Capítulo 11: Quizás es más que solo músculos

Eduardo está tardando tres siglos en elegir la canción, ya subió a cantar tres veces, una más borracho que la otra, y el asiento vacío a mi lado se llena con Ale, quien no dejó de mirarme en toda la noche. Bufo y él sonríe.

—¿Tan mal te caigo? —inquiere arqueando una ceja. Asiento con la cabeza y se ríe—. ¿No será que te gusto, pero querés apartar ese sentimiento con odio?

Suelto una carcajada sarcástica y ruedo los ojos. ¿Así o más engreído? Mi amigo finalmente elige Torero de Chayanne y no puedo evitar reír por su baile introductorio. Ale me observa con los ojos entrecerrados y le devuelvo el gesto.

—¿Me decís una cosa con sinceridad? —cuestiona.

—Depende de qué —contesto conteniendo las risas en cuanto Eduardo se pone a ladrar la letra.

—Esta mañana en el set no estabas intentando darle celos a tu amigo, porque se nota de acá hasta la luna que es gay —expresa—. Entonces, ¿a quién querías darle celos?

—Es una larga historia —digo. Mira su reloj.

—La canción dura tres minutos, creo que te da tiempo de sobra.

—Está bien. —Suspiro y decido contarle, de todos modos, tampoco es que estoy haciendo nada malo—. El novio de Roxana es mi ex, creí que lo había superado, pero al parecer no. Todavía lo quiero, pero ellos se están por casar y estoy intentando alejarlo y olvidarlo por todos los medios posibles...

—Eso último no te lo creo, porque si no aceptarías estar conmigo —me interrumpe. En eso tiene razón, así que hago un gesto afirmativo.

—Mirá, sos muy lindo y todo, pero me das miedo —afirmo. Suelta una carcajada y me dedica una mirada curiosa—. Sos como un torbellino y yo no estoy acostumbrada a que me lleven por delante.

Se me queda viendo con expresión pensativa y se encoge de hombros.

—Es cierto, soy muy seguro de mí mismo. ¿Qué tiene eso de malo? Además, tampoco es que te voy a partir al medio, como mucho vamos a romper la cama —contesta como si estuviera hablando de algo sumamente normal—. Yo no creo que el sexo conmigo sea el verdadero problema, ¿qué es lo que realmente pasa?

«Si hay que ser torero
Poner el alma en el ruedo
No importa lo que se venga
Pa' que sepas que te quiero
Como un buen torerooooo
Me juego la vida por tiiii
». Chilla mi amigo interrumpiendo nuestra charla para sacarnos carcajadas.

—Ahora, hablando en serio —vuelve a llamar mi atención—, ¿cuál es el problema con que estemos juntos?

—La edad —replico. Pone los ojos en blanco.

—Algo que te creas —me dice—. No creo que sea le edad, no me llevas ni diez años, Marisa. Probablemente nacimos en la misma década.

—No, yo nací en el ochenta y nueve y vos en el noventa y cinco —manifiesto mirando mis uñas. Se ríe entre dientes y suspiro—. Siendo sincera, el problema es que nunca tuve un cierre con mi ex, yo lo dejé sin siquiera decirle chau, solo le escribí una nota plagada de insultos.

—¿Y eso por qué? —inquiere arqueando las cejas.

—Porque me engañó. Bah, él dice que no me engañó, que era el hijo del portero del edificio en nuestra habitación con otra mujer. Yo no lo creo...

Mi amigo termina de cantar y elige She Bangs de Ricky Martín. Lo animo gritando un poco y luego vuelvo a mirar a Ale, sus ojos verdes expresan diversión y misterio.

—Le gusta mucho cantar —comenta observando a Eduardo. Suelto una carcajada y asiento.

—Ama el karaoke.

—Se nota... Entonces, volviendo a nuestro tema, no querés estar conmigo porque sentís que no cerraste la relación con tu ex —dice con tono afirmativo.

—Se podría decir que sí.

—Terminá esa relación, te espero —pronuncia esbozando una sonrisa. Lo miro como si estuviera loco—. ¿Qué?

—¿Por qué habrías de esperarme? Podés tener a quien quisieras.

—Sí, pero te quiero a vos —expresa viéndome con intensidad. Trago saliva y me sonrojo evitando su mirada.

—No entiendo, ni siquiera me conocés.

—Leí tu biografía en Wikipedia. Sos de piscis, guionista, te recibiste a los veintidós años, a los veintitrés te contrató TVNovels para que seas una de las guionistas principales de sus novelas, te mudaste a Buenos Aires para estudiar, pero volviste a Santa Fe y escribiste diez novelas antes de que elijan tu guion como película. —Me quedo en silencio. ¿Todo eso dice Wikipedia sobre mí?—. Además, también sé que sos una mujer fuerte, divertida, tenés un amigo gay y un pasado que te atormenta... Y sos tremendamente hermosa.

Que un chico tan lindo como él me diga eso, me sube un poco la autoestima, y debo admitir que no es tan tonto como pensaba. Quizás es más que solo músculos, parece tener un poco de corazón y cerebro.

—Bueno, pero yo no sé nada sobre vos —digo buscando alguna excusa para seguir llevándole la contra.

—Me llamo Alejandro, soy de aries, tengo veintiséis años, soy modelo desde los dieciocho y actor hace unos tres años. Y como ves, también me gusta cantar. Además, me gusta salir, me gustan las mujeres, el sexo y el rock. —Eso último no era tan necesario—. Nací en esta ciudad y quiero mudarme a Estados Unidos. ¿Algo más?

—¿Creés en los signos? Porque hiciste un poco de hincapié en eso.

—Mi mamá es tarotista y astróloga, así que sí.

—Quiero que me tire las cartas —digo entusiasmada—. ¡Me encantan esas cosas místicas!

—Le voy a decir —responde sonriendo. Mi amigo se acerca a la mesa con cautela y Alejandro se levanta—. En fin, pensá en eso del cierre y después hablamos —agrega antes de volver con sus amigos.

Eduardo vuelve a sentarse y me observa con interés.

—Tuve que cantar dos canciones juntas para dejarlos hablar —expresa—. Parecían muy entretenidos, ¿qué pasó?

—Descubrí que es más que solo músculos —respondo chasqueando la lengua—. Y que me conoce más de lo que pensaba porque leyó sobre mí en Wikipedia.

—¡Ah! Leyó lo que subí.

—¿Vos subiste toda mi historia a esa página? —interrogo atónita. Asiente con la cabeza y llama a la camarera para pedir un poco de agua—. ¿Con qué necesidad?

—Bueno, hay gente que es fan de tus novelas, por si no lo sabías. Esa gente debe saber quién es Marisa. —Se encoge de hombros.

Hago una mueca. Los guionistas nunca son famosos, sus películas o series sí, pero casi nunca se sabe quién es el escritor de dicha obra y eso es algo que me gusta, seguir formando parte de algo importante, pero no tener la suficiente fama como para ser atacada en la calle.

—¿Y qué más te dijo?

—Le hablé algo de mi historia con Abel y me dijo que iba a esperar a que le dé un cierre a esa relación, así podía estar con él —contesto. Suelta un chillido y aplaude como foca contenta.

—¡Eso, perra! —grita. Le hago un chistido para que se calle, ya que varias personas se giraron a mirarnos—. Dale, amiga, es tu oportunidad de olvidar a ese tipo. El Dios griego tiene toda la razón, cerrá eso con Abel y vas a ser libre de acostarte con quien se te antoje.

Tras diez minutos de charlas triviales, decidimos irnos. Ambos estamos con sueño y mañana tenemos que levantarnos temprano, así que no tenemos otra opción. Pagamos entre ambos lo que gastamos y salimos, pero como la frase "pueblo chico, infierno grande", en cuanto cruzo la puerta me doy un golpe contra un cuerpo que podría reconocer entre miles. Maldito Abel, ¿por qué tiene que estar en todos lados? Para colmo está solo, lo que hace que no me sienta tan mal por estar admirando tanto al novio de otra mujer.

Me sostiene de la cintura en un rápido reflejo antes de que me caiga y cruzamos una intensa mirada con nuestros rostros a tan solo centímetros de distancia.

—¿Estás bien? —me pregunta mirándome de arriba abajo con sus ojos oscuros, sin soltarme. Me aclaro la voz y me alejo caminando rápido hacia mi amigo, que me está esperando con la puerta de su auto abierta. Estoy tan apurada y soy tan torpe caminando con tacones que me doblo el pie en cuanto doy dos pasos.

Eduardo se ríe, me da la mano para ayudarme a caminar y chasqueo la lengua mientras sigo bajando mi short, que la parte trasera ya la siento a la altura de la tanga.

—Sí, sí —respondo al notar que Abel sigue esperando mi contestación, esta vez me observa con diversión y vuelve a recorrer mi cuerpo con sus ojos sin ningún descaro. Entonces esboza una media sonrisa divertida, asiente, me saluda con la mano y entra al bar.

A través de la vidriera puedo verlo acercarse a la mesa de Alejandro y se saludan con un gran abrazo amistoso y varias risas. Arqueo las cejas y miro a mi acompañante, que está tan sorprendido como yo.

¿Son amigos? 

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