🌠1. Amerya🌠
Amerya
Cuando era pequeña me gustaba ver las estrellas. Solía decirles a mis padres que algún día viviría en mi propia estrella y podría recorrer el universo en ella como una especie de casa rodante futurista. Mis padres sonrían y decían que esperaban verlo algún día. En ese entonces no sabía que había un dicho para los humanos.
Se dice que cuando una persona anhela las estrellas se convierte en una, aunque eso significa que su tiempo en la Tierra se hace corto.
Cuando tenía seis años sufrí una grave enfermedad, tenía fiebre la mayor parte del tiempo. Los médicos no entendían lo que me ocurría, todos los exámenes daban negativo. No se trataba de ninguna enfermedad común y tampoco era contagiosa, pero si me debilitaba severamente. Mis padres sin pensarlo viajaron a otros planetas para encontrar nuevos médicos y profesionales en medicina alternativa que pudieran curarme.
Fue así como visitamos casi todo la vía láctea sin dar con la cura. Nadie parecía poder entender aquella enfermedad. Paso un año y cumplí siete, mi salud estaba cada vez más desgastada. No me queda mucho tiempo y mis padres empezaron a buscar un milagro.
Recuerdo haber pedido un deseo aquel día en vísperas de navidad. Deseé que mis padres no se quedarán solos, no quería dejarlos, pero si lo hacía no quería que ellos se culparan y sufrieran, quería que fueran felices.
Fue entonces cuando un milagro ocurrió. Un día sucedió el milagro, dos sujetos encapuchados, uno más alto que el otro, se presentaron en la puerta de nuestra casa, como individuos de la raza Qarukkin Minninsha. Dijeron que podían curarme, pero también que eran los únicos en todo el universo que no tenían la ambición de conquistar el cosmos, solo deseaban vivir en paz. Lo dejaron en claro, porque de algún modo no querían que mis padres siendo figuras reconocidas entre los humanos se involucran con ellos más tarde en busca de poder. Además pidieron que si mi enfermedad se curaba no los mencionaran o relacionaran con ellos.
Los habitantes de Qarukkin Minninsha hablaron con mis padres, pidieron su permiso para verme y así fue. Recuerdo el rostro de uno de ellos, tenía ojos dorados y se acercó con gentileza para poner una mano con delicadeza sobre mi cabeza, recitó algunas palabras y luego se alejó. De inmediato me sentí mejor, fue como si una brisa ligera y agradable se llevará todo el malestar que tenía. Después de eso no recuerdo lo demás, mis padres dijeron que me quedé dormida un día entero.
Lo que pasó después solo lo supe cuando mis padres me lo contaron. Según ellos aquellas personas no pidieron nada a cambio de haberme curado, solo dijeron que debía crecer fuerte y sana a partir de ese momento, y luego desaparecieron tan misteriosamente como llegaron. Aquella mañana al día siguiente de su visita, me sentía totalmente recuperada, pero visitamos un médico por la preocupación de que la enfermedad podría regresar. Después del chequeo los médicos no se lo explicaban, pero todo mi cuerpo estaba en perfecto estado, ni siquiera tenía rastros de haber sufrido aquella extraña enfermedad alguna vez.
Tal como los habitantes de Qarukkin Minninsha pidieron, mis padres jamás los mencionaron y mantuvieron el secreto de mi recuperación.
Sin embargo, mi curiosidad no se detuvo ahí y la de mis padres tampoco. Quisimos saber quienes eran, pero no había rastro de la cultura, planeta o raza Qarukkin Minninsha. Paso el tiempo y actualmente tengo diecisiete años, aunque no los he olvidado la idea de encontrarlos cada vez parecía más lejana.
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