Capítulo 4: Voces
Narra April:
Me desperté más temprano de lo habitual aquella mañana, lo que la noche anterior había comenzado como una molestia en la frente, se había convertido en un horrible dolor de cabeza hasta el punto de no permitirme descansar.
Me senté sobre el alféizar de la ventana, que estaba cubierto de mullidos cojines, y observé como el sol terminaba de abrirse camino entre las escasas nubes. Apenas quedaba ya rastro alguno de los tonos anaranjados y rosados que teñían el cielo durante el amanecer.
Mi vista descendió hasta los jardines del castillo, hacía ya tres semanas del inicio de la primavera y todo rebosaba de color y vida, era genial pasear en aquella época del año.
No sé cuánto tiempo pasé mirando por la ventana, pero al cabo del rato un ruido a mis espaldas me hizo moverme. Mis amigas comenzaban a despertarse también.
Conforme avanzó el día el dolor se volvió más intenso y me fue imposible concentrarme durante las clases, era como si una voz me susurrara de manera incesante al oído y no pudiera acallarla.
Me reuní con Neville después de comer, para entonces el dolor había aumentado. Él empezó a hablar de Trevor y de su nueva fuga, pero me costaba prestarle atención.
—¿Estás bien? —me preguntó preocupado.
—Sí, es solo que me duele un poco la cabeza —respondí en un suspiro.
—Estás pálida, yo diría que tienes algo más que un simple dolor de cabeza.
—Neville, estoy bien —musité con cansancio.
—Tal vez deberías ir a la enfermería, puedo acompañarte si quieres y...
—¡No! Solo deja de agobiarme —dije aquello de manera brusca y sin pensarlo. Su rostro reflejó que estaba dolido.
—Lo siento, no era mi intención...
—No, soy yo quien debería pedirte perdón; además, creo que tienes razón, lo mejor será que vaya a la enfermería.
Esbocé una pequeña sonrisa y él me abrazó.
Neville dijo algo que no alcancé a entender y luego sonrió. Sentía mi vista algo nublada y los oídos taponados, me sentía aislada.
—Acaba con él, acaba con su vida —siseó una voz en mi mente, aquella voz que llevaba todo el día murmurando palabras que no había alcanzado a comprender.
El dolor en mi frente aumentó repentinamente tanto que creí desmayarme, me sentía como si mi cabeza fuera a estallar de un momento a otro. Me dejé caer en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y me llevé las manos a la frente. Solo quería que aquel dolor desapareciera.
Mi mano derecha se movió hacia el bolsillo de mi túnica donde guardaba mi varita, traté de impedirlo, pero parecía actuar por voluntad propia.
—Acaba con él, termina con su vida, lánzale una maldición —la voz cada vez hablaba más alto y yo no podía acallarla.
Saqué la varita de mi bolsillo y la aferré con fuerza, las lágrimas resbalaron por mis mejillas ante la impotencia de no poder parar aquello.
Sentí que Neville apoyaba la mano en mi hombro, oí que me preguntaba algo pero sonaba como un murmullo lejano.
—¡No me toques! —grité—. ¡Aléjate de mí, no quiero hacerte daño!
Él me miró confundido, pero también parecía dolido. El dolor de cabeza aumentó y Neville no se marchaba.
—¿No me has oído? ¡Vete! ¡No quiero que estés aquí! ¡Déjame sola!
Alcé la varita y me puse en pie, los alumnos se detuvieron para mirarnos. La incesante voz perdió intensidad por unos instantes al igual que el control que ejercía sobre mí, aproveché entonces para salir corriendo. Me alejé de aquel lugar, corrí todo lo rápido que mis piernas pudieron, corrí como si huyera de la voz en mi cabeza. Llegué al Bosque Prohibido donde caí de rodillas al suelo, si aquello no paraba sentía que iba a volverme loca. Chillé en un intento de desahogarme y luego simplemente lloré.
Si no me hubiera marchado, probablemente habría matado a Neville. No podía ni imaginarme mi vida sin él.
Entonces todo quedó en silencio, el dolor se desvaneció y la voz se marchó tan rápido con había llegado. Me puse en pie temblorosa, mi uniforme estaba lleno de hierba y barro, mis medias estaban rotas, mi cabello revuelto y había perdido la varita. No, no la había perdido, recordaba haberla tirado en el pasillo.
Regresé al castillo cuando empezaba a atardecer, no encontré mi varita en el suelo pero no le di mayor importancia, ya aparecería.
Mis amigas se preocuparon al verme aparecer en aquel estado, yo simplemente le quité importancia y entré a ducharme.
El agua caliente limpió la mugre y el barro de mi piel, haciéndome sentir mejor y más despejada. Disfruté del silencio en mi mente y, pronto, las dudas comenzaron a aglomerarse en mi interior. ¿Qué había pasado? ¿A quién pertenecía aquella voz? ¿Por qué quería que matase a Neville? ¿Cómo podía ejercer tal control sobre mí? Esas eran solo una pequeña parte de todas mis preguntas sin respuesta.
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¡¡¡Preeeeguntaaa!!!
¿A qué profesión del mundo mágico os gustaría dedicaros?
A mí me encantaría trabajar en San Mungo :)
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