Capítulo 15
Pierre fue a la pequeña cocina, a ver qué quedaba en la despensa. Realmente estaba vacía, solo encontró unos sobres de té, así que colocó la tetera en el fuego y cuando el agua estuvo hirviendo preparó para los dos. También llamó a Valerie desde su teléfono celular, no se escuchaba bien a causa de la cobertura, pero pudo decirle que había encontrado a Belle y que estaban bien, regresarían al día siguiente.
—¿Estás seguro de que no llamarán a la policía? —preguntó Belle asustada todavía.
—Estoy seguro, somos una gran familia —contestó—. ¿Alguien más sabe que estás en el Castillo?
Belle se quedó pensativa.
—No. Le pregunté a la chica del hotel en Saint Priest si había algún trabajo en la ciudad. Luego le pregunté por el Castillo, pero no le dije que mi intención era trabajar allí, incluso la joven asustada me recomendó que no me acercase, por esa historia de misterio que hay tejida acerca de ti. Me marché del hotel que estaba prácticamente vacío y en realidad, no vi a nadie de la ciudad.
—Perfecto entonces, nadie va a encontrarte —le aseguró—. El doctor que te atendió también es de mi absoluta confianza y hablaré con él, aunque no puedes huir toda la vida, Isabelle.
Ella le miraba en silencio, con la taza de té en las manos, ambos sentados junto al fuego.
—Yo… —Pierre comenzó a tartamudear hasta que por fin logró terminar la frase—. Yo quisiera que te quedaras para siempre en el Castillo, Belle, pero que esa decisión parta de ti, desde la libertad de elección, no porque las circunstancias te lleven a esconderte. Quiero que, si te quedas, sea porque deseas hacerlo.
Belle se puso muy nerviosa al escucharle hablar así. ¿Acaso le estaba confesando algún sentimiento por ella? Le miraba a los ojos, pero su corazón se aceleró y sentía que no podía decir palabra alguna.
—Voy a hablar con un excelente abogado amigo mío —continuó—, para que se ocupe de tu caso e investigue una buena línea de defensa. Cuando tenga los elementos suficientes para poder hacerlo, entonces regresarás a Marsella y te presentarás en el proceso, pero con las mejores condiciones para ser declarada absuelta. Mientras tanto, continuarás en el Château, a mi lado, hasta que mi amigo diga que es tiempo de partir.
—No sé cómo agradecerte —volvió a decirle ella—. Cuando hui de Marsella lo hice con la idea de ganar el dinero suficiente para pagar un buen abogado y regresar a probar mi inocencia. Mi familia casi por completo me dio la espalda, invertí gran parte de mi efectivo en pagar la fianza. Los amigos y conocidos me dieron la espalda también —le explicó mientras sus ojos volvían a llenarse de lágrimas—, y tuve miedo de terminar en la cárcel.
—Yo te voy a ayudar a que demuestres que no lo hiciste.
—Todo estaba en mi contra —le contó ella—. Era la única persona que estaba en la casa y la última en ver a mi abuela con vida. Al igual que yo, ella era diabética, por lo que le administré correctamente su dosis de insulina como cada noche y me fui a dormir. Al día siguiente estaba muerta —sollozaba—, pensé que había sido una falla cardíaca, pues juro que no me equivoqué en administrarle la dosis…
Pierre le tendió el brazo por la espalda y la acercó a él.
—El forense determinó que fue un asesinato —prosiguió—, por sobredosis de insulina. Yo era la única sospechosa, y mis huellas aparecieron en el medicamento, en la jeringa. ¡Por supuesto, si era yo quien le inyectaba!
—Creo que alguien pensó ese asesinato muy bien para incriminarte, Isabelle. Eres lo suficientemente inteligente para haber borrado las huellas de tu crimen si lo hubieses hecho, esto me parece demasiado chapucero, además de que confío en ti y sé cuánto amabas a tu abuela Aurore, tanto como ella a ti. Leí las tarjetas enviadas a mi abuela durante muchos años y en ellas hablaba maravillas de ti.
Belle volvió a mirar a Pierre.
—No sé qué haría sin ti —le confesó—. Me transmites la paz y el sosiego que necesitaba. Sentía una opresión en mi corazón y unos deseos tan grandes de hablar con alguien, que estaba muriendo poco a poco por no poder hacerlo.
La chimenea le iluminaba el rostro a Belle, que estaba hermosísima con su cabello cayéndole por los hombros. Estaban muy próximos el uno del otro, Pierre todavía con el brazo extendido sobre ella, Belle mirándole a la cara sin temor. Pierre jamás se hubiese sentido cómodo de tener a alguien que le observase de forma tan cercana, tan directa. Sin embargo, no tenía miedo de verse reflejado en los preciosos ojos verdes de Isabelle, porque ella le veía distinto, le veía con agradecimiento, con cariño, pero también con algo más que no acababa de percibir.
Se hizo un largo silencio, en el que ambos se miraban con intensidad, un momento en el que sobraban las palabras. Belle levantó una mano y por primera vez le acarició la mejilla.
Su vello era tan suave que parecía algodón, tan delicado y fino como siempre pensó que sería al tacto. Él le permitió que le explorase, con aquella grácil mano que le acariciaba. Belle no dejaba de mirarle a los ojos y Pierre la vio inclinarse sobre él, al parecer con la intención de besarlo.
Jamás lo supo, pues se levantó en el acto del sofá y Belle se quedó avergonzada por lo que había sucedido. Ninguno de los dos se atrevió a mirar al otro de nuevo y fue Pierre quien habló, mientras subía por la escalera de madera hacia el primer piso.
—No ha parado de llover, es mejor que nos quedemos aquí hasta mañana. Te dejo el sofá por la cercanía con la chimenea. Me temo que arriba hace mucho más frío.
Belle no contestó, después de lo acontecido, para ella el salón era el lugar más frío del mundo, a pesar de que tuviese la chimenea encendida.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top