Chantaje

La mañana siguiente, me desperté por los fuertes golpes en la puerta. Era Jungkook, gritando que abriera.

-¡Jimin, abre la puerta! -su voz resonaba con desesperación y enojo.

Me levanté rápidamente, con Jin en mis brazos, y abrí la puerta con cautela. Jungkook estaba allí, con los ojos inyectados de sangre y una expresión de angustia.

-Necesitamos hablar -dijo, entrando en la habitación sin esperar una respuesta.

-Jungkook, por favor, cálmate -le pedí, tratando de mantener la calma por el bien de Jin.

-¿Cómo quieres que me calme? -exclamó, su voz temblando-. No puedo dejar de pensar.

-Lo sé, pero tienes que confiar en mí -respondí, mirándolo a los ojos-. Jin es nuestro hijo.

Jungkook se quedó en silencio por un momento, mirando a Jin en mis brazos. No puedo, si por lo menos tuviese el cabello negro, pero este niño no puede ser mi hijo.

-Sí, lo es. Yo jamás sería capaz de engañarte.

¡Ya sé! Perdonaré tu infidelidad, pero deshagámonos de este niño y hagamos otro que se parezca a mí.

-¡Santo cielo! ¿Estás escuchando lo que estás diciendo? Este es mi hijo y tu hijo, y yo jamás dejaré que le hagas daño. Si no lo quieres, entonces tendrás que matarme a mí primero -dije apartándome con mi bebé en brazos.

-Lo siento, Jimin -dijo finalmente, con la voz quebrada-. No sé qué me pasó. Estaba tan confundido y asustado.

-Lo entiendo -respondí, acercándome a él-. Pero entiende que es nuestro hijo y apenas ha nacido. Con el tiempo quizás muestre rasgos tuyos.

Jungkook asintió de nuevo y, por primera vez en días, me abrazó, pero ese abrazo estaba lejos de ser lo que yo quería. Tengo miedo, temo por mi hijo.

-Vayamos al palacio, pero cubre bien al niño.

Rodé los ojos sabiendo que Jungkook no aceptaría tan fácilmente a nuestro bebé.

Nos fuimos de ese palacio y, al llegar al otro, las cosas no mejoraron. Los comentarios maliciosos de todos envenenaban aún más el corazón de Jungkook, quien no dejaba de asegurar que había tenido un romance con Yoongi, aunque claramente eso no era cierto.

Cada día era una lucha constante. Los susurros y miradas de desdén de los cortesanos solo empeoraban la situación. Jungkook, consumido por la duda y la ira, se alejaba cada vez más de mí. Intenté hablar con él, explicarle una y otra vez que no había nada entre Yoongi y yo y que nunca hubo nada, pero sus celos y la presión de los rumores eran demasiado fuertes.

Una noche, mientras me encontraba en la habitación con Jin, escuché a Jungkook entrar, su rostro era sombrío y cansado.

-Jungkook, por favor, tenemos que hablar -dije, tratando de acercarme a él.

-¿Hablar de qué, Jimin? -respondió con amargura-. ¿De cómo me engañaste con Yoongi?

-¡Eso no es cierto! - exclamé, sintiendo la desesperación en mi voz-. Nunca te he engañado. Jin es nuestro hijo, y no importa lo que digan los demás.

Jungkook me miró, sus ojos llenos de dolor y confusión. Sabía que en el fondo quería creerme, pero los rumores y su propio miedo lo mantenían atrapado.

-No sé qué hacer -dijo finalmente, su voz quebrada-. Quiero creer en ti, pero todo esto es demasiado.

Jungkook, ¿no te he demostrado que solo he sido tuyo? Es que ni en mis pensamientos ha estado la duda o la idea de engañarte. Mírame a los ojos, yo jamás te engañaría.

-¿Sabes dónde está Yoongi?

No, no lo sé -respondí convencido de mis palabras.

-¿Pero si quisieras, podrías verlo?

Sí, no voy a mentirte, si quiero puedo comunicarme con él, pero nunca, escúchame bien, nunca estaría con él.

Me dices eso y quieres que confíe en que ese es mi hijo? Debes estar jugando. Si me entregas a Yoongi, entonces te perdonaré.

-No haré eso -dije con determinación.

¿Tanto proteges a tu amante? Pero está bien, Jimin, yo mismo lo buscaré, así sea debajo de las piedras, y correrá sangre como nunca ha corrido.

Las palabras de Jungkook eran una amenaza palpable, y sentí un miedo profundo al pensar en hasta dónde podría llegar su odio. Su mirada, fría y penetrante, estaba fija en mí, como si intentara atravesar mi mente para descubrir la ubicación de Yoongi. Podía sentir la tensión en el aire; cada segundo que pasaba aumentaba mi ansiedad. Era como si su odio se materializara en el ambiente, envolviéndome y haciéndome sentir atrapado.

Tragando en seco, respondí con voz temblorosa: “No defiendo ni protejo a Yoongi. Yo protejo lo que es justo"—Jungkook me miró con furia y dolor en sus ojos.

—¿Y para ti qué es justo, Jimin? Nuestro matrimonio va a acabarse por un tercero y a ti eso no te importa.

No quieras manipularme o engañarme—respondí con firmeza—. Aún no olvido haberte encontrado en el castillo y descubrir tu harem.

Apreté mi mano tan fuerte que mis nudillos crujieron. Las palabras de Jimin me llenaban de enojo, y no permitiría que él saliera vencedor de esta discusión. Con frialdad, respondí: Dame una razón para permitir que sigas llamándote consorte. Tú, descarado, que tienes amante y me das por hijo a un niño que no es mío, ¿te vienes a quejar tan descaradamente de un harén que es permitido y que mantuve lejos para no lastimar tu orgullo?.

Contuve con dificultad las lágrimas que, con rebeldía, amenazaban con salir. Con la voz quebrada, le dije: "Puedo perdonar que me acuses de todo cuanto quieras, porque tu percepción sobre mí siempre ha sido la peor. Pero haces que mi corazón se rompa cuando hablas de esa manera sobre nuestro hijo. Si yo hubiese hecho algo desleal, mi águila me habría abandonado. Pero, aun con todo el daño que me haces, mi corazón sigue puro y mi palabra firme."

Me reí con sarcasmo. —Sigue hablando de lealtad, que mientras más lo dices, menos te creo. Observa bien esta espada, porque será lo último que tus ojos vean el día que te haga pagar tu traición. Por ahora, te ocuparás en darme un heredero que se parezca a mí, y a este lo enviaremos a donde pertenece, al Reino de la Luz. Y antes de que preguntes, él irá solo. Tú te pudrirás aquí, en la miseria que día a día te haré sentir. Aunque, claramente, todo eso puede cambiar si me dices dónde está Yoongi.

—No te diré porque no creo en tu palabra.

—Y haces bien en no creerme, pero ya que no te importa arriesgar la vida de tu propio hijo por tu amante, todo será más fácil. Caminé con prisa, sintiendo la adrenalina correr por mis venas, y me acerqué a donde estaba el bebé. Lo tomé en mis brazos con una mezcla de determinación y furia. —Observa bien, Jimin. Este es el precio de tu obstinación. Si no me dices dónde está Yoongi, te juro que pagarás con lo que más amas.

Miré a Jungkook, sintiendo que mi corazón quería salirse de mi pecho. Con voz suave pero desesperada—Te dije que puedo comunicarme con Yoongi, pero no sé dónde está. Por favor, deja a Jin fuera de esto.

Me reí con sarcasmo. —¿Ahora quieres empezar a hablar? Quiero que le digas a Yoongi que quieres verlo mañana y hazlo rápido.

Caminé rápidamente para buscar pluma y papel, lanzando miradas nerviosas a Jin en los brazos de Jungkook. Trataba de mantenerme concentrado mientras empezaba a escribir una carta a Yoongi, pidiéndole que nos viéramos. Sabía que teníamos un código por si Jungkook descubría la carta: dibujar un águila al final. Con la esperanza de que Yoongi recordara ese detalle, terminé la carta con el símbolo de nuestra confianza.

—¿Ya terminaste? Me estoy cansando, Jimin —dije con impaciencia.

—Sí, ya he terminado.

—¿Y ahora qué sigue?

—Debo dejar la carta en la mesa redonda de piedra.

“Bueno, ve y hazlo rápidamente,” ordenó Jungkook, con su voz cargada de tensión. Miré a Jin en sus brazos y dudé en dejarlos solos. Pero Jungkook repitió, esta vez en un tono más firme: “Te dije que vayas a hacerlo. ¿Qué esperas?”

"Ya voy," dije, empezando a salir rápidamente de los aposentos y caminando lo más rápido que mis pies me permitían. Cuando llegué a la mesa redonda, miré hacia la torre que daba a mis aposentos y allí estaba Jungkook, mirándome fijamente con mi hijo en sus brazos. Dejé la carta y empecé a caminar de regreso, pero cuando estaba cerca de la torre, Jungkook gritó: "¡Jimin, atrapa a Jin!" y lo arrojó desde la torre más alta.

Corrí desesperadamente, intentando agarrar a mi bebé, pero era inútil. Mis piernas se volvían blandas del miedo. Las carcajadas de Jungkook resonaban, haciendo eco en mi cabeza. Fue entonces cuando la tela que envolvía a mi hijo cayó, revelando que era un jarrón que Jungkook había puesto en reemplazo de mi hijo, haciéndose pedazos al impactar contra el suelo.

Aún con los nervios a flor de piel y sintiendo que mi corazón se volcaba por lo rápido que latía, subí a mis aposentos. Al llegar, vi a mi pequeño en los brazos de Jungkook. Se lo arrebaté de inmediato y lo abracé con fuerza, besando todo su rostro y revisándolo minuciosamente para asegurarme de que estaba bien.

—A la próxima, si no quieres que sea tu hijo, sé un poco más obediente, Jimin —hablé con una voz fría y amenazante para que Jimin entendiera que hablaba en serio—. Sin esperar respuesta, me fui, dejándolo solo con el rostro lleno de pánico y las manos temblorosas.

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