Capítulo 19: Fin

Narra April:

Augusta, Neville y yo caminábamos en silencio por el pasillo del hospital San Mungo, los nervios nos impedían mediar palabra, haciendo que la situación fuera cuanto menos tensa.

Llegamos hasta la habitación donde habían instalado a los padres de Neville, les habíamos pedido a las enfermeras que les llevaran a un lugar con más intimidad y calma para que pudiese concentrarme mejor, claro que nadie aparte de nosotros tres sabía lo que me disponía a hacer. Quería que mis poderes siguiesen siendo un secreto para el resto del mundo, al menos de momento.

—¿Estás nerviosa? —me preguntó Neville.

Yo negué con la cabeza, y no le mentía, tenía confianza en mí misma y sabía que todo iba a ir bien.

Abrí la puerta de la habitación y acerqué una silla hasta la cama en la que se encontraba Alice. Neville besó mi frente con suavidad y se sentó junto a su abuela en un rincón alejado.

Cerré los ojos y invertí unos minutos en acallar el bullicio de pensamientos que rondaban mi cabeza, necesitaba concentración. Pasado ese tiempo, me introduje en la mente de Alice sin ninguna dificultad. Todo era caótico allí dentro y aquel desorden me desorientó por unos instantes. 

En el caso de Alice, sus conexiones cerebrales entre sus distintos recuerdos se hallaban en un completo caos. Más que un proceso de creación fue de reorganización, yo solo me dejaba guiar por mi intuición.

Cuando sentí que todo estaba bien en su mente, me retiré y me introduje en la de Frank. Allí me encontré la misma situación, por lo que solo tuve que repetir el largo y tedioso proceso. Llevar a cabo algo así requería ser una persona mínimamente paciente y persistente y, por suerte, yo lo era.

Salí de la mente de Frank también, y poco a poco fui retomando el contacto con la realidad. Cuando me concentraba tanto, ni escuchaba, ni veía, ni sentía nada, todo se limitaba a la mente.

Abrí los ojos y las luces de la habitación me deslumbraron por unos instantes.

Neville avanzó hacia mí y yo traté de ponerme en pie, pero las fuerzas me fallaron, había sido agotador.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —pregunté.

—Tres horas... ¿Te encuentras bien?

—Sí, solo algo cansada.

—Deberías volver a casa —me aconsejó Augusta.

—No, debo quedarme.

Neville me miró con cierta preocupación y dijo que iría a la cafetería a buscarme algo de comer.

—¿Cuánto crees que tardarán en despertarse? —me preguntó ella.

—Tal vez una hora o dos, tres como mucho.

Tras decir aquellas palabras, me recosté en mi asiento y saqué mi ejemplar de "Sense and sensibility" de Jane Austen.

ϟ

Narra Neville:

Seis días, ese era el tiempo que había pasado desde entonces. Todo había sido muy raro y emotivo al principio, luego, tras algunas comprobaciones médicas, mis padres se habían venido a casa. Habíamos pasado los días siguientes poniéndoles al día acerca de todo lo sucedido durante su larga estancia en el hospital.

Salí al jardín con mi taza de té y caminé hacia April, que se encontraba de pie junto al gran y único árbol que había.

Al ver a la joven de espaldas, en mi mente apareció Hazel, que había perdido a su mejor amiga en la batalla, y que se había mudado a Estados Unidos por el trabajo de sus padres. A pesar de que la recordaría con cariño, para mí ella solo había sido una amiga, ahora ya era todo historia, así que la aparté de mis pensamientos.

—Buenos días —dijo sin darse la vuelta.

Yo le devolví el saludo y rodeé con uno de mis brazos su cintura.

—¿Llevas mucho rato despierta? —le pregunté.

—Desde las seis.

Ahora que mis padres estaban en casa, ella les había cedido su espaciosa habitación y dormía conmigo.

—Espero que no por una pesadilla.

—No —contestó—, eso terminó cuando Voldemort murió. Simplemente no podía dormir más —April entonces se giró para mirarme—. ¿Hay algo de lo que quieras hablar?

—No me habrás leído la mente, ¿no? —bromeé.

—Sabes que no haría eso sin tu permiso —se defendió.

Reí ante su contestación y asentí.

—Llevo un tiempo queriendo hablar contigo de algo, en eso tienes razón.

—¿Y bien? —preguntó instándome a proseguir.

—Bueno, como supongo que pronto empezaremos a trabajar, había pensado que tal vez podríamos buscar un lugar en el que vivir juntos.

El rostro de la joven se iluminó y en él se dibujó una gran sonrisa.

—Sería genial —contestó abrazándome. 

Entramos en casa de la mano para desayunar juntos. Mientras April preparaba algo de café para ella, y yo rebuscaba en los armarios en busca de galletas, planeábamos dónde viviríamos. Mis padres estaban bien, mi abuela era feliz y mi novia y yo estábamos a punto comenzar nuestra vida juntos, en aquellos momentos no podía ser más feliz. Entonces, en un arrebato de cariño, me dirigí hacia April, que se encontraba de espaldas a mí, y la abracé con fuerza.

Ella rió y se dio la vuelta.

—Amo tus abrazos de oso —sonrió.

—Y yo te amo a ti —respondí, y acto seguido besé sus labios.



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