🎬 2 📸

Buenos Aires, Argentina

Alvear Palace Hotel

Alvear Grill

Amarilis estaba frente al hotel donde acababa de bajarse del taxi y caminó hacia la entrada para ser recibida por el portero y darle la bienvenida con unas buenas noches.

Avanzó hacia la recepción para preguntar por el restaurante puesto que no conocía el hotel por dentro. Cuando el conserje le indicó el camino se dirigió hasta allí. A medida que avanzaba más nerviosa se encontraba.

Las puertas del restaurante estaban abiertas y el maître se acercó a ella para recibirla con una sonrisa.

—Buenas noches, me invitaron a una cena con el señor Cabassi.

—Por aquí, me avisó el señor que lo acompaña que vendría usted, señorita.

—¿Están los dos? —cuestionó sorprendida.

—Así es.

La chica ante las palabras se alivió un poco porque no tenía que esperar a su amigo a solas con él. Amarilis se había puesto un vestido de cóctel en color fucsia porque era uno de los colores que le quedaban bien a la cara. Una vez que el hombre la dejó frente a la mesa, los dos caballeros se pusieron de pie. Bruno la abrazó y le dio un beso en la mejilla y terminó por mirarla a los ojos.

—Hola, Brunito —arqueó una ceja.

—Parece que ya no estás tan enojada —sonrió emitiendo sonidos de risa forzada.

—Lo estoy disimulando bastante bien —dijo con ironía.

El actor se acercó a ellos y se presentó. La muchacha tuvo que levantar más la cabeza para mirarlo. Era mucho más alto que Bruno y su amigo, le llevaba una cabeza y media, el hombre por lo menos debía medir el metro noventa.

—Un placer, Demetrio —le ofreció su mano.

—Igualmente, Amarilis —la aceptó y él le besó la mano.

La argentina no pudo evitar echarse una risita ante lo supuesto caballero que se estaba comportando.

—Eres más hermosa en persona que en la foto —admitió observándola y ella se echó a reír.

—Qué confianza, señor Cabassi.

—¿Acaso no puedo halagar a una mujer bella cuando la veo?

—Pues sí pero resulta extraño, más cuando no la conoce y puede caerle mal a la otra persona.

Bruno tuvo que intervenir porque la presentación se estaba yendo por las ramas.

—¿Y si nos sentamos y pedimos para comer?

—Buena idea —le dijo su amiga mirándolo.

Demetrio ni siquiera intentó correrle la silla aunque le habría parecido demasiado hacer eso. Tenía a su amigo al lado derecho y al actor frente a ella, por un error no se quiso sentar frente a Bruno porque iba a estar cerca del hombre pero estaba claro que había sido peor terminar enfrentados.

Vio que cerca de ella se encontraba una botella de vidrio de agua mineral al natural y la echó en la copa de agua, apurando todo de un trago con lo nerviosa que estaba y la boca seca que sentía. El labio superior se le quedaba pegado a la encía cuando sonreía sabiendo que era de nervios. Los modales de la cena formal se le habían ido por un tubo al empinar la copa de golpe. Su amigo quedó perplejo y a Demetrio le causó desconcierto y risa al mismo tiempo. Y cuando a Amarilis se le ocurría beber de golpe un refresco o mismo agua mineral, le daba una sesión de hipo.

—Hipo —acotó en voz baja Bruno bebiendo de la copa de vino.

Amarilis clavó los ojos en él.

Y allí comenzó, a medida que iba hablando, hipaba como si estuviera borracha.

—Jamás me pasó esto —admitió el actor—, estar cenando con una mujer que hipa por beber agua —rio al recordar cómo había bebido todo el agua y después le llegó el hipo.

La chica enrojeció de la vergüenza.

—Me sucede cuando estoy nerviosa y cuando tengo sed, bebo de golpe y al instante me ataca el hipo —se excusó—, qué papelón —comentó incómoda y le siguió un sonoro hipo.

Demetrio estalló de la risa.

—Menos mal que te estoy conociendo, porque quien no te conoce, pensará que estás bien borracha —contestó riéndose.

Amarilis se puso más roja y Bruno en vez de defenderla, no pudo contener más la risa.

—Conste que te dije que ibas a hipar —respondió su amigo.

—No me acordé, perdón —se encogió de hombros.

—No tienes que pedir disculpas, es algo natural —expresó el actor.

—Algo tan natural como tirarse un pedo —agregó Bruno, quien trató de aflojar la tensión de su amiga y que la cena fuese divertida.

—Bruno, te pasas —dijo su amiga y no evitó reírse a carcajadas.

Perdió el decoro y la formalidad, su risa fue casi estruendosa y genuina algo que Demetrio no estaba acostumbrado a ver en una mujer y lo dejó más descolocado que antes porque las mujeres que conocía y sobre todo con las que salía eran muy remilgadas y bastante refinadas.

Lo había dejado flechado.

—En verdad necesito que trabajes para mí, creo que hasta me alegrarías los días.

—Ni siquiera le conté de qué trabajaba, no puede pretender que acepte su oferta de trabajo.

—Me lo puedes contar ahora.

—Era relacionista pública de una pequeña empresa.

—¿Y por qué dejaste de trabajar?

—Reducción del personal —Bruno quedó sorprendido por haberle dicho lo mismo que le dijo a sus padres.

—¿Hace poco te echaron?

—Sí, hace dos semanas.

—Entonces no tienes nada pendiente aquí en cuanto a trabajo.

—No, pero sí tengo papás.

—¿Y novio? —su pregunta fue directa y Bruno sonreía mientras se llevaba un pedacito de carne a la boca sin mirarlos.

—No, novio no.

—No te ata nadie entonces.

—Mis papás, no puedo dejarlos —negó con la cabeza.

Su amigo clavó los ojos en ella porque quería comérsela cruda.

—Comprendo.

—Y a todo esto, ¿qué se supone que haría para usted? Todavía no sé qué podría ser de su interés alguien como yo —levantó los hombros sin entenderlo.

—Llevarías mi agenda personal, en pocas palabras serías mi asistente personal.

—Ehm... tenía un trabajo donde me encargaba de tomar decisiones para lo que le convenía a la pequeña empresa pero nunca he llevado la agenda de alguien.

—Es bastante fácil, te entrego mi agenda electrónica cediéndote todos los contactos que tengo, tú te encargarías de todo antes que llegue a mí, organizarás reuniones, verías los contratos, responderías llamadas, todo. Si yo te pido algo, tú deberás hacerlo o conseguirlo.

—Hablemos de explotación al individuo —escupió y Bruno se ahogó con el vino.

—No puedes decirme eso sin conocer cómo me manejo con las demás personas —emitió con seriedad—, te daré vacaciones, un sueldo elevado, un departamento donde podrás vivir y un coche, a cambio de que lleves toda mi agenda. ¿Cuánto ganabas en tu antiguo trabajo?

—Sesenta mil pesos.

—¿Qué te parecen treinta mil euros y a los seis meses te lo elevo a cuarenta mil? —preguntó.

A Bruno se le cayó el tenedor contra el plato.

—¿Me está persuadiendo con la plata? —formuló con gracia en su voz.

—No, pero si quieres sí. No veas como algo escandaloso que quiera convencerte por ese lado. Otros jefes se estarían aprovechando de la situación y comprometiendo a la empleada.

Amarilis se puso incómoda de repente.

—Deje que lo piense. No estoy acostumbrada a llevarle la agenda a alguien famoso y creo que todo supondrá una complicación, y un cambio de vida tremendo. Por eso, tengo mis dudas, espero que lo comprenda —terminó de decirle intentando no sonar cortante.

—Te entiendo perfectamente. Cuando tengas una respuesta, me puedes encontrar en el hotel —le dijo y se puso de pie—, los dejo solos, subiré a dormir porque estoy muy cansado —habló y los otros dos le desearon las buenas noches también—, la cena ya está pagada, buenas noches —estrechó la mano con Bruno.

—Gracias y buenas noches —acotó la chica y recibió otro beso en la mano del hombre.

Los jóvenes lo vieron alejarse de ellos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top