▦ Capítulo 18
Con el sol vespertino suavizando el resplandor áureo de palacio, Thor enfilaba su solemne paso hacia su alcoba. El peso de lo inminente llevaba haciendo presión sobre sus hombros desde hacía tiempo. Una preocupación no palpable que, sin embargo, ocasionaba disturbios en su calma interior. La seriedad formaba parte de él, y si algo pudiera traerle la armonía al rostro, sería el tener a su hermano ahí a su lado.
Tras haber ingresado a la privacidad de la pieza, el príncipe Thor se hizo a la tarea de empezar a deshacerse de aquello que físicamente le estorbaba. Ojalá fuera tan fácil quitarse los problemas como se quitaba la armadura del torso. La rutina lo había dejado extenuado y con la necesidad de espabilarse; debía estar como nuevo para la cena. Ejerciendo la costumbre de recobrar su brío, presintió no encontrarse en la exclusividad de su presencia. Por el rabillo del ojo captó una silueta, poniéndolo en modo de alerta. La fina cortina que definía el área de lavabo censuraba el detalle de quién se encontraba descansando en la ventana de su habitación. La brisa entraba y, mientras que se movía con cautela, el bambolear de la tela terminó por revelarle la identidad.
Ahí, bajo el descanso de la ventana en arco, Loki yacía con la espalda recargada en la moldura. Una pierna adentro y la otra colgando al borde expuesto. Su mirada distante en el arrebol del cielo. Su imagen parpadeando de forma esporádica, resistiendo a desvanecerse. Era claro que el azabache estaba allí por medio de una débil ilusión.
— ¿Loki? —se irguió, completamente desorientado por la conmoción del pasado. No se había acostumbrado a contemplar la versión joven de su hermano. Evocaba aquellos días junto el irremediable deseo de protegerlo y tomarlo entre sus brazos. Tuvo que contener las inmensas ganas de estrujarlo contra su pecho desnudo.
Aún ante la mención de su nombre, el dios del engaño no se dignó a dirigirle la mirada.
— ¿Sabes por qué padre nos exilia a la tierra? —preguntó al aire, aunque estaba claro que dirigía sus palabras a Thor.
El dios rubio aguardó en silencio, esperando su respuesta mientras trataba de descifrar el porqué de su inesperada visita.
Repasando la respuesta en su cabeza, Loki sonrió amargamente.
— Porque en ese lugar, nosotros, 'los dioses', somos conocedores de nuestra verdadera debilidad —pronunció con lentitud, obligándose a encarar con su hermano.
Thor notó que la mirada de Loki era triste. Abrió la boca sopesando que decir, mas el contrario no le permitió iniciar con sus palabras.
— Te subestimé en un pasado, hermano —depositando el peso en sus manos, giró su cuerpo para sentarse de una manera en la que ambas piernas descansaran adentro—. En aquel entonces no sabía nada. Absolutamente nada. No era quién para decirlo cuando ni siquiera lo había vivido en carne propia.
— No sé de qué me estás hablando, Loki —admitió Thor, confuso. No se había atrevido a romper los escasos metros de distancia entre ellos.
— Hoy, mañana o en cien años... No es nada. Es un respiro, un latido —inspiró profundamente, repitiendo las palabras que en un ayer había profesado a su favor. Mientras reflexionaba en voz alta, hizo pasear su mirada como si temiese que las lágrimas lo importunaran—. Es algo fugaz, un instante en nuestras vidas. Algo tan intenso que mil años se convierten en espuma... Y entonces sueñas con que todo sea diferente, porque al abrir los ojos, la realidad siempre va a ser la misma.
Familiarizado con todo lo que Loki expresaba, el rubio se hizo a la noción de lo que pasaba. Si del amor se trataba, debía admitir que era un hecho inaudito. Él mismo divergía entre el gusto y la compasión. Siempre fantaseó con el día en que alguien llegara a hacer vibrar el hierático corazón de su hermano, sin embargo, no podía soportar verlo engullido por el remolino de complejidad que significaba tal sentimiento.
— ¿Una chica? —Thor empezó a acercarse, sentándose a su lado de manera pausada, con el cuidado de no tocar su ilusión.
— Peor aún. Un chico.
Thor no pareció sorprendido al respecto.
— Uno muy idiota —agregó Loki, con la mirada fija hacia el frente—. Ingenuo y distraído. Casi como tú.
— Creo que ahora estás siendo sincero como nunca antes lo has sido —su voz era serena, acogedora; Loki en verdad no se había equivocado al gastar toda su energía en transmitirse hasta acá. Thor era el bálsamo que necesitaba —. Si hubieras sido así en un pasado seguro muchas cosas serían diferentes entre nosotros ahora.
— Tengo la oportunidad de vivir esa época otra vez, no quiero repetir los mismos errores. Estoy tratando de cambiar, lo intento, pero creo que las equivocaciones no se cansarán nunca de seguirme—bajó la mirada, siendo su última oración el preludio de un silencio.
Thor pudo observar cómo un par de lagrimas aterrizaban en el regazo de su hermano.
— Si estuvieras aquí seguramente te abrazaría —Thor hizo amago de palmar la espalda de Loki, no obstante, se detuvo a tiempo.
— Eso me vendría muy bien —su voz estaba rota. Sin alzar el rostro, las manos de Loki fueron a limpiar sus mejillas.
A Thor se le rompió el corazón. Las ilusiones eran un reflejo de lo que sucedía al otro lado. Su hermano estaba solo en otro mundo, llorando, y él no estaba ahí para consolarlo. ¿Qué clase de hermano sería si no podía ayudar a Loki con sus batallas internas?
— Como quisiera regresar a Asgard —comentó Loki.
El dios del trueno suspiró con desaprobación.
— ¿Tan fácil te rindes, hermano? Deberías seguir allá y apostarlo todo. Como nuestra madre solía decir: «Hay suspiros que deberían vivirse como si de una eternidad se tratase» —aseguró el dios del trueno.
— ¿Y si es un juego de niños? Seguro todo esto es por las hormonas —el azabache alzó rostro, el cual se encontraba ligeramente enrojecido por el acto de llorar—. ¿Qué sentido tendría arriesgarse?
— Porque aunque sea un juego de niños, mereces ser feliz, Loki. Y sí, creo que son las hormonas lo que te afectan, porque el Loki que yo conozco no estaría dudando. El Loki en el que yo tengo fe siempre obtiene lo que quiere. ¿Quieres el corazón de ese mortal? Entonces levántate y demuéstrale todo lo que vales, demuéstraselo a tu manera y, sino, entonces todavía tienes la alternativa de usar a tu intimidante hermano para convencerlo —quiso animar el contrario, haciéndole sonsacar una sonrisa al dios del engaño.
— Idiota —murmuró Loki, cerrando sus ojos ante el cansancio que provocaban todos sus pensamientos. Tal vez su hermano tenía razón. Mañana o en cien años, pasase el tiempo que pasase, sabía que se arrepentiría de no haberlo intentado de nuevo.
La cabeza de Loki se ladeó hacia el hombro de Thor, empezando a caer con suma suavidad como si se estuviese quedando dormido.
— La próxima vez que nos veamos te abrazaré, hermano. Y espero seas feliz con lo que elijas —pronunció Thor en un susurró mientras que Loki caía dormido, desvaneciéndose su delgada figura apenas la ilusión entró en contacto con su cuerpo.
Ahí, con el atardecer en sus espaldas, Thor deseó con toda el alma que el Ragnarok nunca llegara.
▦
El resto del viaje significó un suplicio para él. Tras la fiesta, Peter saltó y se movió de aquí para allá, así durante toda la noche hasta darse cuenta de que Loki no quería ser encontrado. Se resignó, simplemente, porque supo que aún teniéndolo en frente no tendría nada que decir. El desasosiego había eclipsado sus verdaderos sentimientos. A decir verdad, necesitaba de ese tiempo para llegar a algo conciso dentro de sí. Pero el tiempo ya se había agotado y no tenía ni idea de cuál sería su siguiente actuación.
Queens lo recibió con lluvia el día de su regreso. El transporte escolar se había dado a la tarea de escoltar a cada uno de los chicos a sus respectivos domicilios. Abordo ya sólo quedaban unos pocos, entre ellos Peter y Ned. El silencio abundaba. El primero miraba por la ventana, cuyo exterior se distorsionaba por las gotas de agua adheridas al cristal. El cielo estaba nublado, así como su cabeza se encontraba nublada de pensamientos; no se trataba del regreso, ya que de hecho llevaba así desde lo acaecido en la fiesta. Ned lo dejó pasar, pues para él, no había otra razón más que Liz. Fue por este motivo que le dio espacio y tiempo a su amigo.
El autobús estacionó. Peter no hubiera reaccionado de no haber sido por la figura de su tía, quien lo esperaba fuera del edificio y con un paraguas sobre su cabeza.
Ned se levantó para dejar salir a Peter de su asiento.
— Nos vemos el lunes —dijo Ned con cierta cautela.
— Hasta el lunes —contestó Peter mientras se echaba la mochila al hombro. Apenas si había dirigido brevemente la mirada al moreno antes de marchar a la salida.
Mientras bajaba, tuvo que mentalizarse para no mostrar la totalidad de su desánimo a May.
— Bienvenido, Peter —saludó La mujer, dejando que su sobrino entrara en el cobijo del paraguas para luego poner apremio en volver juntos al interior del apartamento. Fue ahí cuando May se tomó el cariño de completar su saludo, abrazando al castaño—. ¿Qué tal te fue? Imagino que debes estar cansado.
Peter correspondió el gesto. Los cálidos brazos de su tía le consolaban. Fue un calor tan reconfortante que, sino hubiera sido por las circunstancias, en ese mismo momento se atrevería a soltar todo aquello que llevaba torturándole los últimos dos días. Quería su consejo, sin embargo, no podría arriesgarse a que May cuestionara que hacía Loki en Oregón cuando se suponía que se había quedado en Nueva York.
— Nos fue bien. Y sí, estoy agotado —comentó tras separarse del abrazo, encarando con su tía. Su rostro cansino no mentía, incluso él había tenido dificultades para dormir al pensar en todo lo que Loki le había revelado con su inesperada acción.
— ¿Quieres que pidamos algo para la cena? Lo que tú quieras —dijo May mientras juntos se encaminaban a las escaleras.
— No, yo... sólo quiero llegar y dormir —admitió, sabiendo remotamente que eso sólo avecinaba el encontrarse con Loki, ya que, dada la calma de la mujer, al menos tenía la certeza de que el azabache no había huido de la casa.
— Bien. Entonces mañana me contarás con detalle qué tal estuvo el viaje.
Peter asintió.
Ya al pie de su habitación, Peter tomó su tiempo, atreviéndose después de un minuto a abrir la puerta. Lo hizo con suavidad, alcanzando a ver por el intersticio a Loki, quien se encontraba sentado en la base de la ventana y con la cabeza recargada al cristal, aparentemente dormido. Peter presentía que, con un paso dentro de la habitación, el contrario despertaría, lo fulminaría con la mirada por haber interrumpido y saldría de la habitación sin dirigirle ni una palabra, pero en cambio, incluso al cerrar la puerta detrás de sí, Loki siguió sin moverse de su lugar.
Dejando la mochila a un lado y plantándose en medio del cuarto, Peter se quedó inmerso en la presencia de Loki. No podía dejarlo dormir en esa postura, por lo que inspiró profundamente antes de acercarse. Su corazón latía rápido, más por el miedo de que Loki despertara en el acto; no podía ni imaginar cuál sería su reacción si abriera los ojos y se encontrase siendo cargado por la persona que noches atrás le había apartado. Así que, tomándolo en sus brazos con delicadeza, Peter se dirigió a su propia cama, siendo la más accesible para depositar al dios dormido. Lo fue dejando con delicadeza sobre el colchón, manteniéndolo aún apegado a su cuerpo. Fue justo en ese instante cuando sintió una mano aferrarse a su camisa.
— Peter.
En su pecho desembocó el pánico. Casi maldiciendo en sus adentros, Peter regresó la mirada. Para su alivio, había sido una falsa alarma. Loki seguía dormido, murmurando algo aparte de su nombre, no llegando a captar significado alguno de lo que emitió.
Que vulnerable se veía Loki mientras dormía. Con facciones llenas de candor e inocencia. ¿En verdad estaba sosteniendo al mismo individuo que tiempo atrás había atentado contra la vida de tantas personas? No. Esa sombra ya no existía para él. Loki era ese, el que yacía en sus brazos indefenso, el que despertaba su instinto protector, pero sobre todo, el que traslucía un deseo de querer ser amado.
Depositándolo en la cama, Peter se dejó caer al suelo hasta sentarse, recargando su espalda contra el colchón. Mentiría si dijera que no sentía nada en absoluto por Loki. De hecho, sentía tantas cosas, tantas como para llegar a atemorizarlo. Ahí era donde se justificaba su equivocación.
Los asuntos del corazón son cosas muy complicadas, y más a aparte, Loki era una persona muy complicada. ¿Cómo podría sobrevivir?
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