1: No te duermas


Conóceme,
pero no intentes resolverme

     Mi nombre es Larem, la luz en mí se fue un día jueves para nunca regresar, y en el proceso dejó una lluvia perpetua escoltada por irreverentes relámpagos que azotan las paredes de mis viviendas llenas de moho. Mi alma está hecha de niebla, mis recuerdos crean telarañas en los techos que nadie alcanza a borrar. Y a pesar de mi decadencia, nadie puede dejarme, porque represento el alma de quienes me habitan, porque no pueden juzgar mis tinieblas cuando lo suyo es una negrura absoluta.

Si eres amante a los cuentos de hada, huye, no suelo ambientar mis relatos en jardines, a menos que estén marchitos. Hablo de vidas donde lo único que florece son espinas.

Esta historia no empieza con zapatillas malditas ni tridentes envenenados, sino con tres pequeños jugando dentro de un desolado hogar.

Estos niños solo contaban con la compañía de dos velas fluctuantes, un piso desnudo, y los fantasmas de viejas historias que envolvían el lugar como la niebla que se colaba por las rendijas de las puertas y ventanas.

—Te reto —dijo el niño de gorro y abrigo azul a su hermano menor que tiritaba envuelto en la vieja gabardina de su padre.

—Ya-ya es mucho con que estemos aquí, no iré para allá. No.

—Es un gallina —apuntó el primo que venía de visita de la ciudad.

—¡Si soy tan gallina por qué no vas tú! —refunfuñó el más pequeño.

—Porque yo soy grande, yo no le tengo miedo a nada, tú sí.

—No le tengo miedo a nada, soy como ustedes.

—Pues ve.

—No iré solo.

El primo y hermano mayor de los hermanos Fuentealba se miraron con complicidad, sonriendo como si fuesen partícipes de una conversación que el más pequeño era incapaz de traducir.

—Tiene miedo —dijo el hermano.

—¡Que no! Pero no iré solo, ya se los dije. En esa cabaña hay… brujas.

—Escucha —ofreció el primo—, podemos llevarte ante la entrada del pero nada...

En ese momento un relámpago rompió el cielo y enmudeció sus palabras. Los tablones temblaron ante su terrible ira, el agua que se escurría por las envejecidas ventanas ya los alcanzaba en un charco que reflejó el resplandor de plata de aquel rayo.

De los tres niños en la habitación el único valiente era el más pequeño, que temblando tuvo el valor de admitir que moría de miedo.

Sin embargo, su hermano mayor no lo dejaría así. Tenía un pariente al que impresionar.

—Déjate de lloriquear. En Nunca Jamás no hay brujas. Bueno… Tal vez sí hay, pero solo una, y nosotros somos tres. Entraremos, esta misma noche.

Si mi propósito no fuera solo el de observar la vida sin interferir en ella, tal vez les habría advertido lo que iban a conseguir dentro de la infame cabaña. Sin embargo, sin ese suceso no tendríamos historia.

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Nota:
¿Qué creen que pasará? 👀

¿Qué les parece la ambición de esta historia?

Mañana nuevo capítulo, detectives.

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