Capítulo 12
Isabelle salió de su habitación más temprano que de costumbre, no había dormido bien. Entendía que Pierre era un buen hombre, tenía un gran corazón, pero no sabía manejar las inseguridades que le provocaba su enfermedad. ¿Por qué no se afeitaba o se esforzaba más por mejorar su aspecto? No lo sabía…
Cierto que en la víspera notó que había cuidado mejor de su rostro, pero creía que podía hacer más. Sin embargo, Belle no era nadie para recomendarle un cambio tan radical. El rasurado habitual en una persona con esa enfermedad podía ser una esclavitud y tan solo brindaría una resolución temporal del asunto, además de que podía abrir el acceso a infecciones a causa del afeitado diario.
Después de desayunar con el servicio como era su costumbre, Belle volvió a la biblioteca. Su metódico trabajo no evitaba que los pensamientos continuaran bulléndole en la cabeza. Necesitaba cambiar la sensación que le había provocado el último encuentro, echando por tierra el agradable recuerdo de la primera mitad de la velada.
Valerie fue a verle a las diez de la mañana. Como era habitual, llevaba anotados en un papel, los libros que Pierre solicitaba.
—No me has dicho que tal la cena con el señor anoche —le comentó Valerie mientras dejaba caer el pliego sobre el escritorio de Isabelle—. Quedé tan sorprendida cuando me pidió organizar una cena de tal envergadura, que por un momento creí que se trataba de una broma o un sueño.
—Ni lo uno ni lo otro —contestó Belle—, pero la cena fue agradable.
—Me extraña entonces que me haya pedido llevarle los libros, ahora que tiene una relación tan cercana contigo.
Belle percibió el tono en el que le hablaba. ¿Acaso creía que ella era una aprovechada que tenía interés en conquistar al dueño del Castillo?
—Existe una relación de respeto por ambas partes —respondió—. Eso es todo.
Belle se quedó sola con la misión de encontrar los libros, mientras Valerie se retiraba para dejarle hacer su trabajo.
—¿Sabes? —le dijo desde el umbral de la puerta—. Hace unos años existió una mujer en su vida. Desde que ella no está, todo cambió para él. No quisiera que le hiciesen daño otra vez.
Belle comprendió que la actitud de Valerie se debía a la casi maternal relación que tenía con su patrón.
—No es mi intención hacerle daño alguno, te lo aseguro. He llegado a apreciarle en estos pocos días y siento que él también me aprecia a mí.
Valerie no dijo nada más y Belle se quedó pensando en quién sería aquella mujer que le abandonó en el pasado… Quizás fuera la causa de su estado de ánimo, de su sensación de inferioridad, quizás todo empeoró desde que perdió a la mujer que amaba y ese sentimiento era tan humano y natural, que Belle solo pudo apiadarse de él. Detrás de aquella imagen de hombre-lobo, de bestia, de fiera, había un hombre como cualquier otro. Un hombre al que le habían roto el corazón…
Una vez que encontró los libros, sintió que debía llevarlos ella misma, burlando así las indicaciones precisas impuestas por Pierre. ¿Acaso el día anterior él no le había permitido subir a esa parte del Château?
Belle no sabía cuál era su habitación, pero tenía cierta idea de que se encontraba en el ala izquierda; tal vez con un poco de suerte pudiese hallarlo y conversar con él, como era su propósito.
Belle subió por la escalera de la izquierda y tomó en sentido contrario que en la noche anterior. El pasillo estaba también decorado con los mismos motivos heráldicos y medievales tan acordes al Castillo. La primera puerta que halló en su recorrido se encontraba abierta. Se acercó y tocó en ella ligeramente, a pesar de no ver a nadie allí.
El salón parecía una especie de despacho. Un escritorio, mobiliario, varios estantes con libros —en aquel Castillo parecía que existían millones de ellos— y un televisor encima de una repisa de madera contra la pared. Sobre el escritorio había una taza de café. Belle se acercó y notó que la taza estaba vacía, quizás Pierre anduviese cerca porque incluso el ordenador se encontraba encendido.
La joven se acercó a una de las paredes, un inmenso mapa antiguo estaba enmarcado. Al lado de él algunas fotos familiares más pequeñas: un matrimonio —que Belle supuso fuesen los padres de Pierre—, una anciana vestida de manera muy elegante —la abuela— y en otra de las instantáneas se observaba a un joven de unos veinte años.
Por un momento Belle se quedó desconcertada, no podía imaginar quién era, ¿sería un hermano de Pierre? El joven llevaba una barba rubia, muy bien cuidada, y poseía unos impactantes ojos azules… Belle, al ver sus ojos, comprendió que se trataba de Pierre, más joven, correctamente afeitado.
Si se acercaba bien a la fotografía podía ver cierta sombra de vello en los pómulos y frente, pero el rostro estaba tan despejado que le hacía parecer una persona distinta.
¡Dios mío! Quedó impactada al percatarse de que Pierre era un hombre apuesto, guapísimo. Una mandíbula fuerte, una cabeza redondeada, unos ojos deslumbrantes y una sonrisa muy atrayente. ¿Cómo podía ser que esa enfermedad le ocultase aquellos rasgos? ¿Cómo podía ser que Pierre le permitiese a la enfermedad que le ganase la batalla? Debía ser difícil rasurarse toda el rostro, mantener la línea de las cejas y que no se confundieran con la frente velluda… Pero era posible, y si el resultado era brindarle al mundo esa versión de sí mismo, valía la pena.
Belle estaba anonadada, no podía apartar sus ojos de aquel retrato de Pierre de traje y corbata de color azul, a tono con sus ojos turquesa. Una media sonrisa, una expresión resuelta y feliz, le hacían parecer una persona distinta al hombre inseguro que conocía.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó una voz profunda a sus espaldas.
Belle dio un respingo y los libros se le cayeron al suelo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top