I/Capitulo 9: Sentimientos

—¿Y ahora que haremos? —Cuestiono mi hermano contemplando a lo lejos el centro de la ciudad en llamas.

—Quien sabe... —Conteste yo con un suspiro.

—No sabemos que paso, ni que causó todo este alboroto, solo se que los miembros de las fuerzas públicas están muy relajados, y que de resto, todo el mundo salio de la ciudad para unos supuestos refugios... —Respondio mi papá con aire pensativo mientras nos miraba a todos.

—¿Sera que habrá pasado esto en más ciudades? —Cuestione yo, mirando a mi padre con cierta duda.

—Es lo más probable, sin embargo, los medios de comunicación son muy fáciles de callar, no es de extrañarse de que esto ya haya pasado incluso en otras partes del mundo...

—¿Entonces...?

—Por ahora preocupemonos por mantenernos todos unidos, puede que tal vez haya aún gente que también se haya quedado aquí en la ciudad —Contesto mi madre con voz temerosa, como si estuviera dudando de sus propias palabras—No sabemos quiénes se habrán podido quedar aquí... Pero, sea lo que sea, hay que estar alerta, no hay que confiarnos...

—Tienes razón, hay que estar alertas... —Apoyo la idea mi padre.

Nuevamente todos nos quedamos sumidos en un silencio que pareció eterno, mirándonos entre todos sin saber que hacer con exactitud, teníamos que ahora comenzar a vivir como los sobrevivientes de una catástrofe sin nombre ni cara de la cual no sabíamos poco más que nada, sin saber cuánto tiempo tardaríamos hasta saber que hacer de manera concreta, nuestra vida se había arruinado y ahora solo nos quedaba seguir adelante con aquellos pedazos menos rotos (nada más que ahora recuerdos) sirviendonos de consuelo para seguir adelante.

Bostece mientras pensaba aquello, la carga de emociones y el miedo me había hecho olvidarme de todo a mi alrededor, por un momento me detuve a pensar en mis demás familiares y en mis amigos, el que sería de ellos y el si estarían bien, sin saberlo el destino nos había acumulado a todos y con un gran estruendo, como si fuera un globo lleno de canicas o una bolsa llena de pelotas, estallo de golpe, desparramandonos a todos y separandonos todos lejos de todos, con mínimas posibilidades de volvernos a ver. Era un sentimiento feo, horrible y carcomiente, me partía el corazón saber que iba a dejar de ver (tal vez para siempre) a gente que le había agarrado cariño y estima, gente que veía todos los días a diario, gente con la que hablaba y recochaba, ya no los volvería a ver.
Sin saberlo y sin darme cuenta, de tanto pensar eso ya mis ojos se habían aguado, amenazando con que de un momento a otro comenzarán a salir lágrimas, sin embargo, no deje que eso pasara, trague saliva y mire a otro lado, prestando mi atención a la ciudad.

Lo que acababa de ocurrir era una adversidad grande, gigantesca, de seguro hay gente que la debe estar pasando peor que yo y sin embargo, soy yo la que está a punto de derramar lágrimas innecesarias, no, no puedo hacer eso, sería incluso algo estúpido, estar llorando mientras aún nos mantenemos en la incertidumbre y ante un peligro, que, de una manera y otra, sentía que se nos avecinaba. Con fuerza talle mis ojos con la manga de la chaqueta, apresando las lágrimas que estaban ya a punto de salir, no podía mostrar debilidad en un momento así, en dónde aún no había pasado nada grave, debía de mantenerme en calma y relajarme, sabía que lo peor, ni siquiera había pasado.

—Voy a acostarme.... —Murmure mirando a mis padres, mi mamá simplemente asintió mientras que mi papá alzó una ceja con cierta sorpresa, como si se estuviera preguntando que me estaba pasando por la cabeza, notando como me miraba a los ojos, sabiendo que había notado mis ojos llorosos.

—Bajemos todos de una vez, igual no se que nos quedaríamos haciendo aquí todos parados —Contesto mi padre encogiendose de hombros mientras se paraba a mi lado y me sonreía.

—Yo me quiero quedar a mirar un poco más —Exclamo mi hermano aún apoyado contra la pared de cemento, sus ojos marrones brillaban mientras contemplaba las llamaradas de fuego comerce las casas.

—Yo me quedaré con Mati, si quieren ustedes bajen, ya nosotros más tarde bajamos —Sonrio mi madre mientras nos miraba a mi y a mi padre, en ese momento mi papá le correspondió la sonrisa.

Yo simplemente asentí mientras me agarraba del brazo de mi padre y comenzaba a bajar las escaleras junto a el, aún seguía pensativa, preguntándome el que será de mis amigos y el resto de mi familia, pensando el como se encontrarían y el si estarían bien, todo lo que sucedía era tan raro y caótico que era conciente de que todo podía pasar, incluso lo impensable y ese sentimiento me destrozaba, el saber que de pronto estaban sufriendo, o siendo pisoteados o lastimados...

—Scarlett... ¿Que pasa? —Escuche la voz de mi padre mientras aún seguíamos bajando las escaleras.

—No, nada... —Conteste con la cabeza gacha mientras soltaba un suspiro.

—¿Tienes miedo?

Me quedé callada un segundo, negué con la cabeza, pero no lo mire.

—Pero si yo ya había hablado contigo, y eres consciente de que todos esos vídeos que veía de conspiraciones, y que ahora resultaron ser ciertos ¿No?

—Lo se pa... Digo, los apagones, la subida de precios, todo esto ya lo habías predecido hace tiempo... Aún así, no pensé que todo esto llegara a nosotros tan pronto.

—Sabias que seria un veintitrés del nueve ¿No?

—Lo se, sin embargo... Ahg, es complicado —Exclame frustrada mientras fruncia los labios.

—Bueno, ya nada le podemos hacer de igual manera, veremos qué hacer más adelante, por ahora, enfoquemonos en esta noche.

Ambos seguimos bajando las escaleras hasta llegar al segundo piso, en dónde se encontraba nuestro apartamento, vuelto una nada, desde que llegamos a la sala nos dimos cuenta del gran desorden que había, la mesa de vidrio estaba completamente rota, pude notar como habían cables esparcidos frente a los muebles y que el televisor ya no estaba, al parecer los saqueadores entraron y se llevaron lo primero que encontraron, como si temieran que en cualquier momento alguien más llegará y comenzará a llevarse aquel botín que consideraban suyo tan solo por qué habían llegado en el momento adecuado.

Entramos junto a mi padre, tratando de ignorar aquel alboroto, sin embargo, el pensar que aquel lugar que estaba frente a nuestros ojos era nuestra casa, nuestro hogar, el lugar que nos hacía sentir seguros.

Entre a mi cuarto, que estaba igual de desordenado como el resto de los apartamentos, quite algunas cosas que estaban encima de mi cama, quitando el cobertor mientras me sentaba en ella, viendo por la ventana el cielo oscuro y silencioso, a lo lejos la luna rodeada de nubes parecía querer abandonar aquel escenario, ocultandose entre estás mismas mientras contemplaba todo dese su lejura, como si quisiera dejar a la ciudad a su suerte en medio de las luces artificiales de las que tanto dependia.

Contemplé el cielo en silencio, pensando en todo lo que había pasado desde que se dió la alarma por medio de los televisores y radios, era conciente de las repetidas veces que me había quejado de mi vida y de su estilo monótono y ciego, sirviendo y haciendo todo por deber, criticando a la gente, a sus andanzas y el como no veían que estábamos cayendo en el abismo de la ignorancia.
Ahora extrañaba todo eso, ni siquiera había pasado un día y ya comenzaba a extrañarlo todo, la rutina de toda la semana, los horarios, se suponía que a esta hora debería estar alistandome para dormir, escuchando música mientras hablo con mis amigos de la salida que acabábamos de tener y pensando en como me iría en mi clase de teatro al otro día.
Pero no, nada de eso estaba sucediendo, en cambio estaba ahí, quieta y estática, con la luz de mi habitación apagada y las ventanas abiertas de par en par, contemplando la luna mientras sentía como todo se desboronaba a mi alrededor.

Cómo mi vida anterior acababa de caer por la borda, sin ningún punto de retorno.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top