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EL AMOR NOS ENLOQUECE

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Aenarys sintió su corazón destrozado cuando vio la mirada entristecida de Lucerys.

         Generalmente cuando Aenarys caía o tropezaba, se levantaba y se quitaba el polvo para seguir adelante; pero ahora todo era diferente. Sus acciones dañaban a las personas que apreciaba.

        La Targaryen se lamentaba por sus acciones del día anterior, así como lo hacía también Lucerys.

        —Lo siento—murmuraron a la par cuando se alejaron de su familia, quienes alistaban sus cosas para nuevamente partir a Dragonstone

        Ambos juntaros sus manos. Jurándose en silencio no volverse a lastimar como lo habían hecho ayer.

       Aenarys quisiera saber qué es lo que sucede dentro suyo cuando la ira golpea su raciocinio. Acariciando la cabellera castaña de Lucerys, se da cuenta que suele descargar su molestia y malestar con los seres que ama. Y no lo puede controlar, no lo puede evitar, no lo puede entender. Ya no sabe qué hacer. Y no sabe de donde proviene, solo sabe que le hace padecer.

        Daemon se acercó a ambos después de minutos. Le dio una mirada a su hija para que se despidiera de su prometido y lo siguiera.

       —¿Sabes las coordenadas?—cuestionó el patriarca.

       —No se preocupe, padre, los encontraré.

      —¿Estás segura que quieres hacer esto?

      —No dejaré que los hijos del imbécil de Vaemond se levanten contra Lucerys, padre.

      —Son solo pequeños, mi dragón, podemos criarlos bien como nuestros perros—Aenarys negó en contra.

      —He matado a su padre delante de sus ojos. Tarde o temprano buscarán venganza.

      Ya había lastimado a esos dos niños, e iba a ser tan severa para no temer por una represalia suya.

       Todo lo hacía por Lucerys.

       Se despidió de su familia mientras su capa negra se elevaba por las brisas del mar, relevando su traje de montar.

       Caminó, adentrándose al Pozo de la Fortaleza. Allí la esperaba la Reina con su postura bien recta, tratando de intimidar a la adolescente.

         —Majestad, ¿Qué hace en un lugar como este?—preguntó con voz dócil, pero dando a entender que ella no era una Targaryen para andar entre dragones.

         —Me han informado que usted se llevó unos sirvientes del Rey sin su permiso.

         —No fue sin permiso, su majestad. Tuve permiso mismo de mi tío, el Rey—ella mentía, pero Alicent ni siquiera podría cerciorar si aquello fuese verdad, pues Viserys estaba tan drogado con leche de amapola que ni siquiera podría responder adecuadamente.

         La Reina no pudo decir nada más. Solo se limitó a mirar a Aenarys subir al gran dragón blanco y desear un buen viaje hipócritamente.

        Atrás de la mujer de vestido verde, se encontraba su hijo sin que ella lo sepa.

       Aenarys le dio una leve mirada a Aemond antes de despegar.

       Entre silencios ambos Targaryen habían acordado que su relación estrecha había terminado por culpa de su compromiso. Aenarys no le sería infiel a Lucerys, y eso pedía poner distancia entre su adorado primo.

      —¡Cuídate, por favor!—gritó en alto valyrio para que solo Aemond pudiera comprender.

      Voló sobre Kreston por los cielos hacia la embarcación de los dos pequeños Velaryon. Encontrando el gran barco después de seis horas de búsqueda.

         Embistió contra la embarcación con brutalidad. Los marineros abordo corrían de aquí para allá para proteger a sus señores. Pronto utilizaron los cañones en forma de defensa.

         Kreston esperó pacientemente a que su jinete le ordenará quemar el barco de una vez por todas. Pero eso jamás iba a ocurrir.

         Aenarys sabía que tenía que hacer que el barco pareciese que fue hundido por las olas para que no culparan a su familia. Las grandes nubes grises ayudarían en eso. Así que embistió nuevamente para romper el mástil.

         La tormenta que estaba sucediendo en eso momentos ayudó a que las balas de cañón no impactaran contra ella, pues las olas chocaban con el barco, moviendo los cañones para que perdieran de vista su objetivo.

         De manera rápida, Kreston les quitó sus velas con sus garras.

          Uno de los hombres de la embarcación soltó un cuervo, avisando del ataque furtivo que les hizo Aenarys Targaryen, la asesina de Vaemond Velaryon.

          Si esa carta llegaba a las manos de la esposa de Vaemond, Aenarys sería acusada de asesinato porque el Rey, en la audiencia, perdonó a los dos niños y desligó de los cargos de su padre.

           Si esa carta llegaba a manos de alguien, de cualquier persona; Aenarys sería asesinada a manos del Rey Viserys.

           —Bien hecho, mi chico—murmuró en alto valyrio hacia la majestuosa criatura que montaba cuando todo el peso de Kreston dio a parar en el barco, partiéndolo en dos.

          El gran dragón blanco elevó sus majestuosas alas de nuevo. Alzándose de nuevo entre los cielos.

         —¡Hijos de puta!—vociferó cuando vio al cuervo dirigirse hacia el Sur—¡Dracarys, Kreston!

         Pronto la pobre ave fue quemada viva.

         Kreston siguió rondando a la embarcación mientras se hundían. Y Aenarys no sintió pena cuando escuchó los gritos de los hombres y mujeres exclamando piedad. Cuando vio a todos ahogados, fue cuando decidió partir hacia su hogar.

         Su tarea ya fue cumplida.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Cuando Aenarys regresó a Dragonstone, Lucerys y sus hermanas la recibieron gustosos.

         Kreston fue felicitado con un festín de cordero por ordenes de Daemon, que los criadores de dragones cumplieron al pie de la letra.

         —¿Qué es lo que has hecho?—le cuestionó Rhaenyra con dureza a Daemon mientras le extendía el pequeño pergamino que había llegado desde Driftmark.

         —Yo no he hecho nada—murmuró sin inmutarse en leer el comunicado, entre tanto seguiría disfrutando de su descanso en su silla cómoda.

         —No mientas, esposo. El comunicado dice muy bien que los hijos de Vaemond Velaryon fallecieron.

          —Si, dice eso—aceptó Daemon sin abrir los ojos—. Pero no entiendo porque me intimidas cuando claramente dice que los mocosos murieron a causa de la tormenta.

         —Nosotros también pasamos por la tormenta, esposo, y nosotros no nos hundimos.

          —Si—el patriarca se acomodó en la silla—, tuvimos suerte, esposa mía. Pudimos haber muerto.

         —Daemon—insistió Rhaenyra.

         —No fui yo quien los asesino, esposa. Si es de eso que me incriminas—murmuró con una sonrisa en el rostro mientras abría los ojos para mirar la reacción de la mujer.

          —¡Por los dioses!—exclamó la heredera en un susurro al unir los hilos en su cabeza—¡Aenarys es solo una niña!

         Daemon negó con la cabeza mientras se paraba de su cómoda silla para agarrar de los antebrazos a su esposa.

          —Mis hijas son guerreras, esposa.

          —¿Por qué tenías que obligarla a ser algo como eso?—murmuró la mujer de cabellos blancos en alto valyrio sin poder creerlo—¿Cómo puedes obligar a tu propia hija a matar?

         —¿Obligarla?—rio Daemon, durante ese tiempo llevó sus callosas manos hacia el rostro de la madre de sus hijos—Mi hija fue la que ideó todo el plan desde el principio.

         —¿Por qué haría algo así?

         —Por tu hijo; por Lucerys. El amor nos enloquece, ¿no es cierto, esposa?

         Durante el tiempo que el matrimonio Targaryen hablaba en sus aposentos, afuera, específicamente en el jardín, se encontraban Aenarys y Lucerys platicando.

         —¿Y si alguien vuelve a cuestionar mi derecho en Driftmark?

         —Entonces mataré a todo hombre y mujer que se atreva a cuestionarlo.

         Los ojos castaños del Velaryon se dirigieron hacia el rostro de su prometida.

         —No quiero que vuelva a hacerlo—murmuró el menor mientras cogía las manos callosas de la Targaryen, debido a los entrenamientos con espadas, y daba dos besos a cada una de ellas.

         —¿Por qué no? Te estoy defendiendo.

         —No quiero que sus manos estén manchadas por mi culpa.

         —Me revolcaría en sangre sucia solo para verte feliz, Lucerys—habló de manera informal.

         El castaño apartó la mirada por la intensidad de esos ojos violetas que lo miraban con tantos sentimientos en ellos.

         —Cuando seas señora de Driftmark no tendrá que manchar estas dulces manos.

        —¿Así?—el castaño asintió.

        —Solo bastará un mandato tuyo para que nuestros futuros guerreros te traigan las cabezas de quien desees.

        Aenarys sonrió enternecida y se acercó a él para dejar un beso en su frente.

        —Nuestros hijos serán tan fieros como su madre—se señaló a si misma—y, tan digno y educados como su padre—su dedo fue a parar en el pecho del castaño, quien la miraba con ilusión al imaginar una familia junto a ella.

         —Serán una combinación perfecta.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
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Aenarys haría lo que sea por Lucerys

Por cierto, ¿que cree que haga Aenarys con los sirvientes del Rey que secuestró?

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Este capítulo está dedicado a linex_ss

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