Capítulo 5
Sin duda aquella era la biblioteca más impresionante que había visto en su vida, a pesar de que en sus estudios universitarios y de postgrado, Belle había visto muchas. En cambio, la concepción de esta sobrepasaba la imaginación de cualquier persona.
Las enormes paredes de ocho metros de alto, estaban cubiertas de miles de volúmenes, en estanterías que llenaban la asombrosa distancia desde el techo al suelo. Las cuatro paredes de la monumental biblioteca estaban cubiertas en su totalidad por libros, salvo la que daba al exterior que tenía un hermoso vitral de colores brillantes con motivos mitológicos, representando lo que a Belle le pareció que era una escena de San Jorge y el Dragón.
La estantería estaba dividida en dos secciones: a la altura de unos cinco metros, se encontraba un piso de madera con su baranda, de metro y medio de ancho, al cual que se accedía por una escalera helicoidal, también de madera, que se hallaba en un costado de la habitación, facilitando así el acceso a las estanterías del segundo piso. Este piso superior recorría toda la extensión del salón por sus cuatro costados.
Las estructuras de madera, lustrosas y con su balaustrada también madera, brindaban un espectáculo inimaginable en aquella Catedral literaria, tan bien pensada en su construcción. Varias escaleras en las estanterías permitían que quien buscase los libros pudiese trasladarse de una punta a otra, para mayor comodidad.
Isabelle se encontraba sobrecogida: miró al techo y observó los frescos pintados al estilo renacentista, que rompían para bien el aire medieval de otra época, propia de la construcción que les albergaba. Entre los arcángeles, nubes y personajes representados en el techo, se encontraba en el justo medio una enorme lámpara dorada, con decenas de focos que simulaban velas antiguas.
Algunos muebles de piel brindaban comodidad al lector, aunque se perdían en medio de aquel salón de proporciones gigantescas. En otro costado, un escritorio con un ordenador y un archivo de madera.
—¿Qué te ha parecido? —le preguntó Valerie sonriente, al ver que Belle estaba muda.
—Es… ¡Es impactante! —exclamó la joven, todavía mirando a su alrededor, sin recuperarse de la primera impresión—. Es el lugar más bonito que he visto en mi vida.
—Me place que te haya gustado —comentó la dama dirigiéndose hacia el escritorio—, porque aquí deberás pasar muchas horas de trabajo.
Isabelle le siguió hasta el escritorio, donde estaba el ordenador.
—Este escritorio es para ti —explicó la mujer—. El señor Lagardère ha previsto que la bibliotecaria trabaje en la mañana y en la tarde, con un receso para la comida. Es importante que no entres a la biblioteca después de las nueve de la noche ni antes de las siete de la mañana, bajo ningún concepto. El señor Lagardère acostumbra a leer en esos horarios y este es un lugar sagrado para él.
—Comprendo —se limitó a responder Belle.
Para ella era cada vez más evidente que el señor Lagardère era un hombre extraño. ¿Cómo sería en realidad? ¿Lo vería alguna vez?
—La biblioteca consta de más de diez mil libros —prosiguió la mujer—. En el archivo encontrarás las fichas bibliográficas de muchos de ellos, pero son antiguas y algunas se han dañado, están incompletas o simplemente nunca se llevaron a elaborar. Tu trabajo consiste en catalogar los libros e introducirlos en un programa que fue elaborado especialmente para el Castillo, donde se colocan los datos de las obras: título, autor, año, si es un libro o una revista, y la temática. Si hay algún libro antiguo que requiera ser restaurado, debes decirlo, pues el señor Lagardère pretende contratar los servicios de un especialista para atender los libros deteriorados y evitar que se pierdan para siempre. Como podrás apreciar, la colección del Château de La Roche tiene un valor incalculable.
Belle tenía un buen trabajo por delante, pero le gustaba. Catalogar todos aquellos libros representaría un esfuerzo monumental que era probable que le tomase varios años. ¿Permanecería ella todo ese tiempo en el Castillo?
—Si durante el día el señor Lagardère solicitase algún libro, debes buscarlo de inmediato, primero en el archivo y luego en la localización que diga la ficha —prosiguió Valerie—. En modo alguno debes entregarle personalmente el libro, yo vendré por él y se lo haré llegar.
Una vez más, el señor Lagardère era un enigma. Estaba por pensar que la joven del hotel estaba en lo cierto y que era un ser abominable.
—¿Tienes alguna pregunta?
—Ninguna —contestó Belle—. Si me lo permite, esta misma tarde puedo comenzar.
—Por mí está bien, pero, ¿no debes buscar tus pertenencias en el hotel? Imagino que te estés alojando en alguna parte, ¿no?
—He traído todo conmigo —comentó Isabelle sin inmutarse, señalando su mochila que era bastante grande—, y he pagado esta misma mañana cuanto debía en el hotel de la ciudad, no tengo necesidad de volver.
—Entonces permíteme mostrarte tu habitación —prosiguió Valerie—, está en este mismo piso.
Salieron nuevamente al salón principal de ambas escaleras, lo atravesaron hasta llegar a un corredor que tenía varias puertas y en una de ellas Valerie se detuvo.
—Aquí te alojarás —informó mientras abría la puerta—. Espero te sientas cómoda.
La habitación era una suite, equipada con las mejores condiciones: un pequeño salón con una chimenea le dio la bienvenida, en donde podía encontrar un televisor, un escritorio con un pequeño librero, una mesa con cuatro sillas y un minibar. A la izquierda, la puerta que conducía a la habitación: una cama grande, de cuatro postes de nogal con una pintura del Castillo en la pared.
La habitación estaba recubierta de paneles de madera hasta la mitad y el resto estaba pintado de color azul celeste. Un armario de caoba amplio se hallaba en una esquina, en la otra una cómoda con cajones y espejo. La recámara tenía una ventana que daba al jardín, con cortinas de color azul. Otra puerta conducía al baño que era precioso: a pesar de constar con muebles sanitarios modernos, estos respetaban el estilo antiguo.
—Me ha gustado mucho, estaré muy bien instalada. Le agradezco, Valerie.
—No tienes por qué hacerlo. El resto del personal vive en construcciones anexas al Castillo pero no en él, eran antiguas dependencias destinadas a los caballeros que fueron modernizadas. La abuela del señor Lagardère consideró que era adecuado que tuviésemos cierta independencia, ya que éramos dos familias. En cambio tú, como estás sola, puedes acomodarte bien en esta suite cercana a la biblioteca.
—Estaré muy bien aquí, se lo aseguro.
—Magnífico. Iré a ver al señor Lagardère, que me ha pedido que le muestre tu currículum. A las dos de la tarde vendré por ti para comer y te presentaré al resto del personal de servicio y por la tarde podrás empezar en la biblioteca como me comentaste.
—Eso haré, muchas gracias.
—Aprovecha para descansar y poner tus cosas en orden. Regresaré por ti dentro de un rato.
Valerie se despidió de Isabelle y esta se acostó sobre la cama que olía a lavanda. Cerró los ojos y respiró hondo: estaba a punto de comenzar su nueva vida y aquel lugar, aunque adorable, le resultaba tan extraño que se sentía sola… Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar a su abuela, le echaba mucho de menos y tenía miedo de que pudiesen descubrirla antes de probar su inocencia. Así, en medio de tantas interrogantes, se limpió la cara y se llenó de valor para seguir adelante con su vida.
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