La Visita [+18]

"Abuela, espero que los días hayan sido amenos contigo y con mi abuelo. Siento haber partido de semejante forma y sin previo aviso; pero como sabéis, el trabajo es algo escaso en el gueto y no podía echar al lastre semejante oportunidad. No puedo dar una fecha aproximada de mi retorno a casa, solo os puedo implorar paciencia. Dentro de la carta tenéis un centenar de reales para aguantar una temporada, os iré mandando dinero con regularidad; por favor, cuidad de ambos y tengan cuidado allí afuera. Os quiero".

—El cartero está a punto de irse, dame la carta —ordenó Hollows.

—Ya está... —contesté, cerrando la carta y sellándola con esmero—. Por favor, dile que tenga cuidado con la carta.

Hollows me miró por unos míseros segundos, proyectando seguridad y calma en sus ojos; como siempre. Cogió la carta con cuidado y se apresuró a entregársela al cartero, quien ya estaba cruzado de brazos por mi tardanza.

—Procure que llegue, es importante —dijo Hollows a aquel hombre.

—El gueto tiene su propio servicio de correo, me niego a entrar ahí; de su carta se encargará otro una vez la entregue en la frontera del distrito —contestó con el típico tono de los que viven en el centro.

Dicho aquella frase, parecía como si el aire empezase a pesar. Una sensación extraña invadió todo el vestíbulo de la hacienda.

—Entregarás personalmente la carta, no hay más que decir —ordenó Hollows, captando la plena atención del cartero.

Este pareció haber visto un fantasma, el pelaje de su cara se erizó y sus ojos se abrieron como platos. Incluso desde mi perspectiva pude notar como sus pupilas se empequeñecían, como si estuviese mirando directamente a una luz brillante.

—Sí, claro... —dijo el cartero, cogiendo la carta con cuidado y guardándola casi con cariño en su petate azul.

Antes de poder espetar algo más este se marchó sin decir nada, avanzando a su bicicleta con movimientos adormecidos y su respiración tranquila. Al acercarme a la derecha de Hollows, y virarme para observar su rostro, este aún mantenía la mirada fija en el cartero. Una vez que Dereck cerrara las puertas el ambiente volvió a cambiar; esta vez a la normalidad, pero manteniendo aún todo el misterio de lo ocurrido. Si tuviese que explicar con palabras sinceras lo ocurrido hoy en esta sala, no me cabrían frases en la garganta para expresarme con absoluta totalidad.

—¿Has disfrutado del truco de magia? —preguntó Hollows, dando pequeños toques a mi brazo y con un tono de pura soberbia.

No quería ser demasiado duro con él, en parte fue sorprendente; pero estoy mas aterrado que cualquier otra cosa.

—Hollows... —capté su atención.

—Dime —dijo, manteniendo su tono extraño.

—Me has dejado con el cuerpo frío —le dije—. No mentiré, me ha parecido sorprendente pero...

Hollows soltó una pequeña risa, un tanto adorable para ser de él, y me miró.

—Perdona, a veces se me olvida que no eres un netopýr —dijo, en confianza—. Para la próxima te avisaré, no te preocupes.

—Llámame loco pero quiero volver a verlo —contesté.

—Eres todo un morboso, lince —dijo Hollows con un tono risueño.

Contemplé su nuevo rostro, rebosando de cierta euforia inocente, algo bastante raro para su forma de ser, pero bienvenido. Nos quedamos mirándonos un rato, como siempre hacíamos en momentos como este. Siempre que alguno de nosotros rompía el hielo, siempre acabamos por hablar de otras cosas para evitar miradas como esta; pero esta vez fue diferente: yo lo miraba, y él me miraba de vuelta... no hubo obstáculo verbal que nos impidiera seguir con ese juego de miradas tan intenso. Al poco tiempo de estar así noté a Hollows más cerca, pude notar el calor que rezumaba de su pelaje, ese calor tan ardiente que me atraía como polilla a una lámpara.

—Con vuestro permiso empezaré las preparaciones de la mascarada, maestro —interrumpió Derek, haciéndonos retomar la consciencia.

¡Cómo no! Si no íbamos a ser nosotros tendría que ser otro el que estropease el momento...

—¿Mascarada? —le pregunté a Hollows.

Hollows se alejó unos centímetros de mí y volvió a su actitud seria.

—Esta noche se celebra aquí cierta mascarada que hace muchas noches no hacíamos. Cada ciertos años es en un lugar distinto; esta vez la suerte a recaído en nosotros —explicó Hollows con todo detalle.

—Supongo que será solo de netopýres —añadí.

—No te equivocas —respondió Hollows—, por eso lo mejor es que te quedes en tu dormitorio durante todo el fin de semana. No te preocupes por el sustento, Dereck se ocupará de llevarte todo lo necesario.

¿Todo el fin de semana metido allí arriba?... La idea de no hacer nada más que dormir y mirar por la ventana, por qué es el único entretenimiento que me puedo agenciar desde mi habitación, hacía que mis ojos rodasen cansados. Aunque pensándolo mejor, y siendo muy consciente de quienes son los invitados, preferiría morirme de pesadez a ser devorado por uno de los suyos. Pase lo que pase, seguro que va a ser un fin de semana muy poco memorable.

—¿En qué piensas? —preguntó Hollows.

Su pregunta me libró de mis idas y venidas.

—Hollows, ¿enserio tendré que quedarme todos los días allí arriba? —le pregunté, con cierta incredulidad en mi tono y timbre.

Hollows me observó con ojos entrecerrados, muy extrañado por aquello que acababa de salir de mis labios.

—A no ser que tengas deseos por dejar esta vida, yo no saldría de tu habitación —explicó, agarrando con suavidad y anhelo mi mano derecha y acercándola a sus labios—. Pobre lince, muchos de mis invitados te devorarían como si fueses un pequeño tentempié, sin pensarlo —dijo con un tono bromista y juguetón mientras olía mi mano con plena delicadeza.

Cabe puntuar que muchas veces, bajo la influencia de la mera confianza conmigo, Hollows se convertía en una criatura de humor cruel y casi visceral. Cualquiera que lo oyese pensaría que se trato con psicópatas; para mí es una forma de ser especial, extraña, pero especial y que vale toda la pena explorar.

—¿Cómo definirías nuestro sabor? —le pregunté con interés—, supongo que nuestra sangre tiene un distinto sabor para vosotros.

Hollows me observó con esa sonrisa lupina tan propia de él, tan propia de una criatura que observa con orgullo su presa recién cazada.

—Eres alguien demasiado curioso, rozas muchas veces el suicidio con esos pensamientos, ¿no te da miedo? —preguntó Hollows, devolviendo mi mano a su posición original.

Antes de que pudiese soltarme, me acerqué a su torso; le clavé la mirada desde mi postura tan baja comparada a su gigantesca altitud y sonreí.

—La curiosidad mató al gato, quien murió acorde a su sed de conocimiento —le contesté.

Pude notar desde abajo como Hollows se mordía suavemente el labio, sabía desde cierto tiempo que le encantaba verme de esta forma; puede que esta haya sido la oportunidad perfecta para tontear con él y enseñar mis cartas, pero no quiero pasarme. Debo recordar quién es él, quien soy yo; y de donde vengo. 

Hollows miró al frente sin soltarme la mano y comenzó a caminar con lentitud; esperando a que yo le siguiese el ritmo.

—La sangre, como ya te habrás imaginado, tiene un sabor muy diferente para nosotros, es prácticamente un mero antónimo en lo que a sabor se refiere —comenzó a decir Hollows—. No recuerdo cómo sabe la sangre a gustos de un mortal, pero lo soléis describir como algo metálico con un gustillo latente, que se queda impregnado en vuestras papilas gustativas, como si de un picor se tratase.

—Me parece una definición acertada, ¿qué hay de vosotros? —le pregunté, tratando de seguir sus pasos lentos pero agigantados.

Hollows me acalló, pidiendo paciencia.

—Para nosotros no solo se trata del sabor, sino de la sensación. No puedo ponerle palabras a semejante experiencia. Quitarle poco a poco la vida a alguien es un hábito que despierta nuestros instintos más salvajes, nos trasladan a una época de sufrimiento y supervivencia donde el más grande disfruta consumiendo la vida del pequeño; el único problema es que nosotros nos salimos de ese esquema, nosotros somos superdepredadores; reliquias de un pasado aún más distante que han vuelto para envenenar la santidad de la naturaleza —explicó Hollows con todo poético detalle—. La sangre es poder Henry, y ya no solo lo digo por gusto a lo literario; la sangre es lo que hace crecer al netopýr y es lo que le convierte en la máquina perfecta para dominar... Por eso nuestra misión aquí es tan importante.

—Y por eso, me tendré que quedar en mi habitación... —dije a disgusto, una vez me había dado cuenta que estábamos frente a la puerta de mi dormitorio.

Hollows acarició mi espalda, buscando consolarme.

—Vendré a verte de vez en cuando, así que procura estar vestido para no llevarme sorpresas —dijo con un tono extraño.

—Eso ha sido tremendamente específico, Hollows —le dije, tratando de escrutar sus intenciones.

—No he dicho que vaya a ser una mala sorpresa —contestó Hollows, seguido de una risa pícara.

Entré a mi dormitorio, no sin antes echarle una mirada nueva a Hollows.

—Dime una cosa Hollows —le dije, captando su atención antes de que se fuera—. Supongo que debido a esta conversación que hemos tenido ya podríamos tratarnos con más confianza, ¿cierto? —terminé de decirle, acentuando mucho en la confianza.

Hollows se giró, su cara no daba crédito, parecía como si de repente hubiese descubierto el secreto de la vida.

—Nos vemos más tarde esta noche, lince... —dijo de forma provocativa— Te enseñaré más cosas de nuestra especie.

Dicho esto último Hollows cerró la puerta con lentitud, tratando de memorizar cada parte de mi rostro; el cual estaba iluminado con profundos deseos infames y carnales. Otra vez más, juntos, habíamos caído en lo que parece ser el infinito circulo vicioso de nuestro pseudo-amor. No quiero pensar que esto es algo, por lo que a largo plazo, acabaré arrepintiendo toda mi vida; estoy simple y llanamente enamorado de esa criatura, maldito el día en que me crucé con su semblante tan atractivo ¡Ni siquiera sé si el se siente igual! ¿Qué pasa si todo esto es solo un cruel juego sexual para él? ¿Qué me garantiza el no sentirme mal una vez nuestra relación, si es que de eso se tratase, culmine en algo mucho más profundo que una vez pensé? A lo mejor no debería darle tanta vuelta, prácticamente todo el mundo ha sufrido de una u otra manera en el amor, ya sea netopýr o un mortal como yo. Hacer arder mi cordura con semejantes pensamientos solo me volverá más inseguro e inquieto, estoy harto; pase lo que pase lo aceptaré, si eso significa sufrir... ¡que así sea! Poco tengo que perder...

Dediqué toda aquella mañana a escribir en mi nuevo diario, no hay que hacer mucho por este lugar, por muy impresionantes que sean las salas; Hollows me regaló ayer en la noche un pequeño cuaderno enmarcado con un cuero muy liso de color sepia, llevo escribiendo decenas de cosas al azar desde entonces, incluido lo que pasa a mi alrededor y algún que otro dibujo que nace de las preciosas vistas que tengo desde mi dormitorio a la inmensa tundra de Janet's Harbour. Echaba de menos a mis abuelos, por supuesto también a mis dos buenos amigos, llevaba una temporada larga sin saborear el ligero whiskey de su pub, sin hablar de nuestras mundanas vidas y sin imaginarnos juntos como serían nuestras vidas fuera de este lugar. Ojalá llegue el día en que todo vuelva a ser como antes... o incluso mejor. Todos estos pensamientos se cruzaban con velocidad en mi cabeza, mientras que, con mucho detenimiento, pude escuchar como Dereck y Hollows empujaban y reordenaban muebles a lo lejos. No sabía en que sitio se celebraría este extraño evento, pero por el eco de aquellos muebles pareciese como si lo fueran a festejar en el ala más alejada del vestíbulo, probablemente a decisión de Hollows y por mi presencia en este edificio. Ya entrada la tarde, cuando nuestra brillante estrella empezaba su descenso al horizonte, pude distinguir entre todo aquel ruido las pisadas de ciertos caballos e incluso los motores a vapor de algunos carros motorizados... parece que la fiesta estaba a punto de comenzar. Justo cuando prestaba todos los sentidos auditivos de mi cuerpo en escuchar aquella información tan valiosa, unos toques repentinos en mi puerta me asustaron. 

—Henry, soy yo —dijo la profunda pero clara voz de Dereck desde el otro lado—. He tocado para avisar de mi llegada, pero no abra la puerta por favor, alertará con su olor a los invitados.

—¿Mi olor? ¿Tampoco voy a poder abrir mis ventanas para que corra el aire? —le pregunté.

—Abra el armario, aprisa. Allí encontrará un perfume de lirio muy fuerte, seguro que ocultará su olor —avisó Derek, metiendo prisa.

Corrí hasta mi armario, y tras un rato revolviendo entre los pesados ropajes de seda y algodón encontré un pequeño frasco puntiagudo tirado sobre la madera de uno de los cajones interiores. Sin pensarlo mucho, y con bastante pavor, me cubrí de patas a cabeza con aquel extraño liquido; solo para darme cuenta segundos después de que el olor era extremadamente fuerte, Dereck no mentía.

—Ya está... —dije, abriendo la puerta y deseando que con la ventilación aquel intenso hedor a lirio se suavizase.

Dereck cambió su cara tan rápido como abrí la puerta, parecía haber olido algo putrefacto. Había algo diferente en él, vestía con un frac del mas puro negro y unos guantes de seda que le quedaban apretados en esas manazas tan grandes.

—Aquí tiene su cena de hoy... —dijo en un tono muy bajo— Siento la tardanza, hemos estado todo el día preparando el baile.

Su cara no tenía precio, tampoco su voz, de la cual a veces surgían casi arcadas.

—Dereck, ¿todo bien?

—Discúlpame, el lirio me da alergia... —confesó, entrando velozmente en mi habitación y dejando la bandeja con mi cena sobre el escritorio— Antes de irme, debo anunciarte que Hollows se pasará esta medianoche por tu dormitorio, no sé el motivo, lo noté algo receloso de decírmelo.

—Gracias Derek, lo tendré en cuenta —le dije, despidiéndolo rápido de mi lugar antes de que vomitase encima del delicado suelo de la Hacienda.

¿Medianoche? Espero estar plenamente despierto, conociéndolo es mejor no tentar a la suerte y estar plenamente consciente; a saber de lo que sería capaz con su naturaleza juguetona si me pilla tan vulnerable... aunque creo que despierto o no seré igual de víctima para él. Las horas pasaron, seguía escuchando la puerta del vestíbulo abrirse y cerrarse cada cuarto de hora, sin duda alguna Hollows aprovechó el gran tamaño de este edificio para albergar a todo un ejército de aristócratas chupasangres. Ya cuando la luna creciente se posó en toda su gloria sobre el cielo nocturno, unas extrañas melodías hermosas comenzaron a brotar de aquella sala tan alejada, y que para mi aún era desconocida. La curiosidad me tentaba, pero aún más fuerte era mi miedo a que me atrapasen en medio de mis planes, así que opté por quedarme en mi dormitorio, con mis orejas extendidas y escuchando a pleno rendimiento la melodiosa música de la mascarada, todo protagonizado por violines, pianos de cola y algún que otra flauta traviesa. Podía distinguir todos y cada uno de aquellos instrumentos solo son mi oído, podía escuchar a algunos de los invitados reír en carcajadas, seguramente borrachos en su frenesís de sangre y vaya a saber nuestro creador que más. Mientras disfrutaba del dulce sonido de aquellos instrumentos mi mente no podía dejar de pensar en Hollows y en aquellas palabras anteriormente dichas en la mañana. 

Casi era medianoche y allí yo estaba, esperando como todo un inútil sin saber qué hacer, sentado a los pies de mi cama. Una idea apareció fugazmente, varias veces en mi cabeza, pero era plenamente arriesgada y denegada por mi sentido común... Aún así era un pensamiento que seguía aflorando con violencia, todo por la tontería de Hollows de hacerme sentir enamorado y sonrojarme con maldad ¿Qué pasaría si le doy la grata sorpresa de darle la bienvenida a mi lugar de descanso con mi cuerpo? ¿Qué ocurriría si de forma no irónica me presentase ante él como aquel día en que me trajeron al mundo? Desnudo y sin prenda alguna que me tape, quizás solo con mi albornoz para que forme un contorno carmesí con mi cuerpo y pardo pelaje. Mucho lo pensé, y al final, sin sorpresa alguna, decidí optar por mis deseos poco profundos y ser el primero en sorprenderle. Me apresuré a quitarme la ropa, con cuidado de no arañar aquellas prendas tan preciadas y las coloqué con cariño en el armario, una vez desnudo y con mi delgada figura cubierta en vendas me dispuse a acicalar mi pelaje frente al espejo y sacar lo mejor de mi: un pelaje frondoso y suave, unas patillas de lince bien formadas y por último, mi pequeña cola trasera en forma de corazón, justo como las salvajes tribus de ciervos al Oeste de aquí.

Ya habiéndome puesto el albornoz bien suelto y procurando que me tapara muy poco, escuché a lo lejos unos pasos que se aproximaban a mi puerta. Con velocidad acerqué un diván rojo aterciopelado frente a la puerta y me acosté, con mis piernas separadas y abiertas, mostrando gran parte de mi atributo, el cual ya postraba con indicios de un intenso deseo primal.

Mi corazón se aceleró cuando noté la sombra de Hollows bajo la puerta, estaba a punto de verme por primera vez con plena intención propia y listo para todo lo que aquello significase. Vi el pomo girar lentamente, estaba a punto de desmayarme por la emoción, pero justo lo que vi asomarse a casi la altura del techo me hizo despertar, lamentablemente.

—¡Pero mira a quién tenemos aquí! Bien presentado, como a mi me gusta.

Reconocí esa voz de un sobresalto, y no era la de Hollows. Esa burla y crueldad en su voz no era la misma de mi amado labrador, su timbre es demasiado preciado para mi como para despertar semejantes escalofríos en mi cuerpo. Al alzar mi mirada al origen de aquella extraña entonación maldita, observé con mi mente inundada en miedo el rostro de aquel, que desde hace poco, había firmado con sufrimiento y sangre la superficie de mi espalda. Zoila, aquel individuo que pecaba de crueldad, se hallaba a pocos metros de mi, mirándome de reojo con esa hambre mala en sus ojos.

—¡ALÉJATE! —grité, cayendo del diván y arrastrándome hacia el ventanal de mi dormitorio con intenciones de saltar, sin importarme la caída que ello supondría. 

Pero como todo en mi vida, y sin importar lo que yo haga, el destino ya tenía otra cita conmigo; esta vez en forma de un espectro fugaz que se acercó con plena violencia hacia mi y me inmovilizó de patas a cabeza.

—No entiendo la razón de estas carreras, los mortales sabéis de sobra que lo único que se interpone entre yo y vuestros débiles cuerpos es un simple suspiro, un solo pestañeo es suficiente para cubriros con mi agarre —dijo Zoila, disfrutando de mi temor.

No volvería a ponerme a su nivel, no se me ocurriría siquiera sentir el mismo temor de aquella última vez; no estaba dispuesto a obsequiarle con ese siniestro placer. Zoila parecía estar investigando mi inquieto cuerpo bajo su firme agarre, se empeñaba a observar una y otra vez mis extremidades inmóviles, intentando encontrar indicios de algo, no sabía sus intenciones. Relajé mi cuerpo al notar como se calmaba su respiración, sus salvajes jadeos primitivos cesaron, y cedieron su lugar a un silencio sepulcral que velozmente eliminó el eco de la habitación.

—Increíble... —exclamó Zoila con un tono de lo más despectivo, aflojando su agarre poco a poco hasta liberarme por completo, parecía distraído en sus propios pensamientos.

Aproveché aquellos gloriosos segundos de libertad para agarrar mi albornoz y vestirme con cierta prisa, sin quitar la vista en todo momento de él.

—¡El Consejo temía vuestro caso con razón! —dijo con profunda sorpresa en su voz— ¿Tenéis idea de lo que significa vuestra unión?

Le miré incrédulo, ignorante de aquellas cosas que balbuceaba.

—¿Acaso crees que es normal que mantengas una conversación conmigo? —le pregunté con molestia— ¿¡Cuál es tu problema!?

Zoila me miró profundamente con decepción en su rostro, seguido de un suspiro que pude incluso sentir desde lejos. Extendió la palma de su mano en gesto de calma, tratando de alguna manera buscar la tranquilidad en toda aquella caótica situación.

—Mira, estoy cansado de trabajar mi actitud siniestra contigo, creo que ya nos hemos conocido lo suficiente para saber que toda esta "estrategia" del vampiro lujurioso es solo un juego para mi. Así que iré al grano... —explicó Zoila, rebajando su tono de voz a algo más inerte y civilizado— Sé lo que estáis haciendo aquí dentro, os he observado lo suficiente para preocuparme por El Consejo y sus extrañas políticas de disuasión; sé que hay una especie de plaga parasita asolando nuestro ganado, y no pienso quedarme de brazos cruzados observando como desde El Consejo se quedan mudos esperando a que la tormenta pase.

Había sinceridad y miedo en sus ojos, nunca había visto a Zoila de esta manera, tampoco es que lo conociera mucho para decir que esto era raro en él, pero sí conocía sus intenciones lo suficiente para barajar la rareza de su actitud.

—Hablas de El Consejo, ¿qué ayuda esperas de nosotros ante tal organización? —le pregunté, con plena curiosidad por sus respuestas.

Zoila se acercó un poco más a mi, su mueca de incredulidad dibujaba un ambiente de tensión in crescendo, lo que me incomodaba profundamente y dibujaba una mueca de disgusto en mi rostro.

—Todo lo que pasa en El Consejo es problema de cualquiera en esta ciudad, lo quieras o no... —respondió con su actitud tan invasiva mientras se volvía a acercar a mi.

—Hablas como si ese grupo de chupasangres manejase fuese importante para los de mi sangre —espeté, no dudando en hacer daño con mis palabras.

Zoila se llevó la mano a la barbilla, de nuevo, con un rostro que rezumaba cansancio.

—Lo es, manejan los hilos del Imperio desde hace mucho que tú y tus abuelos nacieran —dijo, intentando ser paciente—. Escúchame, es muy raro que El Consejo se muestre tan pasivo frente a un problema tan grave para nuestro ganado; si vosotros caéis nosotros seguiremos detrás.

Por como me estaba diciendo aquello supuse que El Consejo no era la única organización al mando de los hilos invisibles que controlaban Janet's Harbour. Sospechaba que había algo más, algo que acechaba en plena vista de todos.

—¿Nos pides ayuda? —pregunté, incrédulo al ver como Zoila había cumplido su promesa de no hacerme daño.

—No tengo elección, soy solo uno en contra de miles... —dijo, con un poco de derrota en su voz— No soy alguien cruel, Henry. Solo soy un lobo que cuida de un rebaño bastante grande.

Le observé con ligereza, admito que su frase provocó que mi pelaje se erizase por un segundo, pero conociendo la naturaleza de los netopyres... era algo "dulce" viniendo de alguien como él.

—¿Quieres responderme? Esto ya esta siendo lo bastante vergonzoso para mi —admitió Zoila mientras esperaba mi respuesta.

Puede que sea la oportunidad perfecta para ganar un aliado poderoso. Si es verdad que las conspiraciones de Hollows eran ciertas, y tiene toda la pinta que será así, Zoila podría servirnos de mucho, necesitamos a individuos que nos puedan proteger, y Hollows no es el más indicado.

—Ayudaremos en todo lo posible, pero primero hay que hablar con Hollows —le avisé, recordando que Hollows odiaba a este tipejo.

—No te preocupes, utilizaré mis encantos carismáticos para convencerle —dijo, recurriendo otra vez a su tono sarcástico de voz.

—No, no lo harás. Hollows está mas protector de lo normal desde aquello que me hiciste —le respondí, tratando que no se me quebrase la voz.

Al decir aquello, por un segundo, noté cierta aura vulnerable sobre Zoila, como si de repente hubiese bajado la guardia.

—Lo que sea... —sin más espetó— Solo procura que ese estúpido perro no se mate con sus decisiones de mierda.

Zoila se dirigió a la puerta, apunto de salir antes de que Hollows o Dereck se percatasen de su presencia, no sin antes darse la vuelta una última vez para dirigirme la palabra.

—Volveré en tres días, por la noche. Procura tener a tu perro bien amarrado —dijo, girando el pomo de la puerta—. Por cierto, es verdad lo que dicen sobre ti en El Consejo...

—¿El qué? —dije esperando cualquier barbaridad.

—Eres bastante deseable, para bien o para mal —respondió por última vez, desapareciendo velozmente tras abrir la puerta y fundiéndose con la oscuridad del pasillo.

Pues menudo rumor de mierda...








Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top