Capítulo 9: Lo que se pegó en las cuevas
Yoali
Ambos policías manejaron a través del bosque en silencio. El ambiente era tenso por encima de cualquier cosa, Yoali se limitó a mirar a través de la ventana y el abanico de colores que lo recibió lo dejó sin aliento. Era la primera vez en su vida, que veía el bosque sin la necesidad de sobrevivir de por medio y también la primera vez que lo sentía como tal. La temperatura aún era gélida, sobretodo si se tomaba en cuenta que la bata del hospital a duras penas cubría su cuerpo, aunque la sensación de aire fresco entrando a sus pulmones era algo maravilloso.
Pero cuando el auto pasó por la clínica calcinada y en lugar de detenerse, continuó su camino, las alarmas en su cabeza se encendieron.
-¿A dónde vamos oficiales?, ¿qué sucedió con las personas de la clínica?, ¿porqué no están haciendo nada al respecto?- les espetó, aquel escenario comenzaba a irritarlo.
-Hace horas que todos fueron evacuados y transferidos al hospital del pueblo vecino- respondió Pablo secamente.
-Y en cuanto a usted, solo diré que es obvio, que no podemos regresarlo ahí- fue todo lo que la sheriff le dijo. Su tono seguía sin ser amigable y su lenguaje corporal denotaba que no estaba de humor para seguir respondiendo preguntas tontas.
Yoali se enfocó en mirar el camino delante de sí, tratando de memorizar cada objeto, con el claro objetivo de saber hacia donde dirigirse, en caso de que la oportunidad de escapar se le presentara. Estaba claro que no podía confiar en la sheriff ni en su compañero, por lo que, si quería cumplir la encomienda de su general, tendría que abrirse camino por sí mismo.
Después de minutos, que le parecieron eternos, el auto finalmente se detuvo frente a un muro de piedras y maleza, bordeado por un par de árboles cuyos enormes troncos denotaban una edad milenaria. El camino parecía haberse detenido a partir de ese punto y fué ahí que el oficial Pedro comenzó a murmurar una serie de palabras que no podían entenderse del todo. Tras esto, el muro comenzó a desmoronarse frente a ellos, dándole suficiente espacio al jeep para ingresar. Una vez avanzaron un par de metros, la pared de rocas se acomodó sola, como si tuviese vida propia.
Yoali miraba aquel suceso completamente pasmado. No había nada en ese pueblo que no lo dejara boquiabierto cada cinco segundos.
-¿Dónde estamos?- no pudo evitar preguntar, todo era tan surreal y extraño para él.
-En un lugar donde los geolocalizadores no funcionan, así que de nuevo, espero que no intente nada estúpido- respondió la sheriff, al tiempo que comenzaba a bajar la velocidad del Wrangler para poderlo estacionar.
La vista que recibió al soldado a través de la ventanilla era por demás imponente. En medio de un extenso valle, bordeado por montañas de un profundo color verde, se alzaban dos cabañas. Ambas enormes, con los techos a dos aguas, llenos de tejas en colores caoba. Los muros eran una combinación entre grandes ventanales de cristal pulido y rocas en distintos tonos tierra. Ambas construcciones estaban unidas por un amplio pasillo de paredes transparentes y justo debajo de él, se escondía un cuarto hexagonal y de techo cónico, similar a la casa de un gnomo.
Ciertamente no era una pieza arquitectónica convencional y lo que terminaba de reforzar esta idea eran las tres estatuas labradas en piedra, que delimitaban la propiedad. Todas ellas eran animales gigantescos cuya especie no podía determinarse, eran una mescolanza entre anfibios, aves y cuadrúpedos con garigoles y formas extrañas sobre la superficie rocosa que simulaba su piel.
Como siempre, el asombro del soldado fue mayúsculo, pero este no duró mucho tiempo. La sheriff prácticamente lo arrastró adentro, haciéndolo pasar por una serie de elegantes habitaciones, cuyos detalles no fué capaz de apreciar, debido a rapidez con la que lo conducía, como si ella no soportara tenerlo en el edificio. No fué hasta que se toparon con una puerta de color negro al final del pasillo inferior que, finalmente, se detuvieron.
La mujer golpeó dos veces la puerta con un sonido seco y casi de inmediato, esta se abrió, revelando un interior oscuro y fúnebre, con las paredes ennegrecidas y completamente vacío, salvo por un mueble que iba de pared a pared, repleto de frascos con diversos contenidos y un par de sillas en el centro, acompañadas de una mesita circular de madera.
Yoali entendía poco acerca del lugar, pero su experiencia en la milicia le hacía intuir que no solo lo estaban aislando, sino que muy probablemente, algún método de tortura comenzaría muy pronto, tal vez la sheriff por fin cumpliría sus amenazas de querer despellejarle la piel. Este pensamiento solo pudo reafirmarse, cuando de entre las penumbras de la habitación, surgió la silueta del ser enmascarado de jaguar, aquel que lo había abandonado a su suerte en medio del bosque y que ahora se le plantaba en frente.
-Acércate- las palabras que salieron de la boca del extraño eran duras y demandantes.
El soldado respiró hondo, el ya tan conocido miedo, se agolpó en su pecho, pero aún así, dió un paso al frente.
-¿Qué es lo que quieres de mi?- preguntó cauteloso, pero con firmeza.
La criatura se acercó hasta casi tocarle la nariz, rápidamente tomó uno de los diminutos nudos que aún se mantenían en la cabeza de Yoali y con sus largos y afilados dedos, lo cortó como si de tijeras se tratasen. Luego lo acercó a los orificios de la máscara, donde residía su nariz, e inhaló el mechón de cabello. El cuerpo del extraño permaneció estático, como si estuviese pensando en algo, momentos después se dedicó a urgar y escrudiñar cada centímetro del soldado, no importándole el decoro o cualquier clase de espacio personal. Sus manos eran delgadas y rápidas, como las de un mapache que buscaba algún trozo de comida entre sus harapos.
Decir que él se había sentido desnudo y humillado era poco. Las ganas de darle un buen puñetazo a aquella cosa no le faltaban, pero no podía olvidar que en esa habitación eran tres contra uno.
-De ti no quiero nada, pero siempre que nos encontramos me llevo más de lo que me gustaría- la criatura respondió a su pregunta, sacándolo por completo de su diálogo interno.
Yoali intentó hablar de nueva cuenta, pero las palabras del enmascarado eran tan rápidas como sus manos.
-Ahora dime, antes de que la clínica ardiera en llamas, quizás un par de días antes, ¿has notado algo diferente?, ¿no duermes en las noches?, ¿te sientes observado al irse el sol?, ¿o tal vez te sientes débil, confundido, aletargado?
Él miró a la criatura con sobrado asombro, los recuerdos de pequeños animales invisibles moviéndose por su cama y despertándolo en la madrugada llenaron su cabeza como una ráfaga. ¿Esa cosa que tenía en frente, lo había estado investigando?, ¿desde cuándo y para qué? Estaba claro que no se conocían, tan sólo se habían visto una sola vez.
-¿Cómo sabes eso?, ¿quién eres tú?- la pregunta vino con cautela, su cuerpo no pudo evitar ponerse a la defensiva "¿sería un mercenario entonces?, ¿algún traidor en contra del ejército?" Pensó para sí.
-Digamos que tengo buen ojo para los detalles- se jactó la criatura, al tiempo que jugueteaba con el mechón de cabello entre sus afilados dedos.
-Y en cuanto a quién soy yo, la verdad es que me ofende bastante que aún no te hayas dado cuenta -agregó con cierto tono burlón, mientras su máscara de jaguar, comenzaba a derretirse cual cera de abeja por su piel, hasta aglomerarse detrás de la cabeza, formando una placa circular del tamaño de un botón en la base de la nuca.
Revelando de a poco, las facciones de una mujer.
Su tez era morena cual canela, de nariz chata y redondeada, con la boca pequeña y los ojos violetas, como los del policía Pedro y la sheriff, pero grandes, rasgados y expresivos, tan luminosos que las estrellas parecían haberse alojado dentro de su iris.
-¿Esto ya te da una idea?, ¿o necesitas más pistas?- la chica arqueó una ceja en su dirección.
Él se detuvo a observarla un momento. No solo sus rasgos físicos denotaban cierto parentesco con los oficiales, sino que además, era bastante joven, parecía una adolescente.
Y tras esa aseveración, finalmente se dió cuenta. El objeto de su búsqueda se encontraba frente suyo, materializado en una señorita, enfundada en ese traje negro cuya primer pieza le cubría hasta la garganta, apenas mostrando un cuerpo delgado pero musculoso debajo. El resto era una especie de mono, al menos dos tallas más grande de lo que debería, que le caía por los hombros y le cubría hasta las rodillas. Un par de enormes botas negras, así como dos brazaletes que iban de las muñecas hasta los codos, cuyo material semejaba la substancia de su casco, terminaban de armar todo el conjunto.
-Xóchitl...Xóchitl Maciel- balbuceó finalmente.
-Hurra, por fin se te prendió el cerebro soldado -la chica rodó los ojos con marcada ironía mientras se daba la vuelta para ocupar una de las sillas, cruzando una pierna encima de la otra y apoyando sus manos sobre la mesa, entrelazando sus dedos. Sus ademanes eran tan ligeros y elegantes como los de un felino.
-Te sugiero que te sientes- continuó, señalando la silla frente a ella- esto tomará un rato.
El aludido hizo lo propio, de forma torpe, debido a la impresión que supuso ver sus preconcepciones echadas por tierra.
De forma periférica, escuchó a la chica despedir a sus hermanos de la sala y el sonido de la puerta cerrándose detrás. Algo en él hacía que no pudiera quitarle la vista de encima, pero el motivo no estaba basado en una mera necesidad afectiva, sino en todo lo que ella despertaba en él. Su mera presencia era magnética, poderosa, como encontrarse con un viejo erudito, pero al mismo tiempo, era inevitable sentirse intimidado, era como querer correr hacia adelante y hacia atrás con la misma fuerza.
Xóchitl finalmente posó sus ojos sobre él, con una seriedad que helaba los huesos. Contraria a la sheriff, ella no necesitaba usar la fuerza, ni siquiera elevar el tono de voz, para resultar amenazante.
-Voy a ser muy honesta contigo, el contrato que nos une, yo no lo quiero, no necesito un esposo y mucho menos lo deseo, considero el matrimonio una excelente forma de hacer la vida de las personas miserables y de perder mi tiempo para variar -dijo con fastidio.
Eso solo logró llenar la cabeza de Yoali de preguntas. Si ella no quería el matrimonio entonces ¿porqué estaba en su programación convertirse en su marido?, ¿porqué el general le había encomendado esa misión en primer lugar?, ¿por qué ella lo había salvado?, ¿por qué sus hermanos lo habían sacado del bosque?
-¿Entonces qué quieres de mi si no quieres ser mi esposa?- tenía que saberlo, aunque no le diría que, fuese cual fuese su respuesta, él no desistiría, las órdenes de Maciel debían cumplirse, le gustase a aquella humana o no.
La chica suspiró y retiró la mirada de la suya solo por un breve momento.
-La situación es más compleja de lo que parece, pero es pertinente ir por partes. En primer lugar, tienes que saber que el incendio de la clínica no fué al azar, algo lo provocó y por "algo" me refiero a eso que se te pegó, el día en que mis hermanos te sacaron de la cueva.
"¿El fuego no fué accidental?" Fué lo primero que se le vino a la mente. Ahora que la adrenalina y el sentido de supervivencia pasaban a segundo plano, lo encontraba bastante lógico.
-Siempre había gente transitando por la clínica, aún así, nadie notó el incendio hasta que este fué incapaz de contenerse...y todos los extintores estaban atascados- Yoali murmuró para si, tenía sentido que eso fuese premeditado, sin embargo, Xóchitl no estaba esclareciéndole las cosas del todo.
-Pero aún no lo entiendo, ¿eso que tiene que ver conmigo?, ¿qué cosa se me pegó?
Ella lo miró con cierta decepción, como quien observa a un niño tropezarse dos veces con la misma piedra.
-Ay, ay, ay, no puedo negar que tienes potencial, pero...ese completo desconocimiento tuyo, acerca del entorno que te rodea me fastidia -dijo con una pizca de socarronería, después se mantuvo callada por un par de segundos, como si estuviese decidiendo callar o continuar con la explicación. Al final, pareció decantarse por la segunda opción.
-En fin, no es tu culpa ser un completo ignorante, solo por eso voy a iluminarte. En este territorio, es una verdadera estupidez, internarse en las cuevas, sin pedir permiso de por medio. Tienes que saber que estos lugares son la entrada al dominio de los dioses, la razón principal, recae en los ríos subterráneos que conectan con las aguas del Tlalocan, la fracción del inframundo que, por derecho, le corresponde al dios Tlaloc...Para no hacerte el cuento largo, las cuevas, están protegidas por una serie de guardianes a quienes tú has ofendido...y por la cara que me estás poniendo, imagino que no sabes a quién, de todos los dioses menores, le acabas de dar una patada en los huevos -finalizó dedicándole una mueca de forma burlesca.
-Espera un momento...¿dioses? -El soldado arqueó una ceja con sobrada incredulidad. Conocía el concepto, su base de datos reconocía que todas las culturas contaban con un panteón repleto de ellos, pero esas eran sólo leyendas, historias inventadas con las que los humanos intentaban explicar su mundo de forma arcaica.
-Por favor -Xóchitl resopló por lo bajo -desde hace más de una semana has estado rodeado de brujas, nahuales y todo tipo de magia, ¿de verdad me estás preguntando si los dioses existen?- ella casi se echó a reír.
Yoali se escandalizó, era la segunda vez que se veían ¿y ella ya sabía acerca de sus encuentros con la gata?
- ¿Pero cómo sabes que...?
-Tengo mis métodos y me reservo la libertad de compartirlos contigo -su interlocutora lo interrumpió, poniendo una mano sobre su barbilla, se notaba a leguas que le gustaba alardear sobre sus propias capacidades.
-Bien, entiendo el punto- masculló muy a su pesar, el juego de ser acorralado y ridiculizado no le gustaba en lo más mínimo
- ¿al menos podrías decirme a quién he hecho enojar? Quiero saber si es peligroso.
-Hmmm, eso depende. Para alguien como yo, no son más que una plaga de niños berrinchudos- la joven acompañó la oración con el ademán de querer espantar un puñado de moscas con la mano -pero para alguien como tú, pueden ser letales- agregó sonriendo con suficiencia, como si disfrutara de hacerlo respingar- la cosa que tienes encima es un chaneque y uno bastante molesto, tomando en cuenta que intentó quemarte a ti y a toda la clínica con tal de calmar su furia.
Él suspiró, comenzaba a hartarse de coleccionar enemigos a quienes no parecía deberles nada.
-Quizás me encuentre solo y confundido, pero sigo siendo un miembro del Escuadrón de las Águilas Imperiales, si me das información detallada acerca de este "chaneque", lo eliminaré sin duda- dijo con sombría confianza. No le gustaba ser acechado, pero al menos podía valerse de sus habilidades.
-Meh...lo dudo bastante, no tienes el mas mínimo conocimiento sobre magia ¡y las agallas no son suficientes para lidiar con estos seres!- le advirtió la chica con un deje de superioridad en la voz- no debiste entrar en su territorio, los chaneques son conocidos por hacer travesuras retorcidas con quienes no los respetan y por robarle el alma a los pobres estúpidos que se pierden en el monte. Además, su naturaleza física es tan fluctuante como su carácter, si lo desean, pueden hacerse invisibles, despojarse de su materialidad. Incluso si tienes el deseo de golpearlos o atraparlos no lo lograrás. Temo decir que me necesitas para deshacerte de ellos.
Yoali se tomó un momento para continuar con la conversación. Ni ella ni sus hermanos habían sido agradables con él desde que el contrato de matrimonio fué revelado dentro de sus archivos, nunca podía saber si deseaban ayudarlo o apuñalarlo por la espalda, tampoco le daban las respuestas que solicitaba, sólo las que ellos creían convenientes compartir...incluso si se trataba de su futura esposa, todo lo que había sucedido hasta el momento, aunado a su propio instinto militar, le advertía que no debía fiarse de ella con tanta facilidad.
-¿Pretendes ayudarme?, ¿por qué?, ¿qué ganas con esto?- preguntó cauteloso.
-¡Já! Si por mi fuera, ¡te entregaría a ellos con un lindo moño sobre tu cabeza! Pero la cuestión es esta soldado, tu problema con los chaneques no solo ha causado una catástrofe, llevándose consigo, todos mis inventos y los fondos que con el sudor de mi familia, logramos juntar para garantizar un servicio de salud digno, a la gente de Amixtly. Sino que además yo me vería demasiado sospechosa, si mi futuro prometido, cae muerto de un día para el otro en mi casa y sin ninguna explicación aparente, ¿no lo crees?- siseó Xóchitl con evidente molestia, gracias a él, se vería obligada a trabajar noches enteras para recuperar todo lo que se había perdido.
Aquello fué como quitarle una venda de los ojos. Realmente no podía recordar, o siquiera entender, cómo y porqué había sido hallado en las cuevas en primer lugar. Pero eso no le quitaba el sentimiento de culpa que comenzaba a alojarse en su pecho, en aquella clínica había ancianos, mujeres y niños, personas que a duras penas habían salvado la vida y él era el segundo responsable de aquella desgracia. El por qué esto le afectaba era algo que no podía comprender del todo, solo sabía que se sentía incómodo, que la necesidad de hacer algo al respecto le quemaba las entrañas...pero también estaba el hecho de que, ayudar con la reconstrucción o el ritual o cualquier otro estrago, le compraría tiempo para convencer a esa mujer de despostarlo y por fin completar sus órdenes.
-Haré lo que sea para ayudarte a reparar el daño- dijo mirándola directamente a los ojos, su tono era solemne y sincero, necesitaba hacer algo al respecto.
Xóchitl lo analizó largo y tendido...él no le agradaba y por supuesto que tampoco tenía su confianza, pero al menos estaba dispuesto a cooperar y por el momento eso era suficiente.

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