Capítulo 54 "Aquí estoy"
Valentina
Hora de muerte, 4:35 de la tarde.
Hora de muerte, 4:35 de la tarde.
Hora de muerte, 4:35 de la tarde.
Hora de muerte, 4:35 de la tarde.
Estoy muerta...
No es verdad...no puede ser cierto, yo no puedo estar muerta, no puedo...
Mis ojos se comienzan a llenar de lágrimas, niego repetidas veces con la cabeza.
No estoy muerta, no lo estoy...¡No!
Mis pies parecieran estar plantados en el suelo porque no me muevo para nada.
Mis ojos no dejaban de verme a mí misma...ahí...en la cama...¡Despierta! ¡Porfavor! Porfavor abre los ojos...todo esto tiene que ser un sueño, yo no puedo estar mu...
¡¡No puedo!!
Veo como una enfermera intenta cubrirme el rostro con aquella tela verde, quise impedirlo pero...un llanto...un hermoso llanto detuvo mi acto.
Si se supone que estoy muerta, entonces ¿Por qué siento latir mi corazón con tanta fuerza?
Giro mis talones de inmediato y empiezo a dar pasos lentos, siguiendo esa dulce melodía para mis oídos.
Los latidos de mi corazón aumentaban cada vez que ese hermoso llanto se hacía más notorio, más claro, más...
Me quedo quieta...
No escucho nada, el único sonido que escucho son los latidos apresurados de mi corazón y ese llanto...
¿Por qué?
Se supone que estoy muerta... entonces ¿Por qué me siento más viva que nunca?
¿Por qué siento que ese dulce llanto me llama? ¿Por qué siento tristeza? ¿Por qué siento dolor?
Mis pies no se movían...estaba ahí, parada, a pocos centímetros de aquella cuna, escuchando como ese llanto imploraba mi presencia y es que así es como lo siento...y me duele, porque sé que ya no estoy, desaparecí para siempre.
No aguantaba más y cuando estaba dispuesta a caminar hacia aquella cuna, siento como si alguien me empujara, tanto que casi pierdo el equilibrio.
Casi pierdo el sentido al ver que alguien habia transpasado en mí.
— Ya, ya, ya pequeñita...
“Pequeñita”
Aquel hombre se acerca a la cuna y noto que extiende los brazos.
Mi corazón quería salirse de su lugar con cada acto que hacía pero el hombre seguía de espaldas y claramente podía ver unos...unos pie-cesitos...tan pequeñitos...
— Doctor, la bebé no deja de llorar.
— Ella lo sabe, ella sabe muy bien que su mamá no está mas.
Lloro con fuerza ante esas palabras.
Mi Abril, mi pequeñita...mi bebé...porfavor perdóname mi amor, perdóname por haberme ido...perdóname por no estar contigo...porfavor perdóname mi niña...perdóname.
Me acerco a la cuna, al ver como aquel hombre se alejaba.
Siento mis pies temblar y mi corazón pararse cuando al fin la tenía al frente.
Mis mejillas comienzan a mojarse, al verla ahí...toda frágil, tan pequeña, tan...
“Ella lo sabe, ella sabe muy bien que su mamá no está más”
Siento el impacto de mis rodillas con el suelo...mi corazón comenzaba a hacerse pedazitos al verla llorando, al verla sufriendo...me duele, me parte el alma verla así...
— ¿Por qué?
Susurro con la voz totalmente ahogada.
— ¿Por qué yo? ¿Por qué?
¡Por qué!
Escondo la mirada por debajo de la cuna. Lloro con fuerza y no era la única, pues mi pequeñita también lo hacía.
Ambas sufriendo...ella llega a este mundo y yo me voy para siempre...no es justo ¡¡No es justo!!
Ella no se merece algo así, ella no se merece que el día de su cumpleaños, sea el mismo día que la muerte de su madre.
No...¡No!
Levanto lentamente la mirada y mis ojos la captan al instante.
— Cuando más deseo vivir, tiene que pasar esto...no tienes idea lo mucho que te amo hijita — cierro los ojos con fuerza tratando de tragarme mi dolor — te empecé a amar desde el momento que supe que crecias dentro de mí...amo todo de ti, tus antojos, tus pataditas — sonrió con tristeza — tengo tantas ganas de tenerte en mis brazos, de apaciguar tu llanto, de decirte que apesar de que ya no esté mas, yo siempre estaré contigo...mami está aquí Abril, mamá está aquí contigo — trato de tocar sus mejillitas rosas pero como lo supuse, no pude...— estoy aquí Abril, mami está aquí — trato de tocarle las manitas pero nuevamente las traspase...— mi niñita porfavor calma, mami está aquí, aquí estoy bebé...
Y cuando creí que no podía hacer nada, el llanto de mi pequeñita empieza a cesar.
— ¡Si mi niña!, estoy aquí — seco mis lágrimas con torpeza — mami está aquí — sonrió con dulzura — siempre voy a estar aquí, siempre.
Se comenzaba a dormir y mientras lo hacía, pude notar como su boquita formaba una sonrisa para luego hacer un chuponzito.
Me conmuevo de alegría y ternura.
Es tan hermosa.
— Doctor, la beba dejo de llorar.
Escucho decir a una enfermera para luego verla caminar hacia mi pequeñita. A mi otro lado se encontraba el doctor, ni sé en qué momento llegó porque yo únicamente tenía ojos para admirar a mi princesita.
— Se quedó dormidita.
— Mírala doctor, la nena es tan hermosa. Es todo un angelito.
Mi angelito.
Me quedaría horas mirándola, que es imposible cansarme.
— Me pregunto cómo así calmó su llanto.
— De seguro la pobrecita se cansó de tanto llorar.
No se cansó.
Yo sé que mi niña me sintió, yo sé que sabe que mami está aquí con ella, que apesar de que me fuí en cuerpo, no me fuí en alma. Yo sé que ella lo sabe.
Es tan hermosa, se parece mucho a su...
— El muchacho quedará desbastado, me pidió que salvara a las dos y solo pude salvar a su pequeña.
— No es su culpa doctor, usted hizo todo lo que estuvo en sus manos.
— Pero debí hacer más. Él es muy joven para pasar por algo así, no se merece tanto dolor.
— Estoy segura que logrará sobrepasarlo...
— Eso espero...es tan joven, y más aún ahora es padre...y madre a la vez. Aunque no quiera, es mi deber decirle la verdad.
Michael...
Nuevamente me siento romperme...él no sabe que acabo de morir.
— Llegó el momento de decirle.
Porfavor no lo haga.
Veo que el doctor empieza a caminar hacia la puerta principal.
— Doctor no lo haga — intento detenerlo — porfavor no — intento tomar uno de sus brazos pero mis manos lo sobrepasaron — ¡Doctor porfavor! — grito entre llanto y a la vez intento nuevamente pero vuelvo a fallar — ¡Porfavor no!
Grito al ver como cruzaba la puerta, dejándome detrás con la puerta cerrada.
Intento abrir la puerta pero no podía. Empiezo a desesperarme...
— ¡¡Doctor, no se lo diga!! Porfavor no lo haga...
Quería dejarme caer al suelo pero no puedo dejar que sufra...él no...
Esperen, soy un espíritu andante, soy como un fantasma y como todo fantasma, puedo cruzar las paredes...¡Tengo que intentarlo!
Cierro los ojos y empiezo a caminar en línea recta.
Luego de dar unos seis pasos aproximadamente abro los ojos con lentitud y me sorprendo al ver que ya no estaba en el quirófano.
Había atravesado la pared.
Vuelvo a la realidad al ver al doctor hablando con mi bestia.
Empiezo a correr pero detengo mis pasos al oír lo siguiente:
— Hicimos todo lo posible pero ella acaba de fallecer.
Llegué muy tarde.
Siento como las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas.
Mike, mi amor...
— No es cierto — la manera en como lo dijo, me destruyó por completo — usted está mintiendo, ella no puede estar muerta.
— Lo siento tanto, pero es la realidad.
— ¡¡NO!! — grita con fuerzas — ella no está muerta, ¡No lo está!
— Muchacho porfavor...
— ¡¡QUIERO VERLA!! — intenta entrar a la sala pero el doctor se lo impide — ¡¡ELLA NO PUEDE ESTAR MUERTA!! ¡USTED MIENTE!
Me dejo caer al suelo y vuelvo a llorar con ganas.
— ¡¡USTED MIENTE!! — veo como Benicio lo toma de los brazos y lo aleja del doctor — USTED ME DIJO QUE LAS SALVARÍA A AMBAS, YO ESCOGÍ A LAS DOS, ¡¡YO CREÍ EN USTED!! ¡¡VALENTINA NO PUEDE ESTAR MUERTA!! ella no puede...— los gritos dolorosos empiezan a convertirse en susurros apagados — no puede...
Benicio lo suelta y veo como el amor de mi vida se apega a una pared y empieza a caer con lentitud sin dejar de llorar.
Bonito...
— Ella no puede...no puede...mi amor, porfavor no...
— Lo siento tanto muchacho.
Escucho decir al doctor para luego retirarse.
— ¡¡NOOO!!
Escucho el grito de Benicio.
— Porfavor no...bonita nooo...
Gateo hasta mi bestia y me siento al frente de él, aunque él no me vea.
— Perdóname mi amor, porfavor perdóname. No quise que esto pasara pero lamentablemente así lo quiso el destino.
— Mi vida no tiene sentido...
— Mike no digas eso...
— Te amo tanto...bonita yo no puedo vivir sin ti...
— ¡Claro que puedes! Yo sé que no será fácil pero tienes que hacerlo por nuestra hija, ella es tan hermosa Mike, se parece tanto a ti — sonrió con tristeza — y sé que cuando la conozcas y la tengas en tus brazos, tendrás muchas ganas de vivir porque ella será tu impulso. Es por ella que tienes que vivir y volver a ser el mismo de antes, aquel chico dulce de contagiosa sonrisa y de hermosos ojitos avellana. Yo también te amo tanto...¡¡TE AMO MICHAEL RONDA!! ¡¡ERES Y SERÁS EL AMOR DE MI VIDA!!
— No puedes estar muerta, no puedes bonita...no me puedes dejar...porfavor no...
— Aunque grite no creo que me escuches...tienes una vida por delante y quiero que luches...
— Mi amor...
— Aquí estoy mi bestia, justo frente a ti...deseo tanto que pudieras verme, aunque sea por unos segundos — acorto distancia — te amo tanto — susurro muy cerca a sus labios y veo como se queda quieto y a la vez siento mi corazón latir con tanta fuerza al notar que me estaba mirando a los ojos — te amo...
Lo beso...por última vez, aunque él no me sienta.
Siento como las lágrimas se deslizaban por mis mejillas.
Aunque no quiera me separo con lentitud y al abrir los ojos siento mi corazón dejar de latir, al verlo con los ojitos cerrados...acaso él...
— Valentina.
— Si mi bestia, soy yo...
De un momento a otro, una ráfaga de viento me cubrió de cuerpo entero.
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Narrando escritora
Un par de destellos azulados se hicieron presentes en aquel lugar donde la niebla inundaba.
Valentina con cierto temor empezaba a abrir lentamente sus ojitos y cuando ya los tenía abiertos el miedo se comenzaba a apoderar de ella.
— ¡Mike!
Empieza a gritar con cierta desesperación y a la vez busca al mencionado con la mirada pero lo único que sus ojos captaban era el blanco color de la niebla.
— ¿¡Mike dónde estás!?
Silencio.
— Michael porfavor...¿¡Amor dónde estás!?
Sus ojos nuevamente se comienzan a humedecer.
Temía dar un solo paso, ya que ni siquiera podía visualizar el suelo, ni mucho menos sus pies porque la niebla no se lo permitía.
¿Dónde estoy?
¿Dónde está Michael?
¿Qué es lo que está pasando?
¿Por qué hay tanta niebla?
¿Por qué estoy sola?
Eran muchas las preguntas que pasaban por su cabeza pero la que más repetía era la segunda.
— ¡Mike! ¡Mike!
Empieza a llorar al notar que no había respuesta alguna.
— Valentina.
Se escucha una voz femenina con cierta dulzura.
La rubia se sorprende y a la vez su miedo aumenta.
— ¿Quién...quién es?
Titubea.
Una risa totalmente tierna se empieza a escuchar en el ambiente.
— ¿Quién eres? ¿Dónde estás?
Su única respuesta era la risa.
La ojiazul no entendía. Con temor y no tan decidida empieza a mover la pierna derecha pero el miedo pudo más y no da ni un solo paso.
— No tengas miedo mi niña.
La risa cesó y se convirtió en palabras.
La rubia sintió un cosquilleo por dentro, por alguna extraña razón esa voz le sonaba muy familiar pero aún el miedo seguía, ella no quería dar ni un solo paso.
— No hay nada que temer, confía en mí.
— ¿Porque tendría que hacerlo? No sé quién eres...
— Me conoces mi niña...
Y en eso una mujer de larga cabellera rubia; la cual adornada con bellas flores blancas y hermosos ojos azules con un maravilloso vestido blanco, se aparece a pocos centímetros de Valentina.
Aquella mujer, sus delgados labios rosas empiezan a formar una encantadora y dulce sonrisa.
La rubia menor sintió su corazón pararse.
— Mamá...
Susurra.
— Eres tú...eres tú mamá...
— Soy yo mi niña.
Responde y a la vez abre los brazos, en alusión de un abrazo.
Valentina sin pensarlo, corre hacia su madre y se aferra a ella para luego empezar a llorar.
— Eres tú mamá, eres tú.
Apenas podía hablar la pequeña rubia.
— Mi niña...
Susurra con dulzura mientras tomaba las mojadas mejillas de su hija, haciendo que sus ojos azulados conectaran con los suyos.
Valentina disfrutaba el suave tacto de su madre.
— Oh mi niña...pareciera ayer cuando te tuve por primera vez entre mis brazos aquella noche que nacías. El mejor día de mi vida — sonríe — todo detalle de tu carita se quedó grabado en mi mente.
— Mamá...no tienes idea lo mucho que te extraño, lo mucho que me haces falta...
— Yo siempre he estado contigo mi niña.
De un momento a otro, saca de uno de sus bolsillos, aquella pulsera que la hizo especialmente para su hija, aquella pulsera que tenía la inicial de Valentina.
La rubia menor se sorprende al ver la pulsera y a la vez se conmueve un poco.
— Mi pulsera, la que tú me hiciste...pero...
— Lo sé y no hay necesidad hablar de aquello — en alusión a Ruggero — y ahora te la devuelvo.
Vuelve a sonreír.
Toma la mano derecha de su hija y ata la pulsera en su muñeca. Al concluir, Valentina se aferra nuevamente al cuerpo de su madre.
— Te amo tanto mamá, soy muy feliz en estos momentos.
— Tu felicidad no está aquí mi niña.
— Claro que...
Calla, pues al abrir los ojos no vio a su madre. Ella había desaparecido.
— ¡Mamá!
Mira por sus alrededores, buscándola con la mirada pero no la veía por ningún lado.
— ¿Mamá dónde estás?
— Cierra los ojos mi niña.
— Mamá...
— Porfavor, solo hazlo.
Valentina hace caso, cierra sus ojos llorosos con lentitud.
— Mamá...
Calla de golpe al sentir como alguien había tomado dulcemente una de sus manos.
Esa suavidad.
Esa calidez.
Esa dulzura.
Su corazón empieza a palpitar con mucha fuerza.
Su corazón, su alma, su cuerpo, todo de ella reconocía a la perfección ese tacto.
Era él...no había duda, era él.
Aquella persona, entrelaza la otra mano de Valentina con la suya. La rubia sintió su corazón pararse o peor aún, sintió que su corazón amenazaba con querer salir de su lugar.
Valentina quería abrir los ojos pero por alguna razón que solo ella lo sabe, no se decidía a abrirlos.
Su corazón le gritaba que abriera los ojos y más aún cuando sintió como unos cálidos dedos acariciaban sus mejillas coloradas.
Lo extrañaba, extrañaba tanto esa sensación. Extrañaba sentir sus caricias, extrañaba todo.
— Por que no abres aquellos ojitos y me dejas ver mi color favorito.
Su voz...
La rubia niega con la cabeza, sin abrir los ojos.
Tenía tantas ganas de llorar.
— ¿Acaso no quieres verme?
La rubia vuelve a negar con la mirada.
— ¿Tan feo soy?
Valentina no dice nada, solo apretaba los labios para sostener el llanto.
Al ver que no recibía respuesta, decide tomar una de sus manos y llevarla directamente a su pecho.
— ¿Sientes?
Cuestiona y Valentina no responde.
Aquella persona acorta distancia y la rubia claramente lo pudo notar.
Pues el calor de su cuerpo la empezaba a poner nerviosa.
— Mi corazón está hecho un loco, late tan fuerte y aumenta cada vez más que acorto distancia — y vuelve a cortar distancia, tanto que sintió el roce de la piel de su rubia favorita...su respiración era cada vez más lenta — eso y más...es lo que provocas en mí.
Sus delgados y largos dedos se transladan al rostro de Valentina para luego apartar un pequeño mechón rubio con un suave y cálido soplido.
Valentina aún seguía con su mano derecha en el pecho de aquel ser, disfrutaba el poder sentir los latidos de su corazón. No lo niega, el de ella estaba peor.
La rubia, aún con los ojos cerrados, empieza a mover con cierta lentitud su mano derecha hasta poder llegar al rostro de aquella persona.
Con sus dedos empieza a recorrer cada rincón del rostro, desde la frente hasta los labios. Al sentir los labios bajo las yemas de sus dedos, Valentina no pudo evitar sonreír.
Aquel ser sintió como el corazón se le empezaba a oprimir al volver a ver aquella sonrisa dulce que llenaba completamente su vida. Así de cerca, tan cerca que podía sentir su delicioso aroma de vainilla y a la vez su respiración chocar con su rostro.
Aquel ser disfrutaba sus caricias, volverlas a sentir era todo un sueño...la extrañaba.
Valentina seguía acariciando el rostro de aquel ser, y ya no aguantaba más. Necesitaba verlo, necesitaba ver aquellos ojitos cafés tan hermosos. Ella y todo su ser le gritaban que abriera los ojos y lo hizo.
Sintió su corazón pararse de golpe, sus ojos húmedos derramando lágrimas y a la vez formando una bella sonrisa.
— Agustín.
Y se aferra con fuerza al cuerpo del mencionado.
Un momento de silencio se formó en el ambiente. Ambos disfrutando su presencia, ambos sintiendo su corazón bombear con tanta fuerza.
Valentina rompió en llanto cuando apenas sintió como los brazos de Agustín la atrapaban.
— Agus...mi Agus...
Susurra con la voz totalmente apagada.
El castaño toma dulcemente el mentón de la rubia, para que así aquellos ojitos azules conecten con los suyos.
— Mi Valu — acaricia tiernamente sus mejillas y luego le regala una sonrisa — deja de llorar tontita.
Valentina golpea suavemente el abdomen de él.
— ¡Tonto! No tienes idea lo mucho que te he extrañado.
Y se aferra nuevamente al cuerpo de Agustín.
— Yo también...
— Me has hecho mucha falta.
— A mí igual...
— ¡Eres un idiota Agustín Bernasconi!
— Lo sé...he esperado mucho este momento ¿Sabes? El hecho de poder verte y no abrazarte me volvía loco...
La rubia se separa de él.
— ¿Qué?
Agustín le vuelve a sonreír con dulzura para luego con las yemas de sus dedos secar las lágrimas que bajaban por las mejillas de la rubia.
Los ojos de él brillaban con intensidad cuando empezaba a mirar cada detalle del rostro de su amada.
— Agus...
Susurra la ojiazul al ver la mirada perdida del chico.
— ¿Por qué siempre cada vez que te miro me pierdo en tu mirada? ¿Por qué tus ojos me atrapan en segundos? ¿Por qué podía mirarte y no tocarte? Porque sí...siempre he estado contigo Valu, desde el momento en que me fuí.
— No te entiendo.
— Por alguna extraña razón, aún no he partido del todo. Estuve ahí el día de mi funeral, estuve ahí viéndote como cada día me llevabas flores, estuve ahí en tu habitación...cada noche, viéndote llorar y yo sin poder hacer nada. Te grité miles de veces, deseaba tanto que me escucharas o que sepas que estaba ahí contigo, hasta que un día lo logré. Aquel día que deshaciste todo recuerdo mío, aquel día que me dejastes ir...yo estuve ahí...
¿Puedes escucharme? ¿Estás aquí? Si es así quisiera verte...aunque sea por última vez — abre los ojos lentamente con la esperanza de ver aquellos ojos café que en un tiempo fueron sus favoritos pero lastimosamente no encontró nada. Baja la mirada con tristeza pero fue en ese momento que sintió como alguien le soplaba con dulzura el rostro, apartando un pequeño mechón rubio que cubría uno de sus hermosos ojos. Ella lo sabía perfectamente, no era el viento, era su Agustín. ¿Cómo saberlo? Pues el chico de ojos café, tenía esa costumbre cada vez que un pequeño mechón de su hermosa cabellera cubría una parte de su rostro. Lo sabía perfectamente — sé feliz — susurra con una cálida sonrisa que formaban sus delgados y rosados labios.
— Eras tú.
Susurra la rubia luego de un fugaz recuerdo.
— Sí, era yo. Tú me dijiste que sea feliz y lo soy, soy inmensamente feliz y ¿Quieres saber el por qué? — Valentina no responde, solo se dedicaba a llorar — soy inmensamente feliz porque cumpliste la promesa.
— Agustín por favor, tú no te vas a morir. No me hagas esto por favor.
— Me queda...poco tiempo...
Valu...
Valentina negó con la cabeza.
— Quiero...que me...prometas que serás feliz Valu... prométeme que no le cerraras las puertas...al amor...
— ¿Por qué haces esto?
— Por...que te amo Valu...y quiero que seas feliz...con alguien mas...prométeme que seras feliz Valentina... prométemelo...
— Estuve ahí en el momento en que lo conociste, aquel momento en que tus ojitos volvieron a brillar — sonríe — ya no llorabas cada noche, el llanto había cesado pero aún seguía en tu mente y sabía muy bien que poco a poco desaparecería de ahí y pasó. Poco a poco, él empezó a inundar tu mente para luego apoderarse de tu corazón. Yo empecé a guardar distancia porque veía como él empezaba a protegerte, como buscaba ciertas excusas para poder estar a tu lado. Y sabes algo, desde el momento que esa hermosa y dulce sonrisa volvió aparecer en tus labios supe que te estaba perdiendo. No lo niego pero sentí muchos celos, celos de que él esté ahí contigo, pueda hacerte sonreír, pueda abrazarte, pueda tocarte...yo deseaba tanto hacerlo pero cuando intentaba tocarte, mis manos sobrepasaban tu cuerpo. Es algo triste y doloroso pero de cierta forma hermoso porque no sé que soy ahora, estoy muerto pero aún sigo aquí, aún no parto y agradezco por eso, porque pude ver como la niña que amo cumplió su promesa.
— Agus...
— ¿Eres feliz?
Los ojos de Valentina no dejaban de derramar lágrimas mientras observaba aquellos ojitos café que en cierto momento fueron sus favoritos.
— Mucho.
— Lo sabía...
— ¿Y tú? ¿Eres feliz?
— Si tú eres feliz ten por seguro que yo también lo estaré.
La rubia sonríe.
— Ahora me toca pasar por lo mismo que tú pasaste...él no prometió nada pero...— le dolía decirlo y el castaño pudo notarlo claramente — pero quiero que sea feliz...aunque no sea conmigo.
— ¿Por qué dices eso?
— Porque acabo de morir y creo que aún no voy a partir del todo.
— Tú eres su felicidad Valentina.
— Pero ya no estoy más.
— Solo te puedo decir que en este mundo, hay dos personitas que te aman demasiado y no soportarían perderte. En este mundo están las dos piezas fundamentales que te hacen completa y no puedes dejarlos ir.
— No quiero dejarlos ir pero no puedo hacer nada — susurra entre llanto para aferrarse nuevamente al cuerpo del castaño.
— Aún no es tu momento.
— Estoy muerta.
— ¿Estás segura de eso?
La rubia se separa automáticamente.
— Lo escuché decir al doctor...me vi a mi misma. Hablaba, gritaba pero nadie me escuchaba...yo estaba ahí con ellos pero nadie notaba mi presencia...ni siquiera él. Estoy muerta Agustín, aunque no quiera aceptarlo, sé que lo estoy.
— Qué pasaría si te dan dos opciones ¿Vivir o morir? ¿Cuál escogerías?
— Estoy muerta Agus...además puedo verte y también a mi madre.
— Tal vez solo estemos en tu mente.
— ¿Por qué haces esto?
— Porque aún no es tu momento.
— ¡Basta sí! — grita con la voz totalmente quebrada — cuando más deseo vivir, me tiene que pasar esto...quiero vivir, quiero estar viva pero estoy muerta...acabo de morir.
— Si quieres vivir, entonces lucha. Hazlo por Michael y Abril, ellos te necesitan Valentina. No les hagas esto.
— ¿Qué cosa? Lo mismo que tú me hiciste a mí.
Momento de silencio.
— Te fuiste sin luchar, dejándome sola.
— Entonces no sigas mi ejemplo.
— No puedo.
El castaño toma de las mejillas a la rubia y la mira directamente a los ojos.
— Tienes que luchar Valentina. En mi momento luché, no tienes idea cuanto luché para no irme de tu lado...fue difícil y doloroso y aún así no pude lograrlo pero tú si podrás porque tienes dos impulsos y podrás hacerlo. Yo sé que podrás.
— Entonces lucha conmigo. A ti te pasa lo mismo que a mí, aún no has partido del todo. Lucha Agustín, ven conmigo.
— Mi caso es diferente...
— Claro que no, tú al igual que yo, aún no partes del todo...
— Valentina porfavor...
— ¡Ven conmigo!
— ¡Morí hace más de un año! — grita al borde de las lágrimas — no puedo volver, es imposible que lo haga...yo realmente estoy muerto.
— Entonces yo también lo estoy.
— Aún no es tu momento.
— Tampoco el tuyo.
— ¡Maldición! ¿Por qué eres tan terca?
— ¿Acaso lo olvidaste? — la rubia toma suavemente las manos del castaño — sola no puedo. Te necesito, porfavor ven conmigo — suplica entre lágrimas.
Agustín no soportaba verla así. Con delicadeza coloca su mano derecha en la delgada cintura de ella y la atrae a su cuerpo en un instante, haciendo que sus frentes chocaran.
Ambos cierran los ojos por impulso, disfrutando la cercanía y como la mezcla de sus respiraciones aceleradas, chocaban con sus rostros.
— No puedo hacerlo — susurra él — aunque quiera no puedo porque no me lo está permitido...solo hasta aquí puedo acompañarte. Hoy al fin dejaré este mundo para irme a un mundo perfecto.
— ¿Qué?
Susurra la rubia sin entender.
— Se hizo justicia. Mi alma ya no vagará en este mundo. Al fin en cuestión de minutos parto del todo.
— No quiero.
Se aferra al cuerpo del castaño.
— Estaré bien — toma sus mejillas y hace que lo mire directamente a los ojos — recuerda que soy feliz si tú lo eres porque tú eres mi felicidad Valentina. No estaré solo, estaré eternamente con mi madre — la ojiazul sonríe — ella es tan hermosa, tanto como tú. Por cierto aún no te he felicitado.
— ¿Felicitarme? — cuestiona y a la vez limpia con torpeza sus lágrimas — ¿Por qué?
— Porque acabas de ser madre.
Aún tengo grabada aquella hermosa imagen en mi mente cuando supiste que estabas embarazada.
— ¿Estuviste ahí?
El castaño asiente.
— Tus ojitos tenían un brillo único, realmente te veías más bella de lo que eres. Abril es una niña muy hermosa, igual que su madre. Es muy afortunada de tenerte a ti y a Michael como padres — acorta distancia y con sus dedos acaricia tiernamente las mejillas rosas de ella — tanto ella como Michael te necesitan, tienes que ir por ellos, tienes que luchar Valentina. Lucha por tu familia...es hora de decir un “Hasta luego”
— ¿Te volveré a ver?
— En un tiempo lejano.
— Agus yo...no voy a poder.
— Sí que lo harás — sonríe mientras lágrimas no dejaban de caer de sus ojos — ¿Sabías que las estrellas tienen nombre?
La rubia niega con la cabeza.
Ambos vuelven a sonreír con tristeza al recordar aquel momento vivido.
— Dime una — susurra con la voz totalmente quebrada.
— Valentina.
La ojiazul trata de no romper en llanto.
— Ese es mi nombre.
— Tú eres mi estrella.
Y se abrazan y lloran a la vez.
Ambas almas recordando momentos, ambas almas despidiéndose a la vez.
Y aunque no querían separarse, sabían muy bien que tenían que hacerlo. Separan sus cuerpos con lentitud y conectan miradas por última vez.
Valentina empieza a retroceder lentamente, Agustín se quedaba en su lugar, quieto, observando como el amor de su vida se volvía alejar de él. Tenía que hacerlo o si no moriría por segunda vez. No lo piensa, su corazón empieza a gritar y sus piernas por si solas corren hacia la rubia. La toma de una de las manos y de un suave tirón la pega a su cuerpo, quedando así sus rostros a milímetros de distancia.
— Te amo.
Susurra con dulzura para luego depositar un cálido y tierno beso en sus labios.
La extrañaba.
Se separa con lentitud y ahora es él quien empezaba a dar pasos hacia atrás.
— Te amaré siempre.
Y se pierde entre la niebla.
Valentina no quitaba la mirada del lugar donde Agustín había desaparecido.
Empezó a sentir miedo, pues nuevamente estaba sola.
— Agustín...no puedo.
— Claro que puedes.
Se escucha la voz dulce del castaño.
De un momento a otro, Valentina sintió que caíria en cualquier momento, pues empezaba a no sentir sus piernas.
— Porfavor...— suelta un quejido de dolor — ven...no puedo sola...
— Tú puedes Valu.
— ¡Ah! Agustín porfavor...no siento mis piernas...mi cuerpo lo siento arder...no puedo ¡Ah! Porfavor ven...
— Será difícil y doloroso pero sé que lo lograrás.
— Agustín porfavor...¡Ah! — empieza a llorar por el dolor — no puedo...ni siquiera sé el camino ¡Ah! No puedo...
— Escucha a tu corazón...
— Porfavor...no puedo...ven por mí...
— Escucha a tu corazón, céntrate en el — la voz se escuchaba cada vez más lejos — escúchalo y encontrarás tu camino...
— No puedo...
— Escúchalo y céntrate en el...
La voz desaparece.
— ¡Agustín!
Se comienza a desesperar.
Los dolores cada vez más aumentaban y eran mucho más intensos.
— ¡Agustín! Porfavor ven... ayúdame...
Y cuando estaba a punto de dejarse caer, se escucha un llanto a lo lejos pero no era un llanto cualquiera, era un llanto que Valentina conocía perfectamente por instinto.
“Escucha a tu corazón y encontrarás el camino”
— ¡Abril! — era su hija quién lloraba — no llores mi amor, mami está aquí, mami está aquí contigo.
Y paso algo inexplicable, Valentina sacó fuerzas de quien sabe donde y empezó a dar pasos lentos, siguiendo el llanto de su pequeña.
— Aquí está mamá, ya no llores mi amor, aquí estoy...mami está aquí...
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