Capítulo 21: Salud, dinero y... ¿amor?

Me siento libre cuando, después del desayuno, Alejandro decide irse. Creo que ya no estoy acostumbrada a pasar tanto tiempo a solas con un hombre, menos con un chico que se comporta extraño, que tiene demasiada libido y que, para colmo, no para de hablar.

Necesito un poco de paz y prepararme mentalmente para salir con la novia de mi ex, no entiendo cómo es que quiere ser mi amiga, ¿no siente desconfianza? ¿O será que cree en el refrán de mantener a sus enemigos cerca?

Almuerzo unas hamburguesas con rapidez y luego me pongo a limpiar el departamento. Hace una semana que estoy acá, pero todavía no había barrido, soy una sucia. De todos modos, solo estoy en casa para comer y dormir, así que no me preocupa mucho. Además, limpiar me da alergia e intento evitar el momento lo más posible, odio estornudar todo el día por culpa del polvo.

Roxana me pasa a buscar a eso de las tres de la tarde, pero no viene sola... ¿Por qué demonios tiene que traerlo a Abel? ¿Lo usa de chofer o es que me quiere hacer sufrir? Ni siquiera puedo mirarlo a la cara después de recordar que estuve con Alejandro.

Esbozo una sonrisa fingida mientras me dirijo a la puerta trasera del auto. Siento que voy a morir, para colmo ya estornudé tres veces mientras bajaba las escaleras. Creo que no fue buena idea haber limpiado justo antes de salir.

—Hola —los saludo al entrar. Me rasco la nariz de manera disimulada, me pica muchísimo.

—¡Hola, Maru! —exclama Roxana con su tono alegre—. ¿Estás bien? Pareciera que estuviste llorando.

Abel gira de inmediato para mirarme con el ceño fruncido y pongo los ojos en blanco.

—Solo es alergia —contesto—. Estuve limpiando y el polvo me hace estornudar muchísimo, es culpa de los ácaros.

Mi ex esboza una media sonrisa y vuelve a mirar al frente. Él debe recordar bien mi alergia, toda mi vida lo fui, así que cada vez que me veía limpiar me traía pañuelos de papel y ventilaba la casa. Intento no recordar esos buenos tiempos, pero a veces es difícil olvidarlos.

Él comienza a manejar mientras su novia va tarareando una canción que reconozco muy bien y me río por lo bajo. Dua Lipa y sus malditas reglas.

Mi nariz vuelve a picar y la muevo intentando no estornudar, aunque no me aguanto.

—Salud —me dice la rubia riendo en cuanto suelto el estornudo.

—Gracias —replico. Saco un pañuelo de la cartera y sueno mis mocos.

Por Dios, odio esto, no debería haber limpiado. Más bien, no debería haber aceptado la invitación. Yo pensé que íbamos a estar solo Roxana y yo, ¿por qué tuvo que venir con su novio? Chasqueo la lengua y ambos me miran con expresión curiosa, pero les hago caso omiso. Otra vez vuelvo a estornudar.

—Dinero —manifiesta la actriz.

—Ojalá —contesto soltando una carcajada.

Mis ojos se llenan de lágrimas al contener el tercer estornudo. Hasta me empiezan a dar respiraciones extrañas, inhalo y exhalo con lentitud, la nariz me pica cada vez más, pero no sale. Ellos me miran con diversión al ver que estoy tomando fuerzas para estornudar y al final se queda ahí, estoy sufriendo demasiado, maldito estornudo.

Mi respiración se tranquiliza y creo que me recupero, así que puedo relajarme. No quiero pasar más vergüenza.

Llegamos al centro comercial tras unos diez minutos de viaje. ¿En serio vamos a comprar en el lugar más caro de la ciudad? Mi billetera está llorando, creo que voy a tener que hacer de cuenta que no me entra ningún vestido o no me gusta nada.

Ellos se toman de la mano mientras caminan y a mí se me revuelve el estómago. Debo admitir que son una pareja muy linda. Yo solo me cruzo de brazos, abrazándome a mí misma.

Roxana empieza a dar saltitos en cada vidriera, chillando que le gusta esto, que le gusta lo otro... la verdad que es un poco insoportable.

—¡Maru! Ese vestido te quedaría genial —expresa señalando un vestido color coral, largo hasta los tobillos y un cuello cerrado. Arrugo la nariz y niego con la cabeza.

—Parece de monja —respondo. Abel tose escondiendo una risa y me da la razón con un leve asentimiento—. Además, yo creo que debería llevar un vestido corto, va a hacer calor y quiero estar cómoda —agrego.

—Es verdad, busquemos un vestido corto —contesta ella encogiéndose de hombros como si no le importara mucho. En cuanto me da la espalda, le hago una mueca burlona. Solo espero que nadie me haya visto.

Mis ganas de estornudar vuelven con más fuerza que antes. Mi ojo izquierdo tiembla y lagrimea, toda la gente que pasa por mi lado me mira como si estuviera loca, quizás están pensando que estoy llorando.

Me quedo atrás de mis acompañantes, haciendo de cuenta que me estoy atando los cordones, aunque solo quiero que se vayan lejos para poder estornudar en paz. Se dan cuenta de que no estoy con ellos y se detienen para esperarme, por lo que bufo y les hago una seña para que sigan caminando.

Las ganas de estornudar vuelven a desaparecer y agradezco eso. ¿Será que soy alérgica a ellos? Es lo más probable, porque cuando están lejos no me pica la nariz.

—Señora, ¿está bien? —me pregunta un hombre al verme con los ojos rojos.

—Soy señorita —digo entre dientes. ¿Tan vieja me veo? ¡Se nota que es mayor que yo y me dice señora! Hace una mueca de disculpas y se va casi corriendo.

Supongo que ese es mi problema, debo estar entrando en una crisis de edad. Mi ex se va a casar, yo tengo más de treinta, estoy soltera, me acosté con alguien más joven, quiero tener gatos y solo pienso en trabajar y en no gastar dinero. Definitivamente, necesito volver a casa y hablar con mi psicólogo sobre todo esto, aunque solo lo veo una vez por mes. Me prometo a mí misma que, a partir de ahora, voy a ir a todas las citas.

Abel se acerca con lentitud, no veo a su novia por ningún lado, así que arqueo las cejas.

—Se metió a una tienda —comenta al notar mi expresión. Esboza una sonrisa y se balancea sobre sus pies con las manos en el bolsillo—. No puedo creer que sigas teniendo alergia al polvo.

—Eso no se va con nada, dejé de tomar los antibióticos, así que... —contesto. Me pierdo un instante en su mirada color café y en aquellos hoyuelos que se le forman cuando sonríe. Hasta me dan ganas de pellizcarle las mejillas.

—¿Vos no vas a comprar nada? —quiere saber. Hago una mueca de duda.

—No creo, acá todo es carísimo y dudo que vaya al casamiento, si te soy sincera.

—Lo entiendo —pronuncia en voz baja, mirando al suelo. Resoplo.

—¿Querés que vaya? —pregunto. Se queda en silencio, creo que quiere decir que sí, pero al mismo tiempo sabe que no es correcto.

—Yo quiero que hagas lo que sientas —termina diciendo—. Voy a estar bien con cualquier cosa que elijas. Roxana sabe que fuiste muy importante para mí y ella sí quiere que estés, pero yo creo que tampoco podría ir a tu boda. Menos sabiendo que podría ser yo...

En ese momento lo interrumpo con un estornudo que me sale de la nada y me sonrojo. Creo que lo escupí un poco.

—Perdón —murmuro. Él se ríe y hace un gesto con la mano para restarle importancia mientras se limpia la cara sin dejar de sonreír.

—He tenido tu saliva en lugares peores —manifiesta mirándome con complicidad, provocando que mi cara se caliente y me atraganto por la sorpresa.

—En fin, quizás deberíamos dejar de hablar de bodas y volver con tu novia, no vaya a ser cosa que sospeche de algo —expreso con rapidez.

—Ella jamás podría sospechar de nada, es muy inocente. Y, además, no le doy motivos.

Prefiero quedarme en silencio. Caminamos hasta el negocio en el que Roxana se metió hace cinco minutos y un instante después sale llena de bolsas.

—¡Maru! ¿Dónde estabas? —cuestiona. Se me escapa un nuevo estornudo.

—Intentando contener mi alergia —contesto. Suelta una carcajada y me mira con lástima, es un gesto que me hace odiarla demasiado. Me hace sentir inferior.

Ella camina, Abel la sigue como perro faldero y vuelvo a quedarme atrás. A la mierda el dinero, tengo que comprarme un vestido espectacular e ir a esa maldita boda. Es obvio que ella quiere demostrar que es quien se quedó con el premio, pero en cuanto él la engañe, así como me hizo a mí, se va a arrepentir y ahí voy a ser yo la que mire con lástima.

Los tres entramos a un negocio donde venden ropa formal. Ella toca cada cosa que ve, mientras Abel se ve bastante aburrido haciendo de cuenta que mira trajes, aunque se esconde detrás de los maniquíes y siento su mirada sobre mí. Cada vez que levanto la vista, me está observando. Le saco la lengua y niega con expresión divertida.

—¿Encontraste algo que te guste? —interrogo cuando me acerco a él.

—Creo que sí —responde mirándome de arriba abajo. Le doy un golpe juguetón en el brazo y carcajea—. Ya sé, estás hablando de ropa.

—¡Marisa! —exclama Roxana detrás de mí. Bufo y pongo mi mejor sonrisa cuando me dirijo a su lado. Me muestra un vestido rojo, corto y lleno de brillos. Vuelvo a negar.

—No, voy a parecer un semáforo —digo—. Mejor uno negro.

—Va a parecer que vas a un funeral —comenta haciendo una mueca de disgusto.

Excelente, es como un funeral para mi pobre y muerto corazón.

—¿Entonces de qué color? —interrogo.

—Menos blanco o negro, cualquiera. De blanco no porque así voy a estar yo y no quiero ser opacada —replica.

—Entiendo —murmuro. Veo un vestido rosado a lo lejos y me acerco para examinarlo mejor. Es corto, tiene un escote corazón con pequeñas perlas, la espalda abierta, se ve sexy y sofisticado al mismo tiempo. Creo que me lo voy a probar.

Lo saco del perchero y me meto en el probador. Me desnudo rápidamente y me lo pongo con la misma velocidad, pero me doy cuenta de que tiene un botón justo a la altura de la espalda baja y no encuentro el agujero para meterlo. Maldita sea.

Me asomo por la puerta buscando ayuda, a ver si encuentro a Roxana o alguna chica que atienda, pero Abel aparece en mi campo de visión.

—¿Qué pasa? —me pregunta al verme con mala cara.

—Que no puedo terminar de probarme esto porque hay un botón que no alcanzo.

—Te ayudo —dice con firmeza. Me empuja para dentro del probador y trago saliva al sentir sus manos rozando mi piel desnuda mientras intenta abrocharme el vestido. Una corriente eléctrica me recorre el cuerpo—. Listo —agrega casi sin aliento. 

Intento agradecerle, pero me salen tres estornudos juntos, uno atrás del otro.

—Amor —susurra cruzando sus ojos con los míos a través del espejo.

Esboza una sonrisa triste y sale del probador, dejándome sola y con el corazón latiendo a mil por hora. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero esta vez no es por la alergia, si no por lo que siento por él. Sé que ya no vamos a poder estar juntos, y acabo de darme cuenta de que sigo amándolo tanto como siempre.

-----

Ganadora del sorteo @MaraPa094 mandame un mensaje por privado :D

Probablemente hago un nuevo sorteo dentro de poquito, gracias por leer!!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top