ASHER (IV)

Al otro lado de la mesa de su despacho en Anuket, Asher miraba con asombro el rostro de Andreja Meraki. Aún no podía creer que la chica —no, la mujer— estuviera viva, pero sólo le había bastado un vistazo para reconocer aquellos ojos almendrados y verdes.

Se la veía más madura, puede que incluso más delgada que antaño, pero seguía teniendo las mismas facciones finas que sus hermanas.

Asher y Andreja habían compartido una buena amistad en su infancia y adolescencia, más aún cuando Ash había comenzado una relación con Gal, pero su suicidio le había tomado tan desprevenido como al resto. Por eso, tenerla delante abría viejas heridas que creía sanadas.

Tomó el vaso que tenía frente a él y dio un trago del líquido ambarino. Su despacho se había convertido en una improvisada sala de reuniones, comedor y dormitorio en los últimos días. La búsqueda de Gal había sido un auténtico fracaso y la de Erin tampoco había corrido mejor fortuna.

—¿Se sabe algo de Tasia, Lethe y el otro Teniente? —Kala estaba sentada en la silla al lado de Andreja, acunando una de las manos de la chica entre las suyas de manera protectora.

Asher suspiró. La desaparición de su prima e Ethan Knox era un problema más que añadir a su lista, sobre todo desde el momento en el que cortaron el suministro eléctrico de la Bahía. Aunque para ser honestos, Kala había actuado antes de que Ash pudiera decirle nada sobre su plan y la incursión de Lethe en Anthrax.

De buena mano sabían que el caos se había establecido en el puerto de los condenados, pero el Consejo de Agora no tenía ninguna intención de hacer nada por evitarlo.

—No, y el Escuadrón fue atacado ayer. —Ash se pasó una mano por el pelo, agotado y frustrado—. Desconocemos el paradero de Aisha y Ezra.

—Pero tampoco hemos encontrado sus cadáveres, así que eso es bueno —se apresuró a agregar Tiera Kostas, que estaba de pie justo detrás de Asher.

Tiera era la mayor de las nietas de Artemis Kostas y desde su infancia había demostrado tener una inteligencia exorbitada, por eso no fue ninguna sorpresa cuando con apenas trece años su propio padre la reclutó para la Academia. Se especializó en armamento y tecnología y, en tan solo unos pocos años, ya dirigía el departamento armamentístico.

Asher tensó la mandíbula, no encontraba nada bueno en la incertidumbre de no saber qué era de las hermanas y, desde luego, no podía ser positivo. Se estaba gestando una guerra ahí fuera y Erin y Gal estaban en el epicentro del peligro.

—Tenemos que intentar ser positivos y aunar nuestros esfuerzos en la oportunidad que se nos ha presentado ahora: rescatar a Erin —prosiguió hablando Tiera—. Sé que es difícil, pero Gal, Lethe, Knox, Vera, Aisha y Ezra son soldados entrenados que pueden defenderse.

No podía quitarle la razón a Tiera, pero no estaba de acuerdo con el plan. Por supuesto era la tozudez Meyer quién hablaba por él. Repartir fuerzas en busca de las dos chicas no les había ido demasiado bien, así que era lógico que usaran la ventaja de la que ahora disponían gracias a Andreja.

Se pasó una mano por la cabeza y respiró hondo. Nunca se había sentido tan inútil como en aquellos días y lo único que podía hacer era seguir colaborando a su manera.

—¿Estás segura de que podemos recuperar a Erin? —Levantó la mirada hacia la mayor de las Meraki, sintiendo una punzada de desconfianza. ¿Y si Andreja les estaba guiando a una trampa? ¿Podían confiar realmente en ella?

Asher se daba cuenta de que su madre no tenía ninguna duda de la fiabilidad de las palabras de la joven mujer, pero con él no iba a tenerlo tan fácil. Se había pasado los últimos diez años viviendo en la Bahía y, por lo que a él le constaba hacía menos de veinticuatro horas que Drea había estado a punto de darle el sí quiero al príncipe de Anthrax.

—No —respondió Andreja—, no puedo asegurarlo. Pero quiero que Erin vuelva a casa tanto como tú, Asher. Sé lo peligrosa que puede llegar a ser Sloan y... —Se le quebró la voz. Cerró los ojos y después continuó como si una parte de ella no hubiese flaqueado en su discurso—. En Anthrax puede que aún tenga algún amigo, pero la mayoría me matarían si pudieran. Y sé que llevo diez años alejada de mis hermanas, pero nunca he querido que sufran daño.

Si el discurso le convenció o no, Asher no lo dijo. Volvió a guardar silencio, frotándose la barbilla mientras pensaba. Fuera o no cierto lo que decía Andreja suponía que acabarían descubriéndolo, pero temía pagar las consecuencias de aquel plan de locos.

—Lo que deberíamos hacer es calmarnos todos —intervino Kala—. Drea debería ir a descansar y Tiera a ultimar lo necesario para poder rescatar a Erin, ¿sí? —Ambas mujeres asintieron, Asher se limitó a no pelear con su madre.

—Kala, recuerda que el Coronel Volk quiere hablar contigo antes de que partamos a la misión —le recordó Tiera con una suave sonrisa antes de salir en compañía de Andreja.

Ash intuyó que su madre había buscado una forma de quedarse a solas con él. Sobre todo ahora que tenía que tomar la decisión más importante de su vida: el matrimonio. Si tan siquiera pudiese estar seguro de que aquello era una opción, quizás podría decidirse, pero uno no se casaba si la otra persona no quería. Y, definitivamente, Gal Meraki no era una de esas mujeres que vivía con la expectativa de ser la esposa de nadie.

—¿Y bien? —cuestionó Kala—. ¿Has pensado en la oferta de Athos?

—Madre —pidió con hastío—. No creo que sea el momento más adecuado para pensar en casarme con Gal, cuando ni siquiera sabemos... —Apretó la mandíbula, negándose a decir en alto lo que más temía—. Además, ¿qué pasa si me niego? ¿Intentará casarme con Andreja ahora que ha revivido? —bufó.

—No creo que Athos Meraki sea capaz de convenir un matrimonio entre primos. —La expresión de su madre era tan calmada, que Asher creyó haberla oído mal—. Me sorprendería bastante que fuera capaz de llegar a aceptar algo semejante, aunque fuera lo único que salvara su Gobierno.

—¿De qué estás hablando? —suspiró.

Pensaba que aquellas alturas ya debía de saber todos los secretos de la familia, pero una vez más su madre escondía muchos más enigmas de los que era capaz de descubrir por su cuenta.

Notó la satisfacción en el rostro de Kala, pese a la tristeza que todavía residía en su corazón pensando en el terrible final que podía sufrir Tasia. La mujer de hierro que tanto esfuerzo había construido Kala Meyer entorno a su persona, ahora brillaba por su ausencia. Y Asher quería entenderla, pero suponía que aún le quedaban demasiadas cosas que aprender.

—Esperaba poder contarte esto cuando Lethe regresara, pero supongo que no tenemos tiempo suficiente como para esperarla. —Kala tomó aire pausadamente y la pose regia desapareció; se había quitado su careta de miembro del consejo y se dirigía a Ash como su hijo—. Tasia y, mi querido hermano mayor, eran un matrimonio feliz. Y buena muestra de ello fueron las dos hijas que tuvieron: Ruth, la mayor de las niñas, y Lethe.

Asher escuchaba atentamente cada sílaba, vocal y consonante que salía de la boca de su madre, como si hubiese vuelto a la niñez y Kala le estuviera contando un cuento antes de dormir.

—Ruth era... maravillosa —Vio como a su madre se le anegaron los ojos de lágrimas y sintió una punzada en la boca del estómago—. Creo que nadie en todo Kairos hubiese sido capaz de decir ni una sola palabra mala de mi sobrina, incluso cuando Tasia y Andreas la tuvieron tan jóvenes. Fue un escándalo —sonrió un ápice, recordando con añoranza los tiempos vividos—. Ruth creció, se convirtió en una mujer y estaba segura de querer continuar con el legado de la familia de su madre, de los Halz. De hecho, tenía la pretensión de adoptar el apellido de su familia materna, y a nosotros nos pareció bien porque Tasia era la última heredera. Pero, el destino quiso que su corazón se dividiera. —Ash notó cómo su madre se perdía en sus recuerdos y pese al silencio, no se atrevió a decir nada—. Amaba a su familia, estaba orgullosa de todo lo que sus padres estaban haciendo, incluso había comenzado a estrechar lazos entre los estudios de la Academia y las Industrias para mejorar la vida en Kairos; pero se enamoró de Athos Meraki.

Ya no le sorprendió el nombre del Gobernador en la historia, sin embargo le hizo pensar en él y Gal. Habían repetido una historia sin ser conscientes de ello y, sospechaba que no iba a tener un final feliz. No lo tuvo entonces, ahora menos.

—Los Halz y los Meyer siempre han sido parte del Consejo, ¿no era una buena noticia que la primera heredera de dos dinastías pudiera ser la Primera Dama? —cuestionó Asher, desquitándose de su previo mutismo.

—No cuando ya estás prometido a otra persona y no te interesa que tu mujer tenga más poder que tú —respondió Kala con un atisbo de rabia—. A Eiran le interesaba el control sobre el resto, separando los poderes entre familias, para que nadie tuviera más que otros. En cierta manera, Ruth era un peligro para el sistema, para nuestra forma de vida.

Asher frunció el ceño de mala gana. Entendía el conflicto, pero no compartía la visión. Los miembros del Consejo habían demostrado negligencia en su cometido de salvaguardar el Estado, enriqueciéndose y mirando por sí mismos y no por todos.

—Ruth quería cambiar el Gobierno, mejorarlo. —Ash dio un trago a su bebida.

—Sí, Ruth era una soñadora como su padre. Creía que la evolución de Kairos estaba en ver más allá de la comodidad, de las riquezas. Era una inconformista llena de ilusión y, desde luego, daba esperanza a Jevrá. —Algo que habían perdido hacía años—. Y entonces se quedó embarazada. Lo que podría haber sido una dicha, fue... una desgracia. Eiran prohibió a su hijo ver a Ruth y, de hecho, le casó de manera prematura con Zana Rainer.

—Pero Ruth tuvo a su hija... —Asher parpadeó y miró confuso a su madre—. ¿Cómo acabó convirtiéndose en la heredera de Kairos si era una bastarda?

Kala sonrió, como si hubiese llegado al quid de la cuestión.

—Pocos meses después de nacer Andreja, Eiran murió. —Todo el mundo sabía que el ex-Gobernador había estado enfermo durante bastante tiempo—. De hecho, las nupcias tan rápidas de Athos fue un ardid político para que su hijo pudiera Gobernar tras su muerte, consiguiendo el favor de la mayoría de las familias, excepto el nuestro, el de los Halz y los anteriores Dayan que, después de eso, fueron invitados a no volver al Consejo.

—Cuatro contra tres —murmuró Asher y su madre asintió—. Los Volk eran los únicos capaces de tomar el control de la Academia y el Krav si los Halz faltaban; los Kostas necesitaban el favor de la Academia para poder continuar administrando la sanidad; y los Rainer se iban a convertir en la familia regente, así que les convenía que el matrimonio se llevara a cabo.

Si creía que la situación actual del consejo era complicada, ahora se daba cuenta de que todos los problemas entre los linajes surgían de una razón: el amor entre dos personas, que nadie quería que estuvieran juntos.

—Adan, el padre de Tasia, intentó hacer todo lo posible por mantener el control del Krav en sus manos, pero con su voto en negativo, lo último que Eiran hizo antes de abdicar fue quitarle el puesto de Coronel y otorgárselo al mayor de los Volk: Elias —explicó su madre—. Tasia nunca perdonó al Consejo que hicieran algo semejante con su familia, pero tenía que proteger a sus hijas y a su futura nieta.

—¿Y qué pasó con Ruth? —cuestionó Asher—. ¿Por qué se marchó Tasia de Agora si era la única capaz de continuar con el legado de los Halz?

—Después de la boda de Athos y Zana, Ruth sacó toda la fortaleza de su ser para intentar ayudar a su familia, recuperar la gloria de su abuelo. Pero la isla le dio la espalda y los últimos meses de su embarazo los pasó recluida en nuestra casa, disfrutando de tu compañía y de la de Lethe. —Asher no la recordaba, pero la imagen le hizo sonreír—. Por desgracia, el nacimiento de Andreja no fue fácil y, Ruth murió dando a luz. —La noticia pese a no sorprenderle, le hizo sentirse como si le acabaran de dar un puñetazo en la boca del estómago. ¿Cómo podía ser el destino tan cruel con una persona que parecía tener tanta luz? —. Y aquello fue devastador para todos, pero sobre todo para Tasia. Perder a un hijo... es un dolor indescriptible.

Asher sabía que su madre intentó tener varios hijos antes que él, pero o no era capaz de quedarse embarazada o sufría abortos, lo que acabó mermando su ilusión y la de su padre, Adriel. Con casi treinta y tres años, Kala Meyer concibió a Asher y su nacimiento fue un milagro, que nadie habría esperado que se diera.

—¿Y por eso se marchó? —No cuestionaba a su tía, pero abandonar a su familia no era algo que encajara con todo lo que su madre le había dicho de Tasia. Ni siquiera en aquella historia parecía que la ex-soldado fuera capaz de hacer algo semejante.

—Sí y no. —Kala se recostó en la silla y se frotó las sienes, aparentemente cansada—. Ya sabes que tu padre y tu tío se habían obsesionado con investigar la Zona Cero —Asher asintió, no era nada nuevo—, y cada vez pasaban más tiempo fuera hasta que un día no volvieron más. Tasia y yo intentamos convencer a Athos de que mandara partidas del Krav al otro lado del Acceso para buscarles, pero aunque Theodore Volk prometió su colaboración, sabemos que ni lo intentaron. —Asher no recordaba a su padre, pero todas las veces que le habían hablado de él, le habían tachado de uno de los mejores soldados de su generación. Pero no importaba cómo de bueno seas, a la hora de la verdad todo el mundo acaba errando y muriendo—. Tasia se enfrentó al Consejo ante la ineptitud de los Volk llevando la Academia y eso le costó toda su vida.

—¿Se marchó por voluntad propia? —preguntó.

—Sí y se quiso llevar a Lethe y a Andreja con ella, sobre todo a la pequeña, pero Athos le suplicó que no lo hiciera —Kala esbozó una sonrisa torva—. Esa fue la primera y última vez que vi a ese hombre desesperado, roto como si le acabaran de despedazar vivo. —La imagen se le antojó imposible a Asher, mas dejó que su madre continuara—. Tasia nunca me dijo cuáles fueron las palabras exactas que le hicieron dejar a su nieta en manos de su padre, pero debieron de ser lo suficiente convincentes.

Parecía que, después de todo, Athos Meraki sí tenía un corazón. Para desgracia del resto, lo debió de perder el mismo día que su hija mayor decidió desaparecer. Pero eso no explicaba como, después de todo, Zana aceptó la existencia de Drea y la crió como a su hija. ¿No le quedaría más remedio? Quizás estaba tan enamorada de Athos, que no pudo negarse.

—¿Y Lethe? ¿Por qué la dejó en la Isla?

—Decidió quedarse. Era una adolescente que en poco más de un año perdió a su padre, a su hermana y vio como la familia de su madre caía en desgracia. Probablemente tuviera miedo, pero Tasia sabía que yo cuidaría de ella.

Lethe se hubo convertido en una hermana mayor para él, pese a que decidiera marcharse al Krav al cumplir la mayoría de edad. Y hasta ese momento, Asher no se había dado cuenta, pero comprendía perfectamente el cambio de apellido de su prima. Roth, un pequeño juego de palabras para dejar la imagen de su hermana viva. El descubrimiento le hizo sonreír, incluso reírse.

Notó la mirada de su madre sobre él y le dedicó una mirada afectuosa.

—Cuando Lethe se fue al Krav, me enfadé, no entendía porqué tenía que irse y ahora todo ha cobrado sentido. —Kala se inclinó hacia delante y tomó la mano de su hijo entre las suyas—. Madre, ¿crees que Athos forzó a Andreja a marcharse?

Era una idea loca, pero si aquel hombre había suplicado a Tasia que dejara a su primogénita —y bastarda— en la isla, ¿cómo había podido hacer su vida tan miserable como para que ella decidiera marcharse?

Asher recordaba la expresión de Athos cuando tuvo que notificar el suicidio y muerte de su hija mayor, como si aquello fuera algo que sabía que iba a pasar. No tenía una imagen de aquel hombre triste o pesaroso por lo ocurrido, pero Athos era una persona hermética por naturaleza. Ash nunca había tenido una relación demasiado estrecha con el padre de su ex-novia y dudaba bastante que ni siquiera sus hijas hubiesen sido capaces de traspasar aquel caparazón.

¿O sí?

—¿Quién sabe lo que pasa por la cabeza de ese hombre? —apostilló Kala—. Pero la gente cambia y estoy segura de que el chico enamorado de Ruth desapareció cuando ella murió.

Puede que su madre tuviera razón, puede que Athos Meraki hubiese cambiado lo suficiente como para ser capaz de no sentir nada con la partida de una hija, pero había algo en toda esa historia que hacía que Asher tuviera la certeza de que había un secreto más por descubrir sobre el Gobernador.

El suave repiqueteo sobre la puerta le sacó de su ensimismamiento, soltó un suspiro y gruñó un «adelante» desganado.

—Señor Meyer —Lyda le devolvía la mirada al otro lado de la puerta—. Señora Meyer.

—¿Qué ocurre Lyda? —preguntó Ash, levantándose de la silla.

La pelirroja titubeó ligeramente.

—Hay noticias de la Bahía. —La mirada expectante de madre e hijo fue suficiente para hacer que la joven prosiguiera—. Han condenado a Tasia Naz, van a colgarla.

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