VI "La incongruencia"

La nave avanzaba sin contratiempos, sobrevolaban el aire a una velocidad vertiginosa que les hacía mantener un ritmo adecuado, era probable que llegaran a la Gran Cuidad antes del alba. Johana encendió el cigarrillo con la mano izquierda, tirando el encendedor sobre la mesa de controles y aspirando profundamente, deleitándose en la amarga nicotina tan dañina para ella. Una sonrisa suave adornó sus labios rojos. Sus ojos seguían mirando al frente, al camino despejado en la noche, pero su alrededor estaba tan vigente para ella como era posible.

—¿Fumas? —preguntó con tranquilidad, sonriendo de forma natural al escuchar el gruñido frustrado de Morgan al saberse descubierta.

—¿Hace cuánto sabes que estoy allí? —inquirió la chica, acercándose a Johana y dejándose caer en el asiento al lado suyo.

—Llegaste hace tres minutos. Tu respiración es muy fuerte y tu arrastre de pies es característico; te delatan rápidamente. Te sugiero que los controles si pretendes acosar a las personas —dijo Johana, girando para mirarla con expresión arrogante.

—No fumo —contestó Morgan, decidiendo ignorar el comentario sobre sus habilidades y la creciente frustración consigo misma.

—¿Dormiste bien? —cuestionó Johana, más por educación que por interés, pero sus ojos se desviaron hacia Morgan cuando escuchó el chasquido de su lengua.

—No mucho —admitió entre dientes.

—¿Tan malo era el contenido del USB? —adivinó Johana, señalándole con la cabeza la compuerta que se acababa de abrir, donde estaban dos hamburguesas con pan en una bandeja y dos cervezas embotelladas.

—Explicaba el sistema de emergencias de la fábrica —contestó Morgan, decidiendo darle algo con lo que distraerse. No le explicaría que en realidad era un software donde podías buscar todo sobre lo que allí había pasado, que básicamente era su base de datos grabada en vivo; eso era demasiado arriesgado. Se levantó y alcanzó la bandeja, viendo la compuerta cerrarse de inmediato.

— No es algo que importe ya, esa era la última de ellas —comentó Johana, viendo a Morgan sentarse y alcanzarle el pan con hamburguesa; puso la nave en piloto automático.

—¿Qué hiciste con ella? —preguntó Morgan en un tono calmado, dándole una mordida a su pan.

—Debe de haber volado en pedazos para este momento —afirmó Johana, cortando con los dedos un trozo del pan y llevándolo a su boca. De reojo pudo ver la expresión seria de Morgan, demasiado concentrada para estar mirando una hamburguesa—. Los cuerpos de tus amigos van en cajas en la habitación de congelación que está al lado de las celdas. No volé el sitio con ellos dentro —confesó, manteniendo una indiferencia practicada por los años.

—¿Por qué? —Morgan intentó ocultarlo, pero el desconcierto en su voz fue evidente; Johana sonrió, masticando otro trozo de pan.

—No soy un monstruo, contrario a lo que los rumores hacen creer —dijo, partiendo otra porción y dejando el resto del pan con hamburguesa en la bandeja, empujándola hacia Morgan. Abrió la cerveza con el abridor que estaba instalado debajo de la mesa de control; una mejora que Sebastian había insistido en hacer y que ella agradecía.

—No dudas de mí —afirmó Morgan, notando la tranquilidad de Johana a su alrededor; le dio la última mordida a su hamburguesa, tomando la mitad que había dejado la pelinegra de la suya.

—Pudiste haberme dejado morir, pudiste pedir por la vida de tus amigos o vuestra libertad, pero no lo hiciste —respondió Johana, dándole un trago a la cerveza—. Algo quieres al unirte a mí. No sé qué sea, pero te hizo lo suficientemente determinada como para olvidarte de todo y seguir tus impulsos. Yo respeto ese tipo de motivación —Johana la miró a los ojos, haciendo que ambas se perdieran por un instante en esa conexión—. Me recuerdas a alguien que conocí hace ocho años.

—Hace ocho años yo vivía en los campamentos e intentaba no salir de ellos —rebatió Morgan en el tono más casual que pudo imitar, sintiendo sus músculos tensarse ante ese comentario tan simple. «¿Me habrá reconocido?» Le dio un largo trago a su propia cerveza, bajando la mordida final de la hamburguesa que Johana había dejado.

—Vamos, estamos aquí —indicó Johana, quitando el piloto atomático y disminuyendo la velocidad, bajando la altura con el propósito de aterrizar.

—Estamos a horas de la Gran Cuidad todavía, ¿qué hacemos en este sitio? —cuestionó Morgan, viendo a Johana detener la nave y levantarse, sellando los controles con su huella.

No le dijo nada, simplemente salió de la sala de control, siendo seguida por una impaciente Morgan que no entendía lo que sucedía. Bruno estaba esperando con Brandon y Sebastian delante de las celdas, cada uno empujaba una camilla con los cuerpos inconscientes de los hermanos rubios y la chica de cabello oscuro que habían arrestado a la entrada del túnel; y detrás de ellos, movidos por drones, estaban los dos ataúdes negros con lazos rojos: el signo internacional de los guerreros caídos en combate.

—¿Sabes manejar uno de esos? —preguntó Johana a Morgan, señalando la plataforma de carga donde había un camión de nieve que tenía amarrado detrás las motos que ellos habían usado.

—Sí —afirmó Morgan, todavía sin entender qué pasaba, manteniendo todos sus sentidos alertas.

—Montante y bájalo —ordenó Johana, lanzando al aire las llaves que encendían el camión. Morgan las atrapó sin problemas.

Johana bajó la rampa de carga, dejando que Bruno, Brandon y Sebastian bajaran las camillas y los ataúdes primero, viendo como luego Morgan sacaba las motos arrastradas por el camión. Bajaron a los chicos de las camillas, desamarrándolos y colocándolos encima de las motos, desmontándolas del camión después de eso. Bruno llevó el camión adentro nuevamente, mientras Morgan se quedaba fuera con Johana y los demás usaban los drones para llevar dentro las camillas.

—¿Qué son esos? —preguntó Morgan, viendo a Johana pegarles unos dispositivos circulares pequeños en el lado izquierdo del pecho, en el tercer espacio intercostal.

—Dispositivos de corriente ante el shock, o mejor conocidos como DICAS. Los despertará a todos del sedante con una descarga de un voltaje adecuado –explicó Johana, colocando el último en el pecho de Claudia.

—¿Por qué haces esto? —inquirió Morgan, sin entender enteramente qué propósito tenía todo aquello para Johana.

—Te lo dije, respeto una motivación tal que te hace obtener una determinación de hierro —respondió Johana, dándole el control a Morgan y avanzando sobre la plataforma de carga—. Puedes quedarte con ellos y ser libre otra vez, o subir, cerrar la plataforma y encender lo electrodos para despertarlos. Tú eliges.

La sintió alejarse, sus pasos firmes sonando cada vez más distantes en la tranquilidad de la noche. Observó los cuerpos de sus amigos dormidos. ¿Cuánto no habían hecho ellos por ella? Pero la verdadera pregunta era: ¿Cuánto estaba ella dispuesta a sacrificar por ellos?

Volvió a repasar las preguntas atormentadoras de horas antes en la ducha, y la respuesta volvió a ser la misma. Con parsimonia se fue girando, dándoles la espalda a sus amigos, avanzando sobre la plataforma de carga hasta estar en la cima. Su mano se cerró sobre la palanca, tirando de esta hacia abajo y escuchando la maquinaria de metal cerrar el compartimento.

Se acercó a la ventana de cristal blindado, sintiendo los motores de la nave rugir mientras los volvían a encender. Percibió el movimiento lento de ellos elevándose, lo que la hizo soltar un suspiro y tocar el botón del control. Vio los cuerpos de Jasper, Jared y Claudia sacudirse de forma brusca una sola vez, y luego la conciencia fue regresando a ellos. Parecían desubicados, algo confusos y ciertamente mareados, pero no por eso pasaron por alto la nave gigantesca que se elevaba al cielo a solo metros de ellos. 

Morgan podría jurar que, durante un segundo, los ojos de Jasper la encontraron, taladrando su consciencia inexistente; pero luego la nave alcanzó altura, y cualquier pregunta que Jasper pudiera tener en los ojos para Morgan quedó en la distancia. Se quedó observando la nieve blanca hasta que sus amigos no fueron más que puntos negros, y luego desaparecieron entre los árboles cuando la nave adquirió velocidad.

Morgan dejó escapar un suspiro lento, metiendo el control en el bolsillo del pantalón y avanzando por los pasillos, llegando al ascensor, subiendo al último nivel y adentrándose nuevamente en la sala de control. Se acercó a Johana, que una vez más fumaba con tranquilidad mientras conducía la nave, dejándose caer en la silla a su lado y estirando la mano hacia ella.

—Te acepto un cigarrillo —murmuró, mirando hacia el frente e ignorado la sonrisa sarcástica y arrogante de Johana, que dejó la cajetilla en su mano junto con el encendedor.

—Ya no hay vuelta atrás, pequeña —declaró Johana, viendo a Morgan encender el cigarrillo y soltar el humo nicotínico en un suspiro fuerte.

—Nunca la hubo —admitió Morgan, dándole otra calada al cigarro mientras veía a Johana conducir. 

—Bien, Morgan, si te vas a quedar con nosotros tengo que introducirte en la base de datos —dijo Johana, activando con un botón un panel deslizador que apareció frente a Morgan.

—¿Qué es esto? —preguntó, mirando la pantalla verde con diferentes espacios de una plantilla de presentación expuesta delante suyo.

—Exacto lo que ves. Es una base de datos que recojo de todos mis efectivos —explicó Johana, sin retirar la mirada del cielo—. Se activará cuando digas "inicio" y grabará las respuestas a cada pregunta, traduciéndolo en letras escritas. Al finalizar dices “fin” y automáticamente se guarda.

Morgan miró a Johana unos instantes, decidiendo si era una obsesa del control o solo estaba loca. Era la primera vez que escuchaba de alguien que hiciera tal cosa. Nunca había visto entre los registros de los demoledores infiltrados nada que indicara una base de datos de efectivos en ninguno de los clanes. La sonrisa ladina de Johana le hizo saber que se había dado cuenta de la mirada fija de Morgan en ella, por lo que la trigueña carraspeó suavemente, acomodándose mejor en el asiento y dándole una última calada al cigarrillo antes de apagarlo.

—Inicio —dijo con voz firme, viendo como la pantalla se iluminaba—. Nombre: Morgan, nacida el 14 de junio de 2993, edad: veintiún años. Manejo todo tipo de armas, con preferencia por combate cuerpo a cuerpo. Número de muertes humanas: cuatrocientas sesenta y cuatro, número de muertes de bestias: treinta y tres. No adicciones, no familia y una sola meta en la vida… No temores —contestar el último punto había sido difícil. Era una vulgar mentira que Morgan no tuviera temores y tanto ella como Johana lo sabían, pero la pelinegra pareció dejárselo pasar—. Fin —apenas Morgan dijo eso, la pantalla se puso roja y un cartel apareció con la palabra error en mayúsculas.

—Es por el apellido, no llenaste ese punto —explicó Johana de forma tranquila, girando para mirarla y decidiendo aceptar que Morgan no quisiera hablar de su miedos.

—No tengo apellido, ya no —confesó Morgan, mirando a Johana con una sinceridad clara en sus ojos azules.

Johana miró hacia el frente, meditando la imagen de esa expresión derrotada y casi dramática de Morgan, y la forma en que era honesta al respecto. Dejó escapar un suspiro nasal ligero, presionando sus labios juntos en un gesto fruncido y apretando un botón que arrastró el panel en rojo hacia ella. Presionó su pulgar contra la pantalla, dejando que el escáner leyera su huella y de inmediato el panel volvió a ser verde brillante, en espera por la respuesta a su punto vacío.

—Invalidar apartado del apellido bajo mi autorización. ID: 23317, Johana Tyson —dijo con voz firme, manteniendo la mirada al frente.

—Apellido invalidado. Proceso de guardar completado —contestó la voz computarizada, guardando el panel de inmediato.

—¿No es eso un abuso del poder? —preguntó Morgan, internamente agradecida del gesto de Johana.

—Soy la dueña de todo esto y líder del Clan Rojo. Si alguien va a abusar del poder, obvio que seré yo —afirmó Johana, viendo de reojo a Morgan sonreír mientras se miraba las manos con aire desenfadado.

—Supongo que me acostumbraré a ello —farfulló Morgan, mirando a Johana con expresión cansada, manteniendo una indiferencia perfectamente fingida.

—Espero que no, me gusta ese aire irreverente —admitió Johana, sonriendo ante la confusión de aquellos ojos azules, antes de regresar la mirada hacia el cielo, elevando más la nave y acelerando el viaje rumbo a un nuevo destino.

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Esta interacción entre ellas es mi vida de todas las formas posibles, me encantaaaaaaa.

¿Ustedes qué dicen?

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