Capítulo 27

Los días que siguieron fueron de cierta tranquilidad. Belle en las noches acudía al Belle Aurore para comprobar que todo se encontraba en orden, y pronto designó al Chef principal como administrador. Belle comprobó que era un hombre de vasta experiencia, comprometido, capaz, y que llevaba mucho tiempo trabajando allí.

Tomó esa decisión pensando que en algún momento regresaría a Saint Priest, por lo que debía dejar a alguien responsable al frente del restaurante.

El bufete de abogados no tuvo tropiezos para asumir las inversiones de su abuela, aunque tratar con Gastón se había vuelto difícil para ella. La había procurado en varias ocasiones, y había cambiado de táctica: ya no le amenazaba, sino que apelaba al pasado, al cariño que ella le tuvo en algún momento e incluso, al que le tuvo la difunta Aurore también. Belle no cedía, sentía algo muy fuerte en su corazón que le impedía confiar en él, y no se trataba solo de la traición con su tía Charlotte.

El abogado Millard continuaba con la defensa de su tía, pero no era muy optimista. Las chicas estaban resignadas a que su madre fuera condenada, aunque querían que tuviese la mejor defensa posible. El juicio oral contra Charlotte comenzó y duró dos días completos. La ciudad de Marsella, casi en pleno, se presentó como público y discutían en voz baja las declaraciones de los testigos.

Belle fue llamada a declarar el primer día, pero no tuvo miedo. Narró la verdad de los hechos y luego se retiró. Otro de los llamados a declarar fue Gastón, el aludido dijo no saber nada sobre el asunto, puesto que había viajado esa misma tarde a Canadá. Cuando le preguntaron acerca de su relación con Charlotte, aseguró que fue cuestión de una sola noche, y que lo había hecho por despecho, sin conocer la naturaleza mezquina de su amante ni los hechos que pretendía acometer después.

El segundo día parecía sin sobresaltos, ya habían pasado los testigos más importantes. Le llegó el turno de declarar a la acusada. Charlotte no negó lo que había hecho, ya lo había dicho anteriormente y la movía el deseo de no ver a su hija Helène involucrada en el asunto.

Sin embargo, no podía cargar sola con las consecuencias de su crimen ya que, si bien ella lo ejecutó, la idea había nacido de alguien más. Charlotte no guardó nada para sí e incriminó a Gastón como autor intelectual. En entrevista privada con su abogado se lo había confesado, y este le recomendó que no callara algo tan importante.

—Yo jamás hubiese pensado hacer algo así —confesó llorando en el estrado—, no soy tan inteligente. En cambio, Gastón me aseguró que podíamos beneficiarnos mucho de ello. Él conservaba su puesto en la empresa, pues ya mamá le había asegurado que lo removería de él cuando regresase de Canadá, y yo me convertía en la única heredera si lograba incriminar a mi sobrina.

Un murmullo recorrió la sala e Isabelle quedó devastada con lo que escuchaba. Sus sospechas se habían confirmado: Gastón había participado en la muerte de su abuela, había ideado cómo matar a la persona que había confiado en él, que le había dado empleo, que le había llevado a la cima del éxito y del reconocimiento profesional. El juicio terminó con una orden de captura para Gastón y Charlotte fue llevada a prisión.

Isabelle llegó a casa, acompañada de las gemelas que no paraban de llorar. Belle las abrazó y les preparó una sopa para cenar, pero ellas no quisieron nada y se retiraron temprano.

Isabelle subió a su habitación y se encontró un precioso ramo de rosas rojas encima de la cama. Su corazón dio un salto de alegría y se acercó para verlas. Tenían una tarjeta, que de inmediato leyó, mientras una lágrima de nostalgia resbalaba por su mejilla: era aquella hermosa caligrafía que tan bien conocía… Era él.

“Mi querida Belle:
Sé que el juicio ya concluyó y que no ha sido fácil para ti, pero al fin se ha hecho justicia. Ya falta poco para que volvamos a vernos, la añoranza en estas semanas de separación ha sido demasiada. Te diré que estoy más cerca de lo que imaginas y que muy pronto nuestros labios se unirán una vez más…
Te ama siempre,
Pierre”

Belle suspiró, leerle luego de tantos días de silencio era demasiado hermoso y la promesa de volverse a encontrar era justo lo que necesitaba en aquel momento. ¿Acaso Pierre se encontraba en Marsella?

Al parecer había concluido aquel viaje misterioso y la seguía amando, del mismo modo que ella no había dejado de pensar en él en todo ese tiempo.

Estaba ansiosa, y no sabía exactamente por qué, como si tuviera un presentimiento o quizás se debiese a la nota de Pierre y a los deseos que tenía de verle.

Para calmarse un poco, se dirigió al estudio y encendió la tele para ver las noticias:

“En un dramático final, el juicio contra Charlotte Chapelle dio un giro inesperado al confesar que su amante estaba involucrado en el asesinato. Contra Gastón Bauvier se dictó una orden de aprehensión, pero no ha sido encontrado”.

Belle dio un salto al escuchar a la reportera hablar sobre Gastón, no tenía conocimiento de que no lo hubiesen podido capturar.

Cierto que él no había ido al Tribunal ese día, pero creyó que la policía no demoraría en detenerlo en su casa. Aquella dilación inesperada de la aprehensión de Gastón la ponía sumamente nerviosa. Se quedó un rato más viendo las noticias, asustada ante lo que escuchaba, por lo que prefirió apagar el televisor.

Se dirigió a la cocina. No tenía mucha hambre, pero debía comer a causa de su enfermedad. Iba a calentar la sopa cuando el plato se le calló de las manos, haciéndose añicos. Una persona acababa de irrumpir en su cocina.

—No grites —le dijo Gastón mientras le apuntaba con un arma—. Si gritas te va a ir muy mal, Isabelle, por lo que es mejor que permanezcas callada y hagas justo lo que te voy a indicar.

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