Capítulo 19

La relación entre Isabelle y Pierre se iba consolidando como una buena amistad, aunque en ocasiones cada uno sintiera que sucedía algo más entre ellos.

Belle cenaba en las noches con él y conversaban de temas diversos. Su cultura era impresionante, pero tampoco era un hombre que abrumase con datos. Era tan sencillo, pero a la vez inteligente, que conversar con él era un bálsamo.

Pierre ya no utilizaba a Valerie como intermediaria para solicitar libros, solía presentarse él mismo en las mañanas para ver a Isabelle con cualquier pretexto. En las noches ya no leía en la biblioteca solo, la buscaba para llenar sus horas con su sonrisa y sus historias.

Poco faltaba ya por conocer de Belle, ella le había hablado de su familia al detalle: conocía de los celos y resentimientos de Charlotte, su tía; de lo influenciables que podían ser las gemelas por su madre, y de la buena acción que tuvo Henriette con ella antes de partir. Conversaron también de los respectivos años en París en la Universidad, Belle no paraba de preguntarle sobre la Sorbonne, y pudo comprobar que en aquel tiempo Pierre se comportaba como un joven como otro cualquiera. Fue aquel amor truncado el que reavivó los complejos en Pierre, esos que le asaltaron cuando siendo más joven, en la escuela, se burlaban de él.

La Universidad había sido distinta, era un medio preparado, una élite centrada en progresar intelectualmente y en no perder el tiempo, por lo que Pierre se sorprendió al ver que sus compañeros no le rechazaban, sino que lo incluían en sus planes. Él comenzó a preocuparse más por su aspecto, se enamoró, y justo cuando le propuso matrimonio a su novia al final de la carrera, ella le rechazó.

Aquellas historias, de parte y parte, fueron llenando sus noches, conectándoles más. Pierre ya no hablaba del pasado autocompadeciéndose; Belle ya no tenía que reñirle por aquellas frases que se dirigía a sí mismo, donde se desdeñaba. Pierre había vuelto a tener un buen criterio de su persona, gracias a que se podía ver en los ojos de Belle y comprendía que el cariño que ella sentía por él era sincero.

El abogado había llamado par de veces para precisar cuestiones del caso y hacer preguntas, estaba avanzando en una línea de investigación, pero todavía no tenía nada en concreto. Tanto Belle como Pierre confiaban en que aquella situación se resolviera. Sin embargo, el hecho de que la partida de Isabelle tuviese una fecha todavía incierta, pero con seguridad futura, les provocaba algo de pesar a los dos. Incluso ella, que debía sentirse tranquila y satisfecha de lavar su nombre y volver a su vida de antes, albergaba una honda tristeza al pensar que debía dejar el Castillo atrás.

La mañana había amanecido soleada, a pesar del frío; Belle se dirigió a la biblioteca como solía hacer y continuó con el catalogado. El trabajo se estaba volviendo un poco monótono, pero lo agradecía. Aquel proceso le permitía mantener la cabeza ocupada sin pensar tanto en Pierre.

Debía admitir que en los últimos días se habían hecho más amigos, pero ese acercamiento le inquietaba un poco. No había podido olvidar aquel beso que estuvo a punto de darle en la cabaña. Cada vez que lo recordaba se sentía molesta consigo misma, no sabía si por el hecho de haberse frustrado o por haberlo si quiera deseado.

Se asustó mucho cuando descubrió a Pierre a su lado, al punto que dejó caer sobre su escritorio varias tarjetas que perdieron el orden consecutivo.

—¡Cielos! —exclamó riendo—. Me asustaste.

—Lo siento —se disculpó él—. Ya sé que puedo asustar un poco, pero...

—¡No hablaba de eso! —le reprendió con otra sonrisa—. ¿Cómo vas a pensar que me asustas? Lo que sucede es que estaba tan perdida en mis pensamientos que no te sentí llegar.

Él le devolvió la sonrisa.

—¿En qué pensabas entonces para haberte sobresaltado tanto?

Ella no contestó, se sentía muy avergonzada al recordar que sus pensamientos se hallaban en aquella cabaña cuando se inclinó sobre él para darle un beso.

—¡Te has ruborizado! —continuó Pierre lleno de curiosidad—. ¡Vaya! Ahora sí me dejas muy intrigado...

—No pensaba en nada importante —contestó ella al fin, recogiendo las tarjetas con cierto nerviosismo—, solo me sorprendiste. No acostumbras a venir a esta hora a la biblioteca y estaba distraída.

—Distraída pensando en algo que te ruboriza. ¿Qué sucede?

Ella negó con la cabeza, estaba tan enrojecida que continuar en su negativa hubiese resultado sospechoso. Por otra parte, se hallaba tan nerviosa que no supo inventar una excusa.

—Recordaba la noche en la que apareciste en la cabaña —confesó al fin—. Estaba tan asustada... Parte de ese miedo a ser procesada todavía lo tengo, pero ese día me aliviaste de muchos de mis temores.

—Todo saldrá bien, Belle. Cierto que esa noche en la cabaña estuviste a punto de golpearme con un atizador para el fuego, pero obviemos ese detalle...

Ella se rio.

—¡Me asustaste apareciendo de la nada! —se defendió.

—Me asustaste tú cuando huiste por la ventana en plena noche...

—Tenía miedo, lo reconozco, pero valió la pena solo por verte esa noche con mi ropa de dormir.

—¿Cómo olvidarlo —recordó él con buen humor—, si apenas me cubría?

—Te veías guapo con ella puesta —soltó ella.

Pierre no supo si se trataba de otra broma, pero al notar lo nerviosa que estaba, tal parecía que era cierto.

—No puedes estar hablando en serio, Belle.

Isabelle rodeó el escritorio y se colocó frente a él con cierta timidez.

—El poncho te quedaba muy bien —comentó mientras le sostenía la mirada—, lo único que no comprendí fue por qué huiste de mí después.

No podía creer que lo hubiese dicho en voz alta, sentía que el piso se abría bajo sus pies y evitó en ese momento todo contacto visual. Moría de miedo de su reacción y de haber perdido con aquella frase, todo el camino que habían ganado en los últimos días con su acercamiento.

—No hui de ti —contestó él, con voz grave.

En realidad, Pierre no sabía qué decir; sabía a la perfección a qué se había referido Isabelle, pero ¿cómo confesarle que tenía miedo de terminar con el corazón roto por segunda ocasión? Más que huir de ella, huía de los sentimientos que le despertaba.

Belle se hallaba bastante avergonzada, incluso retomó su puesto en el escritorio y se sentó para reanudar su trabajo.

—Lo siento, no debí decir eso —susurró, mientras tomaba las tarjetas.

—Antes de esta conversación tan extraña, venía con intenciones de invitarte a dar un paseo. Supongo que sea muy aburrido estar aquí encerrada con este monótono trabajo —añadió él, cambiando de tema.

—Me pagas por este trabajo —le recordó ella ordenando un poco—, ¿y quieres interrumpirlo por un paseo?

—¿Ahora eres tú quién quiere huir de mí? —le preguntó con una sonrisa.

Belle levantó la mirada una vez más y se cruzó con sus ojos azul turquesa.

—Dijiste que no habías huido esa noche...

—No sé lo que hubiese sucedido, pero me arrepiento de haberme marchado antes de haberlo descubierto —le contestó con sinceridad.

Belle se levantó con el corazón en un puño, aunque mantuvo la distancia. La confesión de Pierre le hacía sentir una vez más asustada.

—Acepto el paseo —dijo por fin—. La mañana es hermosa y será estupendo descansar un poco de estas tarjetas.

Juntos se encaminaron al exterior un tanto aturdidos. Al parecer, se debían mucho más que un paseo, pero aquel beso prometido continuaba flotando entre los dos sin llegar a su destino y era probable que tardara aún un poco en suceder.

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