I/Capitulo 8: La Ciudad en Llamas

A medida que iba subiendo las escaleras, el olor carbonizado del aire comenzó a penetrar mi nariz, las paredes blancas del pasillo y su baldosa color ladrillo daban la impresión de un lugar desolado, lugubre y tenebroso, a pesar que hacía tan solo unas horas, era habitado y de porte alegre.
Esto me hacía reflexionar sobre la gran importancia que hacia la gente en los lugares, ya que para ese propósito estaban construidos, para ser habitados, sin embargo, ahora que no hay nadie se nota ese vacío, comenzando así a su caída en picada hacia el estado de abandono y deterioro, el cual tarde o temprano, tendría que llegar.

El noveno y décimo piso estaban vueltos una nada, se notaba que, en estos dos pisos se había concentrado de manera alarmante el caos, como si hubiera sido el punto de ebullición para así comenzar a desbordarse de una manera rápida y alarmante el miedo y el pánico.
Sin embargo, aún en este punto, me era imposible imaginarme el que habría pasado, debido al gran desorden que se pronunciaba no solo a lo largo del pasillo, si no que también en los umbrales de las puertas y los interiores de los apartamentos.

El único sonido que se escuchaba eran las lejanas voces de mi familia y el vecino hablando entre si, seguido del eco retumbante de mis pasos y el murmullo del viento colándose entre las puertas y escabullendoce en medio de las paredes, estando sumida en un tipo extraño de silencio, el cual, era aunque muy relajante, también era bastante inquietante, provocandome sobresaltos y pequeños sustos ante cualquier ruido extraño por más pequeño que fuera.

Finalmente logré llegar a la terraza, sintiendo de golpe el frío y gélido aire nocturno de la ciudad, divisé a lo lejos las calles solitarias y los barrios en dónde nisiquiera se paseaba un alma. Era un panorama caotico, extraño, algo que nunca antes había visto o había imaginado, la ciudad estaba sola, completamente sola, iluminada por las luces tenues de los postes y semáforos, resplandeciendo con la monotonía de siempre y sin embargo, siendo ahora deprimente y lugubre, debido a que la gente que la hacía funcionar ya no estaba, los establecimientos no encendieron sus letreros, las discotecas no hacían bullicio en la calle, los autos no iluminaban las carreteras, ahora todo estaba bajo una misma luz artificial que solo se encendia de manera automática.

Me recargue contra el muro de cemento mientras observaba la ciudad, a lo lejos, el fulgor ardiente del fuego iba consumiendo poco a poco las zonas del centro, llevándose todo a su paso, como si fuera una plaga o un virus mortal, el caos y el desorden en medio de algo que ahora estaba tranquilo y calmado, un contraste bastante peculiar que de seguro y no volveria a ver en mucho tiempo. Mientras meditaba contemplando la ciudad, logré darme cuenta de una cosa, era extraño y un poco insignificante, pero, realmente me intrigaba y hasta ahora, con todo lo que había pasado en tan poco tiempo, no había caído en cuenta.

Se suponía que cuando nosotros íbamos saliendo de la ciudad, un apagón repentino dejó a la ciudad en completa oscuridad, no obstante, ahora frente a mis ojos, notaba perfectamente cada detalle de las calles iluminadas por los postes.
¿En qué momento volvió la luz?

Se que apenas y habiamos llegado a la recepción, me había percatado de aquello, sin embargo, no había pensado a profundidad sobre aquello, el alboroto de Thaysson, nuestra preocupación por encontrar algo que sabíamos quizás nunca podríamos sacarnos de la cabeza y el incidente del vecino fueron suficientes como para desviar nuestros pensamientos en otras cosas y no preocuparnos del por qué había vuelto la luz, siendo concientes de que no había llovido (ya que casi siempre se iba cuando tan solo caían unas miseras gotas al suelo) y que de igual manera, como toda la ciudad había sido evacuada, no habría quien cuadrara y activará todo aquello, lo cual me generaba cierta sospecha e incertidumbre.

Sin embargo, no era momento para preocuparme de aquello, el día había estado bastante agotador y extraño, y lo único que quería era volver al apartamento y dormir en mi habitación, con la débil y triste esperanza de que tal vez esto fuese un tipo de pesadilla, y que cuando me despertara, todo volviera a la realidad, tal como la conocía, que aunque fuese monótona y esclavizante, nos mantenía a todos contentos y seguros.

Mientras aún seguía sumergida en mis pensamientos, contemplando como el centro de la capital estaba sumida en infernales llamaradas de fuego, logré escuchar como alguien de gran tamaño y estatura subía las escaleras seguidas de unas pisadas caninas, ante aquello, yo simplemente sonreí mientras me daba la vuelta.

—Pap-... Ah, eres tu —Mi sonrisa se desvaneció al instante que divisé al vecino pasar el umbral de la puerta junto a mi mascota, Thaysson, rodé los ojos con cierto desden y luego volvi a mi posición inicial, recargandome contra el muro de cemento mientras dirigía una mirada vacía hacia la ciudad, mirando el fuego ardiente resplandecer contra las propias calles y edificios.

Thaysson camino hasta hacerse a mi lado, apoyándose desde sus dos patas traseras para luego asomarse y ver más allá del muro de cemento, sacando la lengua y batiendo la cola de manera contenta y alegre, yo simplemente le rasque las orejas mientras aún seguía observando la ciudad, no estando de humor como para entablar conversación con mi vecino ni mucho menos mirarlo, así que me límite a estar en silencio, sumiendome poco a poco entre mis propios pensamientos mientras pensaba con detenimiento en que nos podría pasar a todos ahora que volvimos a la ciudad sin ningún objetivo claro.

Un silencio incómodo comenzó a invadir el aire, pude escuchar como el vecino suspiraba y movía sus pies de forma inquieta, ante aquello yo simplemente rodé los ojos mientras seguía con lo mío, sin embargo, notando que de alguna manera, el quería entablar conversación así fuese como sea, sin embargo, como yo no ayudaba, el no sabía cómo hacerlo.

—No entiendo que hay de malo con que yo suba a la terraza... —Finalmente sentenció el mientras se hacía al lado de Thaysson y también se recargaba sobre el muro de cemento, sin embargo, en vez de contemplar a la ciudad, pude notar su mirada dirigirse hacia mi.

—¿Me ves acaso diciéndote algo por subir?—Conteste yo con rapidez de manera calmada pero a la vez defensiva, un tanto molesta.

—No, pero me basto con ver tu expresión como para darme cuenta que no estás contenta con mi presencia —Respondio el con simpleza mientras se encogia de hombros, ante aquello yo simplemente voltee mi rostro para verlo—Aunque no me es raro, desde que estabamos en el colegio ya eras así...

—Uy, tan delicado, entonces tengo que estar a toda hora riendo cuando el señorito se aparece —Exprese con evidente molestia y un toque de sarcasmo mientras me separaba del muro y comenzaba a caminar de vuelta a la puerta—Que fastidio, uno a toda hora tiene que andar pelando el diente por qué si no la gente se delica...

—Yo no estoy diciendo eso... —El vecino intento explicarse o corregirse, sin embargo yo no le preste importancia, tan pronto como el había vuelto a hablar, yo ya había cruzado el umbral de la puerta volviendo hacia las escaleras, comenzando mi descenso hacia los apartamentos y pasillos iluminados por farolas blancas y de tonos fríos.

Estaba fastidiada y un poco molesta, ¿Que el quería conversación? ¡Pues ahí la tenía!
Sin embargo, no me iba a amargar ni mucho menos a enfocar en algo así, así que baje las escaleras y comencé a buscar a mis padres, huyendo de cualquier otra incomoda o extraña conversación con alguien que no me caía del todo bien.

Mientras iba bajando pude ver cómo iban subiendo mis padres junto a mi hermano, escuchando como entre ellos hablaban sobre cosas que no me parecían del todo relevantes, teniendo en cuenta la situación en la que estábamos. Mi hermano al verme sonrió mientras sacaba de sus bolsillos los audífonos inalambricos que mis padres le habían regalado para una navidad hacia ya unos dos o tres años, pareciendo realmente feliz y contento.

—Mira lo que he encontrado—Canturreo mientras me los mostraba.

—O más bien lo que se ha salvado de los saqueadores y bandalos esos... —Apunto mi padre riéndose.

—Ja, no lo creo, digo... ¿Quien querría esas viejeras? —Me burle mientras me acercaba a ellos.

—¡Oye! —Exclamo mi hermano ofendido, a lo que yo simplemente sonreí burlonamente, ambos nos vimos con cierto recelo antes de estallar en carcajadas.

—Ay, si, bueno, como sea... —Mis padres estallaron en carcajadas mientras mi padre intentaba hablar, recobrando una postura un poco más seria— ¿Que viste ahí arriba? No pensé que te demorarias tan poquito.

—Bueno, supongo que ví lo mismo que vimos cuando estábamos en la Circunvalar, el centro de la ciudad está en llamas... Como si fuera uno de esos retratos de tragedia que venden a quincemil en el centro cuando estamos en la ciclovía —Me encogi de hombros mientras nuevamente comenzaba a subir las escaleras con ellos.

—Veh, tan raro... —Exclamo mi mamá pensativa.

—Sabra Dios quien hizo ese incendio, y si en verdad era con intención —Opine mientras soltaba un leve suspiro.

—Quien sabe... Con tanta vaina que hay uno ya no sabe ni en qué creer —Contesto mi padre, finalmente pasando el umbral de la puerta que daba a la terraza, a lo lejos logré escuchar los ladridos de Thaysson y el golpeteo de sus patas contra el suelo, antes de llegar hasta donde mi padre, en busca de algun cariño de parte de el.

—Dios mío... —Escuche a mi madre murmurar mientras veía el panorama de la ciudad en llamas, con aquellos colores cálidos e infernales rompiendo la negrura y la oscuridad de la noche, destacando y resaltando sin cesar.

El paisaje caótico y el clima extraño nos estaban indicando que lo que se nos avecinaba no será nada fácil ni mucho menos tranquilo de tratar, era como la primera señal, la amenaza, el golpe que anunciaba una gran catástrofe, la cual tarde o temprano nos afectaria.

Lo único que sahiamos que nos quedaba hacer era que tendríamos que esperar.

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