▦ Capítulo 24

— ¿Y desde cuándo te gusta Loki? —preguntó Ned.

Ocupado en su rutina de abdominales, Peter bajaba, teniendo una breve, pero concisa respuesta, al incorporar su torso.

— No lo sé —dijo Peter—. Fue complicado.

— ¿Y May lo aprueba?

— Sí.

— ¿Duermen en la misma cama? —continuó el moreno, aun sosteniendo los pies de Peter contra el suelo—. No, espera. Tengo una mejor pregunta: ¿sigues siendo virgen?

Al encarar unos instantes con su amigo, hizo una ligera mueca de indecisión. La respuesta vacilaba entre un sí y un no. No estaba muy seguro, era como ser parcialmente virgen. Peter continuó haciendo abdominales, debatiendo la contestación que daría.

Por alguna extraña razón, Ned sospechó que aquel silencio podría ser un sí.

— ¿Ya no eres virgen? —inquirió Ned con el asombro marcado en su boca abierta.

Peter se detuvo, frente a frente con su amigo, quien al parecer dejaba llevarse demasiado por sus propias conclusiones. No sabía si lograría hacerle cambiar de tema.

— Ned...

— ¡Ya no eres virgen! —vociferó Ned con emoción.

Gran parte de los presentes en el gimnasio fijo su curiosidad en el chisme que se había gritado a los cuatro vientos. Siempre tenían la suerte de hacerse visibles cuando menos querían llamar la atención.

— Veo que no te gusta perder el tiempo —comentó Michelle con un tono quedo de voz, quien había estado haciendo equipo con Loki para la rutina.

— No me gusta perder, MJ —resumió Loki, impasible a lo que se pudiera desatar después.

— Vaya, vaya —dijo Thompson tras aterrizar de la cuerda que había estado escalando—. Así que Parker ya no es virgen.

Desde su sitio, Loki puso los ojos en blanco. ¿Por qué no le sorprendía? Ese chico en verdad era de los que nunca se rendían. Así lo pusiera en su lugar, podía predecir que siempre volvería para molestar.

— ¿Por qué lo gritaste? —musitó Peter, algo tenso por la intervención de Flash.

— Lo siento. Me emocione —se disculpó Ned con un susurro.

— Si querías llamar la atención, hay mejores formas de hacerlo —empezó Flash. Hablaba con sorna, alto y claro, con la visible intención de que todos escucharan su burla—, porque me temo que has delatado la facilidad con la que Loki se vende.

Peter se irguió junto con Ned. Loki tampoco tardó en levantarse junto con la morena.

— No los molestes —intervino Michelle.

— Entonces afirmas que sí es verdad —corroboró Thompson con una sonrisa llena de complacencia.

Peter miraba hacia abajo, no avergonzado, ni tampoco en la disposición de negar lo dicho. Estaba pensativo, enojado por la forma en la que Flash se refería a Loki. Cuando alzó la vista, ahí estaba el joven irritante esperando por su testimonio. Como había de esperarse, ahora todos guardaron un absoluto silencio.

— ¿Te gusta que te golpeen en el rostro, verdad? —caldeó el castaño.

Flash lo tomó como un completo chiste.

— Lo siento, no esperaba que la verdad pudiera ofenderte.

— ¿Quieres saber la verdad? Loki es mi novio y no permitiré que hables así de él simplemente porque a ti te da envidia —contestó Peter con seguridad, provocando exclamaciones cautelosas de parte de los compañeros que presenciaban la escena.

Thompson rió nerviosamente.

— ¿Envidia de qué? No me hagas reír.

— De que con esa actitud, tú sí tendrás que comprar a las personas para que te quieran —remató Peter.

La opinión de los espectadores reveló hacia dónde se inclinaba el apoyo.

— ¡Ya cállate, Thompson! —una viva voz sobresalió del murmullo de los jóvenes.

Tras esto, muchos empezaron a abuchear al nombrado, arrinconándolo a no decir nada más. Y bueno, indignado, este último marchó del gimnasio para evadir su derrota, haciendo que al ambiente mejorara a favor de Peter.

— ¡Ja! —emitió Ned con la sonrisa devuelta al rostro, pero Peter no demoró en darle un golpe en el brazo—. ¡Auch!

— No castigues al pobre de Ned. Mira que en esta ocasión te defendiste bien y sin golpes –comentó Michelle mientras se acercaba a ambos chicos en compañía de Loki.

El azabache fue a plantarse frente a Peter con una suave sonrisa plasmada en su rostro.

— Te has convertido en un hombre sin necesariamente haber tenido que perder la virginidad —se burló el dios, disimulando el orgullo que le provocó la actuación de Peter. Era una de esas ocasiones en las que hacían algo verdaderamente lindo por él y no cabía modo de expresión para demostrar cuan afortunado se sentía, porque, bueno, a veces no era perfecto para ser abierto con sus emociones.

Peter suspiró, rascando su nunca un momento y desviando su mirada.

— Sólo quiero defenderte —se limitó a decir, encontrando, finalmente, contacto visual con Loki.

Sin borrar su sonrisa, el dios del engaño negó suavemente con la cabeza, pudiéndose leer en su gesto, un dulce pensamiento de: «Tonto». Aunque, no muy tarde, Loki agregó:

— No puedo creer que te hayas enfrentado a Flash con la playera manchada así —señaló.

Una arruga se marcó en el entrecejo de Peter, bajando la mirada para comprobarlo. Fue justo ese momento de distracción el que Loki ocupó para jalarlo de la playera hacia él, robándole un beso en el acto.

Al parecer, aún tenían público, puesto que no pasó mucho antes de que empezaran a escucharse unos aplausos de júbilo por el inesperado final, el cual se volvió todavía más inesperado por la presencia no antes vista del profesor de deportes.

— ¿Muestras de afecto gay en mi clase? —dijo el mayor con su voz autoritaria, de pie  frente a la puerta y con los brazos cruzados.

Peter y Loki se miraron entre sí, divertidos a pesar del inminente castigo que les podría esperar. Sólo por la dureza del profesor, se obligaron a mostrarse avergonzados.

Todos volvieron a callar.

— Que suerte tengo. Eso no me pasa todos los días —prosiguió el maestro con una espontánea sonrisa, haciendo que la repentina tensión se disipara del aire.

Muchos rieron, incluso la linda pareja de novios. Era, sin duda, un buen inicio de semana.

— Es mentira. Los tengo que castigar por eso —sentenció el profesor, volviendo a recuperar la seriedad.

Y aun así, la alegría no se apagó en los jóvenes.


A pie del fin de semana, los pasillos se vaciaban con mayor rapidez. Por mucho, los estudiantes se encontrarían en bolas delante de la fachada del colegio, haciendo relajo, planeando salidas. La escuela sería un valle desierto si no fuera por los pocos que aún transitaban en el interior, ya sea por el goce de la institución en el quehacer de un proyecto o una actividad extra curricular. Y precisamente, en esta ocasión le tocaba a Peter ser uno de esos chicos. Eso ni siquiera significó una molestia para Loki; requería privacidad para un asunto que tenía por atender.

— Entonces, te veré en la noche —se despidió Loki sin mucho afecto.

Antes de que pudiera alejarse lo suficiente, Peter alcanzó a tomarle del brazo, jalándolo hacia él para hacer encontrar sus bocas en un corto y tierno beso. Una sonrisa afloró en los labios de Loki.

— Te veré en la noche —repitió.

— Anda, ve a reunirte con tu equipo —dijo por último para continuar hacia la salida.

Peter permaneció allí, en el cruce de dos pasillos, viendo a Loki alejarse para después de girar hacia su ruta. No obstante, sus pies no se movieron al voltear. Más por el desconcierto que por cualquier otra cosa.

Stark abandonó su cualidad de esfinge y empezó a reducir los varios metros que los separaban, quitándose las gafas oscuras de paso. La emoción de su rostro seguía siendo indescifrable.

— Señor Stark, ¿qué hace aquí? —inquirió Peter, mirando en breve hacia los lados, preguntándose también como había hecho el hombre para entrar al edifico sin llamar la atención.

— Puedo contestar a eso después. Ahora me concierne saber que acaban de observar mis ojos.

A falta de objetividad, Peter tardó en brindar una respuesta. ¿Qué acaba de pasar? Nada fuera de lo usual, pensó, pero de pronto el detalle cayó en su cabeza como el recordatorio de una nota a la que nunca había prestado atención: Stark no sabía lo de Loki, y a decir verdad, jamás se había preocupado por la reacción que obtendría.

— Verá, señor Stark, hay toda una historia detrás de esto...

— ¿Por qué?

La seriedad de Stark infundió cierta intimidación en Peter. Con tan poco siendo aclarado, el menor podía sentir como su mirada lo acusaba de estar haciendo algo mal. Era justo en esos momentos en los que se necesitaba un poco sarcasmo y humor para que el momento dejara de incomodarle. Siguió sin contestar, tenso. A pesar de que la respuesta no requería de mucho elaborar, se mantuvo renuente a pronunciar el tópico de: 'porque estoy enamorado de él'.

Tony Stark soltó un largo y tedioso suspiro, procediendo a buscar un lugar menos expuesto. Al lado había un aula. El mayor asomó, confirmándola desocupada para poder entrar, invitando al chico a pasar primero. Cerró la puerta detrás de él, y no se quedó quieto, pues siendo un laboratorio de química, había mucho instrumento con el cual distraerse, lo cual le parecía más ameno.

— Debo admitir que cuando te encargué cuidar a Loki nunca esperé que lo hicieras de esta forma —dijo Stark mientras revisaba desinteresadamente unos tubos de ensayo. Stark no veía a Peter, Peter tampoco miraba a Stark—. ¿Por qué?

Ahí estaba la pregunta otra vez.

— Él no es la persona que todos creen que es —el castaño recuperó la capacidad del habla—. No es el villano que presenciaron en el pasado, es diferente...

— No estamos hablando de él —interrumpió el mayor bruscamente. Se produjo un tintineo en el cristal en los tubos cuando devolvió uno a su lugar sin delicadeza—. No me interesa saber si él ahora es bueno, si ahora también ayudará a las viejitas a cruzar la avenida. No me importa. Estoy hablando de ti. ¿Te dejaste manipular por Loki?

Peter negó con levedad. Su mirada estaba baja mientras que su mano jugaba con nerviosismo con el borde de su sudadera.

— Me gusta Loki.

Stark lo miró con adustez.

— ¿Por qué no pensaste en que él no se quedará antes de enamorarte de él? Pertenece a otro lugar, a otro mundo. Por favor, Peter, ¿en serio crees que se quedará aquí contigo? —repuso Stark duramente.

Peter se giró, sintiéndose atacado. Le dio la espalda a Tony, apoyando sus manos sobre la superficie de una mesa metálica. Su mirada se perdió, meditativa, hacia el exterior de la ventana. Luego negó con la cabeza.

— En verdad estaba teniendo un gran día, señor Stark —su voz se deslizó por el nudo de su garganta.

— Mi intención no es ser cruel, Peter, pero, ¿sabes lo que vi allá afuera? Felicidad, sí, la felicidad de un momento. No estoy en contra de eso, aunque tampoco me deja tranquilo. ¿Qué va a pasar cuando él no esté? No quiero que te rompan el corazón, entiéndelo —insistió el mayor exaltado.

Vagamente la idea llegó a pasar por su cabeza. Algún día Loki volvería a la normalidad y se iría, pero esa era una realidad de cuando aún no descubría sus sentimientos. Después dejó de tenerlo en mente, porque lo único que deseaba era vivir el momento como si fuera eterno. Loki le causaba aquella sensación de que el tiempo era interminable siempre y cuando lo pasase a su lado. Sin embargo, ahora venía Stark a derrumbar la barrera que había puesto hacia una posibilidad muy lejana. No quería que le abrieran los ojos, sólo quería amar a Loki.

— No —Peter volvió a negar con la cabeza. Se quedaba sin palabras, el hoyo en su corazón aspiraba todo lo que quería decir.

— Peter, quiero protegerte —pronunció Tony, menos violento en esta ocasión.

— ¿Y qué harás? —Peter se giró para encarar con el contrario. Había una batalla interna que amenazaba con anegar sus ojos de lágrimas—. ¿Me quitarás a Loki, tal y como me quitaste el traje la otra vez?

El mayor lo meditó con la mirada fija en el castaño. Era tarea imposible tratar de adivinar que era lo que saldría de sus labios a continuación.

— No, porque no seré yo el responsable de llevármelo. Yo solamente te estoy advirtiendo. Después no quiero ver cuando te encuentres destrozado, porque a final de cuentas, tú lo elegiste a él —sus palabras, aunque tranquilas, llegaron bastantes frías el oído de Peter.

Había sido suficiente.

— Si me disculpas, tengo algo que atender, señor Stark —se excusó Peter, empezando a encaminarse hacia la puerta.

Tony no mostró ademán alguno por detenerlo, aguardando hasta que el contrario abrió la puerta para llamarlo.

— Peter.

El castaño, por consideración, se frenó para atenderlo.

— Me enteré de que obtuviste tu licencia para conducir hace un par de meses. Supongo que desearte felicidades no cabe en este momento, pero Pepper me había estado insistiendo desde entonces de que merecías un regalo al respecto —Tony metió la mano al bolsillo de su saco y extrajo unas llaves, las cuales lanzó hacia el menor.

Peter las atrapó en el aire sin ejercer más de un movimiento.

— Después de esto, créeme que no me apetece premiarte, pero ya que dejé el regalo afuera de tu departamento supongo que no me queda más remedio.

Examinando las llaves, Peter fue incapaz de mostrar gratitud. El contrario acaba de atraer una nube gris sobre su cabeza, razón por la cual salió de allí, sin ni siquiera pronunciar un 'gracias'.

En completa soledad, Stark vació sus pulmones en un rotundo suspiro. Peter era como el hijo que deseaba tener; sus ansias de mantenerlo indemne de todo mal seguían floreciendo.

— Anthony Edward Stark.

La profunda voz sacó al millonario de sus cavilaciones. Al voltear, vio al mago ese, con un portal dibujado a sus espaldas. La repentina aparición le ofuscó. Por poco y pudo expresar su susto.

— ¿Dr. Stephen Strange?

— Tiene que acompañarme —pidió el hechicero.

Tony todavía miró a su alrededor, desconfiado de aquel hombre con el que no había tenido mucha dicha de convivir. Era una persona extraña, al igual que su apellido.

— Este asunto debería incumbirle —insistió Strange con calma, arqueando con sutileza una ceja—. El mundo podría estar frente a una amenaza.


El transcurso de la escuela al apartamento había sido lento. La marea subía hasta inundar su garganta, sentía los pulmones absorber una sustancia espesa en vez de oxígeno. Y todo por las palabras de Stark que se sentían pesadas dentro de su cabeza. Ni siquiera el indiscreto convertible rojo aparcado fuera del edifico logró animarle. Estaba tratando de creer que todo estaría bien hasta que puso un pie dentro del apartamento y su celular exigió ser atendido por la notificación de un mensaje.

«Olvídalo. Avísale a cuernitos que mañana a primera hora lo trasladaremos. S. P.D. No tengo elección, niño.»

Y entonces todo empezó a desmoronarse.

— ¿Peter? —May salió de la cocina ante la silenciosa entrada de su sobrino.

Peter estaba ahí, de pie en el vestíbulo, cabizbajo. Las lágrimas se desprendían de su rostro, haciendo preocupar a la mujer. De alguna manera, había esperado ver entrar a Peter con una sonrisa por el ostentoso regalo que Stark le había obsequiado.

— ¿Todo está bien? —rompió la distancia, recibiendo al menor con sus brazos.

Peter la rodeó, como si no hallara en que apoyar el peso muerto en el que se había convertido su cuerpo.

— Stark va a llevarse a Loki —soltó entre apagados sollozos y una voz cortada, dejando que sus lágrimas humedecieran el hombro de su tía.

El rostro de May se pintó de conmoción. El dolor de Peter se convertía en su pena, no obstante, debía mantener la serenidad para saber consolar al chico.

— Ay, Peter —le brindó unas caricias en su espalda. Tampoco quería que Loki se fuera, se había encariñado con él; era como otro hijo.

Las palabras no eran tan necesarias por el momento. Un inseparable abrazo bastó para que la tempestad empezara a aclararse en los ojos de Peter y en su mente.

— ¿Que haré, May? —el castaño se separó sin mucho deseo, mostrando sus ojos enrojecidos—. No puedo dejar que se vaya.

May lo meditó un minuto, soltando una ocurrencia.

— ¿Sabes? Cuando yo era de tu edad estaba muy de moda eso de escaparse un rato de casa —comentó la mujer—. No me agrada la idea, pero sí yo lo hice, te puedo perdonar que tú lo hagas.


Las respuestas no llegaban solas. Loki había dejado pasar la semana sin abrumarse de preocupaciones. Era mucho más fácil fingir que esa vida había quedado muy atrás, que solamente existía el ahora y que su identidad ya era otra. Era tan sencillo hacerlo así, y continuaría de este modo de no ser por el caos que parecía avecinarse. Tenía que actuar ahora, claro, a escondidas de Peter; no quería que él se llegara a entrometer en ese conflicto.

— Heimdall —llamó Loki al llegar a la azotea del apartamento, soltando su mochila y dejándola caer sin cuidado. Pudiera ser que el moreno fuera un prófugo desde que él ocupó el trono bajo el disfraz de Odín, pero internamente presentía que Heimdall no podía abandonarlos en esos momentos.

A lo mucho, tendría un par de horas antes de que Peter se desocupara en la escuela. Tendría que ir y volver, eso si primero Heimdall mostraba señales de vida.

— ¡Heimdall, confío en que puedes verme! ¡Llévame a Asgard! —pidió Loki, moviéndose distraídamente mientras observaba el cielo por alguna señal—. ¡Heimdall, por favor!

Nada.

Loki exhaló con frustración, llevando su mano a sobar por detrás de su cuello. Estaba midiendo las opciones que le restaban, las cuales no eran la gran cosa. Dio un leve puntapié a una maceta vacía que yacía en el suelo. Algo malo debió haber pasado.

A punto de rendirse y volver adentro, se sintió repentinamente envuelto por la singular energía del Bifrost. Con la velocidad de un rayo se encontró aterrizando en un nuevo terreno. Era consciente de lo corto que había sido el trayecto en comparación.

Tras estabilizar su dirección, Loki se incorporó, entornando los ojos ante la claridad del cielo que se reflejaba el inmenso mar postrado a sus pies. Eso no era Asgard. Parecía encontrarse a la orilla de una meseta. Loki no se movió, contemplando unos momentos el océano interminable, captando una figura colocarse a su lado con parsimonia.

— ¿Dónde estamos? —preguntó Loki, observando el look que Heimdall había adoptado.

—  En Asgard —contestó solemnemente, invitándolo, con un gesto, a mirar hacia sus espaldas.

Al voltear, el azabache vio sorprendido el panorama que había estado perdiéndose. La planicie le recordaba a un campamento de entrenamiento, como esos que hacían en Vanaheim, con la única diferencia de que quienes transitaban eran asgardianos comunes y no guerreros. Toda Asgard parecía estar instalándose ahí. Había mujeres saliendo y entrando de las carpas construidas; lo hombres cargaban madera y otros materiales, seguro para seguir extendiendo las viviendas; los niños jugueteaban, corrían, y su alboroto se mezclaba con la viva sensación de un pueblo entero.

— Ha pasado mucho con tu ausencia.

Loki no hallaba palabras que expresar y Heimdall le hizo el favor de contestar las cuestiones que seguramente estaba planteándose.

— Poco después del regreso de Odín, empezamos a trasladarnos aquí, en una zona no poblada de Midgard. Asgard no es un lugar, es su pueblo. Con el Ragnarok tan cerca, no podíamos arriesgarnos a perder a nuestra gente —explicó.

— ¿Todos están aquí? —inquirió Loki sin dejar de contemplar.

Heimdall negó con la cabeza, sin que el contrario pudiera percibir el movimiento.

— El Ragnarok ya llegó. Odín ha muerto —hizo una pausa—. Thor se ha quedado a luchar junto con nuestros guerreros, y ha vencido, pues donde era Asgard ha ardido en llamas junto con el mal, sin embargo, desde entonces he perdido la ubicación de nuestro actual rey.

Loki observó el hierático rostro de Heimdall, reteniendo todas sus inquietudes. Era mucho que procesar. Odín estaba muerto y su hermano desaparecido. Todo había pasado más rápido de lo que él había imaginado. Era como si no pudiera reaccionar y tuviera que pasar la realidad de un solo trago, sin espacio de saborear frente a que se encontraba lidiando.

Heimdall empezó a andar, esperando Loki le siguiera el paso.

— Hay tantas cosas que debes saber, Loki —continuó el moreno, guiando al dios entre las chozas.

— ¿Aún hay más? —dijo con una fina capa de incredulidad, como si no fuera bastante de lo que ya se había enterado.

— La muerte de tu padre no ha sido más que el preludio del fin. Debes saber que, tu hermana, Hela, diosa de la muerte, ha ansiado tomar su lugar durante miles de años.

Mientras escuchaba, unos asgardianos cargando un tronco se le atravesaron. La impresión que le dejó la existencia de una hermana casi lo lleva a probar la madera. Alcanzó a pasar por debajo, casi chocando con un par de niños al librarse, los cuales corrieron con brío casi pisándole los tenis. ¿Una hermana? Vaya, ¿cuántos secretos más guardó Odín a lo largo de su vida?

— Si mal no estoy entendiendo, ¿mi 'hermana' ha iniciado el Ragnarok? —quiso corroborar mientras volvía a seguirle el paso al mayor. Mientras andaba, se percató de que algunos asgardianos detenían sus tareas para ofrecerle una breve reverencia.

— El Ragnarok se ha iniciado con la destrucción de Asgard. Era necesario para poder acabar con la diosa de la muerte. Tenemos una amenaza menos, pero quien sabe cuántas más se han liberado en todo el universo. No se aproximan tiempos estables.

Pasaron al lado de una carpa más amplia, cuya apertura proporcionó a Loki una hilera de camillas y guerreros heridos. El azabache se detuvo, plantado frente a la imagen. Heimdall se quedó a su lado.

— Aún después de trasladar a la población, teníamos poder sobre el Bifrost durante la batalla. Lo usamos una vez para trasladar guerreros heridos, pero por el bien de este lugar, cerramos el puente. Se sacrificaron muchas vidas —mencionó Heimdall.

Si Thor no estaba a cargo en estos momentos, significaba que ahora el peso de un reino caía sobre Heimdall. Y mientras tanto, él estaba viviendo el sueño adolescente al otro lado del mundo. Pero no era su culpa, ¿no? Odín lo había echado a un lado aun a sabiendas de lo que se avecinaba, tal vez para que no ocasionara problemas o para mantenerlo seguro... Nunca lo sabría. Ya no había oportunidad de preguntarle el porqué de sus acciones.

Loki entró al lugar, como si fuera su responsabilidad ahora que se encontraba ahí.

— ¿Loki?

Al atender, el azabache se encontró con un rostro que no le fue difícil reconocer. Sentado en las peculiares camillas, vio a Fandral, despojado de la armadura superior y con una venda rodeándole el torso. No hablaba con él desde aquella vez.

— Fandral —habló suave, titubeando al momento de acercarse.

Fandral lo miró de pies a cabeza, como si aún se encontrara procesando su imagen. Un sentimiento de culpa lo invadió al contemplar aquel aspecto que le traía tantos recuerdos.

— Cuando me dijeron que Odín te castigó, nunca pensé que podría tratarse de esto —comentó, acomodándose mientras presionaba su estómago, soltando una ligera queja.

El azabache reaccionó, colocándose a su lado con intención de usar algo de su magia para sanar la herida que parecía no terminar de sanar. En ese momento no pensó en el pasado, sino en la falta de un fuerte guerrero; Fandral era más útil allá afuera que allí adentro sin hacer nada.

— Loki, no... —Fandral no pudo detenerlo, resignándose a ser curado lentamente por su magia. Ahora que surgía la ocasión, el rubio parecía tener tantas palabras contenidas en su boca, no sabiendo por dónde empezar y terminando por decir un simple «lo siento».

— Está bien —susurró Loki, alzando la vista unos instantes. Había sido otra vida, otro momento; ya no lo detestaba por lo sucedido. Con el amor que sentía por Peter, su pecho se había quedado sin lugar para guardar rencor.

— Lo siento —repitió—. Por todo.

— Si estuviste ensayando tus disculpas por mucho tiempo mejor hubieras practicado como evitar ser atravesado por una espalda—dijo Loki con su característico humor, haciendo emerger una sonrisa en el rostro de Fandral.

— Ni siquiera el exilio en Midgard te ha cambiado.

— Créeme, lo ha hecho —admitió, encarando con el contrario.

Se miraron el uno al otro unos segundos. Después Loki recordó que no quería perder tiempo. Se levantó y fue a encontrarse con Heimdall nuevamente.

— Son tiempos difíciles, no hagas nada tonto —dijo Fandral a sus espaldas.

Loki se volteó.

— Digo lo mismo.

En el corto caminar, Heimdall detalló los recientes sucesos.

— Tratamos de salvar todo lo posible, incluso los tesoros de Odín. Sin embargo, el caos empezó y perdimos la mayoría. El Cofre de los Antiguos Inviernos, por ejemplo.

— Me parece que ya lo encontré. Está aquí, en Midgard —mencionó el dios.

— ¿Está en su poder?

— Estaba. Un mago de pacotilla se lo quedó, pero confió en que está a salvo —dijo Loki, no pudiendo evitar hacer una pregunta que le carcomía hacer—. ¿Y el teseracto?

Heimdall se detuvo frente a una choza, recorriendo la cortina para que Loki pudiera ver en su interior y encontrara la respuesta a su pregunta. Ahí estaba el teseracto.

— Fue lo único que me interesó proteger —dijo, para continuar andando.

Loki se quedó allí, prefiriendo que la gema se hubiera perdido. Con tres gemas residiendo en Midgard, eran el blanco para Thanos, quien podría aparecer en el momento menos esperado a reclamar lo que, según él, le pertenecía.

Era la primera vez que Loki sintió hacer el bien robando algo. Iba a alejar a Asgard de la destrucción del titán.

— ¿Puedes regresarme, Heimdall? —preguntó Loki cuando alcanzó al moreno.

— Puedo, pero es la última oportunidad que tengo de trasladar a alguien.

Volviendo al mismo lugar de su llegada, admiró Asgard, casi como si fuera la última vez que lo vería.

— No puedo quedarme —confesó—. Aunque quisiera, creo que mi deber no está aquí.

— Confío en qué haces bien al llevarte el teseracto.

El rostro de Loki se acaloró, sintiéndose descubierto por su robo e invadido por la gran perspicacia del hombre.

— Lo veo todo, Loki. Sé que en esta ocasión sus intenciones no son malas. Confió en usted —Heimdall asintió con lentitud como muestra de su servicio y lealtad.

—Esperemos que mi hermano siga vivo —dijo Loki con un ápice de ánimo, puesto que no quería bromear con la posible muerte de Thor.

— Lo está —aseguró Heimdall, quien nunca subestimaba el alcance de los príncipes.

Estaba listo para partir. En un abrir y cerrar de ojos, Loki volvió a la azotea del edificio. No se molestó en regresar al interior, prefiriendo la soledad para poder pensar las cosas a su ritmo. Sentado en el pretil, dejó que su mente divagara en las crecientes preocupaciones. ¿Cómo podría seguir así, sabiendo que Peter correría más peligro si se quedaba con él? Algo dentro suyo le advertía que la única opción era marcharse. Le estremecía el imaginarse a él mismo sin el castaño, después de lo mucho que se había encariñado con él; de lo mucho que lo deseaba. No quería dejarlo, pero suponía que era el precio que debía pagar tarde o temprano.

Mirando el anochecer en la gran ciudad, Loki exhaló hondamente y dejó salir todo mientras cerraba sus ojos. Tomando fuerzas se incorporó, no dejando pasar desapercibido al chico que acababa de pararse a unos metros de distancia. Había llegado el momento. El dios del engaño se giró para enfrentar los hechos.

— Peter, tenemos que terminar con esto.

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