2/Capitulo 3: El Cuadro

Con la llegada de la adolescencia también llega la época en dónde el corazón de uno comienza a fijarse en una persona en específico, ahí surgen los gustos, surgen los primeros amores, los noviazgos y demás cosas.

Para mí, solo otra época igual de tortuosa.

Efraín y yo crecimos, no es por alardear ni nada, pero ambos cambiamos para bien, terminando siendo un par de muchachos bastante apuestos, de vez en cuando notaba como una que otra muchacha se nos quedaba viendo, mientras que Efraín solamente le devolvía la mirada, le sonreía o incluso algunas veces le llegaba a guiñar el ojo, yo simplemente miraba a otro lado, sintiendo el calor subir a mis mejillas debido a la vergüenza, bajando la mirada y frunciendo los labios nerviosamente, me paniqueaba el solo hecho de tener ese contacto femenino con respecto a las muchachas y chicas que estaban en mi mismo rango de edad.

Cómo era consciente de que no era la gran cosa, no me hacía una imagen muy lúcida con respecto a mi teniendo una novia, si simplemente se me ponían los pelos de punta y se me revolvía el estómago de los nervios cuando me decían que tenía que tenía que hablar con alguien que no fuera mi familia o que tenía que exponer frente a mis compañeros, no me imaginaba a mi sintiendo atracción por una chica o inclusive, pensando en como declararme, apuesto a que sería un completo desastre, tartamudeando en cada palabra y teniendo que mirar al suelo a toda hora.

No, no me imaginaria una escena así, al menos no conmigo.

Mientras tanto, por esa misma época, Efraín era todo lo contrario, siempre era muy caballeroso y coqueto con quién fuera, sea una muchacha mayor o menor que nosotros, siempre y sin excepción, trataba a cada una de la mejor manera, ganándose así, a más de una chica sin nisiquiera proponérselo, era demasiado encantador para cualquiera que estuviera a su alrededor, las señoras lo halagaban y solía siempre ganarse de manera automática, ese cariño y estima de parte de cualquier mujer.

No es que fuera grosero ni nada similar, pero, simplemente si a mí me preguntaban algo o me decían algo, yo solo contestaba lo necesario, siempre mirando a otro lado con incomodidad o nervios, evadiendo a toda costa cualquier contacto o situación que terminara por volverse incomoda, Efraín no, el saludaba y se despedía de lejos, preguntaba, hablaba, siempre buscaba conversación; más de una vez invito a una de nuestras compañeras de clase o de colegio a salir, así fuese al centro comercial para comerse un helado, hasta ir a Salitre Mágico y pasar todo un día completo en las atracciones mecánicas y comiendo comida chatarra.

Por esas fechas comencé yo también a salir solo de mi casa, yendo hacia zonas que supuestamente mis padres decían que eran peligrosas, yendo a curiosear por esos lados en busca de algo que me distraiga y así mismo pueda ayudarme a escoger que cosa quiero hacer con mi vida; más de una vez pague a un Uber para que me dejara en la biblioteca Luis Angel Arango, o al menos de dejara cerca de ella, y así comenzaba a caminar por todos esos lados, entrando en los museos que quedaban cerca, deambulando por la Plaza de Bolivar o caminando por la carrera séptima, viendo los puesticos ambulantes y notando como las personas buscaban la manera recursiva de conseguir ingresos para su familia.

Recuerdo que una vez, estando en la mitad del Museo de la Moneda y el Museo de Botero, en una de las exposiciones de arte, ví un grupo de muchachos casi que de mi edad, hablando entre si, por sus andares tranquilos y la manera en como vestían, pude darme cuenta de que eran de aquella zona de la ciudad, mientras que yo, parecía más bien un estudiante rico que venía a hacer una investigación.

Estaba sentado en una de las sillas que había por fuera de las salas de exposición, posicionada justo de frente a la puerta de vidrio que dejaba ver dentro de la sala, simplemente me fijé en ellos, eran cinco, tres chicas y tres chicos, quienes tomaban fotos a los cuadros y pinturas y luego tomaban nota de ellos, parecía que iban todos en grupo, pero me di cuenta que en realidad no era así, no se por que, pero, decidí prestarles atención.

Una de las muchachas se quedó viendo una de las pinturas, desde dónde yo estaba viendo no alcance a fijarme bien que pintura era, pero, me sorprendió ver lo ensimismada que estaba ella en la pintura, como si estuviera leyendo el cuadro en vez de observarlo, cuando ella se dió la vuelta pude notar con impresión que sus ojos tenían una extraña condición, algo raro y difícil de ver, ella tenía heterocromia; por un momento me la quedé viendo, fascinado por sus ojos, note como ella miraba al suelo y parecía caminar con desgana detrás del grupo, un poco alejada, como si ella notará y sintiera que su presencia en realidad no hacía falta en medio de la conversación de los que yo supondria, son sus amigos. Vi como ella y su grupo se acercaban a la puerta, tenía una mirada cansada y un poco lugubre, pero que disimulaba muy bien debido a su expresión facial, por un momento, sentí que la comprendía.

¿Será que ella también se siente ajena? ¿Tal vez ella también se sentirá sola a pesar de su compañía? Tiene la mirada ida, como si estuviese pensando en algo que realmente la afligía, mientras miraba a sus acompañantes e intentaba entrar en la conversación.

-Que cuadro más raro... -Menciono la otra muchacha, alta, de cabello negro corto y tez morena.

-No entiendo el por qué tener que andar haciendo un ensayo de todo esto -Fruncio los labios un muchacho alto y de cabello negro, como si estuviera fastidiado.

-Pero es fácil, todos los cuadros casi que dicen lo mismo -Declaro la joven sin mirar a nadie en general, como si estuviera más que todo, hablando para si misma- Blanco y negro, luz y oscuridad, bien y mal, todas las exposiciones, todas las pinturas, todo aquello retratan lo mismo.

-Ay, aquí empezamos... -Susurro mirando a otro lado la muchacha morena.

-Como el misterioso caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, esa lucha constante entre el bien y el mal, que a pesar de ser ambos tan distintos, casi siempre están juntos, intentando hacer más peso que el otro -Siguio hablando la joven con cierta sonrisa, como si estuviera hablando para si misma de algo que realmente le gustará -Son cuadros que retratan esa lucha, en todos demuestran lo mismo.

-Scarlett, no todo es Jekyll y Mister Hyde -Exclamo uno de los muchachos con cierto fastidio, como si la muchacha ya hubiera nombrado aquello un montón de veces, sus gafas de aumento recalcaban tanto sus ojos que se podía notar esa mirada recelosa en sus ojos.

-Pense que de pronto necesitaban un empujón para poder descifrar lo que significaban los cuadros y así poder sacar tema para el ensayo -Se defendió la muchacha quitándose el cabello suelto del hombro, dejando caer esa larga cortina lisa de cabello negro azabache sobre su espalda.

-Si, si, como sea... Ya tenemos las fotos, ya tenemos apuntes, entonces yo creo que lo mejor será irnos, casi es hora pico y no quiero andar peleandome por una silla en el Transmilenio -Exclamo calmadamente un muchacho de complexión media y cabello negro corto, mirando primero a la chica que al parecer se llamaba Scarlett y luego a los demás.

Me sentí identificado con la chica, muchas veces sentía que era mejor callarme que hablar de algo que realmente me gustaba y apasionaba, puesto que siempre terminaban interrumpiendome o simplemente ignorandome, note la frustración en esos ojos con heterocromia debido a que ella sabía que no la estaban escuchando si no que simplemente parecían fastidiados con sus palabras.

Vi como ellos salían del museo y mientras tanto yo entraba en la sala de exposiciones en dónde ellos habían estado antes, queriendo ver aquella obra la cual ella había estado observando de manera tan analítica.

Era un cuadro enorme echo en óleo, en el centro aparecía una mujer de ojos almendrados y rasgos finos y delicados, dicha mujer estaba de frente, con una de sus manos en la cabeza y la otra en su pecho, justo en dónde estaba su corazón, contaba con una mirada perdida, como si estuviera mirando al vacío, lo más sorprendente de la obra era que justo y en dónde estaban sus ojos, se podían ver en cada ojo un panorama distinto, en el derecho un panorama de una ciudad posapocaliptica, mientras que en su ojo izquierdo aparecía un panorama más normal, de una ciudad transitada y aparentemente tranquila.

Hasta ahora parecía un cuadro normal, común y corriente, sin embargo no lo era del todo, en la mano en dónde estaba apoyada en lo que parecía ser su corazón parecían salir ondas de colores vivos y fuertes, como si quisieran imitar las olas del mar, aquellas ondas se realzaban a lo largo de su mano y parte de su pecho, como si estuvieran retratando aquella gama de sentimientos buenos y morales, como si por un momento quisieran de retratar de alguna manera un tipo de corazón, mientras tanto en la zona de la mano en su cabeza se notaba todo lo contrario, las líneas eran de colores oscuros y siniestros, colores como el negro, el escarlata y tonos grises y pálidos trazaban líneas rectas y presisas dando la ilusión de que en esa zona se estuviera quebrando algo, como si en realidad estuvieran retratando ese mal que viene y domina el ser humano.

Me acerque a el cuadro mientras notaba cada uno de esos detalles, estaba realmente interesado y desconcertado por aquello, nunca antes había visto un cuadro similar, era enorme y tenía ese toque realista, los rasgos de la joven parecían ser bastante singulares y tenian una gran particularidad, las sombras y luces que definían y realizaban cada uno de los aspectos del cuadro daban la impresión de que estuviera bajo la luz de un reflector o un foco que daba la luz directamente, la expresion de ella fue lo que más me intrigo, era como si no hubiera una sino varias mezclas de sentimientos lo que construían de una manera bastante curiosa su expresión, tenía las cejas arqueadas como si pareciera un poco sorprendida o asustada, la mirada vacía constituía algo similar a la vacilación o la incertidumbre, los finos y delgados labios curvados hacia abajo generaban ese efecto de parecer afligida.

Aquel cuadro era realmente magnífico.

Me quede mirando el cuadro, queriendo memorizar cada detalle, cada color, cada rasgo, y mientras lo miraba, meditaba en las palabras de la muchacha que tenía heterocromia, era verdad, era no solo esa lucha y ese retrato de el bien y el mal, si no también la materialización de los sentimientos morales y éticos que eran los que mantenían esos colores vivos y flexibles, y luego todo lo contrario a eso, el uso de la razón y la insensibilidad que se dan en cuanto uno usa la mente, esos pensamientos y deseos pocos éticos y que carecen de moralidad los cuales estaban coloreados y pintados con esos colores lugubres y oscuros.

No pude contener las ganas y saque mi celular y tome una foto del cuadro completo, enfocando la cámara para que el retrato quedará lo mejor posible en la foto, ya después de sacar una o dos entre a Google y busque el extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, lleno de curiosidad con respecto a la mención de la muchacha sobre aquello y el como lo había relacionado con el cuadro.

No sabia que a partir de esa búsqueda, iba a cambiar por completo mi vida.

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