Capítulo 29

Las gemelas salieron a la calle en el justo momento en el que se marchaba Isabelle en la ambulancia con Pierre, apenas pudieron intercambiar breves palabras, pero comprendieron por la expresión de su prima que aquel hombre herido y en peligro de muerte, era muy importante para ella.

Las muchachas no dudaron en trasladarse hasta el Hospital Europeo donde sería atendido. Cuando llegaron, encontraron a Belle sola, en el salón de espera, ahogada en sus propias lágrimas y con la ropa manchada de sangre.

Henriette fue la primera en abrazarle, y luego Helène también lo hizo; las jóvenes no entendían bien por qué Belle se hallaba tan afectada, pues no conocían al hombre herido ni su relación con su prima.

—Fue Gastón quien le hirió —explicó Isabelle—. Fue a casa en busca de dinero y me obligó a marcharme con él...

—Lo sabemos —contestó Henriette—. Un ruido me despertó y me acerqué al descansillo de la escalera y atiné a escuchar cuando Gastón amenazaba con llevarnos a Helène y a mí. Tú te ofreciste en nuestro lugar.

—¡Has sido muy valiente, Belle! —exclamó Helène—. Henriette fue quien llamó a la policía, nos percatamos de que ir en tu ayuda no iba a ser inteligente por nuestra parte y que la mejor manera de ser útiles era dando parte a la policía. Fue por eso que no tardaron en llegar.

—¡Dios mío! —dijo Belle abrazándolas—. Han hecho muy bien, se los agradezco mucho... ¡Solo estoy destrozada por no saber cómo está Pierre! ¡Tengo tanto miedo de que no resista! —La voz se le quebró.

—¿Quién es Pierre? —preguntó Henriette—. No recordamos haberlo visto antes...

Isabelle contestó que Pierre era el amor de su vida y narró las circunstancias en las que le había conocido.

Dijo la verdad, pues ya podía hacerlo y las chicas no se merecían menos. La historia de Pierre y Belle era hermosa y a la vez increíble, y aunque la joven no tenía ánimo para entrar en detalles, las gemelas quedaron sumamente impresionadas con lo que escucharon.

Una hora después seguían sin noticias de Pierre. Belle había parado de llorar, pero continuaba igual de angustiada. Para su sorpresa, un oficial de la policía fue a verlas e informó que Gastón había muerto durante la persecución en un terrible accidente de coche.

—Su auto se hizo pedazos, señorita Isabelle.

A Belle no le importaba el auto, estaba asegurado. Tampoco podía sentir pena por Gastón, aunque no se alegraba de muerte alguna. Sin embargo, él le había hecho tanto daño que no juzgó su destino. Gastón había destruido a su familia: se involucró con su tía, la engañó a ella e ideó el asesinato de su querida abuela. Gastón convirtió a una mujer mezquina y frívola en una asesina. Sin él, Charlotte jamás se hubiese atrevido a matar. Por si fuese poco, Pierre se encontraba herido por su causa y ella temía por su vida.

El agente le pidió que después rindiera su declaración sobre los hechos, pues Belle no podía hacerlo en ese instante: ella necesitaba saber de Pierre. Finalmente, un médico vestido con ropa de quirófano, salió a verle.

—El paciente fue operado para extraer la bala y se encuentra estable —anunció.

Belle suspiró, aliviada. ¡Estaba vivo y sabía que se recuperaría!

—Perdió mucha sangre, pero la bala se encontraba en una localización que no comprometía ningún órgano vital. La cirugía ha salido bien.

Las gemelas abrazaron a Belle, contentas por las buenas noticias.

—¿Cuándo puedo verle?

—En una hora le trasladarán a una habitación y podrá permanecer con él.

Belle le agradeció al doctor y luego les pidió a las gemelas que fueran a casa. Las chicas regresaron al hospital con algo de ropa para su prima, para que ella se cambiara. Unos pocos minutos después, pudo entrar a ver a Pierre, que estaba dormido y respiraba tranquilo por sí mismo.

—Te amo —murmuró mientras le tomaba de la mano—. Y me has salvado la vida. Gracias.

Pierre no podía escucharla, pero ella necesitaba decirlo.

Belle se fijó en él, cuando le vio esa noche por primera vez notó que estaba distinto, pero la tensión del momento le impidió comprender a cabalidad el cambio efectuado en él.

Pierre ya no era un hombre-lobo, había cambiado de manera tan radical que, de no haber sido por su estatura, su voz y sus ojos, ella no le hubiese reconocido.

Ahora podía ver sus mejillas, su frente y su barbilla con claridad. Se había hecho un corte de cabello muy favorecedor y se había dejado la barba, aunque de manera muy cuidada. En los brazos y el pecho la cantidad de vello había disminuido de forma considerable.

Belle permaneció toda la noche con Pierre, quien estuvo en un estado seminconsciente. No fue hasta el comienzo de la mañana que pudieron hablar. Pierre se despertó y sus ojos turquesa se encontraron con los de Belle, que le velaba en silencio.

—Amor... —Su voz profunda devolvió a Belle a la vida.

Ella le tomó la mano, mientras se inclinaba para besar su cabeza y luego los labios.

—Todo está bien ya, mi amor —le dijo con una sonrisa, a pesar de que se le escapaban varias lágrimas.

—No puedes seguir llorando —le recriminó Pierre mientras sujetaba su mano con algo más de fuerza—, te aseguro que estoy bien y feliz de verte otra vez.

—Te amo, Pierre —le confesó Belle mientras le besaba nuevamente—. Estaba muy asustada, pero ya pasó lo peor.

—Yo también te amo —contestó él—, ¿qué te pareció mi sorpresa?

Belle comprendió entonces que se refería al rasurado.

—Estás muy guapo —le respondió—, pero te confieso que echo un poco de menos al Pierre de antes; tuve cierta dificultad para reconocer que eras tú.

Pierre sonrió.

—¡No puedo creer que digas eso!

—Pues es verdad. —Los ojos verdes de Belle resplandecían de alegría al recuperarle—. Supongo que es cuestión de costumbre, aunque reconozco que es muy bueno verte el rostro así...

—Fui a París a hacerme un tratamiento de depilación con rayos láser. Fueron varias sesiones. Es una técnica muy moderna, que cambia por completo la perspectiva de mi enfermedad.

Belle quedó sorprendida al advertir que no se había tratado de un simple rasurado.

—Me alegro mucho por ti —le dijo ella, feliz—, pero sabes que mi amor hubiese sido el mismo si no lo hubieses hecho.

—Lo sé —contestó él mirándole a los ojos—, pero tu amor merecía lo mejor de mí.

—Lo mejor de ti no está precisamente en tu rostro, Pierre —añadió Belle, emocionada, robándole otro beso—, está en tu corazón que, para fortuna mía, hace mucho tiempo que me pertenece.

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