00; Bienvenidas y salidas nocturnas
Seúl 2018.
NARRADOR OMNISCIENTE.
La chica de flequillo bajó de aquel auto negro, luciendo más que impecable. Traía puesto un vestido rojo que le quedaba ceñido, tacones de color negro y por último un pequeño bolso plateado.
Sus largas piernas formaron su camino hasta llegar a la puerta del restaurante, donde se encontraría después de un año con su familia; en especial con sus hermanas.
Kim Lalisa es una de las hijas del famoso empresario Kim Kyung; él junto a su esposa y cuatro hijas, son conocidos como una de las familias más ricas de todo Seúl. Todo esto, gracias al imperio que posee el hombre siendo dueño de una gran marca de ropa, que no sólo demanda atención en Asia sino también globalmente.
— ¡Hermana!
Aquel chillido de las tres chicas, espantó un poco a Lisa. Pero esto no fue un obstáculo para que ir corriendo a encontrarse con sus hermanas.
— Mis niñas.— Dijo cuando las tuvo en sus brazos.— Las extrañé demasiado.— Confesó al separarse un poco más y poder verlas detalladamente.
Kim Roseanne, más conocida como Rosé; era la menor de todas las hermanas. En pocas palabras era la definición de generosidad y amabilidad. Se había graduado hace poco tiempo y planeaba estudiar en Tailandia, sólo porque quería estar cerca de Lisa. Además, de que junto a sus hermanas planeaban empezar su propio proyecto en aquel país.
Kim Jisoo, la mayor de todas; ella cuidaba y protegía a cada una de sus hermanas. Se dedicaba a velar por ellas y aconsejarlas. Sus hermanas eran su mundo entero. Muchas personas decían que sería la elegida para heredar la presidencia del imperio Kim, pero nada terminaba de concretarse.
Kim Jennie, la chica impredecible; ella era una cajita de sorpresas. Fácilmente podía sorprenderte en un segundo. Odiaba a medio mundo, pero cuando se trataba de sus hermanas todo cambiaba. Nadie podía meterse con ellas o habrían problemas. Actualmente está trabajando en su propia marca de gafas, siendo la segunda de todas las hermanas en empezar su empresa de manera individual.
Se preguntarán... ¿Quién fue la primera? Lalisa fue la que decidió salir de casa y empezar su propio camino. No sólo por sus medios, sino en otro país también.
Al cumplir la mayoría de edad no dudó un segundo en tomar sus cosas y comenzar una nueva vida llena de proyectos en Tailandia. Tenía claro que no era su país, pero quería radicarse allí y empezar lo que tenía pensado hace años; dándole comienzo así, a su propio imperio de joyas.
La chica había construido en el período de un año, lo que ahora se llama Lilies's. Una de las marcas de joyas más famosas no sólo en Asia, sino internacionalmente.
— Estás hermosa, Lili.— Le dijo Jennie. Ella también se veía impecable. Lucía orgullosa aquellas gafas de su marca, que saldrían más pronto de lo esperado.— ¡No puede ser! ¡Has cortado tu cabello!— Exclamó sorprendida para después tomar un mechón de cabello.
Lisa había cortado su cabello hace poco y lo había teñido de un tono gris que le gustaba mucho. Le hacía sentir segura.
— En un par de meses lo tendrá de otro color. Nunca se decide.— Le molestó Jisoo, para después abrazarla por la cintura. Lisa sonrió.
— Mira lo que llevo puesto.—Comentó Rosé mientras posaba su collar, que era nada más y nada menos que de la marca Lilies's.
Las chicas soltaron algunas exclamaciones al ver a la rubia posar como si de una modelo se tratase y antes de que alguna pudiese decir algo, una voz las interrumpió.
— Mi hija llega y no se digna a saludarme.— Dice aquel canoso hombre.— ¿Tu madre y yo estamos pintados en la pared acaso?— Soltó mientras se cruzaba de brazos y fingía molestia.
Kim Kyung y su esposa Hana, miraban a sus hijas con expectativa; especialmente a la chica recién llegada.
Sin esperar más, Lisa corrió hasta los brazos de su padre que la correspondió de inmediato. La había extrañado demasiado.
Los padres siempre niegan tener un hijo preferido o el favoritismo entre hermanos, pero con Kyung era diferente.
Lisa, ella era la niña de sus ojos. La que capturaba su atención y a la cuál le depositaba su confianza en todos los sentidos.
Ella era su niña.
— Te extrañé, papá. — Dijo la chica sin separarse. Había olvidado cómo se sentían los abrazos de su padre, así que quiso fundirse aún más en este. No quería separarse.
— Y yo a ti, Lali.
— ¿Acaso yo sí estoy pintada en la pared?— Cuestionó una voz con cierto fastidio.
Con su madre... las cosas eran diferentes.
La señora Hana no había tomado bien que su hija se hubiese ido a Tailandia, puesto que desde ahí las cosas con Lisa habían ido en picada. Además, la mujer envidiaba y tenía celos de su propia hija; desde éxito, dinero y lujos que ella sola había conseguido, hasta la atención desenfrenada que Kyung le daba.
— Mamá. — Le llamó Lisa terminando el abrazo que tenía con su padre. Se acercó a esta y le dio uno un poco más corto.
— ¿Te quedarás mucho tiempo?
Le dolió. Ni siquiera le había preguntado cómo estaba o si la había extrañado. Todo era tan frío con ella, que no le sorprendía nada. Intentó ocultar lo mucho que le incomodó y afectó su indiferencia con sus típicas sonrisas encantadoras; de esas que te roban el aliento con una esbozada.
— Me quedaré una semana. Sólo vengo a recoger a Rosie.— Le avisó.
La mujer bufó:— Ahora todas quieren irse contigo.
— Está bien, mamá. Ustedes pueden alcanzarnos luego. Además, Rosie sólo se irá este año. Aún quedan Jisoo y Jen.— Le dijo.
Pero su madre sólo puso los ojos en blanco.
— Yo no me iré a ese país. Aquí en Corea tenemos respeto, contactos, lujos y más. Tailandia sólo sería una pérdida de tiempo. Intentaré convencer a tus hermanas. Ellas sí valen la pena.— Soltó con veneno en cada sílaba.
Lisa cerró los ojos fuertemente cuando la que llamaba su madre, le golpeó fuertemente el hombro al pasar por su lado.
Ignoró lo sucedido y como si nada hubiese pasado, sonrió ante las personas que habían invitado a la fiesta de bienvenida en su honor.
Mientras fingía que no le calaron hasta el alma, las palabras de su progenitora.
* * *
— ¡Hay otra gotera!— Gritó el chico pálido. — ¡Jungkook trae el maldito balde!— Exclamó de nuevo mientras intentaba taparlo con sus dedos. Pero las gotas eran cada vez más constantes y pesadas.
— ¡Ya voy!— Soltó el susodicho desde el otro lado de la pequeña casa.
— Mierda. La casa se está cayendo a pedazos.— Susurró el de sonrisa cuadrada. Y cuando pensó que nadie lo había escuchado, sintió un golpe en su nuca tan duro y doloroso que supo de quién era.
— ¡¿Qué te he dicho sobre maldecir?! ¡Te lavaré la boca con jabón si sigues así!— Le amenazó su madre.
Al levantar la mirada y ver cómo Yoongi desde su butaca intentaba contener la risa, deseó que aquellas goteras que tapaba levemente con sus manos, cayeran encima de él, empapandolo de todas las maneras.
— ¿De qué te ríes?— Preguntó en tono acusador.— Idiota...— Susurró.
La familia Min era una de bajos recursos, pero de altas esperanzas; todo esto en parte por la madre y centro de la pequeña familia.
A pesar de haber sido madre soltera, Min Daeun supo criar a sus tres hijos para hacerlos hombres de bien. Aunque no tenían tanto dinero y su casa se estaba cayendo literalmente a pedazos, no perdían la esperanza y luchaban por que algún día las cosas mejoraran para todos.
Min Yoongi, era el mayor de todos; una de las fuentes económicas de la familia y arquitecto en Seúl, donde vivían todos. A sus veinticinco años, su vida giraba entorno a su familia y la idea de algún día sacarlos de aquella casa en mal estado.
Min Taehyung, la alegría de la casa; él era el que traía de vuelta la esperanza y felicidad a su hogar cuando las deudas eran demasiado para ellos. Era médico en un pobre hospital de Seúl; había logrado graduarse con una beca que consiguió debido a sus buenas notas.
Min Jungkook, el menor de todos; a pesar de ser el último en la lista, se podía decir que a veces actuaba como si fuese el mayor. Desde sus acciones, hasta sus palabras en diversas situaciones, te harían pensar que él lleva las riendas de la familia. Cuando en realidad, a sus cortos veintiún años era uno de los mejores policías que se podía encontrar en Seúl. Lástima que su paga era otro asunto.
— Sólo encontré este. Los demás están puestos en los cuartos.— Soltó el menor agitado, mientras dejaba aquel balde azul oscuro debajo de la gran gotera.
Yoongi quitó sus manos del lugar y suspiró bajándose de la butaca. Hace unas semanas empezó el invierno en Seúl y ahora sus noches se basaban en tapar goteras. El hombre ya estaba cansado de aquello. No se le hacía calidad de vida tener que vivir bajo un techo que estaba con hoyos por todas partes.
Pero era lo único que tenían.
— Deberíamos ir a dormir, niños.— Les dijo su madre, poniendo una mano en el hombro de Yoongi. Sabía que se estaba tensando y haciendo un montón de ideas en su cabeza.
— Mamá, yo...— Yoongi sintió sus palabras ser cortadas automáticamente, cuando su madre le dio aquella mirada que significaba silencio rotundo.
Así que tragándose las quejas que quería hacer sobre su estado, caminó de mala gana a su habitación. Pronto sus tres hermanos fueron detrás de él.
— Hasta mañana, mamá. — Pudo escuchar entre las voces de Taehyung y Jungkook.
Sonrió dulcemente, pero esa sonrisa se transformó rápidamente en una mueca. Esperó unos minutos hasta que las luces de todas las habitaciones ocupadas por sus hijos, se apagaran.
Soltó un suspiro triste y tomó su abrigo, también el paraguas. Quiso ponerse un tapabocas pero lo dudó, así que sólo salió por la puerta principal queriendo ser totalmente silenciosa.
Lo que no sabía era que iba directamente hacia su muerte.
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