03|Huesos Nuevos.
Un,dos, un, dos tres— sigan el ritmo chicas—un, dos, dos, dos, tres—el rostro deEstefany esta
sonriente—muy bien chicas, tómense cinco—nos muestra sus cinco dedos y se retira.
—¿Quieres agua? — me pregunta Ema—claro—digo sentándome en el suelo frio de madera.
—Estoy muerta—dice sentándose a mi lado y extendiéndome la botella con agua.
—Por dos—contesto bebiendo de la botella—pero debemos entrenar mucho si queremos obtener nuevamente el primer lugar.
—Lo sé, los jueces están aburridos de lo mismo siempre, esta nueva coreografía esta genial—dice sonriendo con un poco de orgullo ya que ella fue una de las que más aporto pasos para la coreografía.
—Te quedo genial—digo estirando un poco mis piernas—Aun debo entrenar el solo—digo lloriqueando en el suelo.
—Pobre de ti, eso te pasa por ser la mejor—dice sonriendo, ella es esa amiga que en lugar de sentir envidia por las cosas buenas que me pasan se alegra, aunque ambas hayamos optado por el puesto—gracias boba—me levanto de un salto y le extiendo la mano.
—¿Cuándo inicias a trabajar? —cuestiona.
—En exactamente una hora y cuarenta y siete minutos—digo sonriendo ya que estoy feliz.
—Sonaste tan ñoña—dice sonriendo.
—Cierra la boca Hoffman—digo colocándome en mi puesto para seguir con el entrenamiento.
Una hora y veintinueve minutos más tarde estoy dos cuadras antes de la casa de los Davis, ¿Nerviosa?, si, ¿Con ganas de vomitar?, si, ¿Ansiosa?, también, pero soy valiente y no me retractare, vamos Holland Emilia es solo cuidar a un niño adorable, toca el timbre, un movimiento, presionas tu dedo índice sobre el interruptor, no requiere mucha lógica—sí, me estoy auto motivando para no salir corriendo.
—Es ridículo que no puedas ver si ya traen mi jamón—una furiosa Muriel abre la puerta de golpe asustándose un poco al ver mi presencia frente a ella.
—Hola—sonrío con un evidente pánico en mi rostro.
—Muñeca—dice sonriendo— ¿Tu traes mi jamón? —cuestiona viéndome con sus ojos chispeantes.
—No, lo lamento, pero si quiere voy a la tienda son solo—cierra esa boquita y entra Ester te está esperando—dice sonriendo—con permiso—digo entrando al borde de un colapso nervioso.
—Un pequeño y sumamente adorable Reece está sentado en el suelo rodeado de un montón de revistas de ciencia, pero al darse cuenta de mi presencia se pone de pie.
—Hola, mucho gusto mi nombre es Reece, puedes tomar asiento—tiene una voz suave y muy educada, además de que es sumamente tímido ya que en ningún momento se acerca—Iré por mi madre—dice retirándose y sin dejar que me presente.
—Hola, hermosa—dice la señora Ester limpiando sus manos en un delantal—es un alivio que llegaras— sonríe mostrando un hoyuelo en su mejilla.
—Buenas tardes—digo poniéndome de pie y estrechando su mano, pero ella me estrecha en un abrazo—me remuevo incomoda y Reece lo nota.
—Bueno, yo salgo en diez minutos, tu puedes llevar a Reece al salón de lectura para que termine su hora de lectura sin invadir toda la sala y el tan amado sofá de Muriel–dice sonriendo a lo que yo asiento.
—¿Vamos? —pregunto a Reece —a lo que el asiente iniciando a recoger sus libros y yo le ayudo.
—Me llamo Emilia—digo tratando de relacionarme con él.
—Eso ya lo sabía—dice sin voltear a verme.
Caminamos en silencio hasta la biblioteca y dejo a Reece sentado en un hermoso sofá en el cual él se pierde entre las páginas de revistas científicas y yo voy en busca de la señora Ester para que me brinde alguna indicación antes de que parta a su trabajo.
—Sra. Ester—grito suavemente para no hacer escándalo, pero no tengo idea en donde pueda estar—repito una y otra vez hasta que llego a la cocina y la veo ahí, sumamente elegante mientras toma un jugo misterioso de color verde.
—Hola—digo parándome en la puerta—su casa es enorme, creo que me extravié un poco—digo riendo.
—Le diré a mi hijo que te dé el recorrido, ven pasa—dice haciéndome señas con su mano.
—Mira Emilia, Reece es uno de los hombrecitos más importantes en mi vida—asiento—tu eres totalmente responsable de él, así que te estoy confiando una de las piezas más importantes en mi vida—dice viéndome fijamente a lo que yo asiento nuevamente—dicho eso—me extiende una carpeta—estos son sus horarios, ha estado un poco enfermo con anemia así que lleva una dieta, la debes seguir al pie de la letra, el ama sus horarios, es más, el los invento, así que es mejor que no los rompas si no quieres que enloquezca, pasa la mayor parte del tiempo ocupado y en las horas del sábado que requiere traslado fuera de la casa mi hijo mayor estará para que los lleve mientras tu consigues tu licencia—dice sonriendo nuevamente—pronto llegara, ya Muriel los presentara—ella es una mujer amante del amor así que tendrás que soportar sus constantes intentos de emparejarte con mi hijo—siento el nerviosismo en mi cuerpo ante esta declaración—le agradaste mucho así que es lo más probable, tu solo no le prestes demasiada atención—dice poniéndose de pie y guiándome con ella hacia la sala—cuida a mi bebe—dice como una mamá oso—nos veremos otro día—ella se retira y yo volteo a ver al sillón en el cual está sentada la Sra. Muriel.
—Se lo que piensas—dice señalándome con su huesudo dedo—Maldita loca desquiciada—dice sonriendo a lo que yo respondo con mi cara de pánico—es una sobreprotectora que no deja al pequeño Reece que crezca como un niño normal, lo está convirtiendo en un pequeño ñoño—dice llamándome palmeando el sofá para que me siente a su lado—sabes ¿Quién quiere salir con un ñoño?—me pregunta a lo que yo sonrío a boca cerrada—exacto, nadie niña—dice rodando los ojos, hará que el pequeño sea un repelente de niñas y pierda su virginidad hasta el matrimonio—dice poniendo netflix en la pantalla.
—Creo que Reece es un niño adorable—digo en un hilo de voz.
—¿Alguien quiere salir con un niño adorable? —dice elevando sus manos—no pequeña, todas soñamos con un candente chico malo o si quiera que no uses el adjetivo adorable para describirlo—dice atrayendo un bol de palomitas de maíz hacia ella.
—Aún es chico, no cree, para pensar en chicas—digo viéndole detalladamente, esta mujer debió ser sumamente atractiva en su juventud.
—Sí, pero a este paso será un gran ñoño cuando le inicien a gustar las chicas—dice comiendo un poco del bol.
—Iré a ver a Reece—digo levantándome del sofá y señalando hacia donde iré.
—Es al otro lado de la casa muñeca—dice apuntando en la dirección opuesta a la que yo había apuntado.
—Gracias—digo caminando hacia la biblioteca.
—Hola—digo al llegar a la biblioteca—es hora de que salgas a jugar un rato—digo mientras leo la carpeta que la Sra. Ester me entrego.
—De acuerdo—dice poniéndose de pie y caminando hacia la salida—podrías traerme mi merienda en media hora por favor—dice viéndome.
—Por supuesto—le sonrío y camino junto a él para conocer el solar.
Este sitio es hermoso, tiene tantas plantas y áreas verdes, hay una terraza preciosa y hasta hay una fogata, en definitiva, quiero una casa como esta, es preciosa. Veo al pequeño Reece correr por el solar y llevar una cesta en una carretilla hasta la otra punta de este, decido dejarlo ahí e ingresar a prepararle su merienda.
El silencio en este lugar es sepulcral, no se escucha nada así que decido colocarme mis audífonos e ir hacia la cocina, una variada lista de reproducción resuena en mis tímpanos mientras yo busco la lechuga tailandesa que se supone debe llevar el sofisticado sándwich que preparo, lastimosamente cuando escucho buena música mi cuerpo reacciona involuntariamente a este y termino bailando por toda la cocina mientras lleno de mayonesa natural en el pan casero que la Sra. Ester dejo hornado ya que ella ama hornear y el pequeño Reece prefiere el pan casero que el comprado en el supermercado, me doy la vuelta para depositar la lechuga de nuevo en el refrigerador y me espanto al ver un trasero sobresalir de la puerta abierta de este. Suelto un suspiro al parecer muy fuerte ya que el poseedor del trasero decide hablar.
—Tu sigue en lo tuyo—dice mientras revuelve todo dentro del electrodoméstico.
—Yo, yo no—estoy segura de que mi rostro esta rojo y como es de costumbre mi lado tímido y tartamudo sale a la luz.
—Tú te mueves muy bien—dice levantando su torso y cerrando la puerta.
—No, yo no—no puedo formular palabra.
—¿Tú no qué? —se da vuelta y ahora en lugar de estar roja me siento pálida y con ganas de vomitar.
—No nada—digo en un hilo de voz.
—¿Tú cuidas al enano? —dice elevando su ceja lo cual me da la impresión de que no me recuerda.
—Tomo aire y suelto un —SI—el cual grite.
—Okay—sonríe—pero no me grites, no estoy sordo—dice mientras mantiene ese gesto burlista en sus labios.
—No, yo no—digo, pero de nuevo no sale nada más.
—Sé que puedes decir más que las tres palabras que has estado repitiendo—dice caminando hacia la salida—pero no tengo tiempo de sacarte dichas palabras con cuchara así que hablaremos otra vez que estés más relajada—dice parándose en la puerta.
—Okay—es lo único que suelto.
—Okay Ho Holl Holly Emilia—dice mientras se da la vuelta.
—Maldita sea me recuerda.
Luego de salir de la cocina y haberme reído un poco de la nueva niñera comienzo a recordar como desapareció el día de la fiesta.
—Vamos te invito a una bebida—digo a lo que ella acepta luego de rogarle.
Voy caminando al frente y según yo ella me seguía, así que iba hablando sobre lo lleno de gente que estaba, pero cuando voltee a ver ni ella ni su falda de tul estaba, fue una noche apestosa, Hellen no me volvió a dirigir la palabra y termine un poco ebrio y solo a las dos de la mañana dormido en la habitación de quien sabe quién y con un dolor de cabeza debido al golpe de una pelota de béisbol que tenían en la fiesta, regrese a casa a las seis de la mañana y mi abuela me felicito, es una anciana muy picara.
El lunes fui al College y para mi sorpresa una castaña estaba hablando con una rubia que le quitaba la liga del cabello, yo conocía a esa rubia, es la hermana de Hellen y en definitiva no podía ser nadie más que la castaña de la fiesta la que estaba frente a ella, es la chica por la cual a Patrick ahora se le llama concha de frijol en todo el College y el cual según rumores he escuchado quedo flechado por ella, no lo culpo, es bastante bonita.
—Huesos jóvenes—me llama mi abuela.
—Dime—me siento a su lado.
—Tengo algo que contarte—dice con un tono pícaro.
—Hay nuevos huesos en la casa—dice sonriendo—son jóvenes y atractivos—eleva su arrugada ceja.
—Sí, los acabo de ver en la cocina—digo robando un poco de palomitas de su bol.
—¿Qué tal eh? —cuestiona codeándome.
—¿Qué tal de que? —digo, aunque se bien a que se refiere.
—Como qué tal de que—me rio ante su imitación de mi voz—¿Es linda, cierto? —me ve con picardía.
—Cierto—digo, obviamente no negare la belleza de la chica, aunque no me gusta.
—Odio que estés tan relajado, a tu edad si hubiese visto esos huesitos nuevos hubiese saltado sobre ellos como tigre a su presa y estaría planeando hacer desastres, sabes que tienes la cas—Abuela—le interrumpo.
—No me vengas con tu sermón que así no se debe hablar de una dama porque me aburres más que tu madre con sus cuentas—dice rodando sus ojos—no entiendo que hice para merecer estos nietos tan aburridos, yo hice tanto, con cuantos y en tantas posiciones a tu edad—abuela ya basta—digo riendo ante todas sus confesiones—Solo digo que no me arrepiento de nada y tu deberías hacer lo mismo.
Luego de nuestra charla decidimos ver una película aburridísima por lo cual Muriel se quedó dormida a mitad y yo decidí dirigirme a mi habitación, pero en el pasillo encontré a Emilia tambaleándose cómicamente con todo el laboratorio de ciencias de Reece sobre sus flacuchos brazos.
—Dame eso—digo comenzando a quitar uno de los maletines que estaba a punto de caer.
—No, no se preocupe—habla mientras sigo quitando cosas de encima hasta que puedo ver su rostro.
—Si me preocupo, Reece te odiara eternamente si una de estas cosas se arruina—digo viéndole y ella asiente —ahora ¿A dónde llevamos esto? —elevo mi ceja.
—No lo sé —dice al parecer perdida—era por aquí o eso creo—habla casi susurrando y eso me causa gracia.
—Seguro es en el cuarto de deberes—digo caminando hacia dicho lugar, volteo a ver hacia atrás y ella sigue estática—¿vienes? —comienza a caminar a una distancia de dos metros de mí — te puedo asegurar que no te pasara nada si te acercas— digo sonriendo de lado, pero ella guarda silencio y distancia, creo que es un poco tímida— Bueno, llegamos—veo a Reece adentro y solo coloco las cosas en el suelo y me doy la vuelta.
—Gracias—susurra— lamento hacer que viniera hasta acá.
—No es nada—la veo y ella baja la vista— y tengo diecisiete no cincuenta trátame de tu—digo caminando hacia la puerta donde ella se encuentra.
—Okay—suerte que tengo bien mi oído si no, no le escucharía nada a esta chica.
—Vamos—tomo su brazo.
—¿Do Dónde? — sus ojos azules se abren y por fin me ven.
—Mamá llamo hace rato, quiere que te dé el recorrido, así no te pierdes más—la saco hacia el pasillo.
—Pero debo cuidar a Reece—habla más fuerte pero rápido.
—Tú, yo, mamá, papá, Muriel y el resto del mundo sabemos que Reece no necesita una niñera—digo viéndole—pero mamá es sobre protectora con él, así que no le harás falta al chico si te pierdes un rato, una por que él puede hacer todo y dos porque él no nota cuando hace falta la presencia de otras personas y tres porque no le gustan las niñeras, pero las soporta solo porque mamá este feliz—le digo y al parecer la convencí ya que comienza a caminar atrás de mí.
—¿Enserio no me necesitan? —dice ella en un hilo de voz.
—Diablos—No es eso, es solo que tú me ayudas más a mí que a el—es la verdad.
—¿Cómo? —sus ojos me ven con ansias.
—Pues tú le preparas sus comidas y meriendas y tú lo llevaras a sus clases de deporte, tu ordenas sus desastres, es algo que bien podría hacer el pero no lo hace así que debería hacerlo yo, pero estas tu así que me ayudaras mucho—ella me ve con sus ojos más animados.
—No tengo licencia—suelta es extraño ya que a mí no me interesa.
—¿Qué mal? —arrugo mi frente.
—Tu nos llevaras a Reece y a mí a clases de deporte—ahora entiendo.
—¿Por qué no tienes licencia? —es raro que una chica de su edad no tenga licencia.
—Te tengo quince— demonios.
—¿Es enserio? —intento no lucir impresionado, pero me es imposible.
—Pronto cumpliré dieciséis—dice rápido—en pocos días.
—Muy bien, pero ¿Qué haces en el College si solo tienes dieciséis años? —la curiosidad me mata.
—Pues—al fin está hablando normal— me salte un año y entre más joven a secundaria y por supuesto al College también.
—Niña genio—sonrío para que no se sienta incomoda— eso quiere decir que tendrás diecisiete cuando llegues a la universidad—estoy sorprendido.
—Si o quizá dieciséis—ella sonríe sin mostrar sus dientes.
—¿Por qué? —la veo fijamente ya que la conversación el pasillo se ha vuelto muy interesante.
—Me hacen análisis para ver si puedo saltarme el último año e ir directo a la universidad—lo dice con tanta normalidad que mi estado de impresión se siente ridículo.
—Wow, me impresionas, no tienes aspecto de cerebrito—digo viéndole tratando de relajar mi expresión de asombro.
—No sabía que debía tener una apariencia definida para ser inteligente o no—se escucha un poco enfadada.
—No, no es eso—la regué—hablo de que—no sé cómo defenderme.
—Hablas de que una persona debe lucir específicamente de un modo para pertenecer a tal forma de ser, así que básicamente juzgas por la apariencia y eso está mal—ella me ve y ya no hay timidez en sus ojos.
—Lo siento no es lo que quise decir—en definitiva, si es lo que quise decir, pero al ella reprocharme se siente horrible lo que dije.
—Sabes, Andrew Davis—ella respira profundo—creo que este recorrido se cancela ya veré yo como le hago para no perderme—se da la vuelta.
—Okay—no rogare, si ella no quiere conocer la casa pues no puedo hacer nada—camino hacia mi habitación y ahí permanezco todo el resto de la tarde.
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