▦ Capítulo 26

A través de la pantalla, el cabello de Peter se alborotaba por la danza concedida del viento. Loki llevaba en su poder la encomienda de grabar, teniendo a su favor el paisaje que se cernía a sus alrededores. Con la interestatal dejada atrás, se alejaban hacia una ruta incierta, cuya piadosa trampa los llamaba a perder el miedo de las direcciones.

Sin saber que simulaba una película casera, Loki decidió que era suficiente de Peter al volante. Desvió la cámara hacia su derecha, distrayéndose con la tecnología de poder capturar momentos. El camino se combó y el panorama ofreció el manto refulgente del océano. Sin dejar de grabar, Loki miró por encima del móvil, nunca imaginando lo cerca que se podía encontrar una carretera del mar. No era nada que no hubiese visto antes, no obstante, sabía que ahí debían detenerse.

— Paremos aquí —más que una sugerencia, fue una orden.

Peter se orilló sin chistar, saliendo del asfalto y estacionando sobre suelo terregoso.

Sin molestarse en abrir la puerta, Loki saltó fuera del convertible, aspirando el fresco hálito del mar. El horizonte era más como una capa de betún blanco que un acendrado cielo azul. Los nubarrones excelsos le quitaron el prestigio al sol, y a pesar de su extensión, la lluvia parecía no ser amenaza para ese día.

— Ojalá estuviera soleado —dijo Peter al llegar a un lado de Loki, contemplando la perspectiva que ofrecía esa costa del mar.

— Es perfecto —aseguró el azabache, empezando a bajar por la pendiente de pasto y arena. Tambaleó al casi resbalarse, viendo instantes después como Peter le rebasaba y llegaba a superficie estable.

— Espero que esta vez Stark no llegue a sorprendernos —recordó Peter con ironía, notando, de extremo a extremo, lo desierta que estaba la costa. Sólo eran él y Loki.

— Posiblemente Stark no lo haga, pero esa serpiente vino saludarte —dijo Loki con la vista plantada en los pies ajenos.

Al voltear, el castaño vio una serpiente verde reptar justo debajo de él. Titubeó, mas no se asustó. Tras sobrevivir semanas siendo la víctima favorita de Loki para las travesuras, había aprendido a no fiarse siempre de las situaciones inoportunas.

— ¿Una serpiente, en serio? —inquirió incrédulo—. Odio admitirlo, pero creo que estás volviéndote predecible.

Loki no se rió, tampoco mostró ligereza al asunto. Expuso a Peter su inocencia negando con la cabeza. Estaba quieto, volviendo a seguir con los ojos cada movimiento del reptil.

— Podría ser venenosa —confirió con un aire preocupado.

Peter prestó su atención a Loki, luego a la serpiente que estaba a punto de subírsele por el pie. A falta de sonrisas maliciosas, su cuerpo reaccionó de manera medrosa, dando unos saltos torpes con tal de alejarse de la posible amenaza. Y al hacerlo, la serpiente desapareció. La risa de Loki se mezcló con el murmullo del mar.

— ¿Así que predecible? —le restregó su victoria con una sonrisa presumida.

El castaño se fingió molesto. Sólo eso. Por más pesada que pudiera ser una broma, su corazón palpitaba hacia la necesidad de tener a alguien que le estuviese molestando en los momentos menos esperados. Loki sin sus juegos no era Loki. No cabía lugar a dudas de que hacía justicia a su nombre: el dios de las travesuras.

— Bien. No lo eres —se rindió—. Sigues siendo muy impredecible. Y un muy buen actor —añadió.

Loki se encogió de hombros, considerándolo un halago. Se agachó para quitarse su calzado, permitiendo a sus pálidos pies probar la caricia de la arena seca. Fue allí donde se presentó la oportunidad de demostrar que tan impredecible podía llegar a ser, empezando a correr por todo el abundante tramo de arena hasta la orilla, deshaciéndose bruscamente de sus ropas en el camino.

— O-oye, espera —para cuando Peter pudo seguirlo, ya había un Loki en calzoncillos retando la corriente de la ola para poder meterse al agua. Divertido, se detuvo a mitad del camino a desvestirse, no tardando en imitar sus acciones.

El zambullido le penetró con esquirlas heladas que llegaron hasta sus huesos. El agua estaba a una temperatura baja, de tal manera que no tardó en castañear del frío, ya que el clima fresco tampoco le favorecía.

— ¡Estoy congelándome!

Loki rió, nadando hacia él con mechones oscuros de su húmedo cabello adheridos al contorno de su faz.

— Es agradable para mí —dijo Loki, llevando posteriormente a su boca una expresión pícara—. Aunque me ocuparé de que lo sea para ti también. Sólo necesitas agarrar un poco de calor, ¿no?

La última vez que 'trabajaron' en el calor corporal las cosas se habían descontrolado un poco. Peter casi podía saborear las intenciones que Loki tenía al estar aproximándose poco a poco. Lamió sus labios, preparándose para el beso que veía venir, sin embargo, Loki se hizo para atrás y le salpicó de agua.

— Vamos a jugar hasta que se te quite el frío —anunció Loki, salpicándole una vez más para darle la espalda y empezar a nadar lejos de él—. Alcánzame si puedes.

Vaya, Peter ya no sabía si se había convertido en una mente pervertida o Loki lo hacía con toda la intención de hacerle pensar en cosas que no. Lo único seguro era que la vergüenza estaba allí y, claro, su orgullo se iba a sentir mejor cuando lograra atrapar a ese pequeño demonio.

Se divirtieron como un par de infantes que visitan la playa por primera vez; nadaron persiguiéndose, sumergían al otro adrede. Cuando se agotaron, el mar pasó a segundo plano con unos jóvenes sentados en la línea donde se extendía el rompimiento de las olas, jugando ambos con la moldeable arena.

— ¿Llamas a eso un castillo? —dijo Loki mientras observaba la masa amorfa que construía Peter. Él tampoco estaba haciendo una obra perfecta, pero de menos tenía forma de algo.

Ante el indiscreto insulto de su arte, Peter estiró la pierna, derrumbando el proyecto ajeno, lo cual le dio como resultado el recibir una queja.

— ¿Cómo te atreves? Te voy a meter arena en la boca —sentenció Loki en berrinche al ver la sonrisa ajena, no pudiendo evitar lanzarle un puño de su trabajo deshecho.

Una guerra de arena empezó en esta ocasión, pero así como tan pronto empezó amainó el ímpetu del juego, puesto que, después de todo, ya se habían alocado un buen rato. Ahora yacían sentados con las piernas estiradas en dirección del mar, contemplando sus alrededores mientras pensaban en qué más ocuparse.

— "Son muy infantiles" —citó Peter en imitación a Stark. Apostaba a que si estuviera presente seguramente les diría eso.

— Deberíamos dejar de lado los juegos de niños —concluyó Loki, aunque en verdad lo sugería por la poca energía que les había quedado.

— ¿Y qué sugieres tú?

Había llegado el momento de aprovechar el tiempo como los dos jóvenes maduros que eran.

— ¿Lo estoy haciendo bien? —preguntó Peter con desconfianza.

— Sí, lo estás haciendo... —Loki soltó un sonoro suspiro de satisfacción— bien.

Peter continuó moviéndose con lentitud. El azabache ronroneaba cada vez que ejercía presión, incitándolo a proseguir con ese pausado ritmo.

— Eres muy bueno con las manos —agregó Loki, respirando con anhelo.

El comentario provocó que un ligero calor se mudara a las mejillas del alabado. Esto le llevó a agilizar sus manos, encontrando sin querer el punto de Loki.

— Uy, sí. Ahí, Peter... Mantenlo ahí —pidió el dios, el cual exhaló de liberación unos momentos después y se recompuso—. Ahora es mi turno.

Loki abandonó su posición boca abajo después de que Peter se quitara de encima suyo, invirtiendo sus posiciones. Tomando un puño de arena húmeda, empezó a frotar con suavidad sobre la espalda del contrario. Era un buen masaje así como una buena exfoliación. Una actividad muy relajarte y que, sobre todo, ambos disfrutaban.

— Me voy a quedar dormido si lo haces así —murmuró Peter con pereza, usando sus antebrazos como almohadas.

— Está bien. Pero te advierto despertarás con un puño de arena dentro de tus bóxers.

Todo el día se les había gastado en la playa. Poco antes de que empezara a atardecer, se vieron obligados a meterse en el mar de nueva cuenta para deshacerse del empanizado de arena adherido a sus cuerpos. La siguiente tarea fue recolectar la ropa que habían dejado regada.

Peter iba unos cuantos pasos detrás de Loki, recogiendo un calcetín y sacudiéndolo para quitarle la arena de encima. Al alzar la vista, la grácil figura de Loki se convirtió en un atractivo digno de contemplar. No es que no hubiera visto nada antes, pero la ropa interior húmeda se cernía a su trasero de una forma que le pareció sexy. Y bueno, por unos momentos pensó en la injusticia de que Loki ya hubiera visto y hecho cosas con su cuerpo, cuando ni una sola vez había podido tener la oportunidad de conocer más allá de su caderas. Tal vez y Loki esperaba a que él tomara la iniciativa de hacerlo, tal vez tendría que esperar a que Loki le concediera el permiso. Pero eso era una sola de sus varias preocupaciones; recordaba también que quería hablar con Loki respecto a sus dudas.

Tras secarse y abastecer sus estómagos con las provisiones que tenían consigo, ambos chicos terminaron por contemplar el nublado atardecer desde el asiento trasero del vehículo. Peter tenía el brazo extendido por el borde del respaldo, Loki descansaba cerca, con su cabeza haciendo contacto sobre su hombro. Parecían anestesiados, cada quien disfrutando de la compañía y, al mismo tiempo, sumidos en sus propios pensamientos.

Loki tenía la mirada perdida en el cielo. Tal como lo había sospechado, no llovió ese día, lo cual terminó convirtiéndose en una ligera desilusión. Si lloviera, o incluso relampagueara, lograría sentirse más cómodo, pues recordaría a Thor y la oportunidad de reencontrarse con él. En cambio, ese cielo le transmitía ausencia, pero no se dejaba entristecer por ello, no cuando la calidez de un cuerpo próximo al suyo le recordaba cuan apartado se encontraba de la sensación de abandono.

— Había estado con el señor Stark antes de escaparnos. Fue a la escuela, vio cuando nos despedimos —empezó a hablar Peter.

— Menos mal que no nos interrumpió en el momento. El único que puede hacer dramas soy yo —comentó con burla el dios, aunque su voz carecía de brío.

— A él no le pareció. Ya sabes, tú y yo. No exactamente como para prohibirme estar contigo, pero sí lo suficiente para asustarme con las posibilidades. Me quiso dejar en claro que pertenecemos a mundos distintos, que un día recuperarás tu vida y te irás... No quiero mentirte. Tengo miedo de que él tenga razón, de que no estés aquí en algún momento.

El silencio se fundió entre ellos, siendo esas palabras sopesadas por los pensamientos de Loki, quien no dejó de descansar plácida y tranquilamente sobre Peter.

— Tony Stark no sabe nada. No sabe que yo recuperé la vida cuando me condenaron aquí —dijo, sabiendo que debía apaciguar sus inquietudes, incluyendo las propias, pues al admitir las cosas en voz alta, éstas adquirirán mayor significado—. Te quiero a ti, Peter.

Aquello provocó que su sangre corriera intrépida por sus venas, confiriéndole mayor seguridad al castaño, sin embargo, aún no acababa de hablar.

— También te quiero, Loki —sintió como el contrario buscaba entrelazar los dedos de su mano con la suya—. Pero, a veces pienso de más en la realidad. Tú eres prácticamente un dios, has vivido durante un tiempo que aquí se consideraría casi eterno. Cuando Stark habló conmigo, llegué a caer en la cuenta de que no soy más que un adolescente, que no he vivido nada y que en cualquier momento me puedo convertir en un respiro insignificante.

— ¿Aún piensas eso? —sin soltarlo, Loki se incorporó para encarar con Peter.

— No. Temo, más bien, que si decides quedarte, te des cuenta de que no soy la gran cosa. —confesó, bajando la mirada y tragando duro.

La expresión de Loki se volvió blanda, dejándose caer sobre su hombro nuevamente.

— Ahí lo interesante, que tú apenas estás empezando a vivir —explicó—. Sí, tengo poco más de mil años, pero no te fíes de eso. Piensas que no me queda nada por experimentar, y te sorprendería saber que ni siquiera conozco lo que es una unión sexual. Apenas si estoy aprendiendo lo que es el amor romántico contigo.

La confesión dejó asombrado y confundido a Peter, a la vez que afortunado. No obstante, seguía sin creer que aquello fuera verdad.

— ¿Y lo del otro día? Parecía que en verdad tenías experiencia en eso —recordó con pena.

Loki rió brevemente sin dejar de mirar al horizonte.

— Bueno, aprendí a hacerlo cuando de joven me alboroté por un guapo guerrero. Le hacía favores pensando que le gustaba, aunque terminó usándome —comentó con cierta lástima al recordar esos días.

Era increíble la facilidad con la que las palabras salían, en especial, temas que antes se había jurado guardar y llevarse hasta la tumba. Extrañamente, sabía que Peter no lo juzgaría.

— El punto es que dices tú que no eres la gran cosa y que no has vivido nada —prosiguió Loki—. Puedes trepar por las paredes y tienes tu propio lanza telarañas, ¿no es eso extraordinario? Además, el hecho de que un dios se haya enamorado de ti ya es bastante, porque, Peter, al mismo tiempo, a mí me pasa que llego a un lugar en donde me siento vivo otra vez y, para colmo, sumamente atraído por un 'simple' mortal —la expresión sacó a Peter una suave risa—. No se trata del tiempo, sino de la intensidad con la que vives.

Peter recargó su mejilla sobre la cabeza ajena, moviéndose con pereza hasta que sus labios pudieron depositar un beso en su azabache cabellera. La sinceridad ajena le sacudía el corazón de gozo. ¿Por qué Stark no podía ver la persona que era Loki? Loki era tan especial y, al mismo tiempo, lo hacía sentir especial a él.

— Gracias, Loki —susurró Peter, demostrando la gratitud que había inundado hasta su alma.

A veces escapar no significa eludir de los problemas. Uno huye, porque antes de un conflicto externo existe uno interior, y escapar ayuda a reencontrarse a sí mismo, a hallar el coraje para volver, el coraje de quedarse. Loki necesitó ese coraje gran parte de su vida, y ahora lo tenía: quería permanecer al lado de Peter.

— Quiero que me cuentes más de ti —pidió Peter en un susurro.

Tras un minuto, el azabache contestó:

— ¿Por qué mejor no te lo muestro?

Loki cambió de posición, subiendo los pies al asiento y sentándose en dirección hacia el contrario.

El castaño movió la cabeza de arriba hacia abajo con suavidad. La confianza que Loki ponía en sus manos significaba mucho para él. Era como ser completamente abiertos el uno al otro por primera vez, sin juegos, sin resquemores. Tenía la oportunidad de conocer el enigma que figuraba como sombra detrás de Loki. Conocerlo mejor era toda una aspiración.

El dios se aproximó, tomándolo del rostro como aquella vez. Juntó ambas frentes e hizo que el aliento de uno se convirtiera en el aliento del otro. Cerró los ojos, abriendo todo lo que, hasta el momento, había cerrado para él mismo. Con magia y voluntad, las experiencias, los sentimientos y los errores, todo dividido en retazos de variopintos tamaños, fue uniéndose en la silueta de un pasado, en una figura frágil y desnuda.

Esa noche durmieron a la intemperie en el vehículo, cobijándose con brazos ajenos. Y no importaba que a las estrellas las nubes las taparan, bastaba con cerrar los ojos y sentirse el uno al otro para poder verlas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top