Capítulo 16: Una cita inesperada

La noche duró menos que un pestañeo.

Eduardo durmió un poco y se fue en cuanto vio los primeros rayos del sol. Yo lo acompañé hasta la puerta y luego me volví a acostar, pero creo que no descansé nada de nada. No recargué energía y tengo más sueño ahora que cuando me acosté.

Bufo mientras me preparo una taza de café y como un pedazo de pan. Siento que la pobreza me está respirando en la nuca.

Suspiro y me siento a desayunar mientras reviso mis notificaciones. Tengo poca vida social, no tengo nada nuevo, pero me quedo leyendo el mensaje de Abel y su invitación al hotel. Me citó dos días antes de su boda y mi amigo no paraba de hacerme burla y fastidiarme diciendo que le tenía que hacer una despedida de soltero. Sacudo la cabeza, no voy a acostarme con él. Me lo repito mil veces para autoconvencerme, pero cada vez que lo digo, me siento más insegura. Mi cuerpo me va a traicionar, lo sé.

Una bocina extraña me llama la atención y me asomo por la ventana. Una moto estacionada me confirma mi pensamiento y pongo los ojos en blanco en cuanto suena el timbre. Respondo por el contestador y el portero anuncia que un joven llamado Alejandro quiere subir.

—¡No, yo bajo! ¡Que me espere cinco minutos! —exclamo en un grito antes de colgar.

Estoy despeinada, ni siquiera me bañé y todavía falta una hora para ir al estudio. ¿Por qué querría subir? Es obvio que tiene otras intenciones.

Vuelve a sonar el timbre y contesto de mala gana.

¡Está subiendo, no me hizo caso! —comunica Patricio. ¡Solo tiene un trabajo y no es capaz de hacerlo bien!

Chasqueo la lengua y dos minutos después tocan la puerta.

—¡No te voy a abrir! —le digo.

—¡Por favor, Marisa! ¡Ya te dije que no te voy a comer! —responde con tono suplicante.

Abro de golpe y él cae hacia delante, como si hubiera estado apoyado. Cuando recupera el equilibrio me observa de arriba abajo y esboza una sonrisa.

—Lindo pijama —comenta mirando mi atuendo. Una camisa larga y desgastada, que era negra y terminó siendo gris. Hago una mueca de disgusto y me cruzo de brazos.

—Si vas a venir para criticarme... —comienzo a decir, pero me interrumpe.

—Tenemos una cita —pronuncia. Suelto una carcajada sarcástica—. De verdad, ¿qué día es hoy?

—¿Viernes?

—Es sábado, bombona. No me digas que ibas a ir al estudio.

—No puede ser sábado —murmuro buscando mi celular para mirar la fecha—. Anoche dijiste "nos vemos mañana".

—Exacto, por la cita —replica manteniendo la sonrisa. Arqueo las cejas—. Te llevo a conocer a mi mamá, esto es serio, eh.

—¿Estás loco? ¡Yo no pienso conocer a tu mamá! Ni siquiera sos mi novio como para...

—¿Te acordás que te dije que ella es tarotista? Bueno, te conseguí un lugar para que te tire las cartas. ¿Todavía tenés ganas o le digo que te arrepentiste? —expresa dejándome callada. Trago saliva, pero termino asintiendo.

—Está bien, vamos, solo dame unos diez minutos para bañarme y cambiarme —murmuro—. ¿Querés café?

Niega con la cabeza sin quitarme los ojos de encima y siento mis mejillas calientes.

—Puedo afirmar que sos más hermosa recién levantada que cuando estás arreglada en el rodaje —manifiesta dando un paso hacia mí, pero yo doy uno hacia atrás.

Sus ojos verdes brillan con una mezcla de excitación y diversión que me pone los pelos de punta y repaso su cuerpo con mi mirada. Está mejor vestido que ayer, con una camisa blanca y un pantalón de jean que le queda bastante favorecedor. Me alejo antes de que pueda agarrarme.

—Mientras me esperás, podés ver la tele o lo que quieras —agrego dirigiéndome a la habitación para buscar ropa.

—¿Lo que quiera? —pregunta—. ¿Te puedo ver desnuda en la ducha?

—Me vas a ver desnuda en tus sueños —respondo con seriedad, aunque cuando me encierro en el baño no puedo evitar sonreír.

Este chico está loco, pero creo que detrás de esa máscara de mujeriego se esconde un tipo muy dulce. Quizás sí debería darle una oportunidad. Además, me vino a buscar un catorce de febrero. Puede parecer una tontería, pero para mí es una fecha muy linda y me deprimo si estoy sola.

Me tomo mi tiempo para bañarme. Teniendo en cuenta que es sábado y que no es mi culpa que él haya venido demasiado temprano, decido relajarme bajo el agua. Hasta que pasa lo peor.

El agua se terminó y yo sigo con el pelo lleno de burbujas. Chasqueo la lengua e intento enjuagarme con el hilito de agua que cae, pero no alcanza para nada. Siempre pasa lo mismo, el tanque del edificio no dura mucho y con todos los habitantes bañándose se agota en diez minutos. Salgo del baño envuelta en la toalla, enjabonada y con mala cara.

Alejandro alza la vista de su teléfono y me mira de arriba abajo antes de soltar una estruendosa carcajada.

—¿Te quedaste sin agua? —pregunta.

—No, voy a ir a una fiesta disfrazada de recién salida de la ducha —contesto de manera irónica. El rubio sonríe y vuelve a recorrer mi cuerpo. Sé que no puede ver nada, pero igual me siento incómoda.

—Bueno, me uno a la fiesta —expresa haciendo amago de quitarse la camisa. Me atraganto con mi propia saliva y el muy maldito se vuelve a reír—. ¿Qué vas a hacer?

—Nada, tengo que esperar unos diez minutos hasta que haya agua otra vez —replico bufando y sentándome en el sillón—. Podés irte si querés, me pasás a buscar después.

—¿Y perderme el espectáculo? ¡Ni loco! —exclama divertido.

Pongo los ojos en blanco y él se sienta junto a mí. Su mirada es tan intensa que la siento casi perforándome.

—Perdón por no avisarte antes que iba a venir —dice en voz baja, cortando el silencio—. Sé que es una cita inesperada, pero pensé que iba a sorprenderte... sé que me odiás, pero no sé, vos me caes bien.

—No te odio —contesto con rapidez—. Lo que pasa es que tu actitud es un poco chocante, sos arrogante y eso me molesta.

—No soy arrogante, soy seguro y sé lo que quiero.

—¿Y qué querés? —cuestiono. No debí preguntar eso, se acerca un poco más a mí y acaricia mi labio inferior con la yema de su pulgar. No puedo evitar observar sus labios y suelto un suspiro ante su roce.

—Quiero besarte como si no hubiera un mañana —murmura con un tono tan sensual que me sonroja.

—¿Y qué te impide hacerlo? —quiero saber en un susurro. Se relame los labios y me mira con un gesto interrogante, arquea una ceja y pasa una mano por mis hombros descubiertos.

—¿Querés que lo haga? —inquiere unos centímetros más cerca de mi rostro.

Mis ojos se clavan en los suyos. Su tono verde está un poco más oscuro, brillante. Verlo tan de cerca me hace prestar atención a algunos pequeños detalles, como un par de pecas en su nariz o que tiene un mechón de pelo más rubio que los demás. Muerdo mi mejilla interior y aguanto las ganas de decir que sí.

—No —respondo ahogándome con mis palabras. Esboza una sonrisa.

—¿Segura? —pregunta. Asiento y luego suelto un bufido de alivio en cuanto se aleja—. Sé que tu cuerpo quiere, pero voy a respetar lo que diga tu corazón —agrega con aire filosófico.

Está por ponerse de pie, pero lo detengo tomándolo de la mano y lo miro fijo.

—Gracias —le digo—. Si bien es una cita inesperada, igual te quiero agradecer por pensar en mí y hacerme compañía.

—Hace días que estoy pensando en vos —replica encogiéndose de hombros. Mira su reloj y suspira—. Creo que deberías ir a sacarte el shampoo o te van a quedar los pelos duros.

Me río y hago un sonido afirmativo mientras me levanto, pero me tropiezo con la pata de la mesa ratona y termino cayendo justo sobre sus piernas, con la toalla a medio poner. En un intento de ayudarme, me toma de la cintura, pero no fue la salvación. Es una posición bastante sensual, y mi cuerpo lo desea. A él, al maldito nene caprichoso.

—Perdón —expreso antes de salir corriendo y meterme en el baño.

Definitivamente, es una cita inesperada, pero aún más inesperado es lo que estoy sintiendo por Alejandro en este momento. Entro a la ducha y me sumerjo en el agua fría con la esperanza de calmar el revoltijo de hormonas y emociones.

No tengo que caer en sus juegos, solo resistir la tentación de probar sus labios. ¿Lo lograré para el final del día? No tengo idea, pero por ahora tengo que fingir que lo sigo odiando y que nada de lo que haga me va a calentar. 

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