas.

Unos minutos después, un guardia asomó la cabeza por la puerta de la tienda e hizo señales a Raquel para que saliera fuera. Esta se levantó de la mesa y se encaminó hacia el exterior.

-         Espera, te acompañaré. – Calvin se había levantado y salía tras ella abrochándose los botones de la camisa – Esos zopencos no son muy educados y si hay que discutir yo impongo algo más que tú.

-         Gracias, Calvin. Vamos a ver qué sucede ahora.

Cuando salieron, vieron a un hombre rodeado de guardas hablando con dos sacerdotes Khúnar cerca del montículo.

-         Mierda. – dijo Raquel con tono de agravio – Es Vándor, no sabía que hubiera llegado ya.

-         Ni yo. Debió hacerlo mientras desayunábamos. ¿Crees que también hoy tocará sermón? Es un tipo verdaderamente pesado, deberíamos dejar que entrase al montículo y volver a sellar la entrada. En unos meses tendríamos una segunda momia que investigar.

Caminaron tras el guardia hacia el lugar donde se encontraba Vándor con los sacerdotes. Estos los miraban fijamente mientras se acercaban, y no precisamente con cara de buenos amigos. Vándor fue el primero en hablar:

-         Vaya vaya, señorita Öster, parece que una vez más usted y su equipo han rebasado los límites de la prudencia. No fue muy inteligente lo que hicieron esta noche, saben que les está terminantemente prohibido entrar solos a nuevos yacimientos y aún más extraer objetos de ellos.

Pocas cosas podían llegar a ser tan odiosas como la obligación de dar explicaciones a alguien como Sólomon Vándor. Rayaría la cincuentena, aunque aparentaba tener al menos diez años más. Tendría aproximadamente 1,75 metros de altura, ancho de hombros, era de tez morena y conservaba una poblada cabellera llena de canas que señalaba que el tiempo no pasaba en vano. Su serio semblante y su afilada mirada representaban a la perfección al frío ser que se encerraba en aquel hombre.

Raquel se balanceaba entre la indignación y la perplejidad, pero logró responder en un tono prudente e inofensivo.

-         Lo sentimos, fuimos avisados de que habían descubierto una especie de torre, desenterramos la trampilla y no pudimos resistir la emoción, entramos y...

-         Saben que deben avisar a los guardas si quieren trabajar de noche o entrar en algún recinto clausurado. – Vándor cortó a Raquel con un tono seco y autoritario. Pidió a uno de sus hombres que se acercase y este lo hizo trayendo la cámara de Raquel en sus manos – Mis hombres les requisaron esto. Deme el carrete que había en su interior.

-         Se me olvidó cargar el carrete en la cámara, para nuestra desgracia no pude sacar fotografías.

-         No se ande con tonterías, he dicho que me traiga el carrete ahora, o tendré que hacer que mis hombres lo busquen. Créame, no será agradable volver a entrar en sus tiendas después de que ellos pasen.

Uno de los guardas trató de agarrar a Raquel del hombro cuando Calvin, con un rápido movimiento, lo cogió de la muñeca y se la retorció de tal manera que lo obligó a arrodillarse. Dos guardas apuntaron a Calvin con sus fusiles mientras este miraba fijamente a Vándor.

-         Ha dicho que la cámara no estaba cargada, y así fue. Yo estaba con ella en el interior del montículo.

Vándor dejó entrever una leve sonrisa en sus labios. Hizo un gesto y los guardas bajaron los fusiles. Calvin soltó al guarda que mantenía asido, quien gateó un par de metros y se levantó quejándose del brazo.

-         No haga tonterías, Dr. Moss, le recuerdo que podrían irse a su país hoy mismo si yo lo ordenara. Pasaré por alto su insolencia solo por esta ocasión. De todas maneras, supongo que de existir, el carrete estará demasiado bien escondido como para que mis hombres lo encuentren.

Vándor se giró y entró en uno de los vehículos acompañado por los sacerdotes y dos de los guardas. El tercero, aún con el brazo dolido, escupió al suelo y dijo algo entre dientes mirando a Calvin.

Raquel se acercó a Calvin y le dijo:

-         Solo le he entendido dos palabras, “cerdo” y “matar”, no debiste hacerlo Calvin. De todas maneras te lo agradezco, no lo hubiese pasado muy bien yo sola aquí abajo.

Oyeron unos pasos detrás de ellos. Era Richard, que bajaba corriendo desde las tiendas. Llegó sobresaltado y con la respiración agitada. Tardó unos segundos en poder hablar.

-         ¡Estás loco, Calvin, conseguirás meternos a todos en un buen lío!

-         ¡Ya estamos en él, Richard, solo trataba de evitar que subiesen y lo destrozasen todo!

-         Tranquilos. - intervino Raquel tratando de calmar las cosas -  Creo que Calvin tiene razón, Richard, estamos en un buen lío, quizá sería mejor que hiciéramos el equipaje y nos fuéramos unos días a Daír hasta que las cosas se calmen. Vándor volverá, y no me ha gustado nada la manera en la que ese guarda ha mirado a Calvin. Di a los chicos que preparen sus cosas, nos iremos tan pronto como hayamos recogido todo lo necesario.

-         Está bien. – respondió Richard algo más calmado – Cogeremos solo lo indispensable, nadie robará nada aquí con la cantidad de guardas que hay, y ellos entrarán en las tiendas estemos nosotros o no. Necesitaremos unas horas para ordenar los archivos y documentos que habremos de llevar, hay demasiadas horas de trabajo acumuladas en ellos para dejarlos en manos de esos descerebrados, empecemos cuanto antes.

Raquel y Calvin asintieron con la cabeza y subieron hacia las tiendas tras Richard. Detrás, los guardas mandaban recoger sus enseres a los Thiodáin y les hacían formar en pequeños grupos separados para poder vigilarlos más fácilmente.

Calvin organizó el trabajo tras llegar a las tiendas, tratando de quitar hierro al asunto para tranquilizar a sus jóvenes estudiantes. Ellos se encargarían de recoger los enseres personales del equipo mientras él ayudaba a Richard y a Raquel con los materiales.

Pasaron casi dos horas y apenas habían conseguido ordenar la mitad de los libros y los documentos. Parecía claro que tendrían que pasar la noche allí pues aquel no era un buen territorio para circular una vez puesto el sol, las bandas de asaltadores  de caminos abundaban y la carretera a Daír era larga y tortuosa.

Calvin salía de las tiendas cada poco rato a observar el yacimiento y sus alrededores. Una de las veces que entró a ayudar a Richard este dejó su pipa encendida en el cenicero, se sentó en una silla y dijo:

-         ¿Qué te preocupa, Calvin?

-         No lo sé, Richard, algo no va bien, están agrupando a los Thiodáin y les obligan a recoger  sus cosas, los van a mandar a sus casas, en este lugar no va a quedar nadie excepto la gente de Vándor.

-         Bueno, lo han hecho otras veces en otros yacimientos. Hasta que han registrado todo, nadie excepto su gente puede entrar en ellos. Después todo vuelve a la normalidad, si es que se le puede llamar así...

-         He visto jinetes en las lomas, vigilan desde puntos en los que los guardas de abajo no los pueden ver.

-         Tranquilo, muchas veces hay jinetes Thiodáin vigilando.

-         Sí, pero jamás viajan en grupos de tres o cuatro, casi siempre van en solitario, o como mucho en parejas. Esta vez hay más que de costumbre.

-         Pocas veces te he visto nervioso, Calvin. A partir de mañana estaremos en Daír hasta que las cosas se calmen. Vamos, ayúdame a meter todos estos papeles en cajas.

-         Va a haber un terremoto en esta región y el epicentro está bajo ese montículo, cuanto antes nos vayamos mejor.

Siguieron recogiendo las cosas casi hasta el anochecer. Richard había conseguido ordenar sus documentos en un espacio mínimo y los cargaba en un todo terreno mientras Charlie ayudaba a Calvin con sus objetos personales en la tienda.

Unos metros por detrás de ellos, Raquel sacaba un par de maletas al exterior de su tienda cuando vio una larga hilera de hombres ascender desde el yacimiento hacia el campamento. Abajo, dos guardias registraban minuciosamente a cada Thiodáin antes de introducirlo en los grupos que abandonaban Jamna II. Los enviaban de vuelta a las montañas hasta que Vándor decidiese reanudar las labores de excavación.

Aquella gente no parecía afectada por los acontecimientos. Subían hacia el campamento, donde tomarían los senderos que les llevarían a sus poblados, conversando tranquilamente. Los más jóvenes correteaban entre los adultos simulando peleas y persecuciones. El hecho de que trabajasen para los Khúnar no implicaba una necesidad pura de las ganancias que ello les reportaba. Sus ropajes distaban mucho de ser harapientos y tanto adultos como niños gozaban de un buen aspecto físico. Vestían ropas holgadas y de colores claros, la que aportaba comodidad a la hora de trabajar bajo el sol, y se cubrían la cabeza con unos sombreros de tela redondos y de color claro en cuya parte posterior pendía una tela que protegía la nuca de los rayos del sol. Cuando el viento era tan fuerte como para levantar gran cantidad de polvo, las dos cintas laterales del sombrero permitían cubrir la boca y la nariz, dejando ver únicamente los ojos del que lo llevaba puesto.

Raquel se dirigió de nuevo a la tienda de campaña. Retiró la tela de la puerta y  entró directamente hacia la mesa donde le esperaba la última de las cajas que había preparado.

-         Buenas tardes doctora Öster. No se asuste, por favor. – Raquel oyó una voz quebrada a sus espaldas y se giró repentinamente para ver a quién pertenecía.

-         Pero, quién es... cómo ha...

-         No se preocupe, por favor, soy solo un anciano que necesita saber algo, no puedo hacerle daño.

El anciano hablaba un inglés muy correcto, sin un marcado acento Daírio. Vestía pantalones bombachos y botas de cuero. Tanto los pantalones como la camisa estaban manchados de polvo, aunque Raquel hubiese jurado no haber visto a ese anciano trabajando en Jamna II. Tenía el pelo largo y cano, agarrado con una cinta tras la nuca formando una larga coleta.

-         ¿Qué es lo que quiere? – preguntó Raquel con más tranquilidad, ya que solo se trataba de un afable anciano – ¿Porqué ha entrado aquí sin decir nada?

-         Disculpe que la haya asustado, señorita, no deseo que nadie nos vea hablar. No tengo mucho tiempo. Por favor, ha de decirme qué es lo que vio allí adentro. Sé que encontró un papiro que envolvía una pequeña figura, debo saber qué es lo que sucedió ahí esta noche, es de vital importancia para mí.

-         Ya. ¿Quién le envía? ¿Acaso Vándor? Dígale que no se preocupe, no he visto nada distinto a lo que él habrá visto ya ahí adentro. Respecto al papiro, también lo tiene él. Ahora espero que me disculpe, estoy tratando de recoger todo esto.

-         No tengo nada que ver con Vándor, señorita Öster. Solo trato de ayudar a un amigo y necesito saber lo que ocurrió. Le prometo que después desapareceré y no volverá a saber de mí.

-         Es usted muy insistente. ¿Coleccionista? ¿Vendedor? ¿Ladrón? ¿Quién es usted?

En ese momento un joven retiró la tela de la entrada y se asomó al interior de la tienda. Era Marwán. Se dirigió al anciano en unas palabras que Raquel no entendió.

-         Nos volveremos a ver, señorita. Gracias por su atención y disculpe las molestias.

El anciano salió a toda prisa de la tienda apoyándose en su bastón y se incorporó al grupo de Thiodáin que pasaba por delante del campamento. Raquel salió tras él pero Marwán le cogió suavemente la mano.

-         No le siga, por favor, le delatará.

Miraron hacia el final de la fila de hombres, donde los guardas subían para asegurarse de que todos los Thiodáin se marchasen a sus poblados.

-         Luego tendremos una larga conversación, Marwán,  a Richard no le va a gustar nada esto. Vamos, ve a recoger tus cosas, y si ya lo has hecho ayuda a los demás.

Cayó la noche.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top