Capítulo 27: La verdad
Llego al hotel unos cinco minutos tarde porque quiero hacer de cuenta que no estoy muy interesada en hablar con él.
Si llegaba temprano se iba a dar cuenta de mi ansiedad, por lo que estuve dando vueltas alrededor del edificio durante un rato. Además, también tenía que tomar fuerzas para poder sobrellevar la situación, era todo demasiado extraño.
La recepcionista me da la llave de la habitación 106 mientras me guiña un ojo. Intento no hacer ninguna mueca, pero creo que mi expresión lo dijo todo porque hace un gesto de vergüenza.
Subo por el ascensor hasta el tercer piso, y respiro hondo para calmar mi tensión. No debería estar haciendo esto, creo que me volví loca. Al llegar a la puerta noto que está abierta, así que solo entro y cierro detrás de mí. Abel ya está acá, era obvio que no iba a llegar tarde.
—Por un momento pensé que no ibas a venir —dice una voz detrás de mí.
Me tengo que sostener de la pared para no caerme. Roxana está esbozando una sonrisa tensa y me mira con interés, supongo que nota que casi no puedo respirar.
Suelta una carcajada y se acerca a mí.
—Tranquila, no te voy a matar, solo quiero que hablemos —expresa tomando mi mano y me dirige a la cama para que nos sentemos.
Trago saliva con fuerza y de repente pienso, ¿será que Abel quiere un trío? Ay, no, me muero. Ya estoy buscando la manera de escapar.
—¿Qué... qué estás haciendo acá? —pregunto al final con la boca seca. Genial, una pregunta mejor no se me hubiera ocurrido.
—Bueno, si la fiesta no viene a mí, yo voy a la fiesta —contesta sin borrar esa sonrisa de su cara, que ahora me parece asquerosa. Se dirige a una pequeña alacena y saca dos copas—. ¿Querés tomar algo? —Niego con la cabeza y chasquea la lengua—. ¡Dale, Maru! Es mi despedida de soltera, no seas amargada.
Bufo y termino aceptando el poco de vino que sirve en mi copa. Esto parece una película de terror, y juzgándola por su mirada, tengo miedo de que me mate.
—Te voy a ser sincera. Abel no sabe que vine —manifiesta sentándose junto a mí y se cruza de piernas—. ¿Por qué me mirás tan asustada?
—¿Dónde está él? —cuestiono. Rueda los ojos y toma un poco de la bebida.
—Solo está durmiendo después de la tremenda tarde llena de sexo que tuvimos, lo dejé cansado —responde. No sé porqué, pero no le creo nada—. En fin, ayer me enteré de que se iban a ver, cuando sin querer olvidó su whatsapp web abierto en la computadora que compartimos. Claro que no le dije nada, de hecho, creo que ya sabía que ustedes iban a verse a solas tarde o temprano así que... no me molesta del todo.
—Solo íbamos a hablar... —murmuro con las mejillas rojas.
—Marisa, no soy estúpida —me interrumpe—. En cuanto te vi, supe que lo iba a perder. Él todavía te ama, te amó siempre y siempre pensé en que si volvías yo no iba a poder competir contra vos, por lo que quise ser tu amiga para que no me lo robes. Lástima que no nos socializamos mucho, por eso estoy acá esta noche. Para que hagamos una amistad y entiendas el porqué no pienso devolverte a Abel.
Esta mujer está loca.
—Pero yo no te lo iba a sacar —respondo—. Solo quiero saber la verdad, que sea sincero conmigo y me diga si me engañó o no.
—Vas muy rápido, Maru. De todos modos, yo sé la respuesta, pero eso te lo voy a decir más tarde. Ahora solo te voy a proponer un acuerdo.
Vuelve a sonreír, se pone de pie y se dirige a un equipo de música para encenderlo.
—¿Qué acuerdo? —inquiero. Arqueo las cejas cuando se pone a bailar y se sirve un poco más de vino.
—¡Relajate, amiga! Estamos en mi despedida de soltera —repite haciendo énfasis en las últimas palabras—. Cambiá esa cara, no estamos en un funeral.
Decido hacerle caso, no vaya a ser que le moleste mi comportamiento y me mate. Tomo el contenido de mi copa de un trago y me sirvo más para tomar coraje. Tengo que hacer de cuenta que soy su amiga, porque siento que es una loca que es capaz de sacarme un ojo.
Después de estar un rato bailando, pide algo de comida, cosa que agradezco ya que el alcohol me hace efecto demasiado rápido.
Mientras comemos pizza, se limpia las manos con una servilleta y suspira.
—Llegó la hora —manifiesta—. La pasamos bien, ¿no? Pero ahora viene la parte más divertida.
A mí se me revuelve el estómago mientras la veo buscar algo en su bolso. Creo que va a sacar la cabeza de Abel de ahí dentro y luego me va a matar a mí, pero veo que solo saca papeles.
Al principio pienso que va a pedir que sea testigo de su casamiento como una manera de vengarse y hacerme sufrir, pero al ver lo que es, me quedo sin aliento. Es el último guión que estoy haciendo y los derechos de autor.
—Te salvé la vida —comenta—. Se los encontré a Alejandro hace unos días, él iba a vendérselos a David.
—¿Eh? ¿Por qué? —quiero saber con los ojos empañados.
—Me dijo que su papá está en bancarrota, que su madre no gana nada y que su carrera de actor apenas está empezando, por lo que no gana bien. El director le dijo que si le llevaba esto iba a pagarle un buen sueldo y además se iba a quedar con varios miles de pesos que salvarían a su familia —responde encogiéndose de hombros y hace puchero con sus labios—. Me dio un poco de pena, pero después pensé que si te robaba eso y no te lo decía, el karma me iba a golpear de la misma manera cuando Abel decidiera dejarme por vos.
Resoplo, creo que no tenía tanta seguridad como pensaba. ¿Por qué piensa que él la dejaría?
—¿Entonces? ¿Cómo se supone que debería devolverte el favor? —interrogo, porque ya sé a donde quiere llegar.
—Solo alejándote de mi prometido, es fácil. En dos días nos casamos, simplemente no aparezcas en su camino durante ese tiempo y él ya no va a estar más confundido.
—Bueno. Entonces no voy a la boda, vuelvo a casa...
—¡Ja! Tenés que estar en la boda y hacer de cuenta que estás muy, muy feliz por él y por mí, tu nueva mejor amiga. Él tiene que saber que lo dejás rehacer su vida en paz y que aprobás nuestra relación —agrega—. De ese modo, te va a olvidar porque va a pensar que ya no estás enamorada de él, ¡y fin! Todos felices. Vos con tus películas y yo con Abel.
Me quedo en silencio y frunzo el ceño. ¿Será cierto? Vuelvo a leer los papeles y sí, son originales, tienen mi firma y la fecha, es imposible que sean documentos truchos y la verdad que algo me decía que debía desconfiar de Alejandro, pero quizás ella está metida en esto también.
—Bien, voy a hacer eso —le sigo el juego—. ¿Y ahora me vas a decir la respuesta sobre si tu novio me engañó o no?
—Es que es obvio. —Bufa—. Por supuesto que no te engañó, tontita.
Aprieto la mandíbula y contengo las ganas de saltarle encima y arrancarle sus asquerosos mechones rubios. Antes me caía bien y me daba lástima, pero ahora solo la odio.
—¿Cómo estás tan segura de eso?
—Porque yo era la chica que estaba en la cama —responde con seguridad.
Me atraganto con mi propia saliva y siento que me va a dar un infarto. ¿Cómo que era ella? Entonces sí me engañó, porque... Ja, ya veo que Roxana nunca fue novia de Abel y que es alguien que lo va a ayudar a reconquistarme. Sería un buen giro, la verdad.
—Yo me acosté con Gerardo, el hijo del tipo del edificio —agrega al notar que estoy desconfiando—. Me mintió diciendo que ese piso era suyo, estaba todo muy lindo y limpio y se dio para que tuviéramos relaciones. Luego llegaste y yo me di cuenta que algo andaba mal. Encontré esa carta que le dejaste y me peleé con mi novio porque me había mentido y habíamos roto una relación por su culpa.
No puede ser cierto, esto es demasiado rebuscado. Creo que todo es un juego creado por Abel para que vuelva con él, no puede haber tanta casualidad en la vida.
—Pasaron unos años —continúa ella— y yo todavía me sentía muy mal por eso que había pasado. Yo perdoné a Gerardo y nos amigamos, pero eso me hacía peor porque yo estaba bien con mi pareja y esos que separamos... bueno, no sé, solo quería averiguar si se habían reconciliado. Le pregunté a Patricio si los conocía y él me dijo que solo sabía donde estaba Abel, que la chica había desaparecido, así que le pedí la dirección. Solo hice de cuenta que nos encontramos de manera casual en el supermercado, le pregunté si podía alcanzarme algo que estaba muy alto y él me ayudó. Nos pusimos a hablar un poco hasta en la fila del cajero y al final le pregunté si tenía novia, me dijo que no y su mirada parecía bastante triste, pero su sonrisa era preciosa. Cuando sonríe es muy lindo, ¿no?
Trato de que mis ojos no se llenen de lágrimas, siento un nudo horrible en la garganta y no puedo evitar pensar en que perdí al amor de mi vida solo porque no le pedí explicaciones.
—En fin —prosigue la rubia—, comenzamos a cruzarnos muy seguido en el supermercado, me enamoré de él y dejé a Gerardo, y empecé a salir con Abel. Tenía pensado decirle la verdad, que yo fui quien arruinó su relación, pero no pude. Él me contó la historia de ustedes y lo único que hice fue consolarlo y entenderlo. Tengo el presentimiento de que fue el destino, ¿sabés? Yo soy la adecuada para Abel, su alma gemela.
—Bueno, un alma gemela le diría la verdad... —comento, pero por cómo me mira, creo que en sus pensamientos me está matando—. Ya que está todo aclarado, ¿puedo irme? Mi amigo llega mañana, ya entendí y prometo no cruzarme en el camino de tu prometido.
—Te dejo ir, pero quiero que sepas una cosa, tengo la copia de tu guión y tu documento, si Abel me rechaza en la boda, juro que me voy a vengar con eso —agrega. Suspiro y asiento.
Con la copia no va a hacer nada, así que mucho miedo no le tengo.
—Me parece bien, pero dudo que te rechace —digo esbozando una sonrisa falsa.
Mientras nos despedimos, me da un abrazo fuerte y un beso en la mejilla.
—Perdón por tratarte así, no tenés la culpa, pero es que de verdad estoy muy enamorada...
Yo también estaba enamorada de él cuando pensé que me engañaba, y ahora que sé que ella es una de las causantes, no sé qué voy a hacer. Si le hago caso en alejarme o decirle a él la verdad y volver a intentarlo. Al fin y al cabo, sabemos que lo nuestro nunca se cerró.
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