Capítulo 25
La primera vez que Isabelle llegó al Château de la Roche, jamás pensó que le daría tanta tristeza marcharse de allí cuando llegara el momento.
El regreso a Marsella lo hizo sumida en la tristeza, ya que muchas cosas le abrumaron de golpe: la verdad de las circunstancias de la muerte de su abuela; enfrentar a la justicia por la violación de su fianza; ver a sus primas, amigos y conocidos y dejar atrás a Pierre. ¡Cuánto hubiese deseado que la acompañase!
Sin embargo, por el trayecto el abogado le explicó lo mismo que Pierre le dijo en su habitación: si él se presentaba con ella en Marsella, podía salir a la luz que la historia de su tratamiento psiquiátrico era un fraude para evitar la prisión. Lo mejor que podía hacer Pierre por ella era mantenerse a distancia. Luego estaba aquel viaje suyo del que no tenía la menor idea. Era una sorpresa, ¿pero por qué tendría Pierre que viajar para sorprenderla?
El plan de su abogado para justificar a Isabelle ante el Tribunal dio resultado y el expediente médico que presentó no fue cuestionado, al menos Belle podía respirar tranquila y volver a casa sabiendo que ya no le debía nada a la justicia. El abogado le llevó hasta allí, pero antes de bajarse tuvieron una breve conversación:
—Le agradezco mucho lo que ha hecho por mí —le dijo Isabelle de corazón—, nunca pensé que llegaría a saber el verdadero valor de la libertad.
—No tiene que agradecerme, Isabelle —contestó el abogado—. Ha sido un placer para mí ayudarla, y más tratándose de una solicitud de un gran amigo, como lo es Pierre. —El abogado se detuvo un instante, como quien piensa decir algo más—. ¿Puedo hacerle una pregunta personal?
Isabelle asintió.
—¿Pierre y usted tienen una relación?
Isabelle sonrió ante la pregunta, hablar de su amor era la mayor alegría, a pesar de las circunstancias.
—Sí —confesó—, pero es tan reciente y la salida del Castillo tan intempestiva, que está siendo muy difícil.
—La comprendo —afirmó el abogado—, pero me alegro mucho por ustedes. Le recomiendo que hasta que no concluya el juicio de su tía, no hable de esta relación con nadie, por las razones que antes le he expuesto. Comuníquese lo menos posible con Pierre. Aunque no ha habido dificultad alguna, es mejor que el tiempo que usted permaneció en el Castillo continúe siendo secreto, hasta que se dicte una sentencia condenatoria contra su tía y el asunto se vuelva cosa juzgada.
—Entiendo —contestó Belle. La separación era dura para los dos.
—Sé que será un sacrificio, pero me alegra mucho saberles felices. Pierre es un gran amigo y se lo merece. Creo que ha hecho una gran elección.
—Lo sé, muchas gracias.
—Tan solo resta que preste su declaración en el juicio contra su tía, pero para eso no necesita de representación letrada. De cualquier forma, si tiene alguna duda, no dude en llamarme.
—Eso haré —contestó Belle—, gracias de nuevo y buen viaje.
Isabelle se despidió de su abogado y entró en la casa. Era extraño estar de vuelta, por un lado, tenía una sensación muy grande de familiaridad y por la otra, sentía que después de la muerte de su abuela aquel lugar había dejado de ser un hogar para ella.
Belle fue hasta la biblioteca, le pareció escuchar voces, y cuando llegó al umbral de la puerta se encontró a las gemelas conversando con Millard, quien en otro tiempo fue su abogado.
—¡Isabelle! —exclamó Helène al verle.
—¡Belle! —gritó Henriette, que se paró de un salto para darle un abrazo, mientras las lágrimas resbalaban por su rostro.
Belle dio un paso al frente y saludó a los presentes, un poco tensa al ver a Millard en el mismo lugar donde le acosó unos meses antes. ¿Intentaría hacer lo mismo con las gemelas? ¡Ella no se lo permitiría!
—Es un gusto verla, señorita Chapelle —comentó con una sonrisa—. Como ya no la represento, he sido contratado por sus primas para asumir la defensa de su tía. Le felicito por haberse librado de tan penosa acusación, aunque según he escuchado, deberá responder por haber violado su fianza.
—El asunto de mi fianza se ha solucionado ya —contestó Isabelle cortante—. Respecto a su trabajo, no se preocupe, que sus honorarios serán pagados.
El abogado se levantó.
—No tengo nada más que decir, debo marcharme. Solo vine a comunicarle a las jóvenes que el Tribunal ha rehusado otorgarle a su tía Charlotte una fianza, por lo que no será liberada hasta que se dicte una sentencia, si esta es absolutoria.
El abogado se marchó e Isabelle se quedó a solas con las gemelas. Ambas se notaban muy asustadas y deprimidas, como hacía un tiempo atrás lo estuvo ella. Fue Henriette la que primero habló, para liberarse de la carga que llevaba.
—Siento mucho lo que sucedió. Al confirmar la coartada de mamá, aun sabiendo que era falsa, te perjudiqué a ti. Lo siento mucho, Belle, espero que puedas perdonarme y entenderme, se trata de nuestra madre…
Helène lloraba, no podía hablar.
—Yo las comprendo y las perdono —contestó Isabelle—. Fue Charlotte quién se equivocó, quién cometió este terrible crimen contra nuestra abuela, a la que todas queríamos mucho. Sin embargo, considero que lo justo es que tenga una buena defensa y contribuiré a pagar los honorarios de Millard.
Belle le entregó a Henriette el dinero que le había prestado y le prometió que le daría más cuando pudiese tener acceso a las cuentas de la abuela.
—Millard es un abogado astuto, pero deben tener cuidado porque es un hombre sin escrúpulos —les advirtió—. Lo único que les pido es que no se entrevisten a solas con él, siempre vayan juntas y no se dejen presionar por los honorarios, por altos que estos sean.
En esta ocasión fue Helène quien se levantó y le dio un abrazo.
—Gracias y perdóname… —le dijo sollozando—. Esa noche en la que me quedé fuera de casa no imaginé lo que mamá estaba haciendo… Después en mi corazón sabía que era la culpable, pero ¿cómo podía desconfiar de mamá? Era más fácil creer que tú…
—No digas más —le interrumpió Belle, que correspondió al abrazo—, ahora tenemos que ayudarnos las unas a las otras y no será un camino fácil.
Isabelle subió a su habitación y se acostó en la cama. Estaba cansada, fueron muchas las emociones y echaba de menos a Pierre y al Castillo, pero por su seguridad y la de él no quería llamarle. Si llegaba a saberse que Pierre la alojó durante ese tiempo podía ser procesado por encubrimiento y muchas personas inocentes podían verse perjudicadas. Lo mejor era esperar a que todo terminase y ella pudiese volver, como le había prometido a Pierre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top