07; La cabaña y buscar.

MIN JUNGKOOK.

No sabía qué hora era, pero tenía claro que la madrugada había llegado hace mucho tiempo. Los chicos me habían advertido demasiado que esperara un poco más y que era mejor ir con la autorización de nuestro jefe, Kim Jiyong.

Pero yo nunca seguía las reglas.

Lo hacía a mi manera y eso me había puesto entre los mejores policías de Seúl. No cambiaría ahora que un par de personas me lo decían, menos cuando esto involucra a mi madre.

Salí de mi auto cuando llegué al lugar vacío. Nunca había venido y el sólo hecho de sentir la brisa contra mi rostro, me helaba la sangre.

Cada cosa sería determinante; hasta la pista más pequeña podría darnos paso ante grandes posibilidades de llegar a la verdad.

Eran justo las cinco de la mañana, no había dormido pero aún sentía la mente más activa que otra cosa.

Pasé una mano por mis ojos, como si esto me ayudara a enfocar mejor la vista. Frunci el ceño cuando vi marcas en el piso, muy cerca al lugar donde encontraron el auto donde iban mamá y ese hombre.

Parecían ser marcas de tacón. Como si hubiesen arrastrado un cuerpo y sus zapatos dejaran la huella. Sentí la sangra hervir, definitivamente eran de mamá.

Miré a mi alrededor y cerca pude ver una pequeña cabaña. Nadie había hablado de esa cabaña entre los lugares que planeaban investigar a fondo.

No lo dudé ni un segundo, sentía que podría encontrar algo allí. Así que cuando menos lo pensé, me encontré dentro de esa cabaña vieja y pequeña.

Fijé la mirada en el piso y sentí un escalofrío en la columna cuando noté pequeñas gotas de sangre seca, en el suelo.

Mi teoría de que habían matado a mamá en otro lugar, estaba teniendo sentido.

La mente empezó a maquinar un montón de cosas, cuando menos lo pensé ya tenía miles de ideas de cómo hubiera sido todo. Era claro que teníamos que investigar ese lugar e iba a reclamarle al equipo, el no haberlo considerado.

Suspiré saliendo de la cabaña. Todo se encontraba desolado y agradecía haber venido.

Justo cuando iba a sacar mi teléfono del bolsillo— para avisarle a todos que había encontrado algo—, un dolor agudo provocado por un golpe inesperado, me nubló la vista.

Sólo sentí como mi cuerpo cayó en el duro suelo.

* * *
KIM LALISA.

— ¡Tú definitivamente no harás eso, Lisa!— Exclamó la mayor, totalmente alterada.— ¡Debiste decirnos!

Suspiré frustrada. Tuve que contarles todo. Desde los diamantes, hasta el secuestro de mi hermana. Ya no podía ocultarles nada, ellas me conocían muy bien como para seguir con todo eso.

— Lo haré. Lo haré por Rosie.— Repetí lo que llevaba diciéndoles desde hace rato.— No sé para qué les conté si reaccionarían de esta manera.

— ¿Para qué nos contaste?— Cuestionó en tono ofendido Jennie.— Lisa somos tus hermanas. Rosé lo es. No puedes ocultarnos cosas así ¿Quién te crees que eres? Además ¿En verdad creías que podrías con esto sola?

— No lo sé. Pero hubiese hecho de todo para ayudar a Rosie. Hubiese movido cielo y tierra.— Afirmé.

Jisoo suspiró y se dejó caer en la cama, su cabeza oculta entre las manos.

— ¿No tienen idea de dónde podrían estar los diamantes?

Negamos con la cabeza:— Hay que buscar.— Dijo Jennie, más como afirmación.

— Hay algo más que tengo que decirles.— Murmuré.— La empresa está en banca rota.

— ¡¿Qué?!— Chilló Jisoo, después de levantarse abruptamente de mi cama.

— Ayer cuando fui, Tzuyu me lo dijo.— Expliqué con la voz temblorosa.— Estamos muy mal. La prensa está hablando atrocidades de nosotros. Dicen que papá engañaba a mamá con esa mujer.

— Esto no puede estar pasando.— Dijo Jennie casi que inaudible.— Mamá no puede saber. Ella no se puede enterar.

Eso era algo obvio, si mamá se enteraba tal vez sufriría de un paro cardíaco después de todo lo que ha estado pasando estos días.

— Hay que encontrar esos malditos diamantes. Tenemos que buscar en todos lados.

— Tengo que viajar a Tailandia.

— No lo harás.— Me contradijo Jisoo.

Asentí con la cabeza.

— Sí lo haré y tú no vas a detenerme. Ya soy mayor de edad y tengo que salvar a mi hermana. Ese hombre sólo confía en mí y piensa que ustedes aún no saben.

— Jisoo...— Le llamó Jennie.— Lisa tiene razón. Ahora importa Rosie.

Noté como los ojos de Jisoo se humedecian un poco. Sentí ganas de llorar. También de gritar y tal vez escapar a un lugar donde estas cargas se vayan.

— No quiero que les pase nada. Soy la mayor, se supone que debo cuidarlas.

Sonreí y limpié con mi pulgar sus lágrimas.

— Todo va a estar bien.— Dije mirándolas.— Rosie va a volver.

Jennie suspiró y apoyó la cabeza en mi hombro.

— Sólo espero que esté bien.

KIM ROSÉ.

Frío.

Hacía tanto frío. Cada extremidad me temblaba y sentía los dientes rechinar. Intenté frotarme los brazos con las manos, pero parecía inútil. La temperatura se volvía cada vez más insoportable con el paso del tiempo.

La habitación en la cual estaba, se había vuelto mi propio calvario. Las mismas paredes de color gris me volvían loca y sólo quería un poco de luz entre tanta oscuridad.

Me encogí en mi puesto cuando noté que querían abrir la puerta. Esperé lo peor cuando un hombre que no conocía entró a la habitación.

Se me paró el corazón, cuando cerró de nuevo detrás de él.

— Hola.— Dijo.

Su voz eran tan profunda y escalofriante, que quise llorar de inmediato por el terror que me provocaba.

Intenté pegarme lo más que pude a la pared. Él soltó una risita.

— Tranquila. No te haré nada.

Pero no pude creerle cuando pasó sus ojos por mí cuerpo de una manera tan asquerosa, que me dieron arcadas.

— Te traje comida.

Sólo en ese momento me di cuenta de que traía un plato en la mano. No me interesó saber qué había allí, ni siquiera lo miré.

No lo miré cuando me tendió el plato, con lo que parecía ser un sándwich de pollo. Escuché como soltaba un bufido, para después dejarlo en la mesa al lado del colchón. Me acerqué más a la pared cuando se inclinó demasiado.

Tanto que el olor a alcohol invadió mis fosas nasales. Me sentí tan incómoda, que miré hacia otro lado; pero sus dedos se encargaron de que volteara la cara de nuevo, chocando esta vez con su mirada vacía.

El negro ardiente de sus ojos, me heló la sangre y quise gritar cuando sentí sus labios mojados contra mi cuello.

Puse las manos en sus hombros en un intento desesperado porque se separara. Solté un grito cuando llevó su mano hasta mi pierna y maldita sea, se sentía tan asqueroso.

— Cállate. — Masculló mientras dejaba besos en mi cuello y apretaba mi cintura para que no me moviera.

Pero no lo escuché. Seguí chillando y gritando como podía, quise escapar de su agarre que me daba ganas de vomitar. Se me nubló la vista con las lágrimas acumuladas y solté un grito desgarrador cuando amagó a desabrochar mis pantalones.

Alguien que me escuche.

Por favor.

Sentí una mano arremeter contra mi mejilla. Los anillos causando heridas leves en mi piel y el ardor provocando que mi ceño se frunciera.

Me había golpeado.

Lloré más cuando mi mente se rindió ante la idea de que se hombre abusaría de mi. Sollocé pensando que él se llevaría lo que había guardado para el amor de mi vida. Y sentí tanto repudio cuando empezó a dejar pequeños besos por mis piernas que ahora estaban descubiertas.

El cuerpo me temblaba y me sentía inmóvil bajo él. Como una maldita muñeca que podía manejar a su antojo. Era su juguete ahora mismo.

Pero de repente, ese peso dejó de sentirse. Y pensé que tal vez mis gritos habían ayudado cuando la figura de aquel hombre que me había secuestrado, apareció frente a mis ojos.

Casi suspiro de alivio cuando lo sentí lejos de mi. Con las manos temblorosas me puse de vuelta el pantalón. Esos dos hombres golpeandose y gritando cosas que no podía escuchar, me abruman aún más.

Sollocé mientras sobaba de manera brusca mi cuello. Justo donde ese hombre me había besado antes.

— Hey, no hagas eso.

Paré cuando escuché su voz. Noté que el otro hombre ya no estaba aquí y me sentí mucho más segura.

— Lo siento. — Susurró con tono dulce. — Él ya no va a estar cerca de ti. Lo prometo.— Me aseguró.

Asentí porque sentía que si hablaba, se me quebraría la voz.

— Dejaré que tomes un baño.

Alcé la mirada sorprendida antes su palabras y creo que el brillo en mis ojos le provocaron una risa que había sonado muy linda.

— Volveré de nuevo para traerte algo de ropa y cosas de higiene personal.— Me avisó.

¿Debería agradecerle? Pero... ¿Cómo? Ni siquiera sabía su nombre. Y aún así él me salvó de ese hombre. Tenía que decirle algo, así fuese un vago agradecimiento.

— Espera.— Lo detuve antes de que se marchara.

Era ahora o nunca.

— ¿Cuál es tu nombre?

Y sonrió. Sonrió de una manera tan bonita, que por un momento olvidé que me tenía secuestrada.

— Jimin.— Respondió.— Park Jimin.

Oh, Park Jimin ¿Por qué tenías que ser mi secuestrador?

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