014

EL JOVEN LOBO

Maratón 3/3

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Habían pasado alrededor de 12 lunas desde la última vez que pisó Dragonstone y partió hacia nuevas tierras para conocer a sus pretendientes. Se encontraba en uno de los reinos más fríos junto a su escolta de guardias que había estado juntando durante cada viaje.

        Era una mujer guerrera con 15 años recién cumplidos. Su último onomástico se había celebrado en Winterfell gracias al Lord Stark, su pretendiente.

        —Cregan—llamó al joven de 18 años. La cabellera negrisa caía a los costados del rostro del hombre cuando se giró en dirección a ella.

         —Aenarys—saludó el hombre con un beso en el dorso de su mano cuando su mirada cayó en ella.

         Los dos se permiten hablar con informalidad cuando ven que no hay nadie más a su alrededor. Un hábito que agarraron desde hace tres lunas, cuando la Targaryen aterrizó sobre Kreston en tierras del Norte.

         Ambos se sonríen mientras empiezan a caminar con los brazos entrelazados sobre los pequeños copos que empiezan a caer. Definitivamente el invierno ya ha llegado.

         —Dentro de tres noches te irás—murmura Cregan. A lo que Aenarys da una respuesta afirmativa con un movimiento leve de cabeza—. El Norte extrañará a la Dragón.

         —Y yo extrañaré el Norte—suspira, y no puede evitar mirar a los niños jugar con la nieve que se va aglomerando en el suelo mientras sus madres corren para reñirles—. Extrañaré esto, Lord Stark.

         —Estoy seguro que extrañarás más salir a matar a los salvajes que invaden mis tierras, que pasar momentos conmigo—se burla el castaño.

         La risa armoniosa de Aenarys llama la atención del pueblo, quienes inmediatamente se dan cuenta de la presencia de su Lord e inclinan la cabeza en modo de saludo hacia él y a la pequeña Targaryen.

         —Pero si matar a los salvajes es algo que hacemos juntos, mi Lord—responde Aenarys mientras acaricia la mejilla de una niña que se ha acercado a ella para darle una flor.

         El pueblo norteño observa con sonrisas en sus rostros el intercambio de palabras y risas entre su Lord y, si los dioses estaban de acuerdo, su próxima Lady.

         Cregan puede notar aquella mirada; aquel brillo en esos ojos violetas.

         Él está completamente seguro que la mirada de Aenarys siempre tiene algo de desafiante.

          —Los rumores de que eres La Guerrera del Extraño se han extendido por todo Westeros—informa Cregan mientras la ayuda a subir a su caballo blanco.

         —Solo tengo 15 años y ya tengo un apodo ligado a mi nombre—ríe la Targaryen mientras espera que el Stark monte a su caballo para dirigirse a su palacio.

         —Pues gracias a ese apodo te estas ganando una mala fama por todo Westeros—dice el joven y no puede evitar demostrar preocupación.

         —Estaré bien. Tengo un dragón y tengo a mis hombres que me pueden defender. Y no olvides que soy buena defendiéndome.

         —Eso no lo olvido. Le arrancaste la cabeza a un salvaje por haberte tocado—murmuró Cregan antes de hacer correr a su caballo negro.

         El Lord Stark no pudo ver la sonrisa radiante que se le plantó en el rostro a Aenarys. Para ella poder defenderse de sus atacantes era lo más primordial antes de saber bordear con un hilo y una aguja.

         Cuando llegaron al palacio, Sir Lioel y Sir Keller se encontraban en la entrada con los rostros bastantes serios.

          —Se escapó de nuevo, ¿no es cierto, caballeros?—cuestionó Cregan sin poder ocultar su sonrisa.

         —Lady Aenarys, su padre me matará si algo le llega a pasar—dice Sir Lioel mientras la ayuda a bajar del caballo.

         —No puedo protegerla si no sé dónde se encuentra, mi Lady—esta vez es Sir Keller quien habla.

         —Yo solo quería saber a dónde estaba yendo el Lord Cregan—expresa inocentemente la Targaryen.

        Los dos caballeros empiezan a regañar a la pequeña Targaryen por su imprudencia y poca responsabilidad que tiene con su vida. Sin embargo, ella está mirando a Cregan Stark, quien a su vez está observando a Arra Norrey; la compañera de su juventud.

         —Caballeros—interrumpe Aenarys los regaños de los hombres, y obliga a despejar la vista de Cregan sobre Arra—. Tengo que hablar con el Lord de Winterfell de un tema importante—Cregan la mira interesado—. Les aseguró que de ahora en adelante pensaré mejor en mi bienestar, pero necesito que se retiren para poder hablar a solas con Lord Stark.

         Los dos caballeros sueltan un suspiro y ambos se retiran, sabiendo que su Lady seguiría siendo tan libre y obstinada como un dragón.

         Cregan la lleva a un lugar más apartado, para ser más exactos, a su oficina; donde nadie los interrumpiría.

         —¿Cuál es el tema importante, Aenarys?

         La Targaryen recorrió la estancia antes de parar ante la pequeña librería que había en la oficina.

         —Sobre nuestro posible compromiso—la peliblanca agarró un libro y lo ojeó, sin darse cuenta que el cuerpo del Stark se había puesto tenso—. Tú amas a otra mujer.

         El hombre castaño no dijo nada.

         —Arra Norrey, es el nombre de la chica que te robo el corazón, ¿no es así?

         Aenarys levantó la mirada hacia Cregan.

         —No haré nada en contra de ella—aseguró la oji-violeta mientras cerraba el libro y lo dejaba en su lugar.

         —Aenarys—quiso hablar el joven, pero la Targaryen levantó la mano, haciéndolo callar.

         —¿Por qué sigues siendo mi pretendiente cuando tu corazón ya late por otra mujer?

         En su voz no había ningún indicio de reproche. Estaba tomando el asunto con demasiada calmada que hacia poner al Stark bastante nervioso.

         Cregan soltó un suspiro para destensar sus hombros rígidos.

         —Por mis Consejeros. Por mi pueblo.

         —¿Tú quieres un matrimonio político? ¿Lo deseas?

         —Si es contigo, puedo superar cualquier cosa. Puedo soportarlo en nombre del deber.

         Aenarys blanqueó los ojos ante la respuesta.

         —Suenas tanto a él—susurró ella. Luego aclaró su garganta con un carraspeo y se dirigió al castaño—. Yo no quiero casarme para obtener más poder, Cregan. No quiero un matrimonio político. No lo deseo—la Targaryen se acercó a él—. Y tampoco deseo eso para ti.

         —Aenarys...—el Stark dejó que la peliblanca le acaricie la mejilla con dulzura.

         —Corre, pídele su mano.

         —Pero mi Consejo-

         —A la mierda el Consejo y el deber—sonrió Aenarys ante la cara de asombro de Cregan—. Solo sigue ese estúpido corazón tuyo.

         El hombre sonrió agradecido con la mujer. Sujetó las pálidas manos de su mejor amiga y besó cada una de ellas.

         —Eres una mujer asombrosa, Aenarys. Cualquier Lord se sentiría afortunado con tomar tu mano y caminar junto a ti toda la vida.

         —Lo sé—rio ella—. Ahora corre, alcanza a tu amada.

         Ellos dos hubieran sido un gran matrimonio.

         Dos almas que se complementaban bien; dos almas que danzaban al mismo ritmo, dos almas que jamás se tocaron de forma romántica.

         Si tan solo ambos hubieran aceptado aquel matrimonio; si tan solo ella se hubiera convertido en la Lady del Norte. Ella no hubiera terminado en aquel trágico final y él no hubiera llorado por ella.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Entró a su habitación y se abrigó con una manta a pesar de que la chimenea ya estaba encendida.

         Definitivamente el frio la estaba matando.

         Se sentó sobre su cama mientras bañaba a sus espadas con veneno; veneno traído especialmente de Dorne. Un presente que le era traído cada cierto tiempo por el príncipe Qyle Martell.

         Tocó el collar que un día el príncipe Martell le obsequió. Era un hermoso collar de cristales; cristales que en su interior guardaba el antídoto de todos los venenos que poseía.

         Cuando terminó con su tarea, se sentó en su escritorio para responder las cartas que su padre y hermanas enviaban, aunque también había cartas que pertenecían a Aemond y Helaena.

         Lucerys Velaryon decía al final de la carta.

         La boca de Aenarys no pudo evitar formar una sonrisa cuando terminó de leer el pergamino.

         El pequeño bastardo se encontraba el Driftmark para convertirse en el Lord del lugar cuando Corlys deje ese mundo.

        En la carta, le contaba lo divertido que era navegar los mares; lo increíble que se sentía sentir la briza y el contoneo del barco gracias a las pequeñas olas que se formaban por las corrientes.

        —Has crecido—murmuró ella mientras dejaba caer el pergamino al pequeño baúl donde guardaba todas las cartas que le había enviado el Velaryon—. ¿Seguirás siendo un caballero? ¿O la sociedad ya te corrompió a ti también?

         Cerró el pequeño cofre y se echó en la cama, envuelta en tantas mantas como fuera posible.

         Cerró los ojos unos segundos para recordar aquel sueño que había tenido hace cuatro noches.

         Soñó que Lucerys la llevaba por una blanca vereda, en medio del campo verde, hacia el azul de las sierras, hacia los montes azules una mañana serena.

         En ese sueño sintió su mano en la suya, su mano de compañero, su voz de niño en su oído como una campana nueva, como una campana virgen de un alba de primavera.

         ¡Eran su voz y su mano, en sueños que parecían tan reales!... que asustaban.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Los barcos habían zarpado hace horas.

          Aenarys y Cregan se encontraban en aquel monte, a solas. Recibiendo las corrientes de viento que elevaban sus mechones de cabellos.

         —Espero seguir en comunicación contigo—dijo Cregan mientras tomaba la mano de Aenarys y besaba dulcemente el dorso de su mano.

         —Enviaré tantas cartas como me sea posible—sonrió la Targaryen—. Y si necesitas ayuda, no dudes en pedir mi ayuda.

         —Así será.

         —Extrañaré Winterfell.

         —Y Winterfell te extrañará a ti.

        Un último abrazo entre el lobo y la dragón.

         Aenarys lo felicitó por su compromiso con Arra y les deseo lo mejor de las bendiciones.

         —¡Vuela, Kreston!—ordenó la peliblanca en alto valiryo, no sin antes sonreír a Cregan como despedida.

         El dragón blanco voló con rapidez hasta Dragonstone. En cierta parte, pudo divisar su flota en el mar.

         Se sintió mejor cuando el cruel frío dejo de helar sus huesos. Voló sobre las nubes y descendió sin freno alguno, llegando a sobresaltar a sus caballeros desde los barcos.

          —¡Estoy bien!—gritó ante los reclamos de sus guerreros y sonrió como una traviesa—¡Los veré en Dragonstone!

        Cuando pisó Dragonstone, sus dos hermanas se abalanzaron sobre ella para abrazarla.

         —¡Aenarys!

         Supuso que los guardias habían visto a Kreston desde lejos para dar aviso a su familia, pues el dragón blanco seguía creciendo en tamaño.

         —¡Tía Aenarys!—una voz infantil gritó detrás de Baela y Rhaena.

         La caballera castaña se hizo presente cuando las gemelas se separaron de ella.

         —¡Joffrey!—exclamó la peliblanca, cargando al pequeño Velaryon en el hueco de su cadera—Has crecido un montón.

         —¡Sí!—chilló el infante.

         Un poco más lejos de ella se encontraba su padre junto a Rhaenyra con dos pequeños niños en brazos.

         —Debo suponer que es Viserys quien carga mi prima Rhaenyra.

         —Así es, mi pequeña dragón.

          Aenarys sonrió y abrazó a su padre, dándole una leve caricia al pequeño Aegon. Luego fue a saludar a Rhaenyra y darse a conocer con el pequeño Viserys.

         Jacaerys, quien estaba mucho más alejado que el resto, tuvo que acercarse por pedido de su madre.

          —Tía Aenarys—saludó secamente.

         —Sobrino—murmuró en respuesta.

         Sabía que el castaño aun no la perdonaba del todo por haber golpeado a Lucerys en el entrenamiento hace años. Así que no iba a presionar las cosas con Jacaerys.

         Aenarys dio una leve mirada al lugar, no encontrando a Lucerys en su familia. Supuso desanimada que el Velaryon se encontraba en Driftmark.

         —Entremos—ordenó su padre, mientras que los cuidadores de dragones se llevaban a Kreston al Pozo de Dragón.

         No terminaron de caminar para llegar a la sala común cuando un adolescente castaño interrumpe su recorrido.

         —Tía Aenarys—jadea Lucerys por la marcha que ha dado para llegar a ella.

         La oji-violeta lo mira cuando él extiende la rosa hacia ella.

         Ahí está él.

         Mucho más grande de lo que recordaba.

         Mucho más maduro.

         Mucho más guapo de lo que rememoraba.

         Ahí estaba él. Extendiendo una rosa cuando ella no podía apartar sus ojos violetas de sus ojos marrones.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
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WAAAA al fin!

Ya sé viene lo bueno

Se viene drama familiar en Dragonstone

Más adelante seguiremos viendo a Qyle y Cregan

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Este capítulo está dedicado a LenYagami2

Gracias por comentar y votar en mi historia, hermosa ❤

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