Capítulo 22

El beso que Pierre le dio a Isabelle fue despacio, suave, pero a la vez apasionado. Quién hubiese pensado que en la lentitud se podía hallar aquella sensación tan plena, aquel estremecimiento tan profundo.

Belle sentía la suavidad de su vello en el rostro, era agradable, pero apenas tenía capacidad para pensar en ello, los labios de Pierre le estaban brindando la satisfacción más grande que había conocido en su vida. Temblaba en sus brazos y tenía miedo de que aquel momento fuera a terminar.

Los ladridos de Pólux sobresaltaron a ambos, que se separaron de inmediato y miraron hacia abajo a ver que sucedía. Vieron a Valerie que buscaba a Isabelle, pero al parecer no se había percatado del beso, pues la pareja se hallaba en una esquina poco visible de la inmensa biblioteca.

Cuando Valerie miró hacia arriba, vio a Belle caminando por el corredor escoltada por Pierre. Ella fue la primera en bajar por la escalera, estaba tan nerviosa que no había sido capaz de mirar a Pierre después de lo sucedido.

Valerie, al ver la expresión de ambos, se percató de que algo había pasado, pero por respeto no se atrevió a hacer ninguna pregunta indiscreta que los avergonzara más de lo que ya estaban.

Isabelle tenía las mejillas sonrojadas y no atinaba a hablar. Valerie, al advertir su estado, comentó por qué estaba allí.

—Señor, antes de ir a la ciudad a hacer las compras que me orientó, necesitaba que Isabelle me diera sus medidas, para no fallar. No me atrevería a comprar nada por simple apreciación.

Lo que Valerie decía tenía lógica.

—Te agradezco, Valerie, pero considero que no es necesario que…

—Es necesario —le interrumpió Pierre—, acompaña a Valerie para darle lo que solicita. Nos vemos en la cena.

Pierre miró a Isabelle un instante, era evidente que él necesitaba también reponerse de lo que había sucedido. Cuando él se marchó con el libro en las manos, Valerie se quedó observando a Isabelle y esbozó una sonrisa.

—Tengo la impresión de que interrumpí algo, en cuyo caso me disculpo.

Belle suspiró y se llevó las manos al rostro. Valerie no era su amiga, pero tenía el corazón tan acelerado que necesitaba desahogarse con alguien.

—No sé qué es lo que estoy sintiendo…

—Yo creo que sí lo sabes —contestó Valerie—, y es por eso que estás tan asustada.

—Puede que tengas razón, pero no sé qué hacer… Nunca antes me había visto en una situación como esta.

—No le hagas daño, sigue a tu corazón y no tengas miedo de sentir de esta manera. Puede que encontrarse el uno al otro sea lo mejor que les haya pasado en sus vidas.

Juntas salieron de la biblioteca y Belle le dio a Valerie sus tallas, medidas y el pie que calzaba, Pierre al parecer había pensado en todo.

Isabelle no volvió a la biblioteca, se tomó la tarde libre de su trabajo y se quedó en la habitación descansando. Tenía mucho en qué pensar y sobre todo muchas decisiones por delante que tomar. Pierre estaba en el centro de sus pensamientos. No quería hacerle daño, y no podría hacérselo jamás: lo que sentía por él era tan real que no tenía duda alguna de cómo llamarlo. Por su mente transcurrieron los momentos que pasaron juntos y se percató de que, en poco más de un mes, su vida había dado un giro radical.

En la tarde llegó Valerie a verla, escoltada por su esposo que le ayudaba con las decenas de bolsas y paquetes que la mujer había comprado.

—Espero que te gusten y te queden bien —dijo Valerie.

Belle le dio las gracias, se había mostrado muy amable y había escogido las prendas de vestir con mucho cuidado. Abrieron las bolsas: vestidos, abrigos elegantes de piel, pantalones, blusas de seda y varios zapatos llenaron la cama de Isabelle, para asombro de ella.

—¡Es demasiado! —exclamó Belle—. Siento mucha pena de haber causado tanta molestia.

—No es molestia alguna, Pierre me lo pidió y no hay nada que yo no haga por él. Además, te lo mereces… Desde que llegaste a esta casa lo has ido cambiando poco a poco, volviéndole a la vida.

Había una bolsa en especial que no habían abierto. Valerie entonces le mostró un vestido de gala, de color dorado, muy hermoso.

—Pierre desea que lo uses mañana, me lo encargó especialmente.

—¡Es precioso!

El vestido tenía una amplia falda, un escote pronunciado sin parecer vulgar, y un corte que dejaba al descubierto sus hombros.

—¿No será demasiado para una cena?

Valerie se encogió de hombros.

—Él lo ha pedido así…

Valerie se marchó y dejó a Belle con nuevas emociones, mucho más nerviosa que como estaba unas horas antes. No había vuelto a ver a Pierre, no habían hablado de lo sucedido en la biblioteca, pero el encuentro estaba marcado para la cena y no podía faltar.

Al final de la tarde, Belle se dio un baño caliente, eso siempre la relajaba y ayudaba a poner en orden sus pensamientos.

Luego escogió lo que usaría esa noche. Por un momento estuvo tentada de utilizar la ropa habitual, con ella se sentía más cómoda, más ella misma… Sin embargo, sabía que Pierre había mandado a comprar nuevas cosas para halagarla y no quería despreciar aquellas bellas prendas obsequiadas por él.

Escogió un conjunto sobrio de color verde oscuro, que realzaba sus ojos y su cabello. Se peinó y maquilló ligeramente, algo que nunca hacía, y aguardó a que fuera la hora de subir.

A las ocho en punto, Belle tomó por la escalera de la derecha y llegó al salón que Pierre utilizaba como comedor. El principal del Castillo se encontraba abajo, pero era tan suntuoso y grande, que él había mandado a acondicionar tiempo atrás ese espacio para mayor intimidad.

Pierre ya la estaba esperando, serio y muy elegante con su habitual chaqueta. Su severidad no se debía a incomodidad o molestia alguna, sino a que estaba ansioso, preocupado y expectante, como debía estarlo Isabelle también.

No se dieron un beso, se miraron en silencio hasta que fue Belle quien intentó romperlo con un comentario alegre.

—Valerie ha comprado medio centro comercial para mí…

—Estás preciosa —contestó Pierre observando su conjunto verde—. Valerie ha acertado.

—Te agradezco una vez más por tu generosidad, y cuando pueda disponer de mi dinero, te sorprenderé con algo yo también.

Aquello hizo que Pierre se relajara.

—¡Madre mía! ¿Qué podría ser?

—Todavía no lo he pensado —contestó Belle mientras se acercaba a la mesa—, pero espero que cause el mismo efecto y te haga sentir como me estoy sintiendo yo ahora mismo.

—¿Y cómo te estás sintiendo? —le susurró Pierre a su espalda mientras la ayudaba a sentar.

Se hizo un nuevo silencio, ambos sabían que la pregunta aludía a algo más que a la ropa; Pierre se estaba refiriendo a los sentimientos que tenía Belle por él, lo que no podía negarse por más tiempo luego del beso.

—Vamos a comer —contestó Belle, algo nerviosa—, tengo bastante hambre.

—Me debes una respuesta —le hizo notar Pierre a su vez, rodeando la mesa hasta su puesto.

Belle lo miró a los ojos, ella ya la tenía, pero no sabía cómo decírselo.

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