KNOX (V)

Los visitantes se llevaron a Tasia apresada como si fuera una criminal. Knox había tenido que presionar a Lethe contra su pecho con toda la fuerza que disponía para no permitir que saliera de su escondrijo y no fuera en pos de su madre. Se planteó seriamente dejarla k.o., pero escapar de allí con una mujer inconsciente no era una buena idea. Así que esperaron hasta que estuvieron seguros de que no había nadie cerca para salir de la barcaza.

Knox observaba por una de las ventanas del embarcadero, asegurándose de estar a salvo. Pero desde que se había ido la luz no conseguía ver nada; además ellos tampoco podían llamar la atención antes de descubrir como salir de la Bahía sin ser vistos.

—Podríamos usar esta lancha para volver hasta Jevrá —comentó Knox.
—No —repuso Lethe ceñuda, mientras caminaba de un lado a otro del embarcadero—. Tenemos que ayudar a mi madre.

Knox soltó un suspiro. Era justamente eso lo que había imaginado que Lethe diría, pero lo último que quería oír. Si Tasia hubiese querido su ayuda no habría insistido en que se escondieran, pero ¿quién podía entender a las madres?. Él desde luego no.

—Lethe, tenemos una misión —intentó razonar, lo que se le hacía harto complicado cuando él era el primero que actuaba por puro instinto.

—Bien, márchate y cumple la misión. —No había reproche en las palabras de la Teniente Roth—. Salva a Erin y yo salvaré a mi madre.

Tan sencillo como eso y tan complicado a la vez. Quizás en otras circunstancias, si estuviera más cerca de encontrar a la joven heredera su instinto le hubiese obligado a tomar la lancha y largarse de Anthrax; mas no podía dejar allí a Lethe, no cuando las posibilidades de que fracasara en su tarea eran tan altas.

—Si te dejo aquí estoy bastante seguro de que Jed me matará lenta y dolorosamente —chasqueó la lengua, no muy conforme con la perspectiva de que el sanitario le hiciera pedazos—. Así que supongo que tendremos que hacer una estupidez como intentar salvar a tu madre.

Ethan no era de esos que se arrepentían de las decisiones que tomaba, pero aquello era casi un suicidio.

Antes de entrar en Krav había vivido en la precariedad de los bajos fondos de Jevrá, ganándose el pan gracias al mercado negro que existía con la Bahía. Por suerte no había estado del todo desamparado, pues sus padres habían cuidado de él lo mejor que habían podido, pero el dinero escaseó en su casa desde que su padre ya no pudo trabajar más en la Central.

Hugo Knox había sido el capataz de una de las secciones encargadas de los generadores hidráulicos de energía eléctrica, hasta que un accidente le dejó sin uno de sus brazos. Una de las aspas de la turbina se quedó bloqueada y mientras intentaba arreglarlo junto con otros operarios, su brazo se quedó enganchado entre las hélices y lo perdió.

El dolor que sufrió durante meses y la pésima recuperación, llevó a Hugo a perderse entre botellas de alcohol. El dinero que las Industrias Meyer le ofreció a su familia se desvaneció rápido y a Ethan no le quedó más remedio que buscar otras formas de ayudar en casa. Como era demasiado joven para entrar en la Central o la Presa, cuando la oportunidad de ganar dinero fácil llamó a su puerta no dudó en aceptar.

El tintineo de la campanilla de la puerta de entrada llamó la atención de Knox y Lethe. Ethan sacó el arma y apoyó la espalda en la pared cercana a la puerta que daba hacia la consulta.

Una figura no tardó en aparecer llamando por Tasia. Knox oyó los pasos en el piso superior y luego como descendían hacia su posición. Le hizo señas a Lethe para que toma una pose defensiva, pero a la vez lista para actuar si era necesario y ambos esperaron.

La puerta se abrió segundos después y sin pensarlo dos veces, Knox apoyó el cañón de su arma en la cabeza de la desconocida. Era una chica rubia, menuda y más baja que Lethe.

—¿Quiénes sois? —titubeó la mujer elevando las manos al ver como Lethe también la apuntaba con su arma.

—Aquí las preguntas las hacemos nosotros —masculló Knox—. ¿Por qué buscas a Tasia?

—E-es la líder del Clan —respondió la rubia temblando—. Por favor, no me hagáis daño.

—No lo haremos si respondes a nuestras preguntas —dijo Lethe bajando el arma y adoptando la postura de policía buena.— ¿Cuál es tu nombre?

—Octavia.

—Bien, Octavia. Yo soy Lethe y el maleducado que tienes detrás es mi compañero Knox. —Lethe guardó el arma, pero Ethan únicamente apartó la suya un ápice; lo suficiente para que no tocara la cabeza de Octavia—. ¿Por qué buscas a Tasia?

—Sloan Aster ha mandado apresar a varios miembros del Clan. Se han llevado a Bren y, creo que la siguiente seré yo.

Knox no tenía ni la menor idea de quién era el tal Bren, pero imaginaba que debía de ser alguien importante para el Clan.

—¿Por qué querrían apresarte a ti también? —inquirió él.

—Porque... —La mujer dudó unos segundos y tras echar un vistazo al arma, suspiró—. Porque he ayudado a Drea a escapar de la Bahía.

Por más nombres que soltaba Octavia, Ethan seguía sin reconocer ninguno y eso le exasperaba bastante. Pero había olvidado que iban vestidos como habitantes comunes de la Bahía, por lo que tarde se dio cuenta de que Octavia les hablaba como si fueran de Anthrax y no soldados del Krav.

—¿Y Drea es...? —inquirió Knox no sin cierto retintín.

—La nieta de Tasia —balbuceó Octavia mirándoles con confusión.

Observó a la expresión ceñuda de Lethe, esperando a que ella dijera algo. Había sido una novedad conocer quién era la madre de la Teniente Roth y el parentesco con los Meyer, por lo que saber que también tenía una sobrina o hija —por lo que a él le constaba— ya no le pareció nada del otro mundo.

—¿Lethe? —la llamó. La mujer se había sumido en un mutismo tan extraño, que Knox temió que a su amiga le hubiese dado algo. —No te muevas o te disparo —le dijo a Octavia y se movió hacia la otra mujer.

Apoyó una de sus manos en el hombro de Lethe y ella masculló algo inteligible. Volvió a llamarla y, por fin reaccionó.

—¿Tienes una hija y no me has dicho nada? —preguntó Knox por lo bajo.

—No —suspiró ella—. Tenía... al parecer, tengo una sobrina.

—Vale, ¿y por qué te ha dejado la noticia en trance? —No sabía en qué momento de todo el drama familiar se había perdido, pero sospechaba que no conocía ni una décima parte.

—Porque es la heredera de Kairos —respondió Octavia, dejándole todavía más desconcertado de lo que ya estaba.

—¿Cómo dices? —Knox quería seguir los pensamientos de ambas mujeres, pero en vez de eso acabó rascándose la sien con la pistola—. ¿Eireann Meraki es tu sobrina? ¿Y por qué la llamáis Drea?

Demasiadas preguntas corriendo por su cabeza y poco tiempo para darles respuesta y salvar a Tasia.

—¿La chica secuestrada también es nieta de Tasia? —Octavia se sorprendió tanto que se llevó las manos a la cara.

—No, no. —Lethe tomó aire y, como había hecho antes, empezó a moverse—. Es una historia muy larga de contar y no tenemos tiempo para esto ahora —atajó dejando a Knox y, probablemente a Octavia, igual de confusos que antes—. Octavia, ¿a dónde están llevando a los prisioneros?

—Al muelle de carga —respondió agitada.

Y, por una vez, Knox sabía qué significaba aquello. Iban a matarlos a todos, como en la antigüedad hacían con los piratas, ahorcándolos.

—¿Dónde está eso? —preguntó Lethe y Knox evitó mirarla.

—Es dominio de los Skjegge, al este, más allá del Hangar.

—Necesitamos una guía, así que debes venir con nosotros Octavia.

—No, no puedo. —Dio un paso hacia atrás, temerosa—. Me matarán.

—No permitiremos que te pase nada. Te protegeremos —intentó convencerla Lethe en vano.

Knox había presenciado en una ocasión el castigo por traición en la Bahía y fue poco antes de aceptar la oferta del, por entonces, Teniente Volk de alistarse en la Academia. Había sido horrible ver como los cuerpos pendían de una soga desde el cuello y, poco a poco, perdían la vida. Si se habían llevado a Tasia allí, las posibilidades de salvarla ahora se le antojaban más imposibles que antes. Pero sabía que no habría forma humana de hacer que Lethe cambiara de opinión.

—No puede venir con nosotros —sentenció Ethan, al final. Antes de que la Teniente pudiera replicarle las razones por las que necesitaban de la ayuda de Octavia, continuó:— Si la atrapan, la colgarán igual que a los demás. —Vio la confusión en la mirada de Lethe y Knox suspiró—. Lethe, van a ahorcar a tu madre y no creo que podamos hacer nada para evitarlo.

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