007

EL NACIMIENTO DE UNA GUERRERA

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Había pasado cuatro lunas desde la ceremonia que se dio para festejar su trigésimo onomástico. Ahora, con un cuerpo mucho más formado que antes, caminaba por los pasillos de su casa con elegancia.

         Guardias y sirvientas hacían pequeñas reverencias ante su presencia, cosa que Aenarys no le tomaba importancia ese día y pasaba de largo sin mirar a las personas que le servían.

         Su rostro neutro ocultaba muy bien la incertidumbre y ansiedad que sentía después de ir hacia el lugar donde se encontraba el maestre para revisar si habían llegado cartas que iban dirigidas hacia su persona, encontrándose nuevamente con la sorpresa de que no había ninguna. Llevaba repitiéndose lo mismo desde que cumplió sus trece años.

         Al principio, pensó que Helaena y Aemond estaban bastante ocupados como para responder sus cartas. Pero los días pasaron y hasta el momento no recibía respuesta alguna de sus primos. Los cuervos iban, pero jamás regresaban con noticias.

         Se sentó en la alcoba de su habitación sintiendo una tormenta en su interior. Desde hace unos días no ha podido controlar su estado de ánimo. Se amarga con facilidad y estalla tan repentinamente que ha tenido altercados hasta con sus propias hermanas. Y ni hablar de las noches que no puede aguantar sentirse desolada y llora sobre su cama como si le hubiera ocurrido lo peor de los casos.

         Una criada tocó las puertas de su dormitorio pidiendo permiso para pasar, a lo cual la pequeña Targaryen se lo concedió.

         —Su padre la solicita en el comedor.

         —No tengo apetito, informole eso a mi padre.

         —Me pidió que no regresará sin usted—la joven mujer agachó la cabeza esperando lo peor. Había escuchado por sus compañeras —que servían a los jóvenes Velaryon— que la pequeña dragón era hiriente, testaruda y amargada, es por eso que se encogió en su lugar a la espera de los reclamos de la Targaryen.

         —Mi padre es capaz de darte de comida para Caraxes—la escuchó murmurar—. Bien. Vamos. No hagamos esperar a mi padre.

         —S-Si, mi Lady—tartamudeó la mujer por lo sopredida que estaba. La pequeña niña no era como la pintaban por los pasillos. No era alguien desalmado que te gritaba por hacer lo que hacías. ¿De dónde habían salido esos rumores tan absurdos?

         Aenarys se acomodó y alisó el vestido color rojo antes de seguir a la criada hacia el comedor como lo dictaba su padre.

         —Aenarys—escuchó el llamado entusiasmado de Rhaena—. Siéntate a mi lado, hermana.

         La mayor le sonríe a su hermana mientras le traen su plato de comida. En la mesa están todos sin excepción, ocasionando que al principio todos los ojos caigan sobre ella.

         —¿Te sientes bien?—susurra Baela.

         —Un poco rara—responde en el mismo tono y emite un mueca—. Siento un pequeño dolor en el vientre bajo, pero no es tan doloroso como para que el maestre me vea.

         —¿Estás segura?—intervino Rhaena, haciendo que Aenarys sonría y asienta hacia su hermana.

         —Dejen de murmurar entre ustedes y pónganse a comer—ordenó su padre.

         Las tres hermanas rieron en voz baja al haber sacado de quicio a su progenitor.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

         ↬†ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡    Se encontraba en el campo de entrenamiento junto a Lucerys. Esta vez no hubo enfrentamiento con Baela ni con Jacaerys. A unos metros de ellos se encontraba Rhaena con su padre practicando el arte de tirar flechas.

         —Sé más rápido, joven Lucerys. Señorita Aenarys, su agarre con la espada es muy débil, sostengalo mejor—decía el caballero para que mejoren en el combate.

         —¡Ah!—exclamó Aenarys cuando la espada de madera golpeó con frutalidad su pecho.

         Lucerys inmediatamente paró y se acercó hacia su tía.

         —Lo siento. ¿Está bien?

         —Si, solo...—la Targaryen de ojos violetas arrugó su entrecejo mientras sobaba su pecho adolorido—. Agh.

         Desde hace unos tres días sentía demasiado sensibilidad en sus senos. No podía ni tocarlos adecuadamente porque inmediatamente empezaban a doler. ¿Qué le estaba pasando a su cuerpo?

         —¿Desea parar el entrenamiento, mi Lady?—cuestiona el caballero mientras se acerca a Aenarys.

         —No. No—se apresura a decir—. Seguiremos con el entrenamiento, Sir Lioel.

         El pelinegro asiente. No estaba acostumbrado a que Aenarys se quejara de dolor, es por eso que el caballero se permitió acercarse para ver si la señorita se encontrara bien.

         —Deberiamos parar—le susurra Lucerys.

         —He dicho que me encuentro fenomenal, así que agarra tu espada y ataca—ordena Aenarys mientras su ceño se frunce ante la frustración y sus ojos violetas brillan de ira.

         —No quiero ofender, pero me parece que hoy día no se encuentra bien—responde el castaño con preocupación, pero sin dejar su educación de lado—. Creo que es mejor que vaya a sus aposentos, mi Lady.

         El rostro furioso de la Targaryen cambia tan súbitamente que deja al caballero y al castaño inquietos.

         —Y, si me permite preguntar, ¿Por qué dice que no me encuentro bien?—pronuncia en aparente calma.

         —El cuerpo de una mujer...—Lucerys calla abruptamente cuando la ceja de Aenarys se levanta en tono de advertencia—. Mi madre—se corrige—, me dijo una vez que el cuerpo de una mujer necesita descanso cada cierto tiempo.

         —Entonces dices que mi cuerpo se encuentra débil ahora mismo.

        —No creo que eso haya querido decir el joven Velaryon, mi Lady—interviene Sir Lioel al percibir cierto tono de amenaza en la peliblanca, pero inmediatamente calla cuando los ojos violetas se posan en él.

         Aenarys no sabe lo que le sucede. Siente como si sintiera fiebre en todo su cuerpo. Le irrita la manera en la que habla Lucerys para tratar de calmarla. No escucha lo que dice, o al menos no escucha partes, solo se está dejando llevar por la ira que poco a poco se extiende por su pecho.

         —... es por el hecho de ser mujer—termina Lucerys de hablar, moviéndose en su lugar con nervios.

         La risa fría de Aenarys le hiela la sangre por dentro. Algo a hecho mal, pero no sabe qué.

         —Por ser mujer—repite las palabras que ha dicho su sobrino, sin ser casi consciente que el agarre de su espada se ha endurecido, mostrando sus nudillos casi blancos—. Por ser mujer...

          El grito agudo de Lucerys se escucha en el campo llamando la atención de todas las personas que se estaban ahí.

         Sir Lioel se acerca con rapidez hacia ambos hijos de Daemon, pero no puede hacer mucho por alejar el cuerpo de Aenarys del pequeño Velaryon.

          Aenarys ni siquiera sabe lo que pasa. Da golpe tras golpe con sus puños, pues a seguido sus arrebatos de ira y se ha ido encima de Lucerys sin pensarlo, perdiendo la espada de madera en el proceso. Las únicas palabras que están en su mente es la expresión que ha dicho su sobrino "... por el hecho de ser mujer", nublandole el juicio por completo.

         Jadea de dolor cuando siente que tiran de sus cabellos platinados con fuerza, obligándola a alejarse del magullado Lucerys.

         —¡Cálmate!—exclama furioso su padre, el responsable de jalarle su cabellera. Aunque en fracción de segundos la mirada de Daemon se suaviza cuando nota las lágrimas de su hija por todo el rostro.

         Sir Lioel se encuentra atrás de su Lord al saber que él no puede intervenir en un altercado de ese nivel de la familia Targaryen, pues tiene sumamente prohibido poner sus manos sobre cualquier hija del Lord Daemon a petición de él mismo. Y si no acatará la orden, perdería las dos manos.

         —¡Aléjate!—vocifera con enojo Aenarys mientras nuevamente se lanza sobre Lucerys, quien ahora se encuentra ensangrentado y siendo ayudado por Sir Lioel.

         —¡Basta!—impone Daemon a la vez que agarra a su primogénita por los hombros, pero ella se revuelve con ferocidad buscando su libertad—¡Comportate!

         Como tal padre, tal hija; Daemon no midió sus acciones y terminó levantando su mano para impactar con la mejilla de su hija, dejándola totalmente quieta en tanto que dirigía el hecho de ser golpeada por primera vez.

         Rhaena, quien se encontraba al lado de Lucerys, jadeo de sorpresa y preocupación al ver la golpiza de su padre. Si bien sabía que el comportamiento de su hermana no era bueno, tampoco aceptó de buena manera el trato que le estaba dando Daemon a su primogénita.

         —Cálmate—volvió a repetir el príncipe Targaryen, pero esta vez con un tono calmado.

         —No tienes derecho—murmuró Aenarys por lo bajo, como si estuviera hablando con ella misma—. ¡No tienes derecho!—estalló nuevamente en ira, mientras lágrimas gruesas volvían a descender por su rostro.

         —¡Comportate!

         —No tienes ningún derecho en ponerme una mano encima—murmuró con impotencia a la vez que tocaba su mejilla adolorida.

         —Soy tu padre—Daemon se acercó a su hija, quien retrocedió por inercia. Pero esto no detuvo a Daemon, ya que tomó el rostro de su hija con su mano—. Si tengo que corregirte de esta manera, lo haré—Aenarys soltó un quejido de dolor cuando su padre apretó contra sus mejillas.

         Rhaena o Baela se hubieran detenido ahí y se hubieran retirado a sus aposentos. Pero Aenarys era todo un tema aparte. Se plantó frente a su padre y no temió por una nueva golpiza, quitando la mano de su progenitor de su rostro.

         Se iba a defender, y que mejor que la verdad, aún si era con gritos y llantos.

         —No eres mi padre. JAMÁS lo haz sido—declaró con hostilidad.

         —Aenarys—soltó Daemon en tono de advertencia.

         —No—verbalizó con seguridad—. Usted no puede corregirme cuando hace nueve años me abandonó a manos del Rey cuando a penas tenía cuatro miserables años.

         Daemon cerró sus ojos mientras negaba. Un error del pasado lo estaba llevando a esta discusión.

         —Aenarys—pronunció el nombre de su hija con suavidad, como si le estuviera pidiendo disculpas.

         —No tenía una madre. Siempre lo acepté. Pero-... ¿Por qué tenía que abandonarme, padre? ¡Por qué! ¡Puede ser que en ese tiempo ni siquiera entendía muy bien la unión que realizaron usted y Lady Laena...! Pero, ¿Por qué tenías que abandonarme?—la pequeña llora a lágrima viva, a chorros—. No voy a permitir que me levantes la mano de nuevo—murmura antes de dirigirse hacia la salida.

         —Aenarys—le llama Rhaena, agobiada por todo lo que su hermana mayor a soltado. ¿Tanto había sufrido esa pequeña dragón que se mostraba fuerte?

         Sin embargo, Aenarys le pidió a Rhaena que la dejara en paz por ese día. Quería estar sola en sus aposentos y ponerse a pensar sobre la humillante escena que había armado por culpa de sus emociones a flor de piel.

         Un día mas tarde, Aenarys se encontraba en su habitación castigada por su padre, quien había puesto a uno de sus caballeros afuera de su puerta con la orden de que no podía salir durante al menos tres días.

         La pequeña Targaryen no se movió de su asiento cuando sintió como un líquido bajaba por su parte íntima. No le tomo importancia, porque desde hace unos días le venía bajando un flujo transparente. Pensó erróneamente que se trataba de los mismo.

         Sin embargo, después de haber estado horas sentada en su sillón favorito mirando el inmenso mar que mostraba su alcoba, se paró con tranquilidad sin saber que después sus facciones se pintarían de terror.

         Había llegado la hora. Mirando la gran mancha roja que había dejado en el sillón supo que había llegado la hora de que la despojaran. La iban a casar. La iban a vender. Estaba lista para tener herederos.

         Jadeó de angustia mientras se permitía caer de rodillas. Las lágrimas se acumularon en sus luceros violetas mientras emitían el pánico que en esos momentos sentía la Targaryen.

         —He sangrado.    ۣۣ፝ۜ͜͡ஓீ†↫

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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
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¿Reconocieron los síntomas de la menstruación?

¿Creen que la reacción de Aenarys fue muy exagerada?

¿Estuvo bien que Daemon le levantara la mano?

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Este capítulo está dedicado a Clop34zp

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