Capítulo 6: El elefante en la habitación

Yoali empezaba a ver toda la situación cada vez menos divertida y por demás preocupante, no entendía todo ese secretismo y la curiosidad comenzaba a aglomerarse en su interior, como un globo que aumenta de tamaño gradualmente.

La sheriff y el gato no decían nada entre ellas, pero podía sentir que ambas tenían una pieza del rompecabezas, y necesitaba saber cuál era. Aún no estaba completamente seguro de lo que querían decir cuando señalaron que él era un "ser imposible", por lo que sentía la necesidad de comprender.

No obstante, nadie habló, la gata fué la primera en romper el contacto visual con la mujer, su mirada había cambiado a una de profunda impotencia, mientras miraba el suelo por un breve instante. Luego de eso suspiró y continuó oprimiendo teclas...hasta que algo en la pantalla la hizo reaccionar otra vez, provocando que su expresión cambiara. Su mandíbula se apretó con fiereza, sus ojos mostraban consternación.

-¿Qué está sucediendo?- el soldado se aventuró a hablar, no le gustaba ser el único ignorante en la habitación. Sabía que el gato, tenía más información de la que estaba dispuesta a compartir.

La gata lo ignoró, y en lugar de ello hizo otra pregunta.

-Dime soldado, ¿qué tipo de contrato te vincula a la hija menor del general?-su voz salía como si le costara enunciar cada una de sus palabras.

Yoali frunció el ceño, su actitud era muy extraña, ninguna de ellas estaba dispuesta a decir lo que sabían, y en lugar de ello lo estaban interrogando, como si él fuese alguna clase de prisionero de guerra.
-¿Por qué quieres saberlo?- preguntó de vuelta, no planeaba ceder a su petición con tanta facilidad.

La gata le dirigió una mirada de pocos amigos. La sheriff bien podía utilizar la fuerza, pero ella sabía como manipular las cartas a su favor.

-¿Querer?- sonrió, sus colmillos se asomaron amenazantes entre su mandíbula- ya sé qué tipo de documento es este, pero preferiría que me lo confirmaras tú mismo- dijo dándole la vuelta a su dispositivo, y mostrando en la pantalla, el archivo que el soldado mantenía guardado dentro de sus archivos.

Yoali la miró con enojo, sabía que él había concedido permiso para ser escaneado, con el único objetivo de probar su identidad, sin embargo, no esperaba que también hurgaran dentro de sus archivos personales. Esa criatura, debía tener conocimientos muy avanzados en hackeo de información...de alguna manera se sentía engañado.

-Un contrato de matrimonio-masculló, confirmando la naturaleza del documento- no recuerdo haberte dado acceso a mis archivos, ¿por qué te importa saberlo?- inquirió amenazante. Algo en él le decía, que aquellas personas estaban ahí para acorralarlo.

-Sí....¿por qué?- respondió sardónicamente la gata, aún así, la pregunta era más para ella misma.

Para alguien que solía parlotear e insultar hasta el cansancio, estaba anormalmente callada. Su estado de ánimo, podía leerse en la silla sobre la cual estaba sentada, sus garras ya habían dejado completamente expuesto, el relleno blanco y esponjoso de la misma.
Aunque esto, no se comparaba para nada, con la expresión de tremenda furia, que salía de la sheriff. La cara de la mujer, se había contorsionado de tal manera, que más que humana, parecía un animal salvaje.

-¿Qué mierda acabas de decir?- susurró, y miró más de cerca el ordenador, quitándoselo a la gata y leyendo el documento como una loca.

Yoali pensó, que esto ya había ido demasiado lejos.
-¡Usted no tiene derecho a urgar en mis asuntos!- le espetó e inmediatamente puso una mano sobre la tableta para evitar que tanto la sheriff, como la gata, dejaran de desnudar cada uno de sus secretos.

-Demasiado tarde- respondió la sheriff.

Acto seguido, puso una de sus monstruosas manos sobre la suya, de tal forma que el soldado no pudiera arrebatarle la tableta. No tuvo reparos en sujetar su extremidad con una fuerza tan descomunal que el dolor lo obligó a soltarla.
Su cara se acercó a la de él, amenazante.

-Usted tiene que estar delirando para pensar que estoy dispuesta a aceptar esta tontería -le espetó con marcado desprecio.

-¡Esto no es una tontería!- Yoali se defendió, estaba enfadado, y el dolor punzante en su mano, le enfurecía aún más.

Pero al mismo tiempo tenía miedo, no se había esperado una reacción tan súbita como aquella, y para ser sinceros, le parecía un poco exagerado.

-¿De qué está hablando?- preguntó con franca confusión...de todas maneras ¿quién era esa mujer para prohibirle completar sus órdenes? No iba a permitir que nadie, ni siquiera ella, lo asustara con la intención de hacerlo desistir.

La mujer lo tomó por la bata de hospital que llevaba encima y lo alzó con una fuerza descomunal.
-Usted, pedazo de imbécil, tiene un contrato de matrimonio con mi hermanita pequeña, y tiene que estar verdaderamente mal de la cabeza para si quiera imaginar, que yo voy a permitirlo- siseó apenas a escasos centímetros de su rostro.

Yoali intentó hablar, pero la sheriff ni siquiera le dejó, ella estaba cegada por el desdén y la furia. Aún así, algo dentro de él comenzó a removerle el estómago. La situación se le estaba yendo de las manos y no pudo evitar ponerse a la defensiva. No podía permitir que le faltaran al respeto de esa manera, sólo podía responder con un tono de voz similar al que estaba utilizando la sheriff.

-¿Qué clase de autoridad tiene usted para impedírmelo?- masculló el soldado en respuesta, no entendía por qué la sheriff tenía que actuar con toda esa rabia y violencia.
La mujer dejó escapar una risa amarga.

-¿Que qué clase de autoridad? No sé si ya se dió cuenta, o sólo se está haciendo el idiota, pero yo soy Camila Maciel, la hija mayor de su general, y por defecto la matriarca de este territorio. Por mucho que su programación lo haga ignorante de nuestras costumbres, tiene que saber que ningún contrato de matrimonio va a llevarse a cabo sin mi expreso consentimiento, y es más que obvio que no consiento este.

Yoali estaba impresionado por la nueva información, no había esperado que la sheriff fuera la hija mayor del general Maciel... pero aún seguía sin comprender la fiereza de su comportamiento.
Mientras tanto, la gata estaba disfrutando del espectáculo con un interés mayúsculo...de haber podido tener una bolsa de palomitas a la mano, sería la tarde perfecta para ella...pero tristemente sabía que si no detenía a la mujer en ese preciso instante, la situación escalaría horriblemente, y eso no sería favorable para nadie.

-Por mucho que me esté gustando el espectáculo, tengo que decirte, que no importa cuánto lo golpees, el contrato no se puede disolver-  respondió el animal, al tiempo que se limpiaba el cuerpo con sobrada naturalidad.

La sheriff giró su cabeza con parsimoniosa lentitud hacia la gata, pero al soldado no lo soltó ni por un segundo.
-¿Qué quieres decir?- inquirió con hartazgo.

-Camila, el contrato de matrimonio tiene un sello de la familia imperial, no sólo ya fué aprobado por la expresa autoridad de la Tlatoani, sino que además, la firma de Maciel está en el documento.

-¡No!- la mujer masculló por lo bajo y se giró para encarar al soldado, las ganas de llenarle la cabeza a puñetazos estuvieron a punto de dominarla por completo, pero eventualmente se obligó a respirar, dejándolo caer sobre la cama de hospital con violencia. Su rostro aparecía ensombrecido por la aflicción.

Yoali, por otra parte, experimentaba la impotencia por primera vez en su vida. Quería golpear a la sheriff de vuelta, pero la fuerza de esta era tal, que él parecía un patético muñeco de trapo en comparación, por lo que no tuvo otro remedio mas que resignarse. Su único consuelo era a saber que ni siquiera la sheriff era capaz de disolver el documento que lo ataba a su misión principal.

La gata tampoco era de mucha ayuda, parecía como si estuviera disfrutando de la situación o quizás del drama que se estaba viviendo en ese momento. Eso no lo dejó más tranquilo.

-Creo que antes de mandarlo a la tumba, sería pertinente tener una reunión familiar- la gata habló de nueva cuenta, intentando hacer a la sheriff, entrar en razón- una vez que Xóchitl decida qué es lo que quiere hacer con este, tendremos un plan de acción que tomar.

La mujer miró al animal con una expresión indescifrable en el rostro, pero en última instancia cedió ante sus palabras.
-Bien, lo discutiremos, mientras qué, ¿planeas dejarlo aquí?, ¿sin ninguna clase de supervisión?- la sheriff lo miró como si se tratase de un perro desobediente- ya que has reparado sus piernas, debería ponerlo bajo custodia.

La gata miró al soldado por un par de segundos, luego se encogió de hombros.
-Si quieres, pero aprovechando mi pequeña intromisión a su cerebro cibernético, me tomé la libertad de ponerle algunos seguros a su programación, no huirá aunque desee hacerlo- el animal sonrió con malicia.

Yoali sintió la presión, la sheriff parecía realmente enfadada, y la gata no estaba mejor... Ya hablaban de él como si fuera una máquina sin derechos, discutiendo acerca de su futuro como si fuera un objeto y no un ser vivo.

-¿A qué te refieres con seguros?, ¿te atreviste a cambiar mi programación? ¡Yo no te dí ninguna autorización!- farfulló molesto. Quizás era bueno que la gata fuera tan curiosa y que supiera tanto, pero Yoali no quería renunciar a su libertad así como así.

-¿Sí? Pues me vale madres, ahora tú sirves bajo mi comando- la gata lo retó con sobrada pedantería, y a continuación, acomodó su diminuto cuerpo en la silla, irguiendo su espalda e inflando su pecho para sacar suficiente aire- ¡soldado no tiene autorización alguna para dejar las instalaciones del hospital hasta que mi familia haya resuelto este asunto!- le ordenó, dejando escapar su evidente molestia. Estaba más que claro, que ni ella, ni la sheriff, le iban a permitir, acercarse a Xóchitl con facilidad.

Para empeorar las cosas, Yoali, en efecto, no podía desobedecer la orden. De un momento a otro, su cuerpo reaccionó por voluntad propia, una mano se colocó sobre su frente, esbozando un saludo militar, y de su boca salió un:
-¡Sí!

-¡Sí que!- le recriminó el animal.

-¡Sí señora!- respondió el otro. Yoali sintió que todo el cuerpo le temblaba, producto de una furia reprimida.

La gata acababa de conseguir que los "seguros" en su sistema funcionaran, podía obligarle a hacer lo que quisiera, y él no podía desobedecer ni reaccionar de ninguna manera, sólo tenía que aceptarlo. La rabia y la frustración, invadieron su sistema, no le gustaba que la gata tuviera todos los hilos de la situación debajo de sus garras.
No iba a dejarse controlar así, simplemente lo aceptó, ya que no podía hacer otra cosa en ese momento.
Pero lo que sucedió momentos después lo dejó confundido, la gata abogó por dejarlo en el hospital hasta resolver el asunto del matrimonio.

La sheriff no se dejó convencer con tanta facilidad, pero tras unos minutos de ir y venir, finalmente cedió, no sin antes dejarle una advertencia.
-Intenta cualquier estupidez, y te juro que te despellejo la piel- sus palabras fueron duras y contundentes.

La gata por otro lado, sólo lo miró y le sacó la lengua. Momentos más tarde, la sheriff por fin salió del lugar.
Yoali sintió alivio al oír que iba a quedarse en el hospital, lo cual era bastante irónico, pues en un inicio, lo único que quería era salir de ahí...pero de eso a la cárcel, había un mar de diferencia.

Por ahora, tendría que esperar a la reunión familiar para poder salir de ahí, y mientras tanto, sintió la necesidad de hacerle una pregunta al gato.

-¿Por qué abogas por mí?- el soldado era incapaz de entender sus actitudes. Pasó de obstaculizarlo a ayudarlo en un segundo, su comportamiento era demasiado voluble.

El gato terminó de guardar su equipo electrónico y lo miró, no sin antes suspirar del cansancio.
-Qué no es obvio? Me tardé un día entero en hacer esas piernas protésicas. Claramente no iba a permitir que la sheriff las golpeara, contigo incluido, y dejar que doce horas de mi preciado trabajo, se fuera al caño...al menos aquí el doctor Torres te va a mantener supervisado, y nadie va a arruinar mis noches de desvelo- se defendió con sobrada soberbia
-Además, hay una cosa más que quiero preguntarte antes de irme.

"Vaya, hasta para eso tiene una respuesta lógica" el soldado se dijo a si mismo, y al siguiente momento la miró con curiosidad
-¿Cuál es tu pregunta?

-Quiero saber cuál es el número de serie de tu programa.

Yoali la miró con sospecha, pero no tenía sentido negarle la información, después de todo no podía aunque quisiera. Sin más que perder, contestó con sinceridad, con la esperanza de que no le metiera en más problemas de los que ya tenía.
-Mi número... de serie es 62685, ¿por qué me lo preguntas?...

El soldado pensó que decirle esta información a la gata podría ser un error, ella ya lo tenía bajo su completa merced, quién sabe que otras cosas malévolas estaba pensando hacer, en esa diminuta cabecita negra. Pero también, pensó que dándole lo que quería, podría obtener algo a cambio de ella.

Los ojos del animal lo miraron con un brillo muy particular, al ver su respuesta obtenida.
-Ya veo, 62685- suspiró de nueva cuenta, algo en ella la hacía sentir contrariada.
-En fin, sólo era una curiosidad, descansa, aunque dudo mucho que puedas hacerlo- se mofó, y luego saltó por la ventana, dejándolo solo por completo.

Justo cuando el soldado empezaba a sentirse un poco relajado, la gata huía por la ventana, dejándolo con una pregunta sin contestar. No acababa de entenderlo, pero no sentía ninguna sorpresa. Toda esta situación era algo completamente extraño y el animal le había hecho esto desde el principio.

Ya estaba acostumbrado a sus extrañas actitudes, así que simplemente intentó descansar como ella decía, pero al mismo tiempo, también se preguntaba adónde había ido a parar, parecía una criatura difícil de entender.

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