2. ENCONTRADLOS
La luz del sol entraba por la ventana de la habitación iluminando la estancia con su cálida luz. La pequeña liebre rebuscaba entre los montones de ropajes alguna prenda que pudiera ponerse para tapar su cuerpo. Las prendas estaban diseñadas para un canido, por lo cual le quedaban extremadamente grandes colmando la poca paciencia del pequeño animal. Rebuscaba en el armario de la habitación profundizando en su búsqueda hasta insertar la mitad de su cuerpo dentro de la montaña de ropa y prendas sueltas. El armario se encontraba completamente desordenado y la mayoría de las prendas de ropa estaban esparcidas por el suelo. Entre los quejidos y bufidos de Aitor se podían escuchar algún que otro insulto airado. El ambiente era ruidoso lo cual obligaba a Zenda a taparse un poco sus orejas suspirando pesadamente mientras observaba a su hermano revolver todo el lugar como una tormenta.
- Cuando termines con tus idioteces, baja a comer – gritó Zenda tratando de llamar la atención de Aitor, mientras gesticulaba con sus patas a sabiendas de que su hermano no lo miraba.
- Si, ahora bajo, ¡déjame en paz! – gritó furiosa y claramente alterado. Quería encontrar algo de ropa de su talla, estaba cansado de siempre vestir ropas que le quedaban grandes.
Zenda bajo las escaleras hacía el primer piso de la vivienda, era una casa compartida por varias parejas de animales para paliar gastos. Su sueldo de camarera de la posada no le permitía ahorrar demasiado y debía tener un control sobre el dinero que gastaba. Por ese motivo prefería vivir en una casa compartida en lugar de buscar casa propia. La cocina de la vivienda era amplía y espaciosa permitiendo que varios animales pudieran cocinar sin complicaciones, aunque a esa hora del día la mayoría de los inquilinos se encontraban trabajando o fuera de casa con sus quehaceres diarios. Mientras cocinaba se quedó pensando en el lobo que había visto hace apenas unas horas y de como su pelaje negro y ojos amarillos le hacían verse encantador de no ser por su sonrisa y actitud ariscas. Estaba perdida en sus pensamientos cuando de repente su olfato le hizo darse cuenta de algo. La comida había empezado a quemarse y rápidamente quito la sartén del fuego suspirando pesadamente, se había perdido en sus propios pensamientos tanto tiempo que casi provoca una desgracia en la cocina, menos mal que su afinado olfato pudo avisarla a tiempo.
Zenda termino de preparar la comida justo a tiempo para ver a su pequeño hermanito bajar las escaleras dando pequeños saltitos. Estaba contento y llevaba ropa abrigada de su talla.
- Espero que hayas dejado todo recogido, no quiero se vuelvan a enfadar los compañeros – decía en tono autoritario mirando a Aitor directamente a los ojos. Su mirada era como la de una madre hablándole a su hijo pequeño.
- Si, Si... lo he recogido todo. – su voz era nerviosa y tartamudeaba al responder, dando a entender que lo había dejado todo sin recoger.
Zenda volvió a suspirar llevándose su pata a la frente. Aun no sabía porque había aceptado cuidar a este pequeño demonio. La habitación quedo en silencio mientras ambos animales comían su comida. El ambiente era algo tétrico sin el bullicioso sonido del resto de comensales que solían acompañarlos. Zenda miraba la comida mientras arañaba la mesa de caoba con una de sus garras. La mesa alargada, diseñada para varios comensales, era robusta y de buena fabricación creada para poder aguantar durante años sin romperse.
- ¡Oye! – el grito de su pequeño hermano la sacó de sus pensamientos nuevamente – no me estas escuchando verdad?
Ella ni se había dado cuenta de que su hermano la estaba hablando, estaba absorta en su mente pensando en cómo gestionar el poco dinero que les quedaba hasta la semana que viene. Solía cobrar a primeros de mes y usualmente hacía finales ya se notaba las carencias que suponían un sueldo tan escaso.
- Lo lamento Aitor, estaba pensando en qué hacer con el dinero que nos queda.
El joven conejo agacho las orejas, sabiendo que parte de los problemas se debían a su comportamiento. Aunque en unos pocos segundos las volvió a levantar agitando su cabeza para espantar aquellos pensamientos, era demasiado orgulloso para admitir que se preocupaba por su hermana. Prefería mantener su fachada de chico rudo.
El silencio del lugar fue perturbado por varios golpes provenientes de la puerta principal de la casa. Golpes eufóricos y llenos de energía que parecía derribarían la puerta en cualquier momento. Aitor suspiró y se levantó dirigiéndose hacia la puerta principal.
Abrió la puerta de la casa, que chirriaba debido a la falta de mantenimiento. Al otro lado, esperando pacientemente le abrieran la puerta se encontraba un pequeño gato de pelaje blanco y ojos azules, sonreía cálidamente mostrando inocencia en cada uno de sus gestos. Movía su cola de lado a lado mientras saludaba con su pata.
- ¡Buenos días, Aitor! Espero no te hayas olvidado de nuestro viaje.
EL pequeño minino sonreía de oreja a oreja no pudiendo esconder su euforia. Se podía observar ligeras ojeras bajo sus parpados, resultado de no haber dormido de la emoción. Aitor al observar a su compañero sonrió y con voz suave le respondió.
- Te seré sincero. Se me había olvidado – respondió acariciándose la nuca suavemente – pero al menos has venido a avisarme. Así que déjame avisar a mi hermana y nos vamos Jon.
Se notaba un ligero enfado en el rostro del felino al decirle que se había olvidado de su viaje. Pero su temple cambió completamente al recibir la respuesta de su amigo. Como le había dicho, Aitor estaba preguntándole a su hermana mientras Jon observaba el lugar con curiosidad. El felino estaba inquieto, saltando y correteando por cada rincón de la casa, como si fuera la primera vez que estaba allí. Sus ojos brillaban de pura emoción fascinado por los objetos de la casa.
- ¡Guau! O bueno, ¡Miau! – reía de manera risueña mientras hablaba. Sus pequeños hoyuelos en las comisuras de sus labios le hacen parecer adorable.
Aitor se quedo un par de minutos observando la sonrisa de Jon hasta que una voz repentina le saco de sus pensamientos.
- ¿Me has oído? – decía su hermana con una mirada amenazante. Aitor no había prestado atención a las explicaciones de su hermana, pero le daba vergüenza admitir que se había quedado embobado observando el hermoso rostro angelical de aquel felino. Decidió asentir y sonreír que era lo que mejor se le daba hacer.
Zenda suspiró y abrió la puerta de la entrada de la casa, dándole el visto bueno tanto a Jon como a Aitor para salir de la casa, lo que hizo que ambos cachorros salieran disparados de la casa con una hermosa sonrisa en sus rostros.
Mientras tanto, En una enorme sala en la que había una mesa rectangular con diez sillas que flanqueaban, colocándose cinco a cada lado de la mesa. Una silla, notoriamente mejor decorada que el resto presidia la mesa en la que Mike se encontraba sentado. El resto de las sillas estaban ocupadas por los diez canes, los encargados de salvaguardar la seguridad de la aldea y la última línea de defensa ante los malhechores. El ambiente era tenso y cargado. Mike golpeó con fuerza la mesa observando a sus compañeros, mostraba sus colmillos mientras alzaba la voz claramente contrariado y molesto.
- ¡Como es posible que nadie haya podido encontrarlo!
El resto de los canes se mantenían impasibles ante los gritos del can. Muchos de ellos se habían acostumbrado a los gritos de León cuando aún era líder de la aldea y, a diferencia de los de Mike, aquellos gritos si que hacían estremecer a cualquiera. Únicamente los tres nuevos canes, seleccionados hace apenas un mes, se encontraban nerviosos tratando de buscar las palabras adecuadas para calmar al nuevo líder. Antes de que ninguno de los novatos pudiera abrir la boca Flex, mostrando su sonrisa burlona, empezó a reírse.
- ¿Qué es tan gracioso?
Pregunto Mike mirando a su querido amigo con una mirada amenazadora. El can de pelaje cerúleo seguía riéndose. Sus ojos azules resplandecían y algunas tímidas lagrimas brotaban debido a la risa que le había generado la situación. Aquella escena únicamente consiguió que Mike enfureciera aún más erizándose su pelaje y sacando sus garras.
- Tranquilo, tranquilo.
Uno de los nuevos canes se levantó tratando de calmar la situación. Se trataba de un joven macho de unos 17 años, era de constitución delgada y chapado. Su pelaje era largo de color café con algunas manchas blancas, su rostro reflejaba nerviosismo y su nariz alargada y delgada destacaba al ser de color blanco a diferencia del resto que tenían el hocico negro. El joven estaba sujetando unos papeles y suspiro pesadamente antes de empezar a hablar con voz entrecortada y temerosa.
- Señor Mike, con su permiso – el joven se aclaro la garganta y se ganó la atención del jefe, aunque la situación seguía siendo tensa – vera, he sido el encargado de seguir al can negro conocido como Jer. Y he de decir que si pude mantenerlo controlado. Lo ultimo que se supo antes de que desapareciera fue que entro en una de las casas de los vecinos del pueblo. La casa en cuestión es la de una perrita conocida como Zenda. Aunque hayamos interrogado a la canida, ella tampoco esta segura de lo que ha ocurrido. Solo recuerda... - un leve color rojizo apareció en las mejillas del chico recordando lo que le conto – bueno no es relevante para el caso. Pero ese lobo parece que solo vino a molestarla. Lo que nadie sabe es como logro salir de esa casa sin que nadie lo viera.
Mike suspiro pesadamente y gruñó mirando al resto de canes. Entonces Anubis se levantó de su asiento cansado de aquella discusión inútil.
- Vera líder, de los diez canes cinco estuvimos vigilándolo, de los cuales yo me incluyo, pero ese bastardo es muy listo y seguro lo tenía todo planeado.
El can de pelaje blanco como la nieve y ojos azules miro a su líder con una sonrisa burlona.
- Parece que conocía esta aldea. Alguien le dio la información de.... – hizo una pequeña pausa y se acercó a Mike para susurrarle al oído.
El sonido de sorpresa del can no se hizo esperar haciendo el resto de los canes miraran intrigados. Los tres nuevos reclutas eran los más impactados y curiosos. Al final Mike respondió a su fiel compañero.
- ¡No puede ser! Es información de rango uno solo 3 canes en toda la ciudad pueden saber esa información y no creo ninguno de ellos me haya traicionado.
- Lo se mi señor, lo se. Pero igual... no estas calculando todas las posibilidades.
Mike se quedo pensativo intentando descifrar el mensaje que su compañero intentaba enviarle. Anubis siempre era así, nunca decía las cosas directamente solía tratar siempre con mensajes en clave o bromas y sátiras que ocultaban una verdad. El suponía que su compañero sabía más de lo que quería llegar a decir en un lugar como este. Anubis era cauto y astuto, jamás descuidaba un solo detalle y sabía que, a pesar de ser una reunión privada, no se sabía quién podría estar escuchando. Al final descubrió una posibilidad, algo que se había escapado de su comprensión y que era el motivo por el cual Jer parecía conocer tanto sobre la aldea y sobre él. Si de verdad sus temores no eran infundados, estaba ante un gran problema.
- Quieres decir que... pero no puede-
La frase de Mike fue interrumpida por la irrupción de Acenix en la reunión se le veía agitado y con lagrimas en sus ojos. Mike iba a regañarle por entrar de esa manera en la sala, pero al ver su estado se asustó y rápidamente corrió a ver que le ocurría a su amado. Al llegar a su lado Acenix simplemente se abalanzó sobre él abrazándolo muy fuerte. Mike acarició la espalda del minino tratando de calmarlo.
- ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué estas tan agitado? – acaricio la mejilla de su amado mientras lo miraba a los ojos.
- Me han... informado que – hizo una pausa tratando de recuperar fuerzas, a que los sollozos le provocaban un nudo en la garganta – Jon ha desaparecido... junto a su amigo Aitor.
Al terminar de hablar rompió en llanto escondiendo su rostro en el pecho del can. Mike no podía creer lo que escuchaba y justo en ese momento un escalofrío recorrió su espalda comprendió lo idiota que había sido. Se giró hacía sus generales y pudo ver como sin ni siquiera hablar todos ya estaban vestidos y se habían colocado sus mascaras listos para partir con una simple orden. Mike sonrió levemente.
- ¡Grandes Canes Encontradlos! – gritó con fuerza haciendo que los diez canes salieran corriendo en distintas direcciones algunos optaron por saltar por las ventanas y los menos agiles salieron usando cuerdas o por la puerta.
Mike se dispuso a agarrar sus ropajes y armas para partir también en la búsqueda de su hijo, Flex aun se permanecía a su lado ya que era la labor del gran can defender al líder. Mike sonrió algo temeroso a su amigo y comenzó la marcha hacía la puerta.
- ¡Mike! – grito Acenix algo dudoso, tenía algo que decirle, pero no sabía si era el mejor momento – yo... tengo que decirte...
Fue interrumpido por Mike con un beso, el can acaricio las mejillas de su amado y le sonrió para calmarlo.
- Me lo contaras a la vuelta, no puedo permitirme perder más tiempo, tengo un gatito precioso que encontrar.
Acenix sonrió con un leve sonrojo por el tierno beso que recibió de su amado, asintió y le dejó marcharse mientras se acariciaba su panza pensando "Seguro, que volverá y me armare de valor para contarle sobre ti".
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Estoy Vivo!! Más o menos. Perdonad lo mucho que he tardado en subir un capitulo pero han pasado muchas cosas y no he encontrado el momento para hacerlo. Pero espero lo hayáis disfrutado e intentare subirlo más a menudo y no uno al año.
Espero estéis muy bien, no olvidéis seguirme si no lo hacéis y dejad vuestra estrellita que siempre ayuda. Cuidaos mucho que esto no es un juego y no os olvidéis de ladrar mis queridos animales de dos patas.
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