Capítulo 2: Respuestas inconclusas
Hacía frío, la superficie del lugar en donde se encontraba, era suave y firme, olía a alcohol desinfectante, a madera y... a hojas de pino. Pero el sonido de un beep constante en la habitación era lo que le parecía especialmente molesto, la cabeza le daba vueltas y se sentía débil. Pero no podía permanecer dormido, tenía que despertar...Recuerdos inconexos, pero especialmente vívidos, le taladraban la psique, con una necesidad apabullante.
Un grupo de hombres armados enviaban una lluvia de balas en su dirección, estaban rodeados y no había manera de salir de ahí con facilidad. El cargamento de A.D.N, yacía en el suelo, en medio del campo de batalla, pero todo intento por alcanzarlo había sido bloqueado por el general, quien lo arrinconó contra el duro acero del Micten 117, mirándolo directamente a los ojos; antes de mencionar las últimas palabras que pudo escuchar de él. No podía recordar el sonido de su voz, los detalles en su memoria aparecían borrosos, pero su base de datos sabía lo que significaban. Sintió la abrasadora necesidad de levantarse, tenía que cumplir con la encomienda de su general, el debía...Pero cuando sus ojos por fin se abrieron, y la luz cegadora que lo despertó, comenzó a transformarse en formas y colores, el soldado pudo apreciar una habitación que no conocía. Todo era de un blanco azulado, salvo por la ventana circular a su derecha, desde la cual podía verse el bosque.
Una serie de pantallas en la pared de su cabecera mostraban sus signos vitales, pero eran tan delgadas que casi parecían pinturas, justamente de ahí provenía el incesante beep que lo había despertado. Frente a él había un televisor, que igualmente parecía estar adherido con una especie de pintura al muro, sin presencia de cables, lo que era irónico, porque él mismo se encontraba conectado a unos cuantos.
Pero nada de lo que podía observar respondía a sus preguntas, ¿qué cosa estaba haciendo él ahí?, ¿dónde estaba el batallón?, ¿y el general?
-¿Dónde...dónde estoy?, ¿hola?, ¿ge...general?- fueron las primeras palabras que emitió.
Le sonaban raro, demasiado rasposas y extrañas para su propia voz, estaba sintiendo cosas y sensaciones que muy pocas veces en su vida había experimentado. Muchas de ellas eran especialmente incómodas, había un medidor de presión que le estrujaba el brazo cada tanto, un nasal de oxígeno que le picaba la nariz como no había idea, y lo peor de todo...un catéter clavado en su brazo derecho, que ya le había dormido la mitad de la extremidad.
Molesto, comenzó a quitarse cada cable y aparato del cuerpo, pero cuando llegó a la aguja que le atravesaba la vena, un dolor agudo lo detuvo, seguido de una fuerte reprimenda.
-¡No se lo retire!- Un hombre pequeño, de piel apiñonada y regordete, lo detuvo en seco. Llevaba una barba de candado, perfectamente estilizada sobre sus facciones que lo miraban con desaprobación. Sus manos lo obligaron a soltar la aguja, que ya estaba a medio salir, y con suma calma y profesionalismo, colocó una liga a la altura del bícep, para dilatar las venas.
Yoali protestó, tan pronto sintió la liga estrujando su brazo, pero el hombre lo contuvo. El traje quirúrgico blanco que llevaba encima, así como el estetoscopio, que sobresalía por uno de sus bolsillos, delataban su profesión.
-Necesita hidratarse, esto es sólo un suero y algunos medicamentos, si continúa moviéndose, únicamente logrará lastimarse- dijo el médico, con cierto cansancio.
Yoali observó detenidamente, el etiquetado de las bolsas que colgaban de una especie de perchero metálico junto a él. Efectivamente, parecía ser que ese tal doctor decía la verdad, aún así, había cosas más importantes que atender en aquel momento.
-No tengo tiempo para esto, necesito regresar a mi base- respondió intentando liberarse.
Sin embargo, tan pronto se levantó, un mareo terrible lo invadió, obligándolo a permanecer sentado.
-Tómelo con calma, es normal despertar desorientado, después de sufrir un evento traumático- continuó el médico, mientras le colocaba adecuadamente la aguja que lo conectaba al suero. Su piel tembló ligeramente ante el contacto, pero el dolor no resultó ser tan intenso.
-No estoy desorientado doctor...-Yoali leyó la leyenda que se encontraba ensartada en la pequeña placa de plástico sobre la bata del hombre.
-Doctor Torres, necesito saber el estado de mis signos vitales para poder regresar al cuartel general, tengo órdenes que cumplir- contestó él con tono firme, y un sentimiento que comenzaba a aglomerarse en sus viseras, era molesto.
-Lo comprendo, aún así, le recomiendo que deje de moverse, o volverá a lastimarse- le advirtió el médico con severidad.
Pero Yoali lo ignoró por completo, y en lugar de ello, escaneó el sitio, en busca de algo que pudiera indicarle su ubicación....por alguna razón, no era capaz de acceder a la base de datos del lugar.
-¿Qué es lo que está sucediendo? Dígame quién es, su nombre- solicitó.
-Mi nombre es Tonauac Torres- el doctor dijo con cierta apatía en su voz, su forma de conducirse era ligeramente pesada y cansada, aunque procuraba mantenerse profesional-soy su médico. En cuanto a sus signos vitales, lo he analizado a fondo, no tiene de qué preocuparse, por el momento se encuentra estable.
-Torres- Yoali lo tomó de la camisa con fiereza, estaba comenzando a hartarse de su parloteo- usted no entiende, yo no debería estar en un hospital, ¡debería estar trabajando!- dijo con el semblante serio, no había lugar para segundos razonamientos en su tono- este hospital, no tiene nada que ver conmigo, ¡tengo que servir a mi nación!- las palabras casi escupiendole en la cara.
El doctor suspiró, no le pagaban lo suficiente para eso. Para colmo, este paciente era uno bastante difícil, no parecía entender el protocolo a seguir dentro de un hospital, si bien su condición era estable, salir de un derrumbe no era poca cosa. Necesitaba sanar completamente antes de siquiera pensar en salir de su habitación.
-Escuche soldado, realmente no tengo las ganas suficientes de lidiar con usted- respondió secamente, mientras Yoali lo zarandeaba como a un saco de papas.
Afortunadamente, Torres tenía siempre un as bajo la manga, y en este caso, era el botón de emergencias, en el bolsillo de su pantalón. Un solo toque, y la fuerza electromagnética reclamó el cuerpo del paciente. Sus brazos, comenzaron a temblar, el soldado observó sorprendido, y ligeramente temeroso, como su agarre se iba haciendo más débil, obligándolo a soltar al hombrecillo, Sus extremidades fueron atraídas hacia los brazos metálicos de la cama como un par de piezas de aluminio, pese a ser orgánicos.
-¡Carajo!- susurró Yoali con una mezcla de asombro y terror- ¡Qué me está haciendo!- exclamó intentando liberarse.
- Tiene que entender, no puedo darlo de alta del hospital, aún necesita recuperarse, créame que hacemos todo lo que está a nuestro alcance, por darle la mejor atención que el gobierno puede ofrecer, y eso incluye, amarrarlo a la cama si es necesario, para evitar que intente lastimarse o escapar antes de recibir el tratamiento pertinente- dijo el doctor, con la paciencia pendiéndole de un hilo.
-Yo nunca he necesitado de ningún "tratamiento" !y no lo necesito ahora! ¡Tengo que dejar este lugar en este instante!- demandó el soldado, moviéndose con desesperación sobre su cama, el metal frío calándole los huesos e hirviéndole las venas- no pueden recluirme aquí, mi oficial superior está esperándome, ¡debo regresar a donde pertenezco!- insistió, ya con una pizca de desesperación mezclándose en su voz.
Este doctor parecía ser humano, el debería entender lo importante que era, que un elemento del estado regresara a sus filas, ¿o acaso esto era alguna especie de treta en contra del ejército?
-No lo estoy recluyendo, simplemente estoy haciendo mi trabajo, una vez que hayamos tratado su estado de salud, podrá regresar a sus labores en el ejército- el doctor suspiró con cansancio, "¿acaso no se daba cuenta de la posición en la que se encontraba?, ¿que no había notado el estado de sus miembros inferiores?"
Yoali no quería escuchar razones, cada minuto que pasaba, él sentía sus sospechas confirmarse.
-¡No!, ¡esto es traición!, ¿me escuchó?, usted está interviniendo con un asunto de seguridad nacional, ¡tiene que liberarme en este instante! ¡Debo regresar al cuartel general!- farfulló.
-Me temo que no le será sencillo, caminar a cualquier lugar por su cuenta, dada la situación actual con sus piernas prostéticas- le indicó el doctor con severidad, arreglando su bata con indignación, después de haber pasado por las manos del soldado.
Sin embargo, no hizo acopio por intentar desquitarse con él, estaba más que claro, que el pobre chico no se había percatado de nada, y permitirle continuar en ese estado de alteración, no era la mejor opción.
Yoali se detuvo en seco, hasta ese momento, sus emociones habían eclipsado todos sus pensamientos, no se había detenido a pensar en sí de hecho, todas las partes de su cuerpo, aún seguían en funcionamiento, así que instintivamente, llevó la vista hacia sus extremidades inferiores, y lo que observó, le heló la sangre. Efectivamente, las que alguna vez habían sido las piernas más veloces y resistentes del ejército, ahora sólo eran un montón de cables y piezas inconexas. Mirar el desastre biónico que tenía en frente, le hizo sentir una punzada en el estómago, la incomodidad comenzó a reptar como un lagarto por su pecho, el pulso se le aceleró.
-¡Maldita sea!, ¿qué es lo que está sucediendo?, ¿por qué mis piernas están destruidas?- explotó...la adrenalina se le subió a la garganta-Torres, necesito respuestas, ¡ahora!- le advirtió.
-Usted acaba de salir de un accidente, el reporte de los paramédicos indica que fué un derrumbe en las cuevas del bosque. Es por eso que su cuerpo necesita descansar. La ingeniera vendrá por la tarde a repararlo- le explicó el médico.
-Un accidente- murmuró el soldado, esto lo hizo comprender un poco mejor su situación, vagas memorias de una presión en el pecho y un par de humanos gritando en su dirección, comenzaron a aparecer en su cabeza.
-Pero eso....eso no es posible, ¡a mi me impactaron con una bala en campo abierto!- dijo con los decibeles aumentando a cada segundo en su tono, incluso esbozando un ligero temblor.
Los recuerdos de la batalla regresaron, un poco más consistentes esta vez. El sonido de las balas, la tierra temblando debido a las explosiones, los hombres gritando instrucciones a diestra y siniestra, taladrando sus oídos, aunque la sensación era ahogada, como percibir todo por debajo del agua. Un golpe fatal en la nuca, el sonido del gatillo, la vista dirigida al cielo, nublado por la contaminación del humo y el fuego, el terreno plagado de cenizas y cuerpos sobre la tierra.
-Dígame, ¿qué lugar es este?- preguntó de nueva cuenta el soldado.
Sabía, que el lugar en donde había perdido la consciencia por última vez era un desierto, que se extendía por kilómetros y kilómetros...Un bosque, cualquiera que fuera, estaba muy léjos de ahí.
-Se encuentra en Amixtly, en el estado de Chipauak- respondió el doctor, que por fin agradecía que su paciente hiciera preguntas un poco más coherentes, aún así, no le quitó la vista de encima.
Yoali suspiró, el aire necesitaba regresar a sus pulmones de alguna manera...Amixtly, de todos los lugares, aquel parecía ser bastante conveniente...por alguna razón, algo muy adentro de su sistema le decía que, ese era justo el sitio en donde debía estar, pero no sabía el porqué, y como ese sentimiento no tenía lógica alguna en su cerebro, decidió guiarse por lo que sí la tenía. El cuartel general, necesitaba regresar y confirmar sus últimas órdenes.
-Necesito volver, ¡ahora!- insistió con dureza, sus ojos negros plagados de determinación hacia el doctor.
-Sé, que debe ser demasiado como para poder procesarlo de un solo golpe. Pero por favor intente comprender, incluso si le permitiera retirarse en este momento, usted no tiene la capacidad de caminar por su cuenta- el hombre suspiró, intentando convencerlo de tomar una decisión racional- eso sólo supondría un retraso para sus compañeros, ¿no es así?
El soldado observó sus piernas metálicas nuevamente. Para su desgracia, Torres tenía razón. Su condición actual no le permitiría ser de utilidad para nadie, más allá de cooperar, podría convertirse en un peso muerto con el cual lidiar. La molestia en la base de su pecho, regresó.
-No pretendo mantenerlo atrapado aquí, una vez que esté curado, podrá irse a realizar sus labores, pero mientras tanto, necesita descansar- le reiteró el doctor.
La realidad era que el pobre hombre sólo quería continuar atendiendo a sus pacientes con normalidad, pero no podía dejar al joven soldado en un estado de crisis, necesitaba hacerlo entrar en razón, de lo contrario, podría entrar en pánico, querer huir o incluso lastimarse, y él tendría que ocuparse de eso. Por muy conveniente que fuera, el sistema de contención magnético que mantenía a su paciente a raya, no funcionaría para siempre.
El soldado tuvo que obligarse a respirar y comprender el panorama, incluso si lograba, de alguna forma, hackear ese extraño sistema de contención, era claro que no podría salir de ahí hasta ser reparado, por mucho que aquello le pesara.
-Comprendo doctor Torres, no me había dado cuenta de la situación en la que me encontraba. Solo puedo pensar en mi superior y, en lo que conllevaría fallar, si no logramos entregar el cargamento...La verdad es que, no sé cómo expresarme, estoy un poco...¿cómo le dicen ustedes?- había una palabra para esa emoción en particular- ah sí, perturbado.
El doctor suspiró aliviado, aquel joven comenzaba a comprender las cosas.
-Estoy feliz de que pueda entenderlo, lo mejor que puede hacer en este momento es permanecer aquí y esperar a que sus prostéticos sean reparados, es la opción más lógica a considerar.
Lo que el doctor Torres dijo, logró sofocar, aunque fuera al menos un poco, las terribles olas de molestia, que el cuerpo del soldado emitía interminablemente. Al menos en palabras, aquel doctor había prometido regresarlo al cuartel, además de arreglarlo.
-En ese caso, permaneceré en mi posición -dijo el soldado con renovada calma, pese a la molestia de estar aún pegado al metal de su cama- ¿va a soltarme ahora?- continuó con un poco de esperanza.
-Puedo hacerlo, sin embargo, llamaré a seguridad de ante mano, no quiero verlo, arrastrándose por los pasillos de mi clínica- argulló el doctor con severidad- cambiando de tema, le ofrezco una disculpa, me parece que no nos hemos presentado- dijo con renovada calma.
-Yoali, programa 62685- dijo el soldado, sintiendo como sus ojos comenzaban a cerrarse poco a poco, la descarga emocional y física comenzaba a cobrarle cuota.
-Claro- suspiró el doctor, ahora lo entendía, no sólo debía llamar a seguridad antes de liberarlo de su contención, también tendría que solicitar la ayuda inmediata de un psiquiatra.
Pero el soldado no era capaz de identificar lo que el rostro del doctor indicaba a gritos, él sólo sentía su cuerpo pesado, y la necesidad de cerrar los ojos.
-Creo que...me serviría apagar mis sistemas por un rato, me he sobrecargado- mencionó en medio del limbo.
El doctor sabía que aquel pobre joven estaba diciendo muchas incoherencias, eso de sobrecargarse como si fuera una máquina, y auto denominarse como un programa, si que era una verdadera locura. Pero en última instancia, decidió que lo mejor era dejarlo estar. Dormir era la mejor idea que se le había ocurrido al soldado desde que llegó al hospital, eso lo mantendría estable y léjos de los problemas. Con esta feliz resolución en mente, Tonahuac Torres asintió y lo dejó en paz.
-Descanse adecuadamente, lo dejaré para que pueda dormir con tranquilidad- dijo a modo de despedida.
Posteriormente se dió la vuelta y desapareció por la puerta de la habitación, para poder seguir con sus obligaciones atrasadas.
Al final del día, los doctores en la clínica eran pocos, y siempre había mucho trabajo por delante.
Por su parte, Yoali cerró los ojos lentamente, y se permitió caer en la oscuridad, estaba completamente agotado.
Las horas pasaron y la brillantez del día fue menguando hasta caer la tarde, desde la ventana comenzaba a colarse una luz rojiza, que indicaba a algunas especies de aves, que era momento de cantar y refugiarse bajo las copas de los árboles. Esto, aunado con un golpe seco, y un sonido rasposo, como granos de tierra o arena frotándose contra una superficie rugosa, lo despertaron.
El joven soldado abrió los ojos, la luz de la tarde comenzaba a calentar el ambiente, lo que era inusual, él no estaba acostumbrado a sentir la temperatura de nada subir o bajar. Aún así, decidió ignorar este nuevo descubrimiento, e hizo un esfuerzo por dirigir su vista hacia el origen del sonido. Se trataba de un gato, de pelaje negro, pequeño y con un collar morado sujeto al cuello. Eso indicaba que era doméstico, y también un travieso, pues estaba afilando sus diminutas garras contra la alfombra, con toda la desfachatez de cualquier miembro de su especie.
Tan pronto como el animal notó su presencia, fijó sus ojos en los de él. El color en ellos era particularmente inusual, violetas y brillantes. En seguida emitió un maullido, quizás esperando que el soldado le ofreciera comida o atención. Pero el joven se limitó a alzar una ceja, no entendía qué demonios estaba haciendo un gato adentro del hospital.
Este siguió afilando sus garras en la alfombra por un par de segundos más, sin dejar de clavar su vista en la del soldado. Una vez estuvo lo suficientemente satisfecho, caminó elegantemente hacia la camilla del cuarto y dió un brinco para posicionarse en la silla contigua a esta.
Yoali permaneció estático, confundido por su comportamiento. El gato parecía inusualmente calmado, no había una pizca de temor, o desconfianza hacia un extrañó como él; y probablemente, bajo otras circunstancias, él lo habría ignorado por completo, pero ahora, no podía evitar sentir curiosidad y una urgencia enorme por tocar el pelaje del animal, que estaba a solo un metro de distancia. Con algo de dificultad, puesto que, el efecto electromagnético en su cuerpo, no había cesado del todo, se sentó en la cama y estiró su brazo para alcanzarlo. Pero a solo unos centímetros, el animal siseó amenazante y se contrajo en la silla, para evitar ser tocado.
-¡No me toques!- dijo el gato, su voz era aguda como el choque de una navaja contra un trozo de metal, pero aún así, gutural y amenazante- ¡no te he dado mi consentimiento!- añadió mirándolo con marcado desprecio.
Yoali sintió como si una espada, terriblemente fría, le perforara la boca del estómago, los vellos de su nuca se erizaron en respuesta y algo pesado e invisible se alojó en su pecho...tiempo después descubriría que eso se llamaba temor, perturbación...La escena era totalmente absurda.
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