14-Mamá:
14,03 PM
El día estaba sofocante, el calor había aumentado esa semana y la falta de humedad provocaba la fea sensación de estar dentro de un horno. A Laura el sudor le corría por el rostro y había empapado su espalda, sin embargo había decidido ir a su casa caminando. Necesitaba tiempo para pensar en lo que le iba a decir a su madre y la soledad del campo le pareció el mejor ambiente para pensar. No contaba con la infección de la humanidad que allí vivía. Un vecino atinó a pasar con su destartalada camioneta Ford, que parecía desarmarse a cada hueco que pisaba. Se paró al lado de la joven mujer y le ofreció llevarla, con toda la amabilidad que podía llegar a irritarla. Laura se opuso al principio, pero terminó cediendo, derrotada por la insistencia del hombre. El viejo Ruiz era muy bueno y hablaba mucho, así que no pudo dejar de prestarle atención hasta que llegó al barrio. La dejó frente a su casa en una nube de polvo que le provocó tos.
Una mujer mayor se encontraba inclinada sobre un cantero de flores. Tenía una pala en la mano enguantada y el cabello atado en una coleta alta, con algunos mechones rebeldes cayéndole sobre el rostro sonrojado. Parecía contenta y, cuando vio a Laura, sus ojos brillaron.
—¡Mamá! —dijo la joven y caminó hacia ella.
—Mi pequeña niña. ¡No avisaste que venías! ¡Qué linda sorpresa! —la saludó, mientras besaba su mejilla empapada.
—¿Hace mucho que estás inclinada? ¿No te duele la espalda? —preguntó, Laura, tomó su mano y la ayudó a levantarse.
—Esos dolores quedaron en el pasado —replicó la mujer y sonrió.
La joven la observó con curiosidad y... algo de sorpresa. Su madre estaba más animada que de costumbre y no dejaba de sonreír. Algo había pasado, ya que normalmente el único sentimiento que mostraba su rostro era el cansancio o la tristeza. Su mirada viró hacia la casa... ¿Habría vuelto su padrastro?
—No ha vuelto —dijo la mujer, adivinando sus pensamientos, y rió—. La verdad es que estoy muy bien. Vamos adentro.
Su hija largó un suspiro de alivio y también sonrió. Dentro le contó todos los proyectos que tenía y que había tenido que dejar de lado en el pasado por diversos motivos. Laura no quiso aguar su buen humor, por lo que no le dijo el verdadero motivo de su visita.
—Tienes que comer algo, has adelgazado mucho —dijo en un momento y llamó a la criada para que le trajera comida. Laura se opuso.
—No te molestes, mamá.
—No es molestia, yo te acompañaré con un té. He optado por almorzar temprano, así ocupo mejor el tiempo —le dijo sonriente—. Y cuando termines te mostraré todas las plantas nuevas que tengo. Greta me ha dado varias.
17,00 PM
Laura se encontraba nerviosa y miraba de continuo el reloj del comedor. Había ido a visitarlas la misma Greta, amiga de su madre de casi toda la vida, y aún no se iba. Necesitaba hablar con su progenitora a solas. Había muchos temas delicados que tocar. Encima, cuando observaban un pequeño brote en el troco de una rosa, vio cómo miles de arañas salían de un hueco de la pared. La joven se sobresaltó y largó un grito del susto. Su madre la miró, confundida, ya que ella no había visto nada y su amiga frunció el ceño.
Por suerte no tardó mucho más en irse y Laura descubrió que no podía hablar. Lo intentó muchas veces sin éxito y, de ese modo, puso en alerta a su mamá.
—¿Qué pasa, cariño? Te noto rara —le preguntó.
—Hay algo que tengo que preguntarte y no sé cómo.
La mujer la miró a los ojos, preocupada.
—Dime. ¿Te han vuelto a atacar?
Laura largó un hondo suspiro, le contó de su viaje y lo que había hecho. Le contó sobre el perro, su ataque y cómo la había alterado tanto. También el descubrimiento de su hermana perdida. La mujer se quedó de piedra sin poder articular palabra, hasta que estalló.
—¡Belén está viva! ¿Estás segura? ¡Oh, Belén! ¡Belén! —se sorprendió gratamente la mujer y se levantó de la silla. No podía estarse quieta—. Pero... ¿cómo puede ser? ¿Por qué no se ha comunicado conmigo? Vivo en la misma casa de toda la vida. ¿Qué le ocurrió? ¡Oh, cariño! Perdona mi ansiedad, pero me has dejado perpleja. ¡Belén viva! ¡Mi hermana!
—Ahora se llama Sounya —apuntó Laura y comenzó con su relato.
Le contó lo que había pasado con su gemela cuando aquel lejano día salieron a jugar y ella nunca volvió. La culpabilidad de Brisa no la sorprendió en demasía, siempre lo había sospechado. La mujer se enojó.
—No entiendo cómo... ¡Cómo Brisa pudo hacer una cosa así! ¡Era solo una niña!
—Creo que porque estaba aterrorizada y era muy ingenua. Quería acabar con todo lo que le pasaba. La entiendo muy bien, vivir con miedo no es vida. Es como estar muerta, como vivir en el infierno. Aunque no sé si yo podría hacer lo que ella hizo... Ser tan joven e inocente y no ser consciente de las consecuencias de sus actos pudo ayudarla al principio, pero no después. Debió sentir culpa.
Su madre estaba horrorizada.
—¡Mis padres sufrieron mucho! ¡Mamá lloró durante meses! ¡Y ella no dijo ni una sola palabra! ¡Nunca! De niña lo comprendo, incluso puedo llegar a disculparla, pero de adulta... ¡Ella debió confesarlo! ¡Esto es inaudito!
Laura estuvo de acuerdo.
—De todos modos, Brisa estaba equivocada. La bruja la engañó. Sólo tienes una semana para escapar de la maldición.
Laura siguió con su relato. Su madre se puso blanca como el papel y el horror emanaba de sus ojos. Brisa no sólo había entregado a su hermana a unos desconocidos, sino que sabía que iban a matarla. No podía concebir que su tan querida hermana fuera capaz de sostener aquel secreto toda su vida. ¡De habérselo llevado a la tumba! Estaba segura de que ella amaba a su hermana gemela tanto como ella o eso había creído.
—Quizá por eso la atormentaba tanto su recuerdo. Yo también creo que la quería mucho —dijo la joven con benevolencia, quizá más de la que su tía se merecía.
La mujer se quedó pensativa un rato.
—Debería llamarla un día de estos e invitarla a venir —comentó.
—No creo que sea buena idea, mamá. Ella es... digamos que no es de fiar.
La mujer la miró con las manos en la cintura, se había quedado parada en el medio de la habitación... Si no era de fiar, entonces sus dichos...
—¿Quieres decir que quizá mentía?
—No, me refiero a que no tuvo una muy buena educación. Sin embargo, estoy segura de que decía la verdad. ¿Para qué inventaría una historia semejante?
Su madre se encogió de hombros. Laura aprovechó su silencio para indagar lo que había sido el objetivo principal de aquel viaje.
—Hay algo más que quisiera preguntarte, mamá. Ella me asegura que la maldición de la bruja sólo se pasa por sangre directa, es decir, de padres a hijos. No hay otra manera.
La joven la miró a los ojos. Al sentirse observada la mujer le dio la espalda. Hubo un largo silencio. Al fin Laura siguió:
—Papá no era un ángel del cielo, ¿no? No era tan bueno como siempre dijiste.
—Todos cometemos errores en la vida —la atajó, dándose la vuelta. Estaba llorando—. Eso no quiere decir que haya sido una mala persona. Tenía sus... debilidades. Nunca pensé que algún día...
La mujer se interrumpió. La infidelidad de su esposo y la traición de su hermana le dolían como una herida abierta aún después de tantos años. Era casi increíble como un error podía llegar a ser tan destructivo. No solo acababa con el amor, acababa con todo. Creía que los había perdonado y se sorprendió en descubrir que no era así. Había vestigios de rencor en su corazón herido.
—Los primeros meses de nuestro matrimonio fueron hermosos, esa es la pura verdad, hija. ¡Todavía recuerdo la bandeja del desayuno que me llevaba todas las mañanas! Sí, éramos felices. Tu padre se mudó aquí sin poner ningún reparo y se sintió cómodo... Luego, no sé por qué las cosas cambiaron. Me dijeron que era normal y no me preocupé. Hay un tiempo de adaptación... Comenzamos a pelear sólo por tonterías, al menos al principio. No obstante, comencé a ver que tenía muy buen trato con Brisa y... ¡Estaba tan celosa! No comprendía cómo a mí me trataba diferente. ¡Yo era su esposa! Tenía más derecho a su atención y a su cariño. Era cruel a veces y hostil conmigo. Las peleas subieron de tono. A veces no lo aguantaba más y se iba, pero volvía a los dos días. Sin embargo, nunca volvía por mí... siempre volvía por ella y lo dejaba bien en claro.
La mujer apretó los puños y se sentó en una silla. Trató de calmarse. No podía mirar a Laura a los ojos.
—Yo quería hijos con toda mi alma, pero no podía quedarme embarazada. ¡Los deseaba tanto! ¡Ser mamá es lo único que había querido en mi vida desde que era niña! Entré en una profunda depresión y me alejé de todos. Había días que no podía levantarme de la cama. Mi esposo ya ni siquiera me hablaba, se la pasaba todo el tiempo con Brisa.
—¿Y qué pensaba de todo esto tía Brisa?
—Sólo ella lo sabe. No decía nada, sólo que ambos se llevaban bien y eran grandes amigos. Intentó que me animara, me dijo que ya vendrían mejores tiempos, pero fue en vano —dijo y se quedó unos segundos callada, a su mente llegaban feos recuerdos. Luego prosiguió—: Sus ojos brillaban cada vez que él estaba en la habitación y pronto comenzó a competir conmigo por su atención. Me di cuenta de que estaba enamorada de él. ¡La odié por eso! ¡Deseé con toda mi alma que los demonios volvieran a atormentarla!
Poco tiempo pasó para que su embarazo se notara. Los síntomas fueron agudos y, cuando empezó a crecerle la panza, no tuvo otra opción que reconocer su pecado. Le dijo que iba a tener un bebé de su marido, que lo sentía mucho, que no lo había planeado. Esperaban mudarse juntos a otra casa en cuando naciera.
—Me volví loca... No pude mirar sus ojos vacíos y egoístas. La ataqué, la golpeé y le dije un montón de cosas que tenía atoradas en el pecho. Él pareció y nos separó. No tenía idea de lo que ocurría. Al parecer no estaba de acuerdo con que me dijeran que el niño era suyo... el muy descarado. Se enojó con Brisa y se fue de casa, como solía hacer siempre. Huía como un niño asustado.
A los tres días, sin embargo, volvió a la casa. Las peleas se esparcieron durante meses y siempre era lo mismo. El hombre huía. Un día volvió distinto, estaba preocupado por la salud de Brisa y por lo que le había dicho la bruja. Al final los tres se sentaron a hablar. Ambos amantes se irían al terminar la semana. Un amigo del hombre le había prestado una habitación. Elisa se quedó devastada. Los odiaba y no quería volver a verlos.
Al final de aquella larga y terrible semana, habían vuelto a pelear. Entonces, mientras trasladaba algunas cajas al nuevo hogar donde vivirían, el padre de Laura tuvo un accidente y falleció. Brisa quedó devastada y a la merced de su hermana furiosa. Sin embargo, ante la horrible tragedia, decidió que sería mejor que hicieran las pases. Elisa, luego de reflexionar mucho, decidió quería que volvieran a estar bien.
Las alucinaciones de Brisa volvieron con fuerza al no poder tomar sus medicamentos y el miedo se apoderó de ella. Le hizo prometer a su hermana que juntas criarían a su bebé. No obstante, el desencadenamientos de los hechos y, posteriormente, la internación de Brisa; llevó a esta a tomar la decisión de dejar la custodia de su hija a su hermana con la promesa de que la criaría como hija propia.
—Brisa no era capaz de criarte cuando no podía protegerse a sí misma. Quiero que sepas que fue su decisión y lo hizo por tu bien. Sólo pensó en su niña y dejó de lado sus egoísmos —manifestó la mujer, mientras abrazaba a su hija.
—Ella... no era como la imaginaba.
—No, tenía sus defectos...
—Horribles defectos —la interrumpió Laura sin saber cómo debía sentirse. Tenía sentimientos encontrados con respecto a su madre biológica.
—Sí, pero siempre te amó con toda su alma.
—No lo sé... Intentó matarme —replicó Laura, señalando su cicatriz y luego agregó, sin dejar que su madre respondiera—. Cuando pasó aquello, me dijiste que ella había descubierto la forma de parar la maldición que llevaba consigo.
—Es cierto.
—¿Te dijo cómo?
Hubo un prolongado silencio.
—Dijo muchas cosas... No recuerdo nada trascendental, nada que no dijera miles de veces. Me contó sobre la bruja y la maldición. En ese momento no le creía nada y poca atención le presté... Lo único que puedo recordar que fuera relevante es que dijo que la maldición estaba dentro de su niña y que había que acabar con ella.
—¿Creía que matándome acabaría todo?
—Quizás... Sólo puedo imaginar que ella se había dado cuenta de que estabas en peligro... Quizá pensemos mal, quizá sólo fue un acto de amor.
—¡Cómo puede ser un acto de amor el intentar matarme! —se quejó la joven con amargura y rencor.
—Por misericordia, para que no pasaras por lo mismo que ella. Su vida era el infierno mismo, Laura, no lo olvides. Debe haber sido una larga tortura para ella el solo hecho de respirar en este mundo —replicó su madre y largó un hondo suspiro—. De todas maneras, tiene que haber sabido de alguna forma que no comprenderemos nunca que no debías leer sus palabras. Quizás tuvo una revelación... o algo así.
La joven asintió con la cabeza.
—Así activa la maldición la bruja. Maldice las palabras o quizás los pensamientos, que luego traducimos en la escritura —manifestó Laura, mientras se llevaba las manos a la cabeza. Había comenzado a dolerle mucho.
Su madre lo notó y se preocupó.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, mamá —respondió, irritada. Era lo que menos le importaba, trataba de entender cómo resolver el problema magnánimo que tenía.
—Quiero que sepas algo, cariño. Siempre serás mi pequeña. Siempre serás mi hija —dijo, recalcando la última frase. La abrazó con fuerza, mientras lloraba sin consuelo en su hombro. Laura era suya y de nadie más.
La joven la abrazó y la besó en el cabello con profunda ternura.
—Lo sé, mamá. Para mí siempre serás mi mamá. Te quiero mucho.
Se quedó pensando. Jamás sería capaz de hacerle daño a su madre, ni a nadie más. Ese pequeño detalle la diferenciaba de su madre biológica, ella podía hacer daño y sólo pensaba en sí misma; Laura en cambio pensaba más en el bien de los demás que en el propio.
Aquella noche se quedó en casa... era su última noche.
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