Capítulo 34
Andrea
Cuando le pregunté a mamá por qué le pidió a papá juntarnos y a tía Di traerme estas cartas hoy, en un momento difícil para mí, contestó que, siendo el caso de que estoy a punto de tomar una de las decisiones más importantes de mi vida, darme una oportunidad con Oliver o no, para ella es esencial verme cerrar ciclos. Busca que me sienta segura, por completo feliz para que, de añadir a Oliver a mi vida, lo haga porque de verdad lo amo y no porque lo necesito para seguir.
Sentada en mi cama abro la caja, reviso con detenimiento todo y acomodo el contenido sobre mi colchón. Además de las cartas hay flores, ahora marchitas; peluches, recipientes vacíos, fotos y pulseras de la amistad. «Un momento, ¿recipientes vacíos?», pienso al no encontrar lógica. Solo tienen dentro post-it con textos como «Pollo a la Andrea», «Bolitas de papa a la Andrea», «Dedos de queso a la Andrea». Todo escrito por tía Di. «Esto no me lo explicó», recuerdo. Pero ya es tarde para que la llame. Mañana.
Saco una por una las cartas, reviso el nombre y comienzo a leer. «Las han enviado durante estos años», dijo tía Di al despedirse. Sin embargo, por petición de mamá, no me las había entregado. «Primero quisimos asegurarnos de que estabas lista».
Andrea,
No te juzgué cuando escuché de ti y tu vídeo. Por el contrario, me hubiera gustado ser tu amiga; pero era difícil, ya que, según recuerdo, creías que todos los que se acercaban a ti lo hacían para burlarse.
Con cariño,
Zonia
P.D. ¡Escucha el programa de radio de Joel Burat!
—Hola Zonia —contesto en voz alta, recordando—. No tienes idea de lo difícil que fue volver a confiar.... Todavía es difícil.
Después releo la posdata «Escucha el programa de radio de Joel Burat». Lo intenté pero no me gusta. Trata sobre gente llamando al tipo para contarle historias de amor dependiendo de cuál sea el tema, gente con el corazón roto, y eso me pone nostálgica. La única vez que me vi obligada a escucharlo fue aquella noche que fui al lago con Oliver y él lo tenía sintonizado en su camioneta, e intenté poner otra cosa pero no me dejó.
Escojo otra carta.
Hola Andrea,
Te juzgué tan mal. Me burlaba de ti pensando que así me temerían los demás. De verdad lamento haberte hecho pasar por tanto. Sé que te lastimé profundamente.
Hace unos meses te vi y me dio tanta vergüenza que me escondí como cobarde.
Quisiera poder acercarme y pedirte disculpas cara a cara, pero no puedo.
Espero hayas salido adelante,
Espero me perdones,
Azul.
—No tengas miedo de acercarte, Azul —suspiro—. Hace mucho decidí no guardarle rencor a nadie. A la única que le haría daño eso es a mí.
Andrea,
Desde el fondo de mi corazón te pido me disculpes porque te hice la vida imposible sin detenerme a pensar que también soy mujer y no soy quién para juzgarte.
Atentamente,
Yeraldin Bitch.
Sí, Bitch. Ese no es mi apellido pero debería serlo porque con el tiempo comprendí que todas tenemos una puta sensual en el interior que solo la dejamos ver al hombre que, pensamos, es el indicado; mientras para el resto del mundo somos unas damitas.
Me doblo de la risa.
—Eres creativa, chica —Estoy de acuerdo.
Andrea,
Quizá sea muy tarde para esto. ¿Quién soy yo para venir a pedirte disculpas y que las aceptes? Pues nadie, pero este nadie necesita enmendar las cosas.
Lamento no haberme puesto en tu lugar.
Me pongo a pensar en cómo te sentías con las burlas de todos y me rompe el corazón pensar en lo estúpida que fui yo y muchos otros; pero éramos jóvenes, como mucho sabíamos de dónde vienen los bebés.
Atentamente,
Kaitlyn.
Los tiempos cambian, ahora se cuenta con más información a diferencia de la época en la que yo asistí a la preparatoria. Muchos caso con final triste —lamentablemente— han despertado consciencias. Por lo mismo, ser «joven» ya no es una excusa. Desde una edad temprana se nos enseña lo que está bien y está mal, y utilizar como blanco de burlas a alguien, no está bien. Tampoco es justificación el «Ella se lo merece», «Él se lo merece», «Ellos se lo merecen».
Nadie lo merece.
¿Por qué jugamos a ser juez?
¿Por qué consideramos tener la potestad moral para juzgar a alguien?
¿Por qué sentirnos por encima de alguien?
Se supone que somos el único ser vivo racional que camina sobre este planeta y nos estamos acabando entre nosotros. Nos tenemos miedo. Nos odiamos. Nos criticamos. Necesitamos de fronteras. Le tenemos terror a alguien que, en apariencia, es diferente a nosotros pese a estar seguros de que en su interior también tiene un corazón que siente.
No sabemos amar.
Andrea,
Quería disculparme por el daño que recibiste de mi parte. Me gustaría decir que me dejé llevar por los demás, pero no es así. Asumo completamente la responsabilidad de haberte lastimado para sentirme mejor conmigo misma.
Atentamente,
Iru
«Para sentirme mejor conmigo misma»
La abuela una vez me dijo que damos lo que tenemos dentro. Qué mundo tan distinto sería este si todos diéramos amor, ¿cierto?. De hecho, compartir una sonrisa con alguien que la necesita basta.
«Algunas de las fotos vienen con cartas de excompañeros que ahora sufren acoso», me doy cuenta con tristeza.
«Mi jefe me obliga a vestir faldas cortas.»
«No recibo el mismo trato desde que hice público que soy gay.»
«Después de la prepa empecé a tener problemas de sobrepeso. Ha sido horrible, Andrea.»
«Padezco de Alopecia areata y soy mujer, Andrea. ¡Soy mujer!»
«Perdí mi trabajo porque soy judío.»
«En el colegio acosan a mi sobrino de 8 años y no sé qué hacer. Me rompe el alma. A veces pienso que el karma está pasando factura por lo que te hice. Por eso te escribí para pedirte una disculpa.»
—No. Tu sobrino no tiene la culpa de nada —digo en voz alta, apartando esa carta para contestarla al terminar de leer todo. Hay muchas que quiero contestar.
Hola, Andrea
Espero no sea muy tarde para pedirte perdón por todo lo que dije, te juzgué mal y cometí un error, lo siento. Pero sobretodo, quiero empecemos de cero, que podamos ser amigas. Así que, sólo diré:
Hola, soy Geraldine. Es un placer conocerte, Andrea.
—Mucho gusto, Geraldine —sonrío, mirando la foto que, en especial, acompaña esta carta. «Debería intentar hacer más amigos y amigas», pienso. Y la foto... ¡Dios! Somos Oliver y yo con diecisiete años—. Aww, mi cabeza de gel —cuchicheo, haciendo un puchero con mi boca—. Tonto, aquí todavía tenías cara de bebé.
La chica nos la tomó de lejos mientras los dos platicábamos. ¿Una Stalker? En la parte de atrás se lee «En el fondo los shippeaba».
—¿Shippeaba? —repito, riendo—. Me gusta esa palabra.
Andrea:
No me enteré de lo del vídeo. Yo nunca me entero de los rumores o las cosas que dicen por ahí. No sé porque te escribo esto si nunca hablamos. Vivíamos como en universos paralelos. Supongo que me arrepiento de no haber prestado más atención, pero aunque lo hubiera hecho quizá tampoco habría hablado contigo. No soy buena hablando con la gente, habría tenido miedo de no gustarte y dejarles de gustar a otros.
Me alegra que, según me platicó la señora Di, ya haya pasado la tormenta y salieras mayormente seca.
De la chica que nunca se fijó.
—«Habría tenido miedo de no gustarte y dejarles de gustar a otros» —vuelvo a leer—. Querida chica que nunca se fijó —contesto, prometiéndome que también se lo diré en una carta—, si algo aprendí estos años es que primero debes gustarte tú. Si lo haces, te lo prometo: te importará poco lo que alguien más piense y, con el tiempo, la gente adecuada llegará a ti o tú a ellos.
Andrea Evich:
Probablemente esto ni siquiera llegue a ti y mis disculpas no valgan nada, pero necesito que sepas que me hiciste replantearme si vale la pena juzgar a alguien.
Posiblemente me perdí de mucho al dejarme llevar por la influencia de los demás y ese fue mi primer error. Siento no haberme tomado el tiempo de conocerte. Creo que habrías sido una excelente amiga.
Con admiración,
Sophia.
P. D. Escucha el programa de radio de Joel Burat.
Alguien más recomendando el programa de Joel Burat y no es la única:
Estimada Andrea,
Te diría perdón, pero no es suficiente por todo lo que te he hecho. Lamento que por mi culpa no hayas sabido ver lo hermosa que eres. Que por mi culpa, tus atributos quizá hasta se volvieran negativos. Creo que me duele más a mí que a ti, puesto que, tengo entendido, ahora eres alguien fuerte e independiente y seguramente ya lo superaste, pero yo no. Todavía siento culpa al recordar cómo te vi llorar tantas veces, como mordías tu labio para que no te escucháramos sollozar; como, cuando al fin encontraste alguien con quien mantenías siempre una sonrisa auténtica en la cara, todos hicimos lo inevitable para hacerte sentir peor.
No tengo nada más que decir, hice cosas imperdonables.
Todavía me atormenta saber cuánto daño te causé y espero, pese a todo, no me guardes rencor.
Nia.
Posdata: Escucha el programa de radio de Joel Burat. Creo que te llevarás una agradable sorpresa.
—¿«Una agradable sorpresa»? —murmuro.
Hola Andrea,
Antes que nada debo pedirte una disculpa. Te preguntarás, ¿una disculpa? Sí, lo sé. Nunca te juzgué, nunca vi el dichoso vídeo. Yo solo veía a una chica rubia que se escondía tras unos lentes Ray-Ban, aquella que soportaba todo tipo de burlas.
Pero sé que también causa daño aquel que no interfiere en el acoso, aquel que solo mira de lejos y calla. Y por eso, considero, de igual modo te debo una enorme disculpa.
Celeste.
Posdata: El otro día pasé por tú academia de baile. ¿Hay espacio para otra persona? Yo también vivo en Deya. Y tranquila, no le haré llegar a Oliver la información sobre dónde estás. Él mismo ha dicho que quizá no quieres que te encuentre.
—¿«Él mismo ha dicho que quizá no quieres que te encuentre?» —releo con duda. Después niego con la cabeza—. ¿Dónde di... —Doy un respingo—. No... —Siento mi boca seca—. Oliver no llamaría a un programa de radio para...
«Salió en televisión por ti, Andrea». Cubro con mi mano mi boca.
—Es que no —insisto en repetirme en lo que busco los auriculares de mi móvil para poder activar la radio. Luego busco la emisora de «Esta noche con Joel». Está sonando una canción de Blondie, pero al finalizar nadie habla. El programa ya debe haber terminado.
Vuelvo a las cartas. Hay por lo menos cuarenta. Sin embargo, no todos los que enviaron estuvieron en mi salón de clases. La mayoría, de hecho, nunca me habló; y pese a que en la preparatoria, por lo que recuerdo, éramos miles de almas conviviendo, que cuarenta se hayan tomado la molestia de comunicarse conmigo, me conmueve.
De verdad lo agradezco.
Dejo la carta de Beca al último. Viene dentro de un elegante sobre color esmeralda.
Andrea,
Cinco años han pasado desde la última vez que te vi, desde que me dije, y te dije, que no mereces ser feliz. No puedo volver el tiempo atrás. Asimismo, una disculpa no compensa mi vergonzosa manera de actuar, pero permíteme hacer algo por ti y por Oliver para tratar de solventar mis faltas.
Escucha de lunes a viernes, a partir de las nueve de la noche, el programa de radio de Joel Burat; lo reconocerás porque los radioescuchas hacen llamadas para contar sus penas de amor, además de que pone buena música. Espera atenta por favor, la llamada que necesito que escuches llegará sin falta. Por lo que sé, así ha sido durante los últimos años.
En este sobre también encontrarás una respuesta que mi abuela envió a Oliver días antes de morir y que, entonces, no quise entregarle. Él solía preguntarse por qué motivo ella les puso de pareja en el trabajo de Español. No le pareció lógico en ese momento. A Oliver le hice llegar esta respuesta al mismo tiempo que envié a la señora Di esta carta. Espero que algún día ambos puedan perdonarme.
Sinceramente,
Beca.
Apartando lágrimas de mi cara busco dentro del sobre alguna otra nota. «Aquí está» Es un cuarto de hoja doblado a la mitad.
Querido Oliver,
Mis manos tiemblan al leer.
Siempre curioso. Tan ansioso. Tan preocupado por todo. Te recuerdo con amor, ni niño.
Me preguntas por qué «escogí» a Andrea Evich como tu compañera para el trabajo de Español, y lo único que te puedo decir al respecto, y espero un día lo comprendas, es que no lo hice por ella.
Tu amiga,
Ava Pratt
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Gracias por votar y por seguirme en Instagram y Twitter como TatianaMAlonzo ♥
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