🎬Epílogo📸

Noviembre

Después de una noche de bodas fallida, en donde Amarilis le confesó a Demetrio la mentira que sostuvo durante tanto tiempo, la pareja no decidió realizar una luna de miel, no por la pelea que tuvieron sino porque él debía cumplir con días de trabajo.

Les tocó asistir a eventos, alfombras rojas y ferias porque el actor estaba invitado, pero en ningún momento se mostró demasiado cariñoso con ella, porque aún estaba molesto, hasta que Amarilis se enojó de verdad con él.

—La verdad que te estás pasando, Demetrio, entiendo que estés molesto con la mentira que te dije, pero ¿no te parece que ya es demasiado? —Le preguntó desesperada.

—¿Me mentiste en otra cosa? —La miró con seriedad.

—No y, estoy sintiendo que me estás castigando incluso por ser virgen y si es así, me parece lo más pelotudo que hiciste —le respondió entre incrédula y molesta.

Demetrio ni siquiera le contestó, se limitó a acomodarse la pajarita del esmoquin y la esperó a ella en la sala que tenía la suite del hotel donde se realizaría la cena benéfica de la Fundación Mellea, la hermana del actor.

Varias horas después, cuando la argentina dio un discurso sobre la enfermedad y lo que representaba Mellea en su vida, su cuñada subió al escenario y la abrazó con fuerzas. Ambas bajaron los escalones de la mano y se sentaron.

Poco más de la medianoche el evento finalizó y la pareja regresó a la suite, y una nueva discusión se generó entre ellos a raíz de que la chica le preguntó si se encontraba bien puesto que en la cena lo veía un poco emocionado.

—¿Estás bien? Te vi emocionado en la cena —le inquirió con preocupación.

—Oh, sí, estoy perfecto —su voz sonó irritada.

Ella se mantuvo callada, pero al instante le respondió.

—Me preocupé porque pensé que el tema de tu hermana te afecta y sería algo normal que lo hiciera.

—Me afecta, pero sabes bien lo que me sigue molestando.

Amarilis se resignó, pero le volvió a decir lo mismo que la primera vez.

—Demetrio, yo entiendo que estés enojado, pero no es manera de comportarte así hasta ahora.

—¿Por cuál clase de hombre me tomaste cuando me dijiste esa mentira? —Le clavó la mirada con seriedad.

—Por uno al que no conocía —le retrucó—. No me daba para tanto decirte que era virgen cuando ni siquiera sabía algo de vos y viceversa.

—Me gustaste igual aun cuando hubieras tenido esa cantidad de hombres o más, no me importaba. Y tuviste que habérmelo dicho.

—Lo sé, pero no quise por ese motivo, por no conocerte, porque sentí que, si te lo decía, ibas a intentar llevarme a la cama, y creí que diciendote eso, era como una pared entre los dos. —Expresó y suspiró—, la mayoría de los hombres cuando saben eso, aprovechan la situación para acostarse con la chica virgen para después alardear que fue el primero que la hizo mujer y luego si te he visto, ni me acuerdo. Y aparte, sos actor, te llovían las mujeres.

—Sabiendo como era y como soy con Mellea, tenías que saber que no era esa clase de hombres que a la primera oportunidad se largan. Y sí, antes era mujeriego, pero desde que empezaste a trabajar para mí, mi manera de ver las cosas cambió, me quedaba adentro los fines de semana o intentaba estar contigo en algún evento que tenía porque me interesabas de verdad.

—Una cosa es una hermana y otra diferente la chica de turno o quien es su esposa. Los lazos sanguíneos no tienen nada que ver con los lazos que se hacen fuera de una familia. —Contestó y quedó callada—, te pido disculpas por mi mal actuar y mentirte. No fue para pavonearme ni nada de eso, cuando me lo preguntaste fue lo primero que se me ocurrió y cuando me di cuenta, ya era tarde para cambiar la respuesta.

—Lo debiste hacer.

Amarilis no le dijo más nada, estaba claro que aún seguía disgustado y no iba a perdonarla.

Se habían hospedado en un lujoso hotel y en la mejor suite para relajarse. Apenas ella se puso el camisón con falda larga y escote en la espalda por la mitad, salió del dormitorio para avisarle que se iba a dormir.

—Buenas noches —se giró en sus talones para volver al cuarto.

—¿Mi hermana te hizo el camisón?

—Sí.

—Está precioso.

—Gracias. ¿Querés que te prepare un café antes de irme a dormir?

—¿Desde cuándo eres mi sirvienta?

—A veces te servía un café o lo que fuese.

—Pero nunca te obligué.

—¿Lo querés o no? —cuestionó y él negó con la cabeza—, bueno, entonces, buenas noches de nuevo —contestó y regresó para encararlo—. Me obligaste aquella vez cuando nos quedamos en Milán, cuando te enojaste porque yo había elegido la habitación más sencilla para mí. Me pediste la merienda que te la tuve que traer con un carrito, ¿o no te acordás de eso ahora? —emitió ardida.

—Por supuesto que me acuerdo. Ese día estaba cabreado, pero más leve que ahora.

—Buenas noches —no le dijo más nada.

Demetrio iba y venía, hasta que se dio vuelta y caminó hacia el dormitorio también.

—El camisón está precioso y te queda hermoso también, pero me encantaría verte sin él.

—¿Y por qué no me desnudas? —Lo miró a los ojos con fijeza, perdiéndose en ese hermoso azul.

Amarilis se puso de puntas de pie y levantó la cabeza para rozar sus labios contra los masculinos. Demetrio la sujetó de las mejillas y quedaron mirándose por un buen rato. No sabía lo que estaba pensando, pero solo esperaba que no la rechazara de nuevo como la primera vez que se suponía iban a estar juntos.

No sabía qué decir o qué hacer, solo estaba esperando a que él le dijera algo y cuanto más estaba en silencio más intranquila se ponía. Su barbilla había comenzado a temblarle.

—Te amo, Amarilis —le dio un beso en los labios y la abrazó por el cuello—. No vuelvas a mentirme —le dijo abrazándola por la cintura también y dándole un beso en el cuello y otro más en la boca.

—Perdón —respondió en contra de su camisa—, fue la única vez que te mentí, porque no quería que te rieras de mí tampoco —se lo confesó con la voz trémula.

—Qué niña tonta, tenías que habérmelo dicho igual, cuando empezó a haber confianza entre ambos, debiste hacerlo, me gustaste desde que te vi en el perfil de Instagram de Bruno, eras bonita y lo sigues siendo. Eres preciosa en persona.

—Lo sé, me lo dijiste esa noche en el puente Milvio bajo las estrellas.

—Después de la ópera en donde verdaderamente nos confesamos que gustábamos del otro, creo que la otra locura más linda que hice en mi vida fue pedirte matrimonio en solo seis meses de habernos conocido.

—Con el tipo de exposición que tenés, fue de verdad una locura.

Demetrio se sentó en el borde de la cama dejándola a ella de pie y entre medio de sus piernas. Fue la chica quien con decisión comenzó a desabrocharle la camisa y él se la sacó por dentro del pantalón, ella se la bajó por los hombros y él se la terminó por sacar.

Amarilis lo sostuvo de las mejillas para mirarlo y hablarle;

—Como decimos en Argentina, estás re fuerte... marido mío —le besó los labios.

La mano femenina bajó y se ubicó en la entrepierna del hombre, apretando con suavidad su intimidad, era la primera vez que era tan osada y se sintió entre vergonzosa y audaz. El jadeo que escuchó de Demetrio le dio a entender que se estaba excitando y siguió un poco más.

—Amarili... —la nombró entre gemidos.

La joven le desabrochó el pantalón y él se lo bajó junto con el bóxer. Se le notaba excitado y ella solo lo torturaba con los besos que le daba en la boca y en el cuello, y las caricias en su entrepierna.

El actor metió una mano debajo de su camisón y corrió la ropa interior hacia un lado para estimularla y que dejara de torturarlo como lo estaba haciendo.

Ella gimió y frenó, concentrándose en lo que él le hacía.

—Demi...

Él aprovechó en bajarle los tirantes del camisón y bajarle la tela que cubría sus pechos también. Tomó uno en sus manos masajeándolo y acercó su boca para saborearlo, succionaba el pezón como un hambriento y lo mismo con su seno, sacó la mano de la intimidad de la joven y estimuló el otro pecho. Los apretó entre sí y cada tanto iba de un seno al otro para probarlos y para que tanto ella como él siguieran volviéndose locos de placer.

—Parece que ahora no me ves como un famoso, ¿no?

—No...

—¿Y cómo me ves? —cuestionó y le pasó la lengua al pezón derecho mientras que ambos eran sostenidos por las manos de Demetrio.

—Como un hombre, te veo así.

El italiano abrió el cajón de la mesa de noche y sacó un condón.

—No tengo intenciones de tener críos por ahora, no de acá a tres o cinco años, ¿te gusta la idea?

—Sí, mucho.

Cuando se lo terminó de colocar, Demetrio la abrazó por la cintura invitándola a que se sentara a horcajadas sobre él mientras ella se aferró al cuello de él y no dejaban de besarse.

—Vamos más adentro de la cama, así no dejaré que tengas tu primera vez —confesó y la echó con suavidad sobre el colchón con las sábanas y el cobertor hacia un lado.

—Como quieras, estará bien —admitió sintiéndose nerviosa, pero muy ardorosa también.

El actor apenas se ubicó entre sus piernas, fue estimulando su intimidad con su miembro y de a poco fue entrando en su interior.

El quejido de Amarilis entre placer y dolor hizo frenar al hombre, pero luego continuó.

—¿Todo o de a poco?

—No lo sé, ¿vos qué querés?

—No me lo pidas a mí, porque yo quiero todo, si puedo.

—Intenta entonces.

Demetrio avanzó más como se lo había pedido, pero tuvo que esperar, retraerse y volver a avanzar cuando sintió la estrechez de ella y esa delgada barrera que la convertía en mujer.

—Te dolerá o sentirás molestia, no lo sé, pero no será intencional.

—Sé que no, sigue Demi.

Cuando ella lo llamaba así, entre inocente y sensual, el hombre se derretía y se ponía más caliente, y sujetándola de uno de sus muslos, entró por completo en su interior.

—Madre mía que estás grande —sintió la incomodidad.

—Soy normal, tú lo sientes así porque nunca estuviste con un hombre.

—No sé, solo quiero que sigas, sé que es normal esto.

—Te amo, principessa.

Volvió a besarla y siguió amándola con lentitud hasta que el placer en ambos se hizo más palpable y el orgasmo tan presente en los dos que Demetrio dejó que primero terminara ella y luego él, en un canto de jadeos y gemidos contra la boca del otro.

Cuando Amarilis recuperó la cordura, y normalizó la respiración, le habló;

—Estuvo buenísimo —admitió y él no pudo evitar reírse contra el cuello femenino.

—Señal de que no he perdido mis dotes —continuó riéndose—, fue hermoso, Amarili —le declaró él sosteniéndole las mejillas mientras la miraba a los ojos y volvió a besarla.

—Me alegro —le sonrió ella con dulzura.

—A partir de esta noche no tenemos nada nuevo o pendiente, así que, ¿qué te parece si tenemos una luna de miel? Podemos ir a Argentina y después a otra parte. Tenemos todo el mes de diciembre y parte de enero para descansar como nos merecemos, podríamos pasar las fiestas con tu familia y luego viajar a otro país, algo de playa, ¿no? —Le sugirió.

La chica asintió con la cabeza sin perder la sonrisa.

—Me gusta mucho la idea, sí, playa me gusta más.


📸📸📸


Un año más tarde Demetrio había decidido tomarse un descanso anual de participar en películas y series para ponerse de lleno con un proyecto que le habían ofrecido realizar, un reality show contando su vida y mostrando su lado común y corriente, esa faceta que casi nadie sabía, haciéndoles ver a otras personas que tanto él como Amarilis eran personas normales que hacían cosas normales también. Las fans del actor y de ella también, puesto que habían creado varias páginas de fans shipeando aquel amor que habían inventado y el cuál dio sus frutos, sabían que ambos eran muy amables con ellos, pero otra parte creía lo contrario, aunque, sobre todo, habían querido ofrecerle filmar la intimidad de su casa y su vida matrimonial por curiosidad y para saber con más detalles su historia de amor.

Lo más emocionante iba a ser anunciarles al público la sorpresa que tenía preparada Amarilis para su marido, ya que el reality se estaba transmitiendo desde hacía dos semanas atrás en el horario de las nueve de la noche, en donde la audiencia era mayor que en otras horas.

—¿No querés ver tu reacción de cuando te lo dije? —Le cuestionó su esposa encendiendo la televisión y poniendo el canal donde transmitían su programa llamado Demetrilis: Un Amor Sin Distancias.

—Tú quieres que me desmaye de nuevo —rio caminando hacia el sillón de dos cuerpos y sentándose a su lado.

—¿Te estabas por desmayar? —inquirió intrigada sin saberlo de antes.

—Más o menos, entre la emoción y la felicidad sentí que se me aflojaba todo.

Mientras pasaban los últimos minutos del capítulo anterior, Demi puso sobre la barriga de su esposa un bol de vidrio con biscotti de almendras, favoritos de ambos y luego se pusieron a ver el capítulo que había sido transmitido esa misma semana dando la sorpresa.

—Tengo que hablar seriamente con vos —se acercó ella con el rostro serio y su marido la miró con preocupación.

—¿Qué sucede? —cuestionó pensando algo que creía haber hecho, pero no recordaba haber hecho algo que no debía—, no he hecho nada.

—¿Si me lo estás diciendo es porque hay algo Demetrio? —remarcó la pregunta para saber su respuesta.

—No, pero te miro y no sé lo que pensar con esa cara que me pones —se justificó.

—¿Te acordás la noche en que me dijiste que capaz tenía que pasar cierta cantidad de años para algo importante? —Le preguntó con otras palabras para no decirle justamente lo que ella quería que se acordara.

Demetrio frunció el ceño observándola extrañado.

—La verdad es que no.

—Imposible que no te acordes.

—No, sinceramente no me acuerdo.

—¿No? —Levantó las cejas y abrió un poco más los ojos con falso enojo—. Bueno, entonces vamos a hacer un juego para dejar la seriedad de lado, si adivinas te regalo algo y si no adivinas, te doy el regalo igual —le comentó riéndose casi a carcajadas.

—¿Qué tengo que hacer? —Quiso saber con curiosidad.

—Ponerte de espaldas a mí y adivinar cada letra para formar la palabra, ¿entendiste?

—Sí —se puso de espaldas a ella y esperó.

Amarilis le pegó con cinta una hoja en blanco y con un marcador rosa, fue escribiendo letra por letra. Había dos cámaras, una enfocando a la chica y otra enfocándolo a Demetrio, cámaras que se iban sincronizando a medida que filmaban para que el público viera ambas escenas.

—¿Qué es? ¿Una b larga o una i?

—Una i.

—¿Bambi? —Unió las cejas sin entender del todo la palabra.

—Todavía no la terminé.

Bambi... Bam-bi —Demetrio quedó de piedra cuando supo la palabra antes de que ella la terminara—, bambino (bebé) —le dijo girándose en sus talones y mirándola sorprendido por demás.

Vio el marcador de otro color y corrigió la palabra.

Bambina (beba) —afirmó.

—Sí. —Le confirmó y miró el rayón rosa en la camisa amarillo claro cuando este giró sin darle tiempo a echarse hacia atrás para no escribirle la prenda—. Se te manchó.

—La dejaré de recuerdo, la bambina se adelantó por varios años —expresó emocionado y sonriente.

—Sí. —Ella asintió con la cabeza también.

Demetrio la alzó por la cintura y la giró mientras ella se sujetaba del cuello. Cuando la dejó en el piso, le dio un beso en los labios.

—No puedo creerlo —sonrió contento al tiempo que la miraba a los ojos—, ¿de cuánto estás?

—Estoy en los primeros días del cuarto mes.

—¿Lo sabe alguien más?

—No, todos se están enterando ahora mismo.

—Vaya sorpresa.

—Tengo que darte el regalo —le contestó y fue a buscarlo mientras que el actor hablaba a las cámaras confesándoles que fue una total sorpresa y algo inesperado porque habían pensado tener hijos recién a los tres o cinco años de matrimonio, pero las cosas no fueron como las habían planeado.

—Sé que no usas cierto color porque no te gusta, pero creo que porque será tu hija te lo vas a poner igual —rio dándole la bolsa.

Mamma mia (Madre mía), una camisa rosa —dijo abriéndola y sacándola de la bolsa.

—Vos decís que no te queda bien, pero para mí sí te queda bien.

El italiano sin esperar mucho más, se sacó la camisa que tenía puesta y se puso la nueva.

—¿Ves? No te queda nada mal, me gusta cómo te contraste el color rosa con tus ojos.

El programa continúo media hora más, pero Demetrio había apagado el televisor cuando vio a Amarilis dormida y con la cabeza hacia un lado y en una mala postura, el embarazo la dejaba dormir por horas y más débil la dejaba cuando tenía los vómitos matutinos.

Él dejó el bol de biscottis sobre la mesa de la sala y la levantó en sus brazos para ir al dormitorio.

—¿Ya terminó?

—No, pero lo apagué, vamos a dormir, es lo mejor, tú estás cansada y con sueño.

—Ya se me pasará, es lo que dicen, entrando al cuarto mes, casi que volvés a la normalidad, pero con kilos y pesadez de más —rio por lo bajo.

—¿Cuándo vienen tus padres, Bruno y Fausto?

—Pasado mañana.

—Ya me las veo a las dos, a tu madre y a la mía cuando se vean, el dúo dinamita.

Amarilis se echó a reír mientras se dejaba desvestir por su marido cuando la dejó sobre la cama.

—Es cierto, una idea y la otra ejecuta —comentó riéndose él también.

La ayudó a ponerse el camisón y la tapó, luego él se desvistió y se metió en la cama tapándose también.

Dos días después, se reunieron ambas familias en la casa que desde hacía varios meses atrás había comprado Demetrio. Todos estaban felices por haberse reunido y por la preciosa noticia de una nueva integrante en la familia, la beba del actor y su asistente personal, que nacería en mayo, mes especial para la pareja, ya que en ese mismo mes se habían conocido y a partir de aquel momento, jamás se separaron y a pesar de las discusiones, se reconciliaban y se elegían para quererse y amarse cada día.

¡Hola! Y acá llegamos al final de la historia de amor de Amarilis y Demetrio. Agradezco un montón a todas las lectoras que siguieron la historia desde el principio, a las que se fueron agregando a la mitad y a las demás que se interesaron casi cuando la historia estaba en los últimos capítulos. Miles de gracias por el apoyo como siempre.

¿Qué les pareció? ¿Les gustó el capítulo final?

¡Las leo! =)

Un besito, 💜🦋🍁

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