Capítulo único
El escándalo del pueblo se hace presente. La gente no para de gritar y pedir al gobierno en que matasen a la criatura que asola sus granjas y mata con saña a su gente. Un monstruo que fue creado por el mismísimo gobierno, experimentando el ADN del ser humano junto con el cromosoma de un animal bastante peligroso. Y la curiosidad mató al gato al crear a la criatura que, con solo mirarte, es capaz de matar. No tiene compasión con los más inocentes y eso incluye a los niños, los ve presa fácil como felino que es. El Gobierno Mundial no piensa matarlo sino capturarlo y seguir con sus experimentos. Quieren averiguar si son capaces de dominar a la bestia, pero los pueblerinos están en desacuerdo.
Y a lo lejos del ruido, se encuentra un muchacho que se esconde de la gente, para que nadie le siga y se percate a donde se dirige. Él tiene otras intenciones más allá de los pueblerinos y del gobierno. Antes de seguir caminando, revisa en su mochila para ver si lo tiene todo y suspira aliviado de que no se le ha quedado nada atrás. Posa un pie en el suelo y escucha barullos muy cerca de él a lo cual se esconde nuevamente. Son los mismísimos soldados del gobierno que aún siguen buscando a la bestia, están armados de pistolas con sedantes bastante fuertes para dejar k.o. a la criatura. El muchacho se asoma un poco, observando a donde se dirigen y si no van al mismo sitio que él. Pero no. Deciden ir por otro camino dejando vía libre al chico.
Paulie aprovecha para seguir corriendo mirando hacia atrás por si alguno se ha percatado de su presencia. Si le siguen ya sería el fin para él y para la persona que está escondiendo a ojos de cualquiera. Llega a un edificio bastante abandonado, nadie se atreve acercarse ahí porque creen que hay un fantasma y es un buen sitio como para que alguien desaparezca. Él entra sin hacer el menor ruido posible y cierra despacio la gran puerta. No hay luz, pero eso no hay problema porque tiene en sus manos una linterna y lo enciende. Se acerca a las escaleras para subir en ellas, teniendo cuidado en tropezar ya que los escalones están algo deteriorados. Asoma su cabeza por el borde de la pared, visualizando el entorno. La luz de la luna llena ilumina el sitio y ahí está la persona a quien estaba buscando.
No una persona cualquiera, es la criatura a quién están buscando el gobierno para atraparlo y que los pueblerinos lo quieren vivo. La bestia, bautizado como Rob Lucci, es un hombre-leopardo que crearon esos hombres para ver si juntando los cromosomas del ser humano junto con el felino, lo convertiría en una máquina de matar. Y así es. No tuvo piedad cuando se escapó de su jaula e ir al pueblo de Water 7, aniquilando con saña a mujeres y a niños porque le desagradan, y secuestraba a hombres jóvenes para aparearse y ninguno le satisfacía. Por ello, los mata para luego comerlos. Alza la cabeza, olfateando el entorno y sus ojos verdes de leopardo cambian drásticamente a un negro profundo al saber que quién está ahí es Paulie.
El muchacho le dedica una tierna sonrisa y se aproxima con cautela, teniendo cuidado en no hacer un movimiento brusco que puede alertar a Lucci. La bestia se voltea para verlo, ladeando la cabeza con curiosidad, viendo como Paulie se agacha sacando de su mochila lo que es una bandeja llena de carne. Eso hizo que el olfato del hombre-leopardo se expandiera y sus sentidos de depredador se agudizaran.
—Espero que sea de tu agrado. Me ha costado encontrar esta carne de buena calidad.
Lucci ya no camina en dos patas, sino en cuatro patas como acechando a su comida y, de un movimiento rápido, coge un trozo de carne y lo devora con ansias. El pelirrubio se sienta en el suelo mientras observa como la bestia se conforma comiendo como un verdadero animal. Su semblante cambia drásticamente a una de preocupación, al enterarse de que están en busca y captura de Lucci. No le gustaría que le hicieran nada, es una bella criatura que, si la trata con cariño, no seguiría matando. Pero eso será difícil.
—Te están buscando. Lo sabes, ¿verdad? —comenta bajito no queriendo interrumpir el apetito voraz de Lucci—. Algunos te quieren ver muerto porque eres el mismísimo demonio y otros te quieren vivo para seguir experimentándote. No quiero que te hagan daño.
La historia de Paulie y Lucci fue curiosa. Todo empezó en una mañana cuando el chico, carpintero de Galley-La, escuchó rumores de que ciertas personas estaban desapareciendo cerca de la zona industrial, donde se produce la carne de vacuno. Muchos comentaron que puede ser debido a que hay un lobo merodeando por la zona, ya que también estaban desapareciendo unos cuantos rebaños. No le dio tanta importancia al muchacho, pero las ovejas y las cabras de su padre desaparecieron así sin más, solo dejaron un rastro de sangre. Paulie molesto ante esa situación, siguió el rastro de sangre hasta llegar a la zona industrial. Con mucha valentía, se adentró en la zona, pero se detuvo en seco, cuando escuchó un leve gruñido detrás suya.
No debería de huir, tiene que saber quién es el causante de estas desapariciones. Al girarse, su linterna reflejó a una bestia de más de dos metros y su mirada mostraba que no estaba muy contento. El rubio cae de espaldas por miedo a la bestia que se echó para atrás, pero la criatura lo siguió con intenciones muy oscuras. Esos ojos verdes mostraban que quiere sangre para saciar su sed. El muchacho se topó contra la pared y siguió apuntándolo con la linterna, pero el hombre-leopardo no se inmutó. Ya estaba muy cerca de él, a punto de degollar su cuello como un cordero. No obstante, la criatura se detuvo en seco, analizando a su presa. Hombre joven de cabellos rubios, ojos negros como los suyos propios cuando está tranquilo y un cuerpo bien trabajado.
Se inclinó para verlo más de cerca y olerlo con mucha cautela. Un gruñido satisfactorio salió de su garganta al encontrar una presa de lo más agradable o, tal vez, una pareja. Paulie abrió los ojos preguntándose que es lo que estaba pasando y tuvo enfrente a la criatura que lo miraba lascivamente. ¿Debería preocuparse? Y sus mejillas se tornaron de color carmesí cuando el hombre-leopardo lame su rostro y movía la cola de un lado para otro, mostrando felicidad que hasta lo enrolla en la pierna de éste, atrayéndolo aún más. No entendía que intentaba hacer hasta que notó algo duro chocar en su pelvis. ¿Se ha excitado? «Mierda», Paulie se maldecía una y otra vez al sentirse vulnerable en esos mismos instantes. Peleó con todas sus fuerzas, peo la criatura era más fuerte que él.
—¡Suéltame, estúpido animal! —gritó exaltado y con dolor cuando los dientes de la bestia se clavaron en su cuello, cerca de la yugular.
No le estaba dejando moverse con libertad. Lucci había despojado todas sus ropas dejándolo desnudo completamente y a su merced. Era una pelea de animales y esto a la bestia le estaba gustando. Los leopardos cuando pelean en un acto sexual significan que el más dominante debe dominar a la incubadora. Sus otras parejas no peleaban, simplemente dejaban que la bestia hiciese lo que hiciese y acabaran con su vida. Pero con Paulie era diferente. Él suplicaba por todas las maneras posibles de que Lucci lo soltase y lo dejase tranquilo, una muestra de que el muchacho es una fiera al igual que él. Otro rugido gutural sale de su propia garganta notando que el olor del chico está creciendo, era pura excitación, era puro deseo.
Jugó con los pezones del chico, le realizó una felación, le dio el mayor placer del mundo estando cuarenta y cinco minutos teniendo sexo duro. Y Paulie no se quejó en ningún momento, es más le gustó demasiado. Nunca nadie le hizo sentirse así y su última pareja le dejó por otro porque, según sus palabras: «No te mereces a alguien como yo». Y desde que la criatura eyaculó en su interior, el escozor que sintió su próstata era inmenso que incluso pensó que se moriría. Ya agradó a la bestia, ahora morirá con sus propias grandes manos de leopardo. Y no fue así, un ronroneo se hizo presente en ese lugar y era la criatura mansa que lamía cada marca que dejó en el cuerpo del muchacho, a modo de disculpa.
Solo es una pobre criatura que lo han creado para estar solo y no estar con nadie. Y por muchos años de tortura, encontró a su pareja definitiva, alguien que lo completa cada vez que hacían el amor. Y no sexo duro como la primera vez. Paulie no lo dejó en ningún momento porque se ha enamorado de Lucci y él del carpintero. Ambos animales solitarios se necesitaban y, por ello, se veían todas las noches. Paulie lo alimenta y le da todo el cariño del mundo, aunque sea un monstruo sediento de sangre, tiene un gran corazón. Por eso, no puede permitir que lo capturen y lo vuelvan hacer daño o que lo maten. Tuvo problemas en convencer a Lucci que viniese con él porque ese lugar no era seguro. Es un tozudo sin cuidado, pero los ojos de Paulie mostraban que lo hacía por su bien y, finalmente, aceptó yendo con él hacia el edificio que está actualmente.
Esos recuerdos florecieron en Paulie, sin percatarse de la cola de Lucci que se mueve por su rostro llamando su atención. Él solo le dedica una pequeña sonrisa y extiende su brazo para acariciar la cabeza de éste, a lo que él se deja. Sus ronroneos son tan gratificantes para el carpintero. Sí, él un simple carpintero y Lucci una bestia que solo intenta aprender a ser afectuoso. Es un gran felino, es como un gato después de todo. La cabeza del hombre-leopardo se queda debajo de la barbilla de Paulie queriendo algún que otro mimo, pero no solo eso. Ya su olfato le indicó que el chico se ha excitado y quiere hacerle suyo de nuevo.
—Eres un gato atrevido —lo dice porque nota como la cola de Lucci se enrolla en su cintura y metiéndose bajo sus ropas—. Aunque también es mi culpa por ponerme en este estado, ¿no crees, Lucci? —Conoce su nombre por el gran collar que decora en su cuello—. Yo te protegeré, cueste lo que cueste.
Cada vez que habla Paulie, la criatura se relaja porque sabe que él nunca le abandonará. Alza la cabeza para lamer la zona de la nuez del chico mientras sigue ronroneando, centrándose en el olor que desprende el chico. Quiere hacerlo suyo, hace días que no le ve, debido al movimiento que hay afuera. Y era mejor esconderse y no ser encontrado. Y como la última vez en que tuvieron un encuentro íntimo y sexual, lo besa sellando los labios con los suyos. Él es grande en comparación con Paulie, es un hombre-leopardo, un ser modificado por el gobierno solo para matar y satisfacer sus necesidades. Y con el rubio está experimentando cosas nuevas que nunca se imaginó que existieran.
Las manos de Paulie descansan en el pecho de Lucci notando aquel pelaje suave de cualquier felino que existe en este reino. Está calmado, eso es bien para él. Y otra vez, la mordida en su cuello marcándolo como suyo. Nadie le arrebatará a su pareja, a su compañero indiscutible. Gruñe el felino al sentir los dedos del chico acariciar las cicatrices de guerra que tuvo en el pasado. Lo han experimentado a base de dolor y él aguantó teniendo una gran resistencia. Todos los empleados se han sorprendido de que una bestia pueda aguantar unas balas de cañón tan poderosas, pero eso era una muestra de que han creado a una criatura perfecta. Paulie sigue contorneando esas cicatrices con sus propias yemas, erizando los pelos de la bestia.
Lucci despoja las ropas del chico siendo un estorbo para sus garras, queriendo volver a sentir esa piel que tanto ha marcado con sus uñas y dientes, y ha profanado cada minuto de él. Paulie gime al sentir los dedos de él presionar sobre sus pezones, torturándolo, deseando escuchar más de esos sonidos lascivos que le encantan a la bestia. Su cola desciende acariciando entre los glúteos del chico, estimulando esa zona que le vuelve loco cada vez que lo penetra. Sus carnes aprisionar su gran falo mientras se mueve con gran bestialidad en su interior. Los besos, las caricias y las lamidas no deben faltar en ambos, desean consumirse bajo la luna llena olvidando todo el exterior.
Paulie lo ama desde lo más profundo de su ser, es una criatura que puede aprender amar cuando quiere. Y él se lo está demostrando con paciencia y saliva. Gemidos mezclados por los gruñidos de la bestia se acentúan en el edificio, significa que ya se han entregado nuevamente. Lucci se mueve con algo de gentileza en su interior, no queriendo hacerle daño. Ya sabe diferenciar entre el dolor y el placer, gracias a Paulie. Es su salvador, es su pareja, su felino. Él sentado a horcajadas sobre la criatura mientras se mueve de arriba a abajo es de lo más excitante para los dos. Lucci está cautivado que no para de morder y lamer la zona del cuello de Paulie y torturando con vehemencia aquellos botones, y su cola enrollada en el miembro de él, disfrutando de cada agonía que saca desde su garganta.
Lágrimas de placer salen por el rostro de Paulie ya sintiendo que está a punto de venirse. Se acuesta, dejando que Lucci se mueva con toda libertad del mundo mientras sus uñas se clavan en el suelo y mordiendo su propia muñeca, aguantando el placer que está a punto de llegar. Y la bestia libera la semilla dentro del carpintero y se funden con un beso, nada y nadie los separará de este mundo. Nacieron para estar juntos de por vida. Las manos del rubio descansan en la espalda ancha de Lucci y nota que ya no hay pelaje de por medio. Esto le desconcierta y al abrir sus ojos, se encuentra a un ser humano de lo más atractivo del mundo. Era el propio Lucci transformado en un simple humano. Él mismo se mira las manos no creyendo lo que está viendo.
El carpintero enseñó a la gran bestia a amar, convirtiéndolo en un ser humano con sentimientos. Y de un movimiento rápido, lo abraza mientras se consumen ante otro beso. Hasta que ocurrió lo inesperado. Disparos es lo que escuchó Lucci en dirección suya y notó como gotas en su pecho. Al tocar la espalda de Paulie, sus manos están ensangrentados. Horror es lo que refleja en sus ojos al ver a su amado muerto, lo ha protegido de los disparos de la gente del pueblo. Él lo has visto sin que Lucci se haya dado cuenta porque estaba más centrado en consumir su amor en el chico. Algo resbala por sus ojos y se toca viendo que eran lágrimas. Ha perdido a la única persona que lo complementaba.
Gritos de los hombres al ver que han matado al mejor carpintero del mundo por proteger al chico bestia. Y la criatura vuelve a transformarse lleno de ira y con matar a los asesinos de su amado. Se lo arrebataron y no los va a perdonar. La bestia y el carpintero compartieron momentos juntos, pero Paulie supo que en cualquier momento irían a por Lucci. Se juró que lo amaría y lo protegerá, y si tiene que hacerlo muriendo, lo hará.
Y en el pueblo solo se escucharon gritos de los pueblerinos y el lamento de un animal al perder a su pareja.
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