▦ Capítulo 17
Aterrizaron en Portland después de unas cuantas horas de viaje. Era como una excursión con la diferencia de tener un tinte más sofisticado. Tres días y dos noches, periodo en el cual Peter no creía extrañar a Loki, no porque no lo quisiera ahí, sino porque presentía que éste le seguiría sin importar las circunstancias. Y es que no tardó demasiado en hacer su aparición. De hecho, se sentía seguro teniéndolo al lado, eso después de la charla que habían tenido hace apenas unas noches atrás.
— ¿Qué tal el viaje? —inquirió Loki despreocupadamente, saliendo de un portal para empezar a caminar al lado de Peter como si nada.
El castaño y su amigo eran los últimos en el trayecto a pie hacia las instalaciones del aeropuerto, por lo que fueron los únicos en presenciar la repentina aparición. Para Peter no fue novedad, pero para Ned...
— Wow, ¿qué haces aquí? —expresó con los ojos bien abiertos, primero por la impresión causada, segundo por creer encontrar la respuesta a una de sus tantas preguntas—. ¡Súper velocidad! Así que eso fue todo el tiempo.
— Creo que me he perdido de algo —Loki no entendía a que se refería el ocurrente chico.
— Esa es tu habilidad. Eres tan veloz que te ha bastado sólo un segundo atravesar el país —dijo Ned fascinado y con una grande y atontada sonrisa, como si ya empezara a idear la forma en la que Loki pudiera concederle favores con aquella sobrehumana cualidad.
Peter volteó a ver a su amigo, casi plasmando en su rostro un: «Espero no estés hablando en serio, Ned».
— Ah —una sonrisa brotó en los labios de Loki. Peter conocía muy bien lo que conllevaba una sonrisa así—. Por supuesto.
— Oh, oh, ¿puedes ir hasta Francia ahora mismo y traerme un croissant? —pidió Ned emocionado cual niño, siendo lo primero que pasó en su cabeza par intentar comprobar la capacidad del contrario.
— En dos segundos iré y volveré —aseguró el azabache, parándose en seco.
— Loki... —Peter se detuvo también, sabiendo que el dios estaba a punto de arreglárselas para poder gastarle una broma a Ned. Aunque ni siquiera tuvo la oportunidad de insistir puesto que en breve Loki ya tenía el pedido en sus manos.
— ¡Increíble! Ni siquiera te vi moverte —exclamó Ned.
— Soy tan rápido que tus pupilas jamás alcanzarían a captar el movimiento —dijo con jactancia el dios.
Antes de que siguieran aprovechándose de la ingenuidad de Ned, Peter se interpuso entre Loki y su amigo, dándole un zape al primero.
— ¿Cómo te atreves? —Loki miró a Peter con un mohín de molestia mientras se sobaba la cabeza.
— Es un mentiroso. Este es del pan que nos ofrecieron en el avión —intervino el castaño.
— No es cierto —negó Ned, no obstante, al probar el pan lo comprobó, logrando desilusionarse bastante—. Ya decía yo que era un súper poder bastante genial como para ser real.
Loki terminó rompiendo en risas al observar como el ánimo iba menguando de parte del moreno. Tampoco tardó en acelerar su caminar para rebasar a ambos jóvenes.
— Loki, ¿cuál es tu súper poder? —preguntó Ned, muy a pesar de que tiempo atrás Peter le pidió no saber al respecto. Ya no podía seguir indagando, en verdad quería una respuesta.
— Ned —regañó Peter.
— Es que en serio necesito saber, sino la curiosidad terminará matándome.
— El engaño —Loki se giró hacia ellos, no dejando de avanzar.
— ¿Qué?
— Mi habilidad es el engaño.
— El engaño no es un súper poder —se quejó Ned.
Loki pareció meditarlo, mirando breves segundos al cielo para después mostrar el rostro con altivez.
— No, no lo es. En ese caso diría que es la astucia y la inteligencia. Y si a eso le sumamos una extraordinaria habilidad para embaucar a la gente, supongo que ya obtendremos un súper poder —pronunció con orgullo.
Ned guardó silencio tratando de darle sentido a esa lógica. Finalmente agregó:
— ¿Entonces podrías ayudarnos a escapar esta noche para asistir a la fiesta de Liz? —preguntó con un ánimo que había estado escondido.
— Para eso estoy aquí —correspondió el azabache con el mismo gesto.
Peter enmudeció respecto al tema, tomando a Ned de los hombros para empezar a alentarlo a avanzar más rápido, puesto que el grupo los estaba dejando atrás.
▦
—No vayan a desvelarse con tanta cháchara. Sé que son jóvenes y experiencias como éstas pueden ser muy excitantes, pero mañana tendremos que movernos de aquí para allá y los quiero rebosantes de energía —decía el señor Harrington mientras se dirigía a su habitación seguido de dos adolescentes que se había encontrado cuando bajó al espacio del buffet a prepararse una taza de té.
Tras plantarse frente a la puerta de su respectivo cuarto, el profesor se giró para encarar con los chicos.
— Buenas noches —sonrió por compromiso, tratando de eludir el aspecto cansino que cargaba por el ajetreo del viaje, dandole una palmada al hombro de Ned para después buscar entre sus bolsillos la tarjeta que le daría acceso a la habitación.
— Que descanse, señor Harrington —convino Peter antes de que la puerta se cerrara.
Ned y Peter se miraron entre sí, indagando en el silencio si sería propicio escabullirse ahora mismo o esperar otro rato para cerciorarse de que estaban libres de contratiempos para ir a la fiesta.
— ¿Qué están esperando? —Loki salió de la nada.
— ¿A ti? —inquirió Ned.
— Tienes razón —asintió Loki, no haciendo falta apegar el oído a la puerta para que se pudiera escuchar un golpe seco proveniente en el interior del cuarto.
— ¿Qué fue eso? —preguntó Peter ciertamente preocupado.
— Puse algo en su té —dijo el azabache como si fuera lo más obvio—. Tal parece que no alcanzó a llegar a la cama —agregó como si fuera algo lastimoso, aunque en realidad retenía en sus adentros las ganas de burlarse.
— Este chico es un genio —afirmó Ned hacia el castaño mientras daba el paso iniciativo para que empezara la fuga.
Ahora los tres empezaban a moverse con discreción por los pasillos y en dirección al elevador más cercano.
— ¿Y el plan es? —quiso corroborar el moreno.
— Se supone que esto fue todo el plan. Lo único que queda prevenir es el que nadie nos vea salir —contestó Loki antes de que las puertas del elevador se abrieran, dejándoles expuestos a la mirada de cierta amiga.
Los tres trataron de fingir demencia, lo cual no funcionó.
— Vaya, vaya. Creo que ya es muy tarde para pasear, ¿no creen? —habló Michelle, sosteniendo en el marco la puerta para evitar que el elevador se cerrara.
— Y no somos los únicos, MJ —observó Loki, mirándola inquisitivamente.
Michelle les regaló una sonrisa.
— ¿Creyeron que podían ir a la fiesta sin llevarme?
Portland era un lugar de edificios vanguardistas. El manto nocturno combinaba bastante bien con todo aquel ambiente de ciudad abarrotada. Habían tomado un taxi para poder trasladarse, dejando atrás el disturbio de las avenidas para inmiscuirse en calles tranquilas y hogareñas, calles que también derrochaban el lujo de quienes lindaban a su alrededor.
El trayecto culminó con ellos frente a una amplia y lujosa casa. Estaba claro que no se habían equivocado de domicilio con la música que emanaba y el ir y venir de adolescentes que se paseaban por la calle. Tal parecía que después de todo Liz no dejaba de ser la chica popular.
Antes de bajar del vehículo, Peter se sintió algo abrumado. No quería descubrir lo que fuera a descubrir después de verla. Tenía aún las palabras de Loki rebotando en su cabeza: No te esfuerces por entenderlo. Cuando la veas lo entenderás.
— Peter, todo va a estar bien —alentó Ned, sacando a Peter de su ensimismamiento. Loki y Michelle ya habían salido, de hecho, se encontraban entrando con toda naturalidad en la casa cuando Peter fue capaz de percatarse de la ausencia de ambos.
El castaño dejó escapar todo el aire de sus pulmones, inspirando profundamente para recobrar la fuerza de enfrentar los hechos.
Dentro de la casa, comenzó la tarea de hallar a Liz. A diferencia a como se observaba desde los ventanales de afuera, el lugar era muy espacioso y no hacía falta tener que colarse entre los raudales de jóvenes. Había personas de todo tipo y... Allí estaba ella, radiante como ninguna de las otras chicas en aquel reducido grupo que le rodeaba. Con un sencillo vestido rosa palo, destacaba por el simple hecho de tratarse de Liz. Después de todo, era como si el tiempo no hubiera dejado estragos en la forma en que la admiraba. Hermosa y, sin embargo, algo muy dentro suyo le dijo que podía vivir sin ella.
— Llegó tu turno —Ned le dio una palmada en la espalda, lo suficientemente fuerte como para hacer trastabillar a su amigo hacia adelante.
Peter se giró, encontrando a Ned alzando los pulgares. Supo entonces que se había quedado sin alternativa. Estaba ahí y tenía que hacer lo que se había propuesto desde un comienzo.
— Liz —llamó Peter, plantándose frente al grupo de chicas.
— ¿Peter? —la morena se expresó con sorpresa, pero muy pronto esbozó una sonrisa—. ¿Qué haces aquí?
— Bueno, un viaje académico —explicó pasando de largo los detalles—. Nos enterramos de que ibas a hacer una fiesta y dijimos ¿por qué no?
— ¿Nos?
— Ah, sí. Ned está aquí. También Michelle. Pensamos que podríamos sorprenderte, ya sabes, por tu cumpleaños... Maldición —murmuró para sí mismo. El regalo, había olvidado por completo traer por lo mínimo un detalle después de tener la intención de asistir a una fiesta sin avisar—. Lo siento, no traje ningún regalo.
— Peter, no te preocupes —Liz apretó sus labios en una sonrisa enternecida. Ese chico no había cambiado para nada.
Se quedaron en silencio. Peter trataba de pensar en un tema de conversación, no obstante, echó todo por la borda y optó, movido por su nerviosismo, en ir directo al grano.
— Liz, sé que esto puede ser muy repentino, pero creo que debemos hablar acerca de nosotros —soltó finalmente el castaño.
La sonrisa de Liz se inclinó hacia la incomodidad.
— Peter, yo... no creo que sea lo ideal ahora mismo —bajó la mirada, algo evasiva.
— Pasó tiempo, lo sé. Yo... Tú... bueno, tú en serio me gustabas... me gustas. Eso creo. Ah, no lo sé.... —«Idiota, idiota, idiota».
— En serio que...
— Liz —llamó un chico que lograba salir de la aglomeración de jóvenes, plantándose a un lado de la morena y rodeándola con su brazo—. Con que aquí estabas.
Liz se sintió muy apenada.
— No te mereces esto, Peter —fue lo que dijo junto con una mueca de disculpa, retirándose junto con aquel joven alto y moreno, cuyo físico demostraba toda cualidad de deportista.
Para ser honesto, lo peor no fue darse cuenta de que Liz ya tenía a alguien. Fue el haber sido tan precipitado como para no buscar un lugar más discreto en el cual hablar. Liz lo dejaba atrás y las chicas que anteriormente la acompañan se encontraban riéndose con descaro.
«¡Qué idiota, Peter!». Se gritó internamente antes de buscar mezclarse en la masa para salir de tan vergonzosa escena.
— Hay muchos peces en el mar, Peter —trataba de animar Ned ahora que se había reencontrado con su amigo, estando ambos sentados en uno de los sofás de la moderna sala.
Peter asintió con levedad, tratando de terminar con su meditación. Ahí estaba la respuesta a la pregunta: podía vivir sin Liz. No obstante, no con la vergüenza que acababa de experimentar. Recordar su actuación le hacía subir el calor hasta las orejas.
— Extrañamente, sabía que algo así podía pasar —dijo Peter, mostrándose algo lastimero sin haber sido esa su intención.
— Ya, Peter —Ned le dio unas palmadas de consolación en el hombro.
— Pero no me sentí mal al verla con aquel chico. Me da algo de gusto que ella sí haya seguido con su vida. Lo que en verdad me hace sentir un poco mal es el hecho de que seguro parecí un completo tonto iluso...
Muy a pesar de la música, el ambiente divertido pareció pausarse por la sorpresa emitida de varios jóvenes. Con el inminente disturbio, Peter y Ned se levantaron de su asiento, avanzando curiosos hasta localizar en donde caía la mayoría de la atención. Ahí estaba Liz, con su vestido portando una mancha rojiza de ponche. La morena parecía realmente frustrada y conmovida, como si aún no acabase de creerlo. Y es que ahí estaba el detalle, la escena dejaba en claro que alguien le había arruinado el vestido a propósito.
Mientras que el novio de Liz y sus amigas trataban de atenderla, la mirada de Peter se clavó en una figura que se escurría de entre el grupo de adolescentes que se había formado; una cabellera negra distinguiéndose de entre todas las demás cabezas. Ni siquiera lo pensó cuando ya se encontraba dando carrera para no perder dicha silueta.
Salió de la zona atestada de adolescentes, siguiendo dicha figura hacia el jardín. Se quedó desconcertado unos breves momentos, puesto que era una chica a la que había estado siguiendo, una de largo cabello oscuro. Había creído que se trataba de otra persona, pero antes de darse la vuelta, el vestido verde lo convenció de quedarse. Peter se adelantó, sujetándole el brazo para detenerla. La joven volteó y, en el proceso, la ilusión se desvanecía y mostraba a un Loki con una sonrisa maliciosa.
— ¿Qué pasó allí? —Peter rogaba por qué Loki no fuera la misma persona que había tirado la bebida a Liz.
— Fue un accidente —mintió Loki, pero dada su diversión no fue muy creíble. Y es que tampoco era como si quisiese esconderlo.
— ¿Por qué lo hiciste, Loki? —pidió saber Peter, algo desesperado y sujetando al contrario de los hombros para tenerlo cara a cara. Quería la verdad y si perdía la paciencia un poco más seguro terminaría zarandeándolo.
La risa se esfumó de la boca de Loki. Las facciones serias en el rostro de Peter lo dejaron indefenso, y por lo tanto, obligándolo a él a tomar la misma seriedad.
— Te dejó en ridículo, Peter —repuso, apartando las manos ajenas.
— No fue su intención —defendió de inmediato el castaño.
Loki apartó la mirada, tratando de que el silencio los apaciguara. No obstante, Peter aún no había terminado.
— ¡¿Por qué lo hiciste?! —alzó la voz en esta ocasión. Estaba enojado.
— Porque estoy en deuda contigo —Loki alzó la vista. Sus ojos se anegaron con el brillo de las lágrimas.
— ¡Pero no tenías que hacer eso! No siempre se trata de ir vengándose de cualquiera que te haga pasar un mal momento —conforme hablaba había recuperado un tono menos agresivo de voz. Los ojos de Loki a punto de desbordar lágrimas le conmovieron en lo más hondo, pero eso no le quitaba el hecho de que seguía molesto por sus infantiles acciones, porque simplemente Liz no se merecía eso—. Loki...
El mencionado retrocedió un paso ante al amago de Peter de acercarse. Con la mirada otra vez por los suelos, se atrevió a hablar:
— ¿Encontraste la respuesta? —preguntó, queriendo dejar atrás el suceso que él mismo había provocado.
Peter suspiró, hallando un poco más de calma dentro de sí.
— Sí, la encontré. Liz no me...
Sus palabras fueron cortadas abruptamente con los labios de Loki sobre los suyos. Se desorientó tremendamente. Estaba atrapado entre la disposición de corresponder y la necesidad detener la acción. El ronroneo del azabache al besarlo lo invitaba a seguir; los brazos ajenos enroscándose por su cuello y aproximándolo; la amena sensación de no encontrar aire para respirar. Todo estaba en ocasión para quedarse y, sin embargo, terminó inclinándose hacia su instinto. Lo empujó lejos de él, bastante estremecido como para poder procesar todo en un instante.
Loki se había atrevido a besarlo. Había tratado de demostrarle a Peter que él era la respuesta a la pregunta que ni siquiera había sido consiente de haber estado formulando. Pero cierto era que se había equivocado, no con sus sentimientos, sino con la distancia que Peter puso entre ellos. De sentirse por los cielos terminó azotando en terreno firme. Lo peor fue que el trato del castaño no aminoró la caída, obligándolo a sacar sus propias conclusiones: Peter no lo quería.
— ¿Por qué...? —aún ofuscado, Peter llevó su mano a sus labios, no pudiendo terminar su pregunta cuando Loki ya se encontraba retrocediendo, echándose a la fuga y desapareciendo por un portal.
Hubiera corrido detrás de él sí hubiera reaccionado a tiempo, pero en ese momento sus pies no obedecieron, obligándolo a quedarse con una única compañía: con la culpa de haber dejado ir a Loki. Ahora la música parecía tan lejana, todo parecía tan lejano a excepción de su corazón. Su corazón estaba centrado y pidiendo a gritos una respuesta.
— ¿Qué has hecho, Peter? —se culpó llevando sus manos hacia su cabeza mientras intentaba poner orden a la vorágine de emociones que sentía. Era demasiado para él que pronto percató de que no podía estar quieto en un mismo lugar.
Con su lanza telarañas en la muñeca, Peter se lanzó lejos de allí, tal vez con intención de buscar a Loki o con motivo de hallar tiempo a solas para comprenderlo todo. Lo que pasara primero.
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