Capítulo 10: Comienza la batalla
Narra April:
Salía del cuarto de baño tras haberme dado una ducha y lavado los dientes, cuando mis amigas entraron de golpe en la habitación.
—¿Qué os pasa? —pregunté al reparar en sus agitadas respiraciones—. Casi parece que vengáis corriendo.
Hannah tomó asiento a la par que asentía, solo Alison parecía no estar demasiado afectada por la carrera.
—Harry, Hermione y Ron han vuelto —dijo Bonnie.
Mi corazón dio un brinco de la emoción, pero entonces el sentido común se apoderó de mi mente.
—Pero, ¿por qué han hecho eso? Aquí no tardarán en atraparles.
—Por eso tenemos que ir a ayudarles, venga, nos esperan en la Sala de los Menesteres —Alison me instó para que me diera prisa.
—Dadme solo un segundo —les pedí.
Alison bufó pero las otras dos asintieron, aliviadas porque podrían descansar un poco más.
—¿Para qué han venido? —pregunté mientras cambiaba mis pantalones de pijama por unos cómodos vaqueros.
—No nos han dicho demasiado, solo que están buscando algo que les ayudará a derrotar a Quien-Tú-Sabes —contestó Bonnie.
Me dirigí a mi baúl en busca de una camisa de cuadros que ponerme sobre mi camiseta de tirantes, al fondo de éste mis dedos se volvieron a topar con el guardapelo metálico. Lo sostuve unos instantes en la palma de mi mano antes de decidirme y colgármelo en el cuello. Me apresuré a calzarme unas cómodas deportivas bajo la atenta mirada de mis amigas y cogí mi varita en la mano derecha antes de dirigirme hacia la puerta.
Bajamos con rapidez las escaleras hasta la Sala Común, la escena que encontramos al llegar allí me obligó a reaccionar con rapidez. Harry se hallaba en el suelo con Alecto Carrow a pocos pasos de él, el dedo de la mortífaga se encontraba sobre su piel, tocando la Marca Tenebrosa de su brazo cuando alcé mi varita.
—¡Expulso! —exclamé, pero mi voz no fue la única que conjuró un hechizo. Pude escuchar un Expelliarmus por parte de Hannah y a Alison decir Petrificus Totalus.
Alecto salió disparada y chocó contra una de las paredes de piedra de la Sala Común soltando un quejido. Harry se incorporó y giró la cabeza en busca de las personas que acababan de salvarle, cuando sus ojos se toparon con nosotras esbozó una sonrisa.
Corrí hacia él para abrazarle y comprobar que se encontraba bien. Le ayudé a ponerse en pie, pero noté que las fuerzas le fallaban de pronto.
—Harry, ¿estás bien? —le pregunté, mis amigas se apresuraron a acercarse también.
—Ya viene —masculló el joven tras recuperarse—, Voldemort sabe que estoy aquí.
Un sonoro golpe en la puerta de la Sala Común nos hizo dar un brinco a todos.
—¡Alecto! —chilló Amycus desde el otro lado—. ¿Tienes al chico? —Unos instantes de silencio precedieron a otro golpe en la puerta—. ¿Vas abrir ya o tengo que echar la puerta abajo?
Otra voz se escuchó entonces tras la puerta, parecía venir de una mujer pero no alcanzábamos a escucharla con claridad. Los cinco enarbolamos nuestras varitas apuntando en dirección a la entrada, esperando a que se decidieran a pasar.
Por fin, tras una espera que se nos hizo eterna, la puerta se abrió. Amycus entró de golpe sorprendiéndonos ligeramente. Nos apresuramos a lanzar contra él nuestros hechizos y el mortífago corrió la misma suerte que su hermana.
La dueña de la segunda voz que habíamos escuchado no tardó en entrar, solo que ante ella descendimos nuestras varitas, era la profesora McGonagall.
—¡Potter! —exclamó—. Pero, ¿qué está haciendo aquí? Corre un grave peligro.
Harry se apresuró a explicarle el por qué de su llegada con premura, la profesora escuchó con ceño fruncido y expresión grave su explicación. Al finalizar de hablar el muchacho, la mujer asintió ligeramente y dijo:
—Bien, protegeremos el castillo mientras cumples las órdenes de Dumbledore —Tras soltar un pequeño suspiro, la profesora señaló a Bonnie—. Señorita Clark, busque al jefe de su casa —A continuación su mirada se posó en Alison—. Señorita Smith, vaya a por Horace Slughorn y usted Johnson busque a la profesora Sprout. Díganles que les espero en 20 minutos en el Gran Comedor junto a todos los alumnos de sus respectivas casas. Debemos comenzar la evacuación.
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Narra April:
La batalla había comenzado, todos los alumnos menores de edad habían sido evacuados con éxito y los que habíamos elegido combatir estábamos ayudando en todo lo que podíamos. Las armaduras del castillo habían cobrado vida y luchaban contra los mortífagos y hombres lobo.
Bonnie y yo luchábamos espalda contra espalda tratando de mantener a nuestros enemigos a raya, de momento nuestros reflejos no nos habían fallado. Tras desarmar a un mortífago, noté como la mano de Bonnie apretaba la mía. Miré en su dirección para comprobar con horror como decenas de arañas del tamaño de vehículos descendían por una pila de escombros.
Echamos a correr todo lo rápido que pudimos, pues eran demasiadas, aunque eso no impidió que lanzásemos algún que otro hechizo sin detenernos.
Llegamos a las puertas del Gran Comedor, o a lo que quedaba de ellas. Allí perdí de vista a mi amiga. Busqué a alguien que pudiera necesitar mi ayuda, y entonces mis ojos se posaron en Alison. Dos mortífagos la rodeaban y ella no contaba con su varita para defenderse. Corrí todo lo rápido que pude en su dirección y desarmé a uno de ellos; sin embargo, no pude impedir que el otro lanzara una maldición. Comprobé con horror como una intensa luz verde salía de su varita, solo que esta no impactó en mi amiga. Cathy, que había llegado corriendo y se había interpuesto entre ambos, caía ahora en brazos de su hermana.
—¡No! ¡Cathy! —chilló Alison abrazando a la pequeña.
Aturdí al mortífago restante y me acerqué a ella.
Los grandes ojos de mi amiga se habían anegado en lágrimas y sus piernas no resistieron mucho más el peso de su cuerpo, haciéndole caer al suelo de rodillas.
—Por favor, no me dejes sola Catherine, te necesito —masculló abrazando con fuerza el cuerpo inerte de su hermana—. Cathy... Necesito un último abrazo, una última sonrisa, por favor... —sollozó con voz quebrada.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y me acerqué a abrazar a mi amiga.
—Este no es un lugar seguro —le dije con calma—. Debemos irnos, Alison.
—No, no voy a separarme de su lado. Ella no puede estar muerta, va a volver a abrir los ojos y tengo que estar delante para protegerla —masculló librándose de mi abrazo.
Me puse en pie y me enjugué las lágrimas con la manga de mi camisa. Si no iba a moverse de allí yo tampoco lo haría, me quedaría para protegerla.
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Narra April:
Voldemort había detenido la batalla, nos daba una hora para entregarle a Harry o volvería a atacarnos. Caminaba por los pasillos en dirección a la enfermería, o a lo que pudiese quedar de ella, estaba ayudando a atender a los heridos.
Al final del pasillo divisé la figura de Neville, se encontraba sobre una pila de escombros y parecía apuntar a alguien con su varita, pero eso no podía ser posible, todos los mortífagos se habían retirado ya.
Me desvié de mi camino y, justo cuando eché a correr en su dirección para ver lo que sucedía, un intenso rayo de luz verde me cegó. Corrí todavía más rápido y no tardé en llegar hasta Neville, que yacía al pie de la pila de escombros.
—No puede ser —mascullé notando como las lágrimas resbalaban por mis mejillas—, no puedes morirte, hay muchas cosas que he hecho mal. Tienes que saber que te quiero, que nunca he dejado de hacerlo.
Mi voz se quebró y me abracé a su cuerpo sin dejar de sollozar.
—Neville...
Una risa femenina retumbó a mis espaldas, había sido una estúpida, ni siquiera me había parado a pensar en su atacante. Antes de poder ver siquiera el rostro de la causante de aquello, la oscuridad se apoderó de todo lo que me rodeaba.
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Después de esto no me siento con ánimos de preguntar nada, lo siento es que he llorado demasiado escribiendo todo el capítulo. Soy una sensible de kk, lo sé.
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