023
PRIMER BESO
Maratón 2/2
↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡ La preparación para la llegada del príncipe de Dorne hizo que los primeros días el castillo estuviera revuelto. Aenarys se encargó de la habitación y dar un buen recibimiento a Qyle Martell.
Para cuando llegó el esperado día, Lucerys y Aenarys habían acordado no separarse mientras el príncipe de Dorne deambulaba por Driftmark. El primero porque desconfiaba del príncipe y del motivo por el que viene, mientras que la segunda quería asegurarse de mandar el mensaje adecuado. "Ella ya estaba comprometida".
—Que buen recibimiento, mi Lady—el príncipe de cabellos entre rubios y castaños beso los nudillos de Aenarys.
—Espero que su viaje haya sido cómodo—habló Lucerys.
Qyle sonrió al ver la baja estatura del Velaryon. ¿Cuántos años tenía ese infante?
—Fue un poco incomodo, joven Velaryon. Pero le aseguro que ahora puedo decir que ha valido la pena—su mirada se posó en la silueta de Aenarys.
Lucerys quiso contestar que sacara su asquerosa mirada de su prometida, que respetara lo que no era suyo y no ande mirando demás. Sin embargo, Aenarys habló antes que el pudiera hacerlo, pidiendo ir a la sala principal donde Rhaenys estaría esperando al príncipe de Dorne.
La Lady de Driftmark recibió gustosa a Qyle Martell. Pronto hubo un banquete que Aenarys se obligó a realizar para el príncipe.
—¿Cuánto tiempo planea quedarse, príncipe?—preguntó Aenarys mientras jugaba con aquel trozo de carne.
—¿Ya me está botando, señorita?
Si.
—Claro que no, príncipe—se obligó a decir cuando sintió la mirada de Rhaenys sobre ella—. Solo estaba curiosa. Me disculpo si le cause malestar con mi pregunta.
El príncipe soltó una risa para aliviar el ambiente.
—No se preocupe. Jamás me causaría malestar algo que haya dicho usted. Después de todo somos amigos cercanos, ¿no es así?
Los ojos violetas de Aenarys brillaron con intensidad para que el maldito príncipe se callara de una vez; sin embargo, Qyle solo sonreía con diversión.
Muchas horas después, Lucerys se encargó de dar al príncipe Qyle un paseo por todo Driftmark.
Aenarys pidió a Sir Keller que cuidará de Lucerys, y si era posible, evitar que Qyle siguiera abriendo la boca.
Mientras tanto, Aenarys se encargaría de relajarse montando a Kreston.
—Es muy hermoso, mi Leidi—halagó Amadeo hacia la criatura.
—Lo es. Una bestia magnifica.
Mientras ella volaba por los cielos, Amadeo esperaba por ella como un buen sirviente en tierra firme.
Cuando ella se bajo de los cielos, encontró como Qyle le sacaba platica al pobre Amadeo, siendo este demasiado tímido y miedoso con las personas nuevas.
—Deja de molestarlo, Qyle. Estas siendo insoportable.
—Eso me daña, Aenarys, no me digas esas cosas—fingió indignación.
—Creí que cualquier cosa que yo dijera no te causaría malestar—el príncipe rio—. ¿Dónde está mi prometido?—preguntó al no ver a Lucerys por ninguna parte de la fosa.
—Lo han mandado a llamar y yo vine hasta aquí por cuenta propia.
Aenarys buscó la mirada de su guardia para ver si lo que decía el príncipe era verdad. Recibiendo un asentimiento como respuesta.
Los siguientes días fueron un calvario. Lucerys estaba a poco de perder la paciencia por el príncipe y Aenarys estaba a poco de clavarle su daga en la garganta si no paraba de provocar a su prometido.
—Compórtate como un maldito príncipe, Martell.
—Vamos, linda. Solo estoy jugando un poco.
—Pues estás jugando con fuego.
Qyle sonrió ante la mueca furiosa de Aenarys.
—Me encanta—murmuró sin apartar la vista de ella—. No entiendo cómo puedes estar con un niño.
—Lo quiero. Esa es la respuesta que buscas para que puedas comprender mi relación con él.
—Es un niño—repitió mientras invadía el espacio personal de la Targaryen.
—Dentro de unos años dejará de ser un niño, Qyle—se alejó del Martell—. Y agradece que Sir Keller está con mi hermana; porque si hubiera visto tu falta de respeto, tu garganta estaría degollada ahora mismo.
El joven de cabellos dorados oscuros sonrió ante la complicada mujer frente a él.
—Keller es uno de mis hombres, es de Dorne. No puede ponerme una mano encima.
—¿Estás seguro?—la sonrisa de Aenarys hizo que dudara de sus palabras. ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫
↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡ —¡No lo soporto más!—exclamó Lucerys cuando ambos se quedaron a solas en los aposentos de la peliblanca—¿Cuándo se va a ir?
—Ten paciencia, amor mío—murmuró serenamente mientras dejaba que la gran capa roja que levaba se acomodara en uno de los sillones de la habitación—. No nos conviene armar un conflicto más con los dornieses.
—Pero ya no lo puedo soportar más.
Aenarys rio cuando el cuerpo de Lucerys cayó en la cama en un golpe seco.
—Deja de hacer berrinche, amor mío.
—No lo estoy haciendo, querida—los labios del castaño se abultaron mientras su cabeza era mantenida en el aire para mirar a su prometida.
—Sí, claro.
El Velaryon se paró de la suave cama para ir a atacar a la Targaryen.
—¡No!—chilló Aenarys mientras trataba de detener sus carcajadas y las manos traviesas de su prometido—¡Deja de hacerme cosquillas!
Aquella intima escena solo era producida cuando ambos estaban solos. Permitiéndose grabar cada sensación para ellos mismos.
Aenarys logró agarrar de las muñecas a Lucerys para que sus dedos no siguieran recorriendo las partes sensibles de su cuerpo.
—Bésame—pidió el castaño mientras sus cuerpos seguían demasiado unidos.
—Ya hemos hablado de esto, amor—se alejó de él.
Lucerys volteó los ojos al saber que volvería a escuchar el mismo monologó que llevaba oyendo desde un año.
—Si, sí. Aún no estoy en la edad. ¿Y cuándo se supone que lo estaré?
Aenarys suspiró. Realmente no quería tocar ese tema. Ya estaba lo suficientemente estresada con la llegada de Qyle como para sumarle un pleito con Lucerys.
—Cuando cumplas 14.
Lucerys volvió a blanquear la mirada.
—¡Es mucho tiempo!
—Pero valdrá la espera.
El castaño resopló. Pero él no quería esperar más. Se acercó con sigilo cuando Aenarys se dio la vuelta para dejar unos pendientes sobre una mesita. Solo tuvo que pararse de puntitas y...
—¡Oh por los dioses!—exclamó Aenarys mientras su mano era llevada a sus labios y se alejaba de su prometido—¡Lucerys Velaryon!
El castaño sonrió sin pudor alguno. Había logrado su cometido y nadie robaría su sonrisa del rostro. Salió de los aposentos de Aenarys cuando ella estuvo a punto de lanzarle la almohada.
A los minutos, Amadeo entraba a la habiatcion.
—¿Se encuentra bien, mi Leidi? Su rostro está muy rojo—cuestionó el chico con preocupación.
—Si. No te preocupes. Debe ser por el calor—se excusó rápidamente la Targaryen—. ¿Pasó algún inconveniente? ¿Sucedió algo?
El rubio asintió mientras la sonrisa se volvía instalar en su rostro.
—He terminado mi tarea, mi Leidi.
Ambos se dirigieron hacia la habitación del rubio, donde un montón de pergaminos les dio la bienvenida.
—Muy bien hecho, Amadeo. Tendrás una dulce recompensa.
El chico escuálido dio pequeños saltos ante la mención de dulces como merienda.
Aenarys observó al pobre chico. Y se compadeció de él tras recordar el doloroso pasado de su fiel sirviente.
Amadeo desde niño fue obligado a prostituirse para ganar plata. Cuando dejó de ser lo suficiente pequeño como para cumplir con las fantasías de los hombres, lo vendieron. De ahí fue pasando de amo en amo, de maltrato en maltrato hasta que de alguna manera llegó como sirviente para el Rey. Al parecer Otto pensó que aquel chico podría ser de ayuda, pero no fue ni un día que duró en la fortaleza antes que Aenarys lo secuestrara con las otras dos traidoras a la corona.
Aquel chico tubo demasiada suerte. El no haber atentado en contra de la familia real y no saber de los planes macabros del maldito viejo verde, le ayudó a conservar su vida.
—Voy a tener que partir a King's Landing—informó hacia Rhaenys.
La Reina que nunca fue le aceptó a su petición. Pues siempre iba cada dentro de un periodo de tres meses hacia la capital.
—¡Amadeo, nos vamos a la capital!
Fue así como criado y amo partieron hacia King's Landing encima de Kreston. Para sorpresa de Aenarys, Amadeo disfrutó del viaje.
Como era normal, fue recibida por los guardias y por Helaena. Agradecía que fuera ella y no la Reina.
—Has crecido—le dice su prima—. ¿Y quién es el joven temeroso?—señala a Amadeo.
—Uno de los sirvientes que me llevé hace un año—la mirada de terror de Helaena hace que Aenarys se apresuré a recalcar entre susurros—. Es leal.
La tercera hija del Rey asiente despacio, para luego guiarlos hacia los aposentos del Rey, donde aseguran que pueden hablar cómodamente sin levantar sospechas.
—Son como plagas—susurra Helaena cuando han cerrado la puerta de la habitación y han dejado a Amadeo en los pasillos—. No importa cuanto los mate. El abuelo siempre vuelve a reemplazarlos.
—Hierba mala nunca muere, prima. A menos que el problema sea cortado desde la raíz.
Aenarys sacó de su bolsillo un pequeño frasco con un veneno muy potente. Solo una gota bastaba para que el responsable de ingerirlo muriera. Y los síntomas era casi efímeros que la persona no sentía que se estaba muriendo y así no levantaba sospechas de algún envenenamiento.
—La dosis prometida.
Helaena aceptó el frasco. Ambas dragonas luchando por hacer prevalecer su casa.
—Mi Leidi, usted tuvo razón—le comunicó Amadeo cuando se subieron nuevamente en Kreston.
—¿Sí?
—Una sirvienta se me acercó para preguntar de las otras dos que se llevó.
—¿Y qué dijiste?
—Que estaban en Dragonstone cuidando al próximo heredero. Como usted me lo dijo, mi Leidi.
—Muy bien, mi dulce Amadeo. Llegando a casa comerás muchos dulces.
El aludido exclamó feliz sin importarle que el dragón se tambaleaba para alzar el vuelo.
Cuando llegó a Driftmark fue la misma rutina. Trataba de alejar a Qyle y a Lucerys de ella. El primero por ser un hijo de puta y el segundo por estar robándole besos desprevenidos.
Todo ese mes fue un dolor de cabeza para Aenarys. ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫
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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
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Quisiese ser Aenarys pero no pusiese
Quien pudiera enamorar a tremendos bombones
Por cierto, Lucerys todo un experto en robarle besos a nuestra querida
#AenarysDejateQuerer
Y... ¿Qué son las pergaminos escritos por Amadeo?
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Este capítulo está dedicado a sol492239
Gracias por comentar y votar en mi historia, linda ❤️
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